“Más que palabras, el mundo necesita testigos”: Mons. Jaime Calderón Calderón, obispo de Tapachula



Guillermo Gazanini Espinoza / La reciente XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos trató de comprender los anhelos y, sobre todo, escuchar a uno de los grupos con mayor pujanza y en el que se depositan las mayores esperanzas de la Iglesia. Cardenales, prelados, especialistas, jóvenes, laicos de todo el mundo, pusieron lo mejor, contrastando ideas para llevar adelante el anhelo por conocer la Verdad y dar una dinamismo nuevo a la praxis pastoral.

Uno de los padres sinodales fue el obispo de Tapachula, México, Mons. Jaime Calderón Calderón (Michoacán, 1966). Ordenado en 1991 para la diócesis de Zamora, el trabajo pastoral del obispo se ve nutrido por la rica sensibilidad del filósofo que aporta un discernimiento especialmente dedicado a la libertad y la pedagogía. Apenas trasladado a la diócesis de Tapachula en julio, Mons. Calderón fue distinguido por el Santo Padre y la Conferencia del Episcopado Mexicano para asistir a la asamblea ordinaria de los obispos y su trabajo tuvo frutos cuando el Santo Padre Francisco le invitó a ser miembro del Consejo ordinario del Sínodo de los Obispos para los próximos tres años.

Mons. Calderón comparte en entrevista su experiencia en el sínodo advirtiendo sobre las urgencias y exigencias que la Iglesia debe plantearse si quiere impactar a los jóvenes. En el fondo, como advierte el prelado, es anunciar la novedad del Evangelio y de la plenitud de la Verdad en Jesucristo.


Señor obispo, gracias por esta entrevista para nuestros lectores. El reciente sínodo de obispos llegó a su fin. Díganos, ¿Qué imagen en general tiene usted de esta reciente reunión que trató sobre las necesidades y problemáticas de los jóvenes?

Fue muy buena experiencia. La metodología propuesta por el Papa del “caminar sinodal”, como se le llama en este momento, fue de mucha escucha, atención para tratar de ver el fondo de los problemas. Esto generó una gran empatía entre quienes participamos. Era un gran grupo no sólo de obispos y cardenales, había gente experta en las materias quienes escucharon, desde luego, los jóvenes, un buen grupo, quienes participaron activamente. Regreso con un sabor de boca muy agradable por haber tomado las cosas en serio, con sentido de eclesialidad y de búsqueda de caminos para acompañar mejor a los jóvenes.


Usted fue uno de los obispos mexicanos participantes. ¿Qué otros mexicanos estuvieron ahí?

Mons. Héctor Luis Morales Sánchez, obispo de Nezahualcoyotl; Jorge Cuapio, auxiliar de Tlalnepantla y Jorge Armando Pérez Talamantes, el responsable de los jóvenes por la Conferencia del Episcopado Mexicano, auxiliar de Monterrey.


¿Cuáles serían algunos aspectos en los que contribuyeron especialmente los prelados de México como padres sinodales?

El Instrumentum Laboris contenía tres partes. En cada una de ellas pudimos participar mediante intervenciones particulares. En las asambleas generales hicimos un aporte específico de la realidad concreta que vivimos en nuestro país y que, de alguna manera, se suma a la descripción de la realidad juvenil que advertimos en un mundo globalizado, así puntualizamos cosas concretas que vivimos como pueblo mexicano y latinoamericano. Entonces, nuestras aportaciones se dieron en los tres planos: La realidad, en los aspectos doctrinales y en la búsqueda de caminos por los cuales Dios nos está llamando para acompañar y dejarnos acompañar por los jóvenes.


El documento final del sínodo despierta mucho interés por el rumbo que la Iglesia debe tomar a fin de mantener a los jóvenes en Ella. De manera general. ¿Qué plantea para que deba ser del interés de qla juventud que no es cercana a la fe ni a la Iglesia?

Hay una profunda inquietud, en primer lugar, para que nosotros realicemos el “autoanálisis” de las formas como hemos llevado la pastoral en los últimos decenios. Debemos entender la necesidad de una revisión profunda de nuestra manera de pensar y de actuar hacia los jóvenes. Una segunda cosa que advierto es que debemos “re-aprender” a escuchar porque, como el documento lo refiere, nos hace falta despertar esta sensibilidad hacia ellos. Otro aspecto importante es la necesidad de ofrecer la verdad sobre la vida y las personas, pero no como Iglesia que se contempla así misma. No tendríamos razón de ser si no es por el anuncio de la Verdad de Jesucristo. Esto es lo que queremos, anunciar la Verdad en lugar de defender a la Iglesia sobre su trabajo. Se trata de renovar su propuesta para dar plenitud a la vida y realización de cualquier joven, no sólo de quienes estén insertos en la vida cristiana católica.


