No puedo acostumbrarme; cada día me impresiona más. Ya no se oye nunca predicar con celo desgarrado de quienes sienten la profanación de las cosas santas; el único vicio que se fustiga es el egoísmo y la insolidaridad. Pero las ofensas a Dios, el olvido de Dios, la blasfemia, el sacrilegio y otros muchos pecados no los oigo ni mencionar.
Nunca he escuchado desde hace muchos años predicar sobre el infierno, sobre la realidad de la muerte que se nos avecina. A la muerte se la mira solo como el paso al Padre. Y es verdad, pero no se habla del juicio que es una realidad total.
En mis catequesis y en mis clases de religión yo procuro hacerlo; tampoco me obsesiono con el tema, pero ahí está. Es una realidad de nuestra fe como lo es la Santísima Trinidad o la presencia de Jesús en la Eucaristía. Me viene ahora a la memoria el libro de los Macabeos.
Cómo estos hombres sentían la profanación de lo divino como quien lleva bien metida en el alma la gloria de Dios. A veces me da la impresión de que parece que queremos hablar el lenguaje de la gente sin fe y valorar las cosas como ellos las valoran.
José María Lorenzo Amelibia
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