#LectioDivinaFeminista Yo soy la vid

Yo soy la Vid
Yo soy la Vid

Lectio Divina Domingo 28 de abril (Jn 15,1-8)

Por estos días, vamos a estar leyendo, con frecuencia, pasajes del evangelio de san Juan, en los que Jesús nos dirá: Yo soy, desplegando una amplia lista, con la cual trata de mostrarnos su cercanía y hoy no es la excepción, pues nos encontramos con la ternura de Dios reflejada en la naturaleza, en la vida cotidiana de su pueblo.

Quiero invitarte entonces, a silenciarte un poco, a apartarte si es necesario a un lugar donde puedas conectar con lo más profundo que hay en ti, donde la acción del Espíritu Santo pueda desplegarse y así, descubrir de la mano de esta Palabra que también tú eres en Dios, una misión y poco a poco poder decir con seguridad: Yo soy...

En el texto, hay una gran riqueza, sin embargo, voy a plantear esta primera parte de la reflexión desde tres momentos:

  1. Yo soy la vid: Jesús se vale de esta figura, para explicar su proyecto con cada uno de nosotros y así lo desarrolla en texto.
  2. Quién permanece en mí y yo en él dará mucho fruto: y entonces ampliamos aquí este diálogo, plantándonos y si es posible respondiendo algunas preguntas: ¿qué sería para nosotros hoy, permanecer? ¿Qué acciones lo evidencian? ¿Qué significa para Jesús dar mucho fruto? ¿A qué nos invita?

  Sabemos que su enseñanza siempre ha sido distinta a las    del mundo y en este caso, puedo pensar que dar mucho      fruto, significa decir con seguridad YO SOY… hace         referencia a sentirse realizado y entonces, sabiendo lo que    tenemos, lo colocamos al servicio de los demás.

Estos frutos, en abundancia, no tienen nada que ver con la producción en serie de nuestros días o con el descarte de aquellos que no producen. Se trata y estoy segura de nuestra felicidad…

   3. Pedirán lo que quieran y lo obtendrán: esta expresión final, nos motiva a vivir lo que el evangelio nos ha planteado en los versículos anteriores, pues suena a recompensa.

Hasta aquí, una reflexión conectada con el contenido del texto. Pasemos al segundo momento.

Teniendo en cuenta las palabras de nuestra compañera Norma Melara, en el III Domingo de Pascua: “La importancia de la comunidad: Los discípulos comparten su fe y dudas entre sí, lo que les ayuda a fortalecerse mutuamente.” Viene a mi memoria un diálogo sostenido con Elizabet Gareca, donde ella me animaba a hacer una lectura de la Palabra de Dios de las comunidades; pues todos sabemos que este ejercicio de la Lectio Divina, en la mayoría de los casos, es un encuentro de tú a tú con la Palabra, en la intimidad de la oración.  

Siguiendo entonces, la recomendación de Elizabeth y tomando como ejemplo la siguiente afirmación: “Al igual que los discípulos en Emaús, las mujeres en Centroamérica son testigos de las injusticias y dificultades que azotan a sus comunidades. Sin embargo, al igual que los discípulos, también son portadoras de esperanza y agentes de transformación.” (Norma Melara) Me he propuesto recoger las voces de mujeres con las que comparto en la cotidianidad, invitándolas a dar lectura a este pasaje y a hacer juntas una gran vid, aquí algunos de sus aportes:

Este evangelio nos invita a reflexionar sobre la relación que tenemos con Jesús, nos revela la necesidad de confiar en su amor para tener una vida fructífera, además, nos enseña la importancia de permanecer unidad a él en el Espíritu. También, menciona la limpieza o poda de sus ramas que ya no producen fruto, y esto hace alusión a las pruebas o desafíos por los que podemos pasar en nuestras vidas, para que nuestra de se transforme, alcanzando su mayor esplendor y perfección. (Laura Arboleda)

En este pasaje nos narran la importancia de caminar de la mano con Jesús para poder llevar una vida fructífera y estar en comunión con Dios, cuando nos sostenemos de su palabra, de su ejemplo de vida; la vida de nosotros se hace más llevadera, nos ilumina el camino para tomar las mejores decisiones y cosechar los frutos espirituales de cada ser. (Dora Moncada)

Debemos reconocer los valores del otro y aprender a crecer y hacer conjunto. Dios nos mandó a compartir, servir y vivir en comunidad. (Ceci)

Este capítulo es una invitación a servirle a Dios con el corazón, a dar testimonio de fe, a caminar con él en todo momento, ya que sin él no somos nada.

Así mismo, cuando el texto habla de frutos, hago la comparación con las plantas, ya que, si no las regamos, estas se secan por falta de agua y no tenemos frutos. Tal cual, pasa con nuestra vida espiritual, si no nos llenamos de fe, amor, paz, armonía, humildad y solidaridad, no damos frutos para caminar de la mano con nuestro Padre amado, siendo discípulos, para compartir su palabra y testificar desde sus enseñanzas. (Luisa Penagos)

Nuestras abuelitas, por su parte, describieron todos esos árboles y plantas que dan fruto y que son de su agrado, como los naranjos, las moras, las granadillas, bananos, manzanas, entre otros.

Después, se adentraron un poco en lo que significa la poda, pues según ellas, hay plantas que se podan para que den más fruto, pero en este caso lo que querían podar era para tirarlo fuera y hablaron de los aspectos negativos que se dan en la convivencia cotidiana, sacando las malas palabras, la envidia, los robos, la desobediencia, miradas feas etc.

Finalmente, se centraron en la promesa, con el deseo de cultivar en abundancia el compañerismo, la alegría, las virtudes, la armonía y muchas otras actitudes positivas, que de ser cuidadas serán de mucho bien.

Así vamos concluyendo este espacio de reflexión en el V Domingo de Pascua, con el compromiso de indagar muy dentro de nosotras, por esa misión, para decir con fuerza: Yo soy y siento la necesidad de conservar las palabras de nuestra hermana Amaya Modrego: “Y por ser Hijas, también herederas y con pleno derecho a entregar nuestra vida en todos los espacios que generen vida y devuelvan dignidades dentro y fuera de la Iglesia.” Esto es hacer vida el evangelio y dar mucho fruto.

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