La primera comunión de la Virgen

Primera comunión de la Virgen, Messiaen

¡Feliz sábado! El pasado jueves era la solemnidad de la Asunción de la Virgen y te traje música mariana. Hoy vuelvo a hacer lo mismo no porque sea alguna festividad sino porque es sábado; sabes que ese día tradicionalmente se relaciona más intensamente con la Madre de Dios. La composición que te propongo hoy, de título tan curioso, es una magna obra de un maestro cuya música siempre nos deja sobrecogidos.

Olivier Messiaen

Se trata de Olivier Messiaen (1908-1992), compositor francés nacido en Aviñón. Compositor, pianista, organista, ornitólogo, teólogo, profesor,... casi se nos agotan los adjetivos cuando tenemos que describir a esta importantísima figura de la música del pasado siglo XX. Recibió la enseñanza de su arte de Dupré o Dukas y la traspasó a Boulez, Sctockhausen y Nono entre otros. Tenía una curiosa facultad llamada sinestesia, que consiste en escuchar en colores. Los acordes para él tenían colores, por lo que era capaz de relacionar perfectamente música y color. Desde joven le interesaron los ritmos, que aprendió a descubrir con Stravinsky pero que luego profundizó en los ritmos griegos e hindúes y luego incorporó a sus obras con técnicas como la no retrogradación, la adición y la sustracción. Lo ejemplificó perfectamente en su magna «Sinfonía Turangalila», monumento musical del pasado siglo y de toda la historia.

Otras de sus grandes composiciones es una obra para piano llamada Vingt Regards sur l'enfant-Jésus. Fue compuesta en 1944 y son una serie de meditaciones, o miradas, sobre distintos aspectos de la vida del niño Jesús. La undécima se titula Première communion de la Vierge. Es una obra tranquila y contemplativa, tanto desde nuestro punto de vista como desde el de la Virgen. El niño aún está en su vientre y por tanto, lo recibe como si fuese la comunión. La música crece a partir de cuatro acordes que poco a poco se van a haciendo más rítmicos y animados. Aparece poco a poco el magníficat casi adornado de ritmos hindúes. En el registro grave aparece elementos de alegría y notas repetidas que describen el palpitar del corazón del niño, para volver finalmente a la más absoluta de las tranquilidades.

La interpretación es de Pierre-Laurent Aimard al piano.

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