Mas papista que el papa

Recuerdo, tenía yo diez y ocho años, cuando escuché por la radio la muerte del papa Pablo VI; ese hombre lleno de sabiduría al que le tocó sufrir mucho por amor a la iglesia; incomprendido y atacado por muchos, profundamente humano y sensible al dolor del tercer mundo, cuyo recuerdo se ha difuminado de manera, a mi entender, extrañamente injusta. La figura del papa Pablo VI no merece, ni mucho menos, este silencio histórico al que le hemos sometido; y yo desde esta tribuna ,"Teselas", reivindico su figura y rindo tributo de honor y de amor a Pablo VI, el papa sabio y sufriente.
La figura del papa Juan Pablo I, fue tan fugaz que yo lo recuerdo como un regalo a la iglesia pero tan frágil que no pudo aguantar los embates internos de la nave de la misma iglesia. La iglesia necesitaba una mano fuerte y el Espíritu Santo nos regaló una sonrisa. Tal vez era el preludio de lo que había de venir.
El Papa Juan Pablo II fue el ciclón que sopló en la iglesia y llegó a las multitudes pero no barrió dentro de las instancias interiores. Un papa muy querido por el pueblo, que llegó a ser santo súbito; tal vez demasiado súbito, y que aún hoy, recibe el cariño y devoción de muchísima gente; tanta como arrastró en sus viajes y encuentros por el mundo. Yo tuve la suerte de conocerle de cerca y de poder estrechar su mano y guardo con mucho orgullo mi foto junto a él en una de mis visitas, como provincial de la Merced de Castilla, a Roma. Fue entonces cuando me impresionaron sus zapatos de charol de color rojo, impecables.
El Papa Benedicto XVI ha sido el papa sabio y humilde. Su gesto de presentar su renuncia a una edad ya avanzada ha sido un gesto muy valiente y humilde por su parte, para decirnos que la cátedra de Pedro es más valiosa que su persona y por eso él debe menguar para que aquella se mantenga erguida, cuando las fuerzas flaquean. Tal vez por eso yo lo venero con admiración y cariño. Su gesto, sin duda, pasará a la historia del papado y creará precedentes necesarios.
El papa Francisco ha sido aire fresco y ciclón, a la vez, para la iglesia. Sus gestos de cercanía no son algo baladí; están llegando tanto a los cristianos sencillos y a la gente lejana, que está favoreciendo que la iglesia vuelva a sus orígenes evangélicos y se aleje cada vez más del boato y de las puntillas para hacerse más cercana a los pobres de los que nunca debió alejarse. Volví a recordar los zapatos rojos de charol de san Juan Pablo II, cuando el diario "El Mundo" publicó una foto de los zapatos del papa Francisco, negros y desgastados, y parece que ser que había comentado que los compró en Buenos Aires, le habían costado caros y tenía que gastarlos.
Esto es solo una insignificancia, por supuesto; pero estos detalles que tiene el papa a diario: pedir la bendición al pueblo de Roma en el día de su elección, construir una ducha en el Vaticano para los mendigos, el abrazo a un un hombre enfermo y deformado, la cercanía con todos en sus encuentros, sus zapatos negros y desgastados... van calando de manera lenta pero eficaz en la mentalidad de la gente hasta ver en ellas una autenticidad que les toca el corazón y los acerca más al de Nazaret.
Ciclón, a la vez, porque se ha atrevido, como nadie en los últimos tiempos, a abordar cuestiones de gran calado en el interior de la iglesia que tienen que ver con los dineros, con los abusos y con los trepadores que hacen carrera y siempre han abundado en los ámbitos vaticanos.
Por todo esto yo me siento muy agusto con el papa Francisco y aunque percibo en algunos sectores internos ciertos reproches porque quisieran una iglesia más solemne y majestuosa como en otros tiempos, yo estoy con el papa Francisco de manera incondicional. Me encanta su estilo, me entusiasman sus mensajes y cada día soy más "papista que el papa" en el sentido literal de la expresión,o si queréis más franciscanista, para que nadie coja el gato por el rabo y me ponga de vuelta y media como en otros tiempos.
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