Curas y monjas, historias trágicas y divinas de la farándula

Más de dos millones de visitas, un video en youtube se convirtió en sensación al ver a la joven religiosa tomar el micrófono y, con voz potente, cantar una canción nada religiosa, No One, sorprendiendo a los jueces cazatalentos. Boquiabiertos veían a la joven presumiendo un don, “soy monja de verdad” y esperando una retribución, la llamada del Papa Francisco, un telefonazo como lo ha hecho con amigos y fieles necesitados. El éxito sumó el comentario de millones haciéndola modelo de evangelización, por ser valiente y tomar esos escenarios. Un éxito llevó otro y sor Cristina Scuccia enarboló la bandera del triunfo al llevarse el título de La Voz, Italia.
Sor Cristina no es el primera ni será la última en esta constelación de estrellas con hábitos y alzacuellos. Unos han tenido éxito y usan esos dones en la evangelización repartiendo sus regalías para beneficio de los pobres, sin millones de likes ni RT; otros, fueron seducidos por las luces, la farándula, la fama y el dinero.
Sor Sonrisa, de Dominique al suicidio

En medio de los cambios del Concilio Vaticano, los curas y monjas dejaron el hábito por la ropa común y conquistar la pantalla chica. Jeanne Deckers (1933-1985), una dominica belga, tomó los hábitos en 1959 para ingresar al convento de Fichermont en Waterloo. En 1963 sonó “Dominique”, una cancioncilla simple que rápidamente se puso en el top ten compitiendo con el rey Elvis y en labios de una tal sor Sonrisa, sin más marketing que su voz y una guitarra, sumándose al top ten de los mejores temas del rock en los Estados Unidos; el cover en México fue un hitazo hecho por Angélica María.
Los medios indagaron sobre la identidad de Sor Sonrisa hasta el mismo convento donde servía a Dios en el silencio. The Ed Sullivan Show reveló la identidad de sor Sonrisa, la hermana Jeanne, quien tuvo el apoyo de la superiora para firmar el contrato con Philips y hacer de Dominique una mina de oro.
La fama creció como la espuma. En 1966, Jeanne colgó los hábitos con la garantía de que, por su simple nombre, el éxito perduraría. Sor Sonrisa se transformó en Luc Dominique con otras interpretaciones dedicadas a la revolución feminista y a la píldora anticonceptiva.
La secularización no convino y los contratos con Philips no fueron redituables. La fama desapareció y sus melodías ni siquiera figuraron en el hit parade. Junto con otra compañera religiosa se dedicó a la enseñanza, pero al haber renunciado a sus regalías, no pudo pagar sus obligaciones financieras. Ambas se sumieron en la depresión y cometieron suicidio en 1985.
El cura cantante papá

En 1993 murió uno de los clérigos más famosos de Irlanda. El padre Michael Cleary (1934) fue líder para la juventud y uno de los más grandes comunicadores de la Iglesia. Guitarra en mano recorría los caminos animando a los jóvenes a vivir la castidad defendiendo las enseñanzas morales católicas sobre la sexualidad; su carisma llamó la atención de los superiores y pronto ocupó cargos de responsabilidad como la preparación y atención de la visita del Papa Juan Pablo II en 1979. Conocido como el Cura Cantante, escribió libros y artículos sobre los retos de la fe católica en el mundo contemporáneo; pero el padre Michael tenía una doble vida, una casa, una pareja y un hijo. Su muerte dio paso al escándalo cuando su vástago, señalado por la conservadora sociedad de Irlanda, lidió con la herencia del padre, quien hizo de su existencia una esquizofrenia: el sacerdote impecable y rígido en la vida moral y, por otro lado, el hombre que vivió en la tragedia debatiéndose entre una vocación sacerdotal ejemplar y una familia soterrada.
El consentido de Miami

Alberto Cutié era el pastor católico preferido de la farándula de Miami. Guapo y con porte conquistó ese pantanoso medio gracias a los escandalosos talk shows religiosos compitiendo con otros más morbosos. Cutié no desdeñó el coqueteo y gozó del beneplácito de dueños, comunicadores y peones de los medios; las principales cadenas católicas lo tenían como consentido y los consejos a las personas necesitadas de orientación matrimonial o personal caían del cielo en voz del sacerdote galán, siempre con el argumento oportuno y la palabra sabia. Su carisma hizo que los superiores le confiaran cargos importantes en los mass media católicos, además de sus columnas habituales en prensa. Los reflectores le caían muy bien al sacerdote hijo de cubanos.
Los flashes de los paparazzi azuzaron el escándalo y exhibieron el gran secreto de Cutié, el cura sin doblez con una vida paralela a su sacerdocio. En 2009, algunas fotografías iniciaron la rebatinga exhibiendo en una playa al padre Alberto en una relación sospechosa y más que pastoral con una dama. Ante el escándalo, Cutié se hizo episcopaliano aceptando esta vida oculta y lo propicio fue culpar a la Iglesia por el cruel celibato y redimir al priest-show al optar por una vida normal “como Dios manda”.
Los errores en el caso Cutié son consecuencia de los mismos causados por sus superiores quienes no advirtieron los límites en el actuar del ministro y padre de dos hijos. Apantallados por las luces que apuntaron a su estrella, dejaron que siguiera en su pantomima del cura carismático y sacerdote consentido de la farándula. Lo del celibato sería lo de menos, aunque se quiso hacer lo de más al poner a la Iglesia como inhumana con quienes tienen “prohibido amar a una mujer”.
The Priests…