En cuánto a los métodos pastorales para atraer a los jóvenes, ¿cuáles serían las novedades más significativas para dejar atrás las “antiguas formas” de evangelización para ellos?

Hay una expresión recurrida constantemente a lo largo del sínodo: Entrar en “conversión pastoral”. ¿Qué significa? Dejar de pensar que aquéllas formas de evangelización son realmente efectivas. Ahora se trata de lanzarnos, abrirnos, buscar con ellos, otras formas más creativas para acercarnos, así está el mundo digital, el de los medios de comunicación, la redes con las cuales se puede hacer mucho bien.


Al momento de las discusiones en la aprobación final del texto definitivo, ¿cuáles fueron los principales rubros en los que no había un consenso general?

Eso se puede constatar en el momento de las votaciones. Párrafo tras párrafo fue votado. El contenido del documento tuvo detrás un trabajo muy intenso, agobiante; eran reuniones tras reuniones, en asamblea general y grupos de trabajo, para tratar de presentar un documento hacia la vida de la Iglesia. Este contexto es necesario para entender cada uno de los temas. No lo veo como divergencias, más bien las formas como se fueron tratando. Entre ellos estuvieron el tema de la sinodalidad, la participación de la mujer en la vida de la Iglesia, el de la corporalidad como concepto cristiano… Fueron puntos donde tuvimos grandes acercamientos para su comprensión. Eso fue valioso, así la verdad se fue descubriendo poco a poco.


En la redacción final del documento, ¿podemos hallar la influencia de algún grupo? ¿Hubo alguna corriente que destacara por su actividad para lograr que sus planteamientos llegaran a ser aprobados y plasmados en él?

No. El Papa orientó el encuentro hacia expresiones libres sobre cualquier tema. Fue en el orden como cada uno pudo intervenir. No percibí grupos en bloque para apoyar más o menos alguna temática. Desde que llegamos se nos convocó para aportar en los distintos grupos donde se examinó el Instrumentum Laboris. Esto dio mucha libertad. En los grupos menores y círculos por lenguas, se profundizó más y sin presión de ninguna clase. A mi me parece difícil cualquier influencia de grupos porque todas las aportaciones a la asamblea general habían sido consensuadas. Así pudimos lograr un documento integral.


En momentos particulares de la crisis del sacerdocio en el mundo, ¿Qué destacaría usted del documento respecto a la opción vocacional sacerdotal como estilo posible de vida para los jóvenes? ¿Es todavía atractivo ser sacerdote?

El tema del sínodo y del documento era precisamente “Jóvenes, fe y discernimiento vocacional”. Lo que orientó esta reflexión es entender cómo nuestra vida tiene un sentido. Para los creyentes es descubrir lo que Dios quiere de nosotros y responderle de manera alegre y gozosa. La vida sacerdotal se inscribe en esa respuesta. Como obispo y sacerdote, en esta vida a la que Dios me llamó, encuentro una respuesta a los anhelos más profundos de felicidad que puedan estar en los corazones. Y esto requiere un mayor esfuerzo para dar testimonio de la propia vida. El asunto es que, quienes hemos sido llamados a esta vida sacerdotal, a veces no manifestamos con toda claridad y nitidez, la belleza de la vocación a la que hemos sido llamados. Más que palabras, el mundo necesita testigos. Vale la pena corresponder al Señor.


¿Qué hay sobre la cuestión y atención de los homosexuales? ¿Cómo asumió el sínodo la diferencia y la armonía entre la identidad masculina y femenina y las inclinaciones sexuales?

Hoy día vivimos, como lo ha dicho el Papa, una profunda crisis antropológica. Desdibujarse de la condición humana, de la identidad. La cuestión corporal y sexual son aspectos de esta identidad. El sínodo, más que abordar sobre particularidades, trató sobre lo esencial: la persona. Estamos llamados a vivir un encuentro con Jesucristo y, por eso, todo mundo tiene cabida en este llamado y en la misma Iglesia a la que el Señor nos llama. El aspecto directo abordado fue sobre la identidad cristiana sin hacer distinciones específicas o de singularidades.


