Obispos que de verdad sean sucesores de los Apóstoles
Crítica Constructiva
| José María Lorenzo Amelibia
Obispos que de verdad sean sucesores de los Apóstoles
Los obispos son personas como los demás; no son distintos de todos los mortales. Me doy cuenta de que la mayoría comienzan muy conscientes de la realidad; poco a poco se van sintiendo distintos, élite. ¿Por qué?
Me dio mucha luz cuando el Papa Francisco escribía dos meses después de haber comenzado su pontificado: “Pide al Señor para que no me lo crea”. Algo hay que peligra; la propia inclinación, las circunstancias, el poder.
Quienes se encuentran rodeando al obispo – y a cualquier magnate – son los principales responsables del engreimiento del superior. Siempre halagando al personaje, adulando, diciéndole amén a cuanto ejecuta. Aquel que comenzó siendo un igual a todos, se lo va creyendo. Por otra parte, le toca siempre presidir, sentarse en el sillón y en ocasiones en el trono. En las catedrales desde aquellas alturas se domina a todo el pueblo fiel; los ornamentos que de suyo tienen un significado trascendente, ante la plebe sirven de distinción y disfraz disimulado del hombre dirigente. Vienen mal estos distintivos a quienes comenzaron su cargo con humildad, porque pueden terminar “creyéndoselo”.
Pasando el tiempo se le toma apego al asiento principal. El rey Juan Carlos llegó a decir en una entrevista: “Yo de lo que de verdad estoy enamorado es del trono”. Fue sincero. Otros se lo callan, pero lo viven a tope.
El obispo ha de luchar contra estas tendencias tan metidas en el corazón humano. Debiera elegir para principales colaboradores suyos a personas críticas, nada serviles, sin ninguna aspiración ni a medrar, ni a perseverar cercano al poder. Tarea difícil. Por otra parte, la soledad de su cargo privilegiado le inclina a tener personas del todo dóciles y receptivas.
El obispo y dirigente ha de ser pionero, servicial, preceder en el ejemplo, abrir camino. Ahí está la misión de un prelado. Para ellos mismos lo difícil, lo arriesgado, la zona de peligro; los honores para los otros y el Honor solo para Dios. “No a nosotros, no a nosotros, sino a tu nombre sea la gloria”.
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