Los hombres de Galilea



¡Feliz viernes! Para terminar esta semana, con este viernes que nos conduce al último fin de semana se febrero, vamos a hacerlo con una música increíble, por todo lo alto. De vez en cuando acudo a este compositor porque todo lo que escribió es de una altísima factura y es todo un icono de la música de su época, prácticamente admirado por todos. Constantemente te estoy hablando de él, directa o indirectamente, porque su estilo influyó muchísimos durante su vida y después.

Me refiero a Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594), compositor italiano nacido en Palestrina. La importancia de la música de Palestrina trasciende su propia vida ya que fue más allá de su momento (segunda mitad del siglo XVI) y su estilo (una versión italiana del estilo franco-flamenco en el que predomina la imitación). Su estilo se convirtió casi en sinónimo de canto católico y este fue y es analizado y estudiado hasta el más mínimo detalle, a la vez que imitado por otros grande maestros. Antes de él fue Josquin quien dominaba el panorama de la polifonía hasta que apareció el italiano quien llegó incluso a ocultar al gran des Prez. La innovación de Palestrina fue tan abundante que su arte fue imitado hasta el siglo XX. Y hasta él llegó la leyenda de que fue el «salvador de la música religiosa», gracias a su famosa Misa del Papa Marcello. Quizá aquí hay algo más de leyenda o exageración pero sin lugar a duda Palestrina fue quien renovó y le dio un aire fresco al estilo polifónico de la época, lleno de influencias seculares. Palestrina la puso en su sitio... o más bien en el sitio que quería la Iglesia Católica.

Asombrémonos con su motete Viri Galilaei, a seis voces, compuesto para la solemnidad de la Ascensión. Es una obra espectacular que destaca porque las voces se agrupan de diversas formas, incluso constrastantes, de forma que al dueto inicial inmediatamente sigue un bloque de cinco voces, y luego un intenso cuarteto. El motete hace uso frecuente de la homofonía, con efectos espectaculares como el que surge sobre las palabras «quid statis». La composición se hace más florida en las palabras «Hic Jesus» pero poco a poco vuelve al estilo homofónico. Todo explota de una forma especialmente en el aleluya final que suena con tal brillantez como casi no la hallamos en ninguna otra obra del maestro.

Hombres de Galilea,
¿por qué seguís mirando al cielo?
De la misma forma que lo habéis visto ascender [a Jesús] al cielo
lo veréis venir.
Aleluya.
Subió Dios con júbilo, el Señor al son de trompeta.
Aleluya.
Dios ha establecido en el cielo su trono.
Aleluya.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

la interpretación es del Ensemble Vocal Européen De La Chapelle Royale dirigido por Philipe Herreweghe.

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