"El Espíritu Santo guía a la verdad, renueva la tierra y fructifica" El Papa pide al Espíritu "valentía para luchar contra la corrupción, que inunda el mundo cada vez más"

(José M. Vidal).- Solemne misa de Pentecostés, presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro, arropado por la Curia casi en pleno. En la homilía, Su Santidad recordó que "el Espíritu Santo guía, renueva y fructifica" y concede a la Iglesia valentía para "denunciar la corrupción, que inunda cada vez más el mundo".

Lectura de los Hechos de los Apóstoles en español: "Vieron aparecer unas lenguas como llamaradas...Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras...Y cada uno les oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestras propias lenguas".

Algunas frases de la homilía del Papa

"En Pentecostés, la efusión sucede como un viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en el corazón de los apóstoles"

"Reciben la energía que les impulsa a anunciar el Evangelio"

"Junto a ellos estaba María, la madre de Jesús, la primera discípula y, allí, madre de la Iglesia naciente, con su paz, con su sonrisa, con su maternalidad, acompañaba la alegría de la joven esposa, la Iglesia de Jesús"

"El Espíritu opera en las personas y en las comunidades"

"El Espíritu nos hace capaces de recibir a Dios"

"El Espíritu Santo guía a la verdad, renueva la tierra y fructifica"

"El Espíritu de la verdad"

"Discípulos bloqueados y encerrados ya no se volverán a avergonzar de ser discípulos de Cristo, ya no temerán más"

"Comprenden toda la verdad: que la muerte de Jesús no es su derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios"

"Esta realidad se convierte en la Buena Noticia para anunciar a todos"

"Hoy, el Espíritu Santo guía y renueva la tierra"

"El respeto de la creación es una exigencia de nuestra fe"

"Tenemos que custodiar con respeto el jardín en el que vivimos"

"En armonía con toda la creación"

"Toda criatura, reflejo del Creador"

"Guía, renueva y da fruto"

"Caminad según el Espíritu"

"El mundo necesita hombres y mujeres no cerrados"

"Cerrarse el Espíritu Santo es pecado"

"No al legalismo rígido o al no vivir el cristianismo como servicio"

"El mundo necesita el coraje de la esperanza"

"El mundo necesita los dones del Espíritu Santo"

"Para sembrar las semillas de la reconciliación y de la paz"

"Capaces de luchar con valentía contra la corrupción, que inunda el mundo cada vez más"


Texto íntegro de la homilía del Papa

«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo... recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 21.22). La efusión que se dio en la tarde de la resurrección se repite en el día de Pentecostés, reforzada por extraordinarias manifestaciones exteriores. La tarde de Pascua Jesús se aparece a sus discípulos y sopla sobre ellos su Espíritu (cf. Jn 20, 22); en la mañana de Pentecostés la efusión se produce de manera fragorosa, como un viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en las mentes y en los corazones de los Apóstoles.

En consecuencia reciben una energía tal que los empuja a anunciar en diversos idiomas el evento de la resurrección de Cristo: «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 4). Junto a ellos estaba María, la Madre de Jesús, primera discípula, Madre de la Iglesia naciente. Con su paz, con su sonrisa, acompañaba el gozo de la joven Esposa, la Iglesia de Jesús.

La Palabra de Dios, hoy de modo especial, nos dice que el Espíritu actúa, en las personas y en las comunidades que están colmadas de él: guía hasta la verdad plena (Jn 16, 13), renueva la tierra (Sal 103) y da sus frutos (Ga 5, 22-23).
En el Evangelio, Jesús promete a sus discípulos que, cuando él haya regresado al Padre, vendrá el Espíritu Santo que los «guiará hasta la verdad plena» (Jn 16, 13). Lo llama precisamente «Espíritu de la verdad» y les explica que su acción será la de introducirles cada vez más en la comprensión de aquello que él, el Mesías, ha dicho y hecho, de modo particular de su muerte y de su resurrección.

A los Apóstoles, incapaces de soportar el escándalo de la pasión de su Maestro, el Espíritu les dará una nueva clave de lectura para introducirles en la verdad y en la belleza del evento de la salvación. Estos hombres, antes asustados y paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar las consecuencias del viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos. Gracias al Espíritu Santo del cual están llenos, ellos comprenden «toda la verdad», esto es: que la muerte de Jesús no es su derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios. Amor que en la Resurrección vence a la muerte y exalta a Jesús como el Viviente, el Señor, el Redentor del hombre, de la historia y del mundo. Y esta realidad, de la cual ellos son testigos, se convierte en Buena Noticia que se debe anunciar a todos.
El don del Espíritu Santo renueva la tierra.

El Salmo dice: «Envías tu espíritu... y repueblas la faz tierra» (Sal 103, 30). El relato de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia encuentra una correspondencia significativa en este salmo, que es una gran alabanza a Dios Creador. El Espíritu Santo que Cristo ha mandado de junto al Padre, y el Espíritu Creador que ha dado vida a cada cosa, son uno y el mismo. Por eso, el respeto de la creación es una exigencia de nuestra fe: el "jardín" en el cual vivimos no se nos ha confiado para que abusemos de él, sino para que lo cultivemos y lo custodiemos con respeto (cf. Gn 2, 15). Pero esto es posible solamente si Adán - el hombre formado con tierra - se deja a su vez renovar por el Espíritu Santo, si se deja reformar por el Padre según el modelo de Cristo, nuevo Adán. Entonces sí, renovados por el Espíritu de Dios, podemos vivir la libertad de los hijos en armonía con toda la creación y en cada criatura podemos reconocer un reflejo de la gloria del Creador, como afirma otro salmo: «¡Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8, 2.10).


En la carta a los Gálatas, san Pablo vuelve a mostrar cual es el "fruto" que se manifiesta en la vida de aquellos que caminan según el Espíritu (Cf. 5, 22). Por un lado está la «carne», acompañada por sus vicios que el Apóstol nombra, y que son las obras del hombre egoísta, cerrado a la acción de la gracia de Dios. En cambio, en el hombre que con fe deja que el Espíritu de Dios irrumpa en él, florecen los dones divinos, resumidos en las nueve virtudes gozosas que Pablo llama «fruto del Espíritu». De aquí la llamada, repetida al inicio y en la conclusión, como un programa de vida: «Caminad según el Espíritu» (Ga 5, 16.25).

El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu Santo. El estar cerrados al Espíritu Santo no es solamente falta de libertad, sino también pecado. Existen muchos modos de cerrarse al Espíritu Santo. En el egoísmo del propio interés, en el legalismo rígido - como la actitud de los doctores de la ley que Jesús llama hipócritas -, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús ha enseñado, en el vivir la vida cristiana no como servicio sino como interés personal, entre otras cosas. El mundo tiene necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia de los discípulos de Cristo.

El mundo necesita los frutos del Espíritu Santo: «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5, 22). El don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad operante, para que podamos difundir la semilla de la reconciliación y de la paz. Reforzados por el Espíritu Santo y por sus múltiples dones, llegamos a ser capaces de luchar, sin concesión alguna, contra el pecado y la corrupción, y de dedicarnos con paciente perseverancia a las obras de la justicia y de la paz.



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