Estoy perdido para el mundo



¡Feliz lunes! ¡Y también feliz semana! Ya estamos casi a mediados del mes de noviembre y espero que todo este yendo con tranquilidad, sin demasiado sobresaltos. La obra que te traigo hoy, de título tan desgarrador, es no menos desgarradora porque tiene una profundidad especial. Casi toda la obra de su compositor la tiene ya que, además de por circunstancias vitales, consiguió una especie de comunión entre naturaleza, vida y música que le han llevado a alcanzar muy altas cotas de Arte.



Para inaugurar esta semana viene Gustav Mahler (1860-1911), compositor austro-bohemio nacido en Kaliště. A propósito de lo que te decía en la introducción, basta una cita de él: «Imagínese el universo que empieza a cantar y resonar. No son voces humanas: son los planetas y los soles girando». Ese tipo de música es el que quería conseguir con su música... y lo alcanzó. No solo fue el compositor más destacado del posromanticismo sino que también fue un pensador de la música. Si Bach durante su tiempo era considerado el mejor organista que componía buenas obras, Mahler era un extraordinario director de orquesta que compuso inmensas sinfonías, a veces algo desmesuradas. Ese estilo de dirección de Mahler creó escuela y otros como Bruno Walter, Otto Klemperer, Willem Mengelberg o Maurice Abravanel retomaron su legado, de forma que dirigieron las sinfonías de Mahler y las grabaron, algo que nos ha quedado para la posteridad. Sus obras sinfónicas se entroncan en la tradición alemana clásica, aunque Mahler creó en ellas unos formidables tapices sonoros llenos de los más curiosos efectos pero, sobre todo, de una música espectacularmente bella.

No es una de sus sinfonías lo que vamos a escuchar hoy sino uno de sus Rückert-Lieder; concretamente es el tercero de ellos, titulado Ich bin der Welt abhanden gekommen. La colección se llama así porque los textos de los poemas son de Friedrich Rückert. Fueron estrenados en 1905 y en realidad la obra no es un ciclo porque no guardan relación entre sí. De hecho, ni siquiera suelen interpretarse en el mismo orden. La canción de hoy probablemente es la mejor de entre todas las compuestas por Mahler. Está llena de armonías posrománticas y de ese Mahler genuino. El solo de violín nos recuerda a ese otro ciclo, los «Kindertotenlieder», más o menos contemporáneos. La canción, a pesar de su título y su temática, no está llena de angustia sino de serena resignación que, gracias a la peculiar orquestación, consigue emocionarnos.

La partitura de la obra puedes conseguirla aquí (página 15).

La interpretación es de Magdalena Kožena (mezzosoprano) y la Orquesta del Festival de Lucerna dirigida por Claudio Abbado.

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