¿Petrolizando la economía?




Editorial CCM / Andrés Manuel López Obrador apuesta mucho al sector energético poniendo en entredicho la reforma energética la cual, desde su promulgación, prometió beneficios inmediatos para los mexicanos. No obstante, al final del sexenio 2012-2018, México enfrenta la dura realidad poniéndonos en el dilema para llevar adelante un agresivo y acelerado proceso de explotación de energéticos. La industria petrolera, a 80 años de su expropiación, no está en la bonanza ni otorga las garantías para hacer nadar de nuevo a México en la abundancia.

Al final del siglo XX, México vivió de una economía petrolizada. Cuando era el séptimo productor mundial de petróleo, las exportaciones le garantizaban ganancias que lo llevaron a una estabilidad artificial. El Estado, con su gran caja de ganancias, Petróleos Mexicanos (PEMEX), concentró el monopolio de todos los sectores de la industria hasta convertir a la antigua paraestatal en el emblema de la abundancia económica, de la soberanía nacional y del poder político del único partido político, el PRI.

Pero esta borrachera de petróleo pronto provocó una resaca que llevó a una gran cruda por las grandes crisis económicas debido a una estructura dependiente de lo que se llamó “oro negro”. Mientras el mundo veía alternativas en la generación de la energía, México tardó en despegar y PEMEX era el único símbolo de lo que fue una potencia petrolera. Ese antiguo poder todavía cobija a las rémoras del sindicalismo, del asfixiante corporativismo que fue reserva del voto duro del monolítico Partido Revolucionario Institucional, hoy en la franca decadencia.

Hoy sabemos que la reforma energética prometía una apertura sin precedentes para lograr la inversión e incentivar la producción. México sólo exporta cerca de dos millones de barriles de crudo diarios a diferencia de los casi cuatro millones en la época de la gran abundancia. La industria petrolera está semiparalizada debido a la falta de inversiones, pero también a la corrupción, el influyentismo y los saqueos que hicieron de PEMEX la caja mágica del PRI.

Actualmente, los mexicanos debemos soportar una inflación del 6 por ciento debido al incremento de las gasolinas y de los combustibles, se paga muy caro cada litro; no obstante, hoy se conoce que PEMEX y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) han tenido pérdidas por más de 163 mil 172 millones 505 mil pesos en el segundo trimestre del año y de 28 mil 458 millones de pesos durante el segundo trimestre, respectivamente. Es una debacle inexplicable.

Andrés Manuel López Obrador presenta un plan estratégico para reactivar el sector energético asociando a personajes que, en el pasado político, fueron adversarios y enemigos de la izquierda. Y necesita de más de 175 mil millones de pesos para llevar a cabo un rediseño de la industria antes de que sea demasiado tarde. Pero, a diferencia de aquélla caída del sistema, el dinero no aparece mágicamente ni es producto de ocultos manejos como lo fueron las cifras de ese histórico proceso electoral bajo la sospecha del fraude.

Lo preocupante, además, es que el nuevo gobierno le apuesta más a una economía petrolizada sin conceder mayores inversiones para formas alternas de generación de energía de más fácil acceso para la población. El rescate petrolero y eléctrico podría poner a México en una situación de nueva desventaja cuando el mundo incursiona en industrias de generación de energías limpias, baratas, sostenibles y amigables con el ambiente.

Para el próximo gobierno es un rediseño de la tentación: Ver en la industria del petróleo un nuevo símbolo del poder y de economía artificial; sin embargo, el sector energético tiene más variantes que sólo la explotación de las entrañas de la Tierra y de caducas cantaletas de soberanía nacional poniendo en riesgo nuestro futuro. Así lo afirma el Papa Francisco: “Los recursos energéticos no se deben dejar en manos de la especulación, ni volverse fuente de conflictos…”


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