la tarea misionera de la Iglesia

20  Domingo ordinario  –A  -    Mt 15,21-28     -      20 de agosto de  2023

En esta homilía [1] Mons. Romero habla de tres dinámicas del Reino de Dios: la misión - dinamismo misionero, espiritual y social.  En estos aportes, nos limitamos a lo que dice siguiendo el texto evangélico sobre la tarea misionera de la Iglesia.

Monseñor Romero nos recuerda que ya en el Antiguo Testamento hay señales de la misión de Israel hacia el resto del mundo.  “la primera lectura nos ha dicho que Dios ya no pondrá esos límites.  Ya habla aquí de unos extranjeros que los “atraeré a mi monte santo (…) mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos”.  Este es el plan de Dios. No solo salvar al pueblo de Israel, sino (…) de un pueblo iluminado por la luz de Dios, llevar la luz a todos los pueblos.”  ero la primera opción de Jesús ha sido la misión a  “las ovejas perdidas de Israel”.  “El diálogo de Cristo salvador con la representante del mundo gentíl parece duro; sin embargo, quien se adentra en el ambiente de aquel tiempo y de aquel pueblo, no le parece duro, sino comprenderá mejor la situación.  “No está bueno tirar el pan de los hijos a los perros”.  Miren la diferencia que existía en la mentalidad judía.  Ellos, los judíos, eran los hijos; los otros pueblos, los gentiles – allí estábamos nosotros también -, éramos los perros.  Y la humildad de la cananea gana el corazón del Redentor”.  Jesús reconoce que la mujer cananea realmente tiene razón: “Mujer qué grande es tu fe”.  Por eso no es de extrañar que el Resucitado da a sus discípulos la misión formal : vayan por todo el mundo, hagan discípulos del cristianismo a todos los pueblos, bautícenlos en mi fe, a todos los hombres.”  Se ha desatada el dinamismo misionero con la venida de Cristo y la venida del Espíritu Santo.”

Al leer acerca de esta tarea de envío a todas las personas, me acordé del libro "La France, pays de Mission"  - “Francia,  país de misión”, publicado en 1934 -hace 89 años- por dos sacerdotes franceses que eran capellanes en la JOC (juventud obrera católica).  Unas décadas antes del Vaticano II, ese libro ha sido un verdadero grito desde el mundo de la juventud trabajadora hacia la Iglesia.  Causó una (cierta) conmoción.  ¡Cómo era posible llamar a Francia un país de misión! Como verdaderos profetas, los autores vieron que la forma en que la Iglesia realizaba su misión no respondía en absoluto a la vida de aquella nueva generación, especialmente en el mundo del trabajo.  Enseñar fórmulas doctrinales transmitidas tradicionalmente no es evangelizar.  Promover los sacramentos no es proclamar la Buena Nueva de Dios en Jesús.  También vieron que el sistema parroquial no era en absoluto adecuado para la auténtica misión evangelizadora de la Iglesia.   Surgieron nuevas iniciativas y formas originales de proclamar el mensaje evangélico, entre otras, los sacerdotes obreros.  El Concilio abrió aún más ventanas. Pero, en realidad, las puertas permanecieron cerradas.  Sigue llamando la atención el descenso del número de cristianos implicados de algún modo en la vida parroquial tradicional.  El grito sobre las Iglesias europeas como verdaderos países misioneros es más que oportuno.   Pero llamar a sacerdotes de las Iglesias del sur o de los países ex comunistas y comprometerlos en las estructuras parroquiales actuales no aporta mucha y parece más bien una dilación.  Los huecos en los puestos pastorales se vuelven a llenar.  Pero no vemos una dinámica de evangelización renovada.  La reestructuración en unidades parroquiales más grandes no da la impresión de ser una respuesta a la tarea misionera que hemos recibido de Cristo.  La llamada del Papa Francisco a construir firmemente la dimensión sinodal de la Iglesia puede ser una oportunidad importante.   También en la Iglesia tendremos que aprender a mirar "fuera de la caja", fuera del marco eclesial tradicional (estructuras, ley, liturgia, proclamación, testimonio ,...).  Se han abierto muchos caminos nuevos (pequeños y grandes), a veces bastante marginados por las autoridades eclesiásticas.    ¿No podría ser que las nuevas experiencias eclesiales en los sectores de cuido aporten una luz importante para toda la Iglesia?  La llamada del Resucitado a anunciar el Evangelio se aplica también a Europa.  Del mismo modo que la primera Iglesia se abrió de su identidad judía a la cultura greco-romana de entonces, también la Iglesia de hoy tendrá que aprender a escuchar al Espíritu que hace nuevas todas las cosas.   Aunque hayamos trasplantado el catolicismo occidental a los países del Sur, el Espíritu ha abierto allí nuevos caminos: nuevas formas de inculturación: rito africano para la liturgia; comunidades eclesiales de base sobre todo en América Latina; nuevos caminos en la teología de Asia, África y América Latina; la inspiración profética de los mártires cristianos,... Sin embargo, nuestra Iglesia sigue siendo muy occidental, muy europea, muy romana, con una tradición de casi 2 mil años que pesa mucho. El clericalismo, el miedo a formas y lenguajes creativos en la liturgia y la oración, el miedo a abrir los servicios eclesiales (el ministerio, por ejemplo) a las mujeres y a los hombres casados; la temerosa reticencia de los obispos del sur (que a menudo dependen económicamente de Roma) a responder al Espíritu en su continente y en sus culturas, .... siguen bloqueando mucho.  Sí, la llamada de los dos sacerdotes franceses en 1934, es más que oportuna y actual, exigiendo caminos nuevos y audaces para que el Espíritu haga nuevas todas las cosas.