En 2013, estos sacerdotes irlandeses, dos de ellos hermanos carnales, hicieron una gira bien aceptada por los Estados Unidos; sin embargo, su fama no se hizo de la noche a la mañana, no fueron improvisados ni pasaron por realities o talk shows. Desde 1974, este trío ha cantado para el público ejecutando lo clásico y lo profano. Su éxito deriva de un equilibrio entre sus compromisos con las disqueras y sus obligaciones sacerdotales; lo primero, es la obligación con la diócesis y después, en el tiempo libre, llevar esos dones al público, diría el grupo a un diario estadunidense durante su gira de noviembre que los llevó a 18 ciudades incluyendo Canadá. Y hay un objetivo común: Si el público apoya al trío, otros podrán mejorar su vida. Repartir las ganancias de sus discos incluyen el bien de los otros a través de una fundación que atiende a los desposeídos, los discapacitados y a la atención educativa en países de África y Asia.
The Priests hacen del canto un ministerio, la música sacra es una forma efectiva de evangelización y perfectamente compatible con la identidad, el papel y la vida como sacerdotes católicos, según dirían estos tres curas cuya fama no les ha hecho perder cabeza ni quitar los pies de la tierra.
Cantos de oriente, sor María Keyrouz

Quizá más discreta que otros bajo los reflectores es María Keyrouz, religiosa de rito maronita. Nacida en el Líbano, sor María lleva a la práctica el dicho de que el canto y la música hacen doble oración a Dios. No sólo interpreta como los ángeles los cantos de la Iglesia oriental, su biografía da cuenta de una profunda formación musical y académica: Doctora en antropología religiosa y musicología. Su voz posee lo que pocos en el mundo, el efecto cautivante para inducir en el oyente al gran misterio tan antiguo como nuevo, sin importar lo extraño que pueda ser la lengua en la que ejecuta su tributo al Altísimo.
Sor María Keyrouz hace de su voz un puente entre lo divino y lo humano al hacer vivo el canto sacro que pertenece a los templos e Iglesias, compartir su entusiasmo por Dios y su emoción en el instrumento más perfecto que un ser humano puede poseer: la voz. Mientras sor Scuccia cosechó su primer éxito, la religiosa maronita ejecutó una magnífica presentación en la Catedral de la Ciudad de México en el marco del Festival del Centro Histórico 2014 en marzo pasado.

Cristina Sccucia se coronó la semana pasada en una inercia imparable gracias a su carisma bien replicado en las redes sociales. Sea por curiosidad, sea por tenacidad o bien la intervención directa de lo Alto, la joven religiosa conquista un mundo donde impera la vanidad y se ignora lo bendito. Quizá en muchos, el deslumbramiento y codearse con luminarias como Ricky Martin y Kyle Minogue, agitarían los deseos, sueños y fantasías del ídolo musical seguido por miles de fans, tentaciones muy humanas al compartir un don, en este caso, la voz. Sin embargo, hasta el diablo sabe cómo rezar el Padrenuestro y también conoce las debilidades e intimidades. Y sor Scuccia deberá saber cómo poner los pies en la tierra y reconocer que el hábito, su vocación, le abrió paso a una fama que ni siquiera había sospechado en el ambiente donde lo principal son las libaciones al Mammon: “El Señor se ha servido de mi deseo para llamarme a él, me llamó a una nueva vida y me está llevando a cumplir mi sueño según su voluntad, de una forma que jamás habría imaginado”.
Los cristianos están llamados a ser luz del mundo y sal de la tierra y no están exentos de las tentaciones y persecuciones. Según el Evangelio de Lucas, el diablo dice a Jesús para ponerlo a prueba: “Te dará todo este poder y esplendor de estos reinos porque me han sido entregados y yo los doy a quien quiero”. Los placeres de la fama, los reflectores y, desde luego, mucho dinero. Encumbrar o despeñar, el pecado de ese mundo movedizo, electrizante y voluble de los ídolos musicales. Esa es la gran treta de la farándula: jugar con los más grandes y puros anhelos del espíritu humano.
Por lo pronto, los que saben mover esos hilos del marketing hacedor de estrellas ya buscan fotos de Scuccia antes de ser la hermana Cristina… Y comienzan a circular por las redes sociales.