#retopascual2024 LA RESURRECCIÓN DE LA VERDAD EN UNA VIDA DISIDENTE

Lucas 24:1-12
—¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo? No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: que el Hijo del hombre tenía que ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría.
| Nubia Lazo
¿Qué es la verdad? ¿Qué entendemos por verdad? ¿Cuál es la verdad más grande de nuestra vida? ¿Por qué Jesús resucitado es la verdad?
Cuando las mujeres lideradas por Santa María Magdalena, Juana y María la madre de Santiago, fueron al sepulcro y se encontraron al ángel que les indicó ver el lugar donde habían dejado el cadáver de Jesús para confirmar que en efecto estaba vacío (Mateo 28:5-6) nos dan dos situaciones importantes:
La primera la importancia de corroborar los hechos por una/uno misma/o y tener testigas; dos, que una vez las mujeres llegan a notificar al resto de apóstoles (mujeres y hombres), Pedro no cree en la palabra de las mujeres y va y quiere por sí mismo constatar el hecho.
Esta situación evidenciada por los evangelistas nos ayuda a entender mejor la importancia de que aun en la muerte Jesús seguía ayudándonos a desmontar el sistema patriarcal, pero tal como nos dicen: Vieron y aun así no creyeron.
Este mes la Semana Santa ha coincidido con fechas importantes: el Día Internacional de las Mujeres, la celebración de la pasión de Monseñor Romero y la declaratoria de su profetismo como importante para los derechos humanos y por eso celebramos el día de la verdad; pero también, honramos la memoria de nuestro amado Obispo Emérito Martin Barahona de la tradición anglicana. Tal como ha pasado con Magdalena, las mujeres históricamente han carecido de credibilidad frente al modelo patriarcal, pero cómo hemos visto, cuando un hombre se sale del sistema, también es socavado por el mismo. Pero, es ahí donde la importancia de la verdad cobra sentido y justamente, ese momento, donde el ángel les pide ir y constatar la verdad de la resurrección, debe ser un estandarte para una comunidad tan disidente como la Comunidad de Santa María Magdalena de inspiración anglicana en El Salvador; ya que está en la constante búsqueda de una fe sentida y vivida con madurez; por ello considero importante recordar dos aspectos esenciales:
Primero, que los hechos ocurridos durante la Semana Santa y que damos por verdad no coinciden en línea de tiempo y segundo, no hay forma desde la ciencia de comprobar ni los sucesos de la Semana Santa ni la Resurrección; y entonces ¿por qué lo damos por verdad? Simple, por FE. Por eso para una comunidad como la nuestra que constantemente es cuestionada, marginada y violentada, al punto de que muches dan la vida; es importante saber que por fe seguimos creyendo que el mundo cambiara a favor de la equidad, la igualdad y, por tanto, veremos nuestros derechos, que ahora yacen muertos como comunidad LGBTQIA+: RE SU CI TA DOS.
Pero la fe nuestra no es como la de Tomás; nuestra fe nos empuja constantemente a ir tras la verdad, no esperando por ella cómodamente; nuestra fe tiene que ser como la de estas mujeres e incluso, como la de Pedro: una fe que se mueve en la búsqueda de información, de datos que nos permitan cambiar la realidad que vivimos. Esa fe también tiene que ser esperanzadora, porque si estas mujeres hubieran tenido miedo al sistema, jamás se hubieran movido y vemos en esto una alegoría a lo que históricamente han hecho por nosotras/es/os las mujeres: organizarse, ponerse en marcha y reclamar sus derechos.
Debemos, por tanto, recordar como con nuestra fe puesta en la defensa de los derechos humanos y la esperanza de que cada día muchas más personas no están conformes con una vida llena de crucificadas y crucificados por el feminicidio, la homofobia y el transfeminicidio; para ejemplo el feminicidio de Rosa Elvira, lideresa de Santa Isabel Ishuatan en El Salvador; que la reclamación de justicia nos llevará a pequeños pero poderosos actos de resurrección:
- - Cuando no permitimos que la injusticia nos llene de miedo y no dejemos de denunciar el pecado más grande de nuestro tiempo: el sistema patriarcal, capitalista y heteronormado;
- - cuando nos sigamos en la unidad de Cristo visibilizando la violencia y la injusticia
- - cuando exijamos nuestros derechos y los derechos de otras personas que están en situaciones de mayor vulnerabilidad,
- - cuando podamos ser capaces de sanar nuestras propias heridas dejadas por la corona de espinas generacional que cargamos como personas eternamente empobrecidas, racializadas y/o desplazadas,
- - cuando dejemos que esos, también pequeños, actos del patriarcado internalizado no nos permita ver la cruz de otras y otres,
- - cuando estemos acá unides a pesar de las diferencias,
- - cuando entendamos que la compasión, la ternura y la alegría salvan a alguien que ya no tiene esperanzas de seguir en este mundo, por no poder “ser quien es” en libertad.
Por eso, nuestra mejor herramienta de sobrevivencia, de lucha y de fe será la verdad que proviene de nuestros cuerpos mártires, de nuestras identidades en resistencia, de nuestras convivencias llenas de la Espíritu Santa: la Ruah, que nos alimenta a través de la eucaristía de nuestra disidencia.
Quiero citar al mormón mexicano LGBTQ, Adrián Sánchez Román, quien afirma que: “Me llena de tanto entusiasmo y esperanza en mi vida al saber que Mi Padre Celestial nos brinda la oportunidad constante de un renacimiento y florecimiento que lleva en sí mismo el mensaje de libertad espiritual a fin de que todos podamos alcanzar el esplendor de nuestra luz personal para que esta luz no sea suprimida sino por el contrario expandida, este es el mensaje del amor del Padre, trascender y romper todas las cadenas que firmemente es como el alba que rompe la mañana. La confianza puedes empezar de nuevo es seguro”.
Hasta que en un país tan convulsionado como El Salvador podamos también hablar de un mundo seguro para las personas disidentes sexuales, llenémonos de la fe de las mujeres en el sepulcro, de la fe de Monseñor Romero y de la fe de nuestro amado Obispo Martín Barahona, que estoy segura de que también sintieron la necesidad de Pedro por sentir y descubrir la verdad de las mujeres, como la verdad que vino de nuestra amada Santa María Magdalena al ser la cabeza de la primicia, no sólo de la fe sino de la integridad de los valores cristianos: de misericordia, amor y paz entre nosotres.
Proclamemos pues nuestra resurrección fuera del closet: ¡Aleluya! Cristo ha resucitado. ¡Es verdad! El Señor ha resucitado. ¡Aleluya!
Rvda. Nubia Lazo
Teóloga y miembra del cuerpo pastoral de la comunidad Santa María Magdalena, espacio queer feminista de inspiración anglicana.