#sentipensares2025 Homilía: El envío que transforma el mundo

Homilía: El envío que transforma el mundo
Homilía: El envío que transforma el mundo

Homilía: El envío que transforma el mundo

Hoy escuchamos el Evangelio donde Jesús envía a setenta y dos discípulos y discípulas, de dos en dos, a cada lugar donde él mismo pensaba ir. Y nos recuerda que el Reino de Dios no es un sueño lejano: es una presencia que camina con nosotras y nosotros cuando abrimos senderos de justicia, de ternura y de verdad.

“De dos en dos”. Jesús no envía personas solas. Envía en comunidad, en pares, en fraternidad. Porque el Reino no se construye con héroes aislados, sino con corazones dispuestos a acompañarse y sostenerse. Hoy, en un mundo que nos educa para competir, para reinar sobre otros, para ganar batallas individuales, Jesús nos invita a organizarnos y caminar juntas y juntos.

Envía a 72 personas, símbolo de la totalidad de las naciones. Su Reino no conoce fronteras. No hay pueblo, cultura, religión ni género que quede fuera de su mirada compasiva. En estos días donde vemos cómo los poderosos cierran fronteras, construyen muros y expulsan migrantes, Jesús nos recuerda que su misión es abrir caminos para que toda la humanidad viva con dignidad. Cuando Trump o cualquier líder del mundo actúa como si la tierra le perteneciera para organizarla a su antojo, olvidan que la vida es don de Dios y no propiedad para oprimir.

Jesús nos da siete recomendaciones para este envío. La primera es la oración: reconocer que no caminamos solas y solos. Hoy más que nunca necesitamos orar y actuar por Gaza, donde la vida es aniquilada sin piedad, donde niñas, niños, mujeres y hombres mueren mientras el mundo calla. Orar no es cruzarse de brazos, es levantar la mirada al Dios de la vida para escuchar su clamor en cada víctima.

La segunda es ir ligeras de equipaje, sin el peso de nuestras ambiciones ni resentimientos. En un mundo que acumula armas, drogas, dinero y poder –como el narcotráfico que ha sembrado terror y muerte–, Jesús nos enseña que la verdadera fuerza no está en lo que poseemos, sino en lo que liberamos.

La tercera es llevar la paz. Pero no una paz que calla injusticias, sino la que nace de la justicia, del respeto a la dignidad de cada persona. Una paz que incomoda a los violentos porque no acepta la opresión ni el abuso.

La cuarta es compartir la mesa, comer lo que se nos ofrezca. Esto nos recuerda que el Reino de Dios es fiesta y fraternidad, es reconocer la presencia divina en quien nos da un trozo de pan. Hoy que el calentamiento global amenaza la vida misma de la Tierra, compartir y cuidar con sencillez es un acto de resistencia y esperanza.

La quinta es sanar enfermos, aliviar sufrimientos. La misión del Reino no es imponerse sino curar, consolar, defender la vida herida. Ante un mundo herido por guerras, violencias machistas, pobreza y corrupción, Jesús nos pide ser manos sanadoras que no hieren, sino abrazan.

La sexta es sacudirse el polvo y seguir adelante cuando no nos reciben. No es un gesto de desprecio, sino de libertad interior. Hoy que vemos tantos rechazos a quienes luchan por la paz y la justicia, Jesús nos dice: sigan, no detengan el Reino por la dureza de algunos corazones.

Y la séptima es no alegrarse del poder, sino de ser parte del Reino de Dios. Porque el Reino no se trata de tener autoridad sobre demonios o estructuras, sino de ser comunidad que siembra vida nueva. Nuestra alegría no nace del éxito o la fama, sino de saber que nuestros nombres están inscritos en el corazón de Dios
Para hoy
Este envío es también para nosotras y nosotros. Jesús nos llama a ser quienes preparan los corazones, quienes anuncian la paz con justicia, quienes curan y alimentan, quienes caminan en comunidad. Frente a los Trump que sueñan con imperios, frente a las guerras como la de Gaza que destruyen la vida, frente al narcotráfico que compra conciencias, frente al cambio climático que clama por un cambio radical, Jesús nos recuerda:

“Vayan de dos en dos. Yo los envío.”

No tengan miedo. La cosecha es mucha. El Reino de Dios se construye desde abajo, desde la ternura que resiste y transforma el mundo.

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