Monseñor Romero, siempre en la misma homilía, dice: "“Del pecado, de la desobediencia de una Iglesia miserable en sus elementos humanos, está Dios valiéndose para salvar en su misericordia.  Lo único que vale aquí es la misericordia de Dios, que se acepta por la fe.”   Más allá de los grandes testimonios de anuncio auténtico en el  pasado, hoy somos más que nunca conscientes del pecado y de la desobediencia en la Iglesia, hasta el punto de que Mons. Romero habla de la "Iglesia miserable en sus elementos humanos".   No hemos escuchado a los grandes profetas de nuestra Iglesia del siglo pasado (y del actual).  Los miserables problemas de todo tipo de abusos en la Iglesia la hacían bastante inverosímil.   Sin embargo, Mons. Romero dice que "lo único que importa aquí es la misericordia de Dios".  El testimonio de una Iglesia "misericordiosa", con la misericordia divina como centro de su anuncio y de su liturgia, ¿no podría abrir un nuevo horizonte a la tarea misionera, también en Europa?  En cualquier lugar de nuestra tierra, la gente necesita "misericordia" porque el mundo (economía, política,...) es tan despiadadamente duro y brutal. 

"La dinámica misionera se ha desencadenado con la venida de Cristo y la venida del Espíritu Santo”.   Por eso es tan urgente que nos arriesguemos a la creatividad divina en el Espíritu en todas las culturas, en todos los procesos históricos, en la vida de todas las personas.  No debemos encerrar esta dinámica misionera totalmente nueva en la transmisión literal de doctrinas, culto, teología, catequesis,... 

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.

  1. ¿Qué significa para nosotros cuando se nos dice: Europa (Flandes, Países Bajos,...) es campo de misión? Qué queremos decir con ello?
  2. Si la tarea misionera de la Iglesia le exige mirar "fuera de la caja", ¿a qué debemos prestar atención, dónde debemos tratar de descubrir la acción del Espíritu?
  3. ¿En qué medida nuestra vida es "testimonio y anuncio" de la misericordia de Dios?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo III – Ciclo A,  UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p 181-183

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