Barcelona en El Quijote

Texto ilustrado por Gustave Doré:
La entrada de don Quijote en Barcelona.
"Volvióse Roque; quedóse don Quijote esperando el día, así, a caballo, como estaba, y no tardó mucho cuando comenzó a descubrirse por los balcones del Oriente la faz de la blanca aurora, alegrando las yerbas y las flores, en lugar de alegrar el oído"
El Q. II.61.2.
Légende de l'édition française :
[Tome II. Seconde partie. Pl. en reg. chap. LXI : Don Quichotte et Sancho Panza sur la plage de Barcelone.] Don Quichotte attendit le jour à cheval.
Contexto del texto ilustrado:
Capítulo Sesenta y uno. De lo que le sucedió a don Quijote en la entrada de Barcelona, con otras que tienen más de lo verdadero que de lo discreto.
1. ... En fin, por caminos desusados, por atajos y sendas encubiertas, partieron Roque, don Quijote y Sancho con otros seis escuderos a Barcelona. Llegaron a su playa la víspera de San Juan en la noche, y abrazando Roque a don Quijote y a Sancho, a quien dio los diez escudos prometidos, que hasta entonces no se los había dado, los dejó, con mil ofrecimientos que de la una a la otra parte se hicieron.
2. Volvióse Roque; quedóse don Quijote esperando el día, así, a caballo, como estaba, y no tardó mucho cuando comenzó a descubrirse por los balcones del Oriente la faz de la blanca aurora, alegrando las yerbas y las flores, en lugar de alegrar el oído;
El Q. II.61.1-2.
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Tanto don Quijote como Cervantes proclaman muy alto y muy claro su admiración por Barcelona como “honra de España”. En más de una ocasión, bajo la pluma de Cervantes, esta admiración por Barcelona como “honra de España” se hace extensiva a los catalanes en general: Barcelona es «flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfacción de todo aquello que de una grande, famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo.», Novelas Ejemplares, p. 203.a.
Barcelona: 17
BARCELONA (doc. s. XII, del b. lat. Barcilona, que a su vez viene de Barcinona, y ésta de Barcino, -onis, -onem 'ciudad de la Hispania citerior o Hispania tarraconensis') f. Está situada en la costa, en un llano existente entre las desembocaduras de los ríos Besos y Llobregat. En tiempos romanos fue la antigua colonia Faventia Iulia Augusta Pia.
El poeta y crítico sevillano Fernando de Herrera, comentando la obra poética de Garcilaso, escribía en 1580: «Barcelona, como dice Andrea Navagero, es bellísima ciudad, y en bellísimo sitio. Está puesta a la ribera del mar Baleárico por el medio día, y a las raíces de Monjuí, que fue el monte de Júpiter, por el Poniente. No tiene puerto, sino playa; por sobrenombre se llamó Favencia, como es autor Plinio… Don Diego de Mendoza a María de Peña: Porque como descrece Barcelona, | y huye aquella playa gloriosa.», Herrera, in G. de la V., p. 464.
No se conoce la población de Barcelona al comienzo del siglo XVII. Como el fogaje (tributo por cada hogar) de 1553 da 32.160 habitantes y el censo de 1725, 34.005, cabe pensar que tendría ±33.000 habitantes.
Para desmentir el itinerario aragonés del Quijote de Avellaneda, Don Quijote y Sancho acuden a Barcelona más bien que a Zaragoza. ® Zaragoza
|•| Don Quijote y Sancho «nunca habían estado rodeados de tanta gente como en Barcelona. Tanto el uno como el otro «extrañan tanto bullicio, no pueden disimularlo, y se convierten en objeto de atracción de cuantos los rodean. § Este último aspecto es potenciado por un importante cambio explícitamente declarado en las primeras líneas del capítulo II.61, el papel de simple espectador y ridículo comparsa que Cervantes hace jugar en estos capítulos de Barcelona a don Quijote. Basta recordar cómo todo el anterior se llenaba con la figura del bandolero catalán, hombre de acción valiente, noble, justiciero a lo romántico y de excepcionales dotes de mando. En todo el episodio, el lector advierte con cierta pena y con desilusión que don Quijote se eclipsa, se apaga y se transforma en un mero espectador y, por si hubiera algún distraído, Cervantes no duda en subrayarlo indicándonos que «tres días y tres noches estuvo don Quijote con Roque, y si estuviera trescientos años, no le faltara qué mirar ni admirar en el modo de su vida», II.61.1.
Son, en definitiva, páginas en que DQ está totalmente ausente; ha ido difuminándose y acabará borrándose del todo cuando en las galeras se vea inmerso en un combate naval que queda en simple escaramuza.
El desencanto y la melancolía del Quijote no está, como tanto ha dicho la crítica romántica, en el contraste entre el idealismo del héroe y la prosaica y vulgar realidad, sino en los capítulos que nos ocupan: todo el ardor caballeresco de don Quijote se desmorona y aniquila cuando la situación requiere valentía y heroísmo, confirmando que su locura es puramente intelectual o libresca y que la obra no es una sátira del héroe ni de las caballerías