El sínodo de los obispos sobre los jóvenes también impacta en México, aunque tal vez su difusión y conocimiento no fue del todo amplio. En la Iglesia de México, ¿Se hizo lo suficiente para “atrapar” a los jóvenes católicos a fin de que se involucraran con este sínodo?

Creo que sí. Desde hace dos años inició la dinámica. En una de las asambleas de la Conferencia del Episcopado Mexicano se trató ampliamente el tema de los jóvenes y ellos mismos estuvieron involucrados en la preparación hacia el sínodo. Creo que fue un punto de partida, pero me parece que hoy estamos en el momento de reemprender el camino. En la conclusión del sínodo, el Papa nos decía que esto era punto de partida en lugar de considerarlo como punto de llegada. Es renovar lo que la Iglesia quiere para los jóvenes en los siguientes años.


En este año, el Episcopado Mexicano presentó el Proyecto Global de Pastoral 2031-2033 (PGP-2031-2033) ¿Cuáles serían los aspectos paralelos de este documento con el del sínodo de los jóvenes?

Es un asunto providencial. En la tercera parte del PGP 2031-2033, donde hay opciones concretas, hay una decidida opción por los adolescentes y jóvenes. Así entramos en perfecta sintonía. La Conferencia del Episcopado Mexicano había advertido la necesidad de abordar esta pastoral de manera directa. Hay cosas muy puntuales en el proyecto global y el sínodo enriquece e ilumina el trabajo que hacemos.


Finalmente, usted ha sido nombrado miembro del próximo Consejo ordinario del Sínodo de los Obispos para los próximos tres años. ¿Qué significa esto? ¿Qué responsabilidades implica para México?

Primero, he de agradecer esta distinción. El Papa busca, con estas designaciones, una mayor representatividad en el mundo católico. ¿Cómo fue la distribución de los miembros? Se dieron tres lugares para América Latina, dos para América del Norte, tres a África, Asia y Europa; uno para Oceanía y las iglesias orientales. El Santo Padre quiere abrir, proponer y escuchar. Agradezco a Dios esta oportunidad. Ya hubo una consulta para quienes participamos en el sínodo; posteriormente habrá otra a las conferencias episcopales del mundo. Todos los materiales resultantes se le ofrecerán al Santo Padre quien decidirá la temática completa y los tiempos en los que el sínodo deba ser convocado. Agradezco a Dios su bondad. Para mi es enriquecimiento personal, mi responsabilidad será aportar mi trabajo a nivel mundial y también desde nuestro mundo, el mexicano y latinoamericano, con su gran riqueza y el camino que hemos tomado para compartir con la Iglesia y recibir recíprocamente la experiencia de otras iglesias particulares.


Pasando a dos últimas preguntas, mientras usted atendía sus responsabilidades en el sínodo, Chiapas afrontó el éxodo masivo de Centroamericanos hacia los Estados Unidos. ¿Qué papel asumió la Iglesia de la diócesis de Tapachula?

Como bien lo dice, estaba en Roma atendiendo el sínodo, pero, durante las noches, podía comunicarme con los padres para orientar y planear lo que deberíamos ejecutar. ¿Qué papel tiene la Iglesia católica en Tapachula? Me parece que ha sido extraordinario. Los padres se volcaron a las comunidades a ayudar. Desde un principio teníamos muy claro que a nosotros no nos toca verificar el estatus legal de esas personas. Nosotros estamos frente a seres humanos que necesitan ayuda, conmovía a mi comunidad la presencia de mujeres, niños y ancianos con grandes necesidades. Hablamos de una verdadera urgencia humanitaria; sin embargo, la Iglesia respondió aun en medio de nuestras limitaciones y pobrezas. De esto advertí que Dios saca lo mejor de las personas, tocó el corazón de esta comunidad para ser solidarios con la gente que nos necesita.


¿Qué llamado haría a las entidades oficiales y gubernamentales ante esta crisis humanitaria?

Por lo que parece, esta situación seguirá presente. Nos urge reflexionar en todos los niveles sobre lo que actualmente se está generando. Estamos acompañando y aliviando un poco el sufrimiento, pero mientras no se solucionen las causas que generan las salidas masivas y no haya políticas humanitarias de inmigración, haremos más y más pesada la cruz de estas personas. Puede haber muchas situaciones, pero mientras no hagamos nuestra tarea, sea en el ámbito civil y religioso, habrá flagelos que lastimen a las personas. Es importante hacer lo que nos toca para sacar adelante nuestras responsabilidades para construir un mundo más humano, justo y cristiano.

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