Madre del Redentor, salve



¡Feliz sábado! Para este día previo a la Nochebuena te traigo, como todos los sábados, música de contenido mariano. La pieza de hoy puede calificarse de, entre otras cosas, hipnótica. ¿Conoces alguna obra que la vas escuchando y poco a poco te va metiendo en un ritmo que te arrastra, te lleva con ella de forma implacable? Creo que esta de hoy es una de ellas. Tras escucharla uno (por lo menos yo) se queda con la boca abierta ante tal belleza que viene de la mano de una aparente simplicidad.

Y no pudo salir de otra mano que la de Josquin des Prez (c. 1450/55-1521), compositor francoflamenco nacido posiblemente en Hainaut. Martín Lutero lo llamó «maestro de las notas». Era un maestro que iba derrochando cosas allí donde iba: un genio de las más altas cotas, un compositor cuyas obras impresas constituían todo un éxito editorial y una fuente de la que aprender. Puede decirse que fue el maestro que modeló el lenguaje musical del Renacimiento. Sus datos biográficos han sido algo complicados debido a que durante su época hubo por lo menos tres compositores que se llamaban Josquin. Sin embargo, el nuestro es el franco-flamenco. Trabajó para el rey Luis XI de Francia lo que le permitió conocer a Ockeghem. En 1484 estaba al servicio de Ascanio Sforza, hermano del duque de Milán. Luego obtuvo otro puesto de relevancia: el de director del coro papal de Roma, durante casi seis años. Sus obras eran ya muy populares pero el maestro quiso regresar a su tierra natal. Dejó precisas instrucciones de las obras que debían interpretase cuando falleciese: la Salve en los sábados del año y festividades marianas y su propio padrenuestro y avemaría ante su casa durante todas las procesiones litúrgicas. Así, poco a poco, comenzó la leyenda de este genio.

Josquin nos va a hacer disfrutar, en esta víspera del día de Nochebuena, de su antífona Alma Redemptoris Mater, propia para este tiempo; está compuesta a cuatro voces. Las dos voces intermedias realizan una paráfrasis del canto llano, al unísono pero separadas por dos breves, es decir, en canon. Curiosamente, la voz superior también canta de forma canónica con estas dos, interrelacionándose con ellas. Sin duda, es una obra muy estricta, con la que nos quedamos hipnotizados por ese intervalo inicial de las voces que se va repitiendo a modo de ostinato. En la segunda parte la polifonía se hace más libre, con una nueva relación ya que mientras unas voces ascienden otras descienden en un grado de inventiva que podemos calificar de genial.

La partitura de la pieza puedes conseguirla aquí.

La interpretación es del conjunto De Labyrinto.

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