¿Cómo alcanzar el don de la contemplación?

Leía en un texto del P. Alfonso Rodríguez que para alcanzar el don de la contemplación lo mejor es pedirlo con ansias y suspiros, con gran confianza.


Es necesario con muchas jaculatorias arrojar al Señor dardos encendidos suplicándole este don. Repetirlo muchas veces durante el día. Dadme el don de oración, el don de abnegación. Así lo pedía continuamente el P. Nieto.
Y no nos vamos a desanimar aunque Dios tarde en escucharnos, si perseveramos en estos deseos y en esta oración, El nos escuchará.

Dios nos llama, querido amigo, a una vida de oración íntima con El para ser del todo apóstoles suyos. Si no llegamos a beber de esa fuente de agua viva, no es por falta de su invitación, sino porque nos sobra cobardía. Hablo de mi experiencia; ojalá que la tuya no sea así. ¡Cuándo dejaremos de oponer resistencia a estos llamamientos divinos! Siempre llegamos a lo mismo: la contemplación exige una práctica seria de mortificación.

Y como es tan corto el número de los que de verdad saben renunciar, resulta tan escaso el grupo de los verdaderos apóstoles contemplativos. Pidamos tú y yo al Señor que nos ayude a quitar obstáculos.

Y después ser constantes. Seguir día a día eliminando caprichos y defectos que nos detienen en esta marcha. Y para ello, como me decía Bernardo, poner la mano como el mendigo; pedir un día y otro día este don de oración. Si algunos ratos nos encontramos en esta unión con Dios, darle gracias y que se note en nuestro apostolado.

Mantenernos con sencillas jaculatorias en esa intimidad continua con El. Acudir a Dios constantemente. Permanecer en El. Sin violencia. Con suavidad. Pero con una constante machaconería.

He leído bastante sobre la contemplación. Me ha hecho bien. Pero voy a procurar no pretender a toda costa introducirme por estas sendas de hombre avezados a la vida interior. Eso sí, todos los días practicar mis ratos de oración y lectura.

Y, como decía el P. Nieto, no preocuparse de más. Por supuesto que aquello leído en "El Camino de la libertad" de N. Caballero, ayuda mucho. Es muy bueno ejercitarse en la respiración y relajación, en la limpieza interior aún más. Pero si, a pesar de todo, uno no llega a concentrarse tomar el libro en las manos y practicar aunque sea la lectura meditada.

En el retiro de Estíbaliz 1991 quedamos como compromiso en practicar todos los días un cuarto de hora sin ayuda de ningún libro, oración mental en sequedad o como sea. Si se puede más, mejor. Pero en el caso de continua distracción, tomar el libro y, apoyados en las muletas, seguir adelante.

Por encima de todo dedicar a diario más de una hora a esta tarea específicamente de vida interior. Y, por supuesto, procurar que toda la vida sea oración.

José María Lorenzo Amelibia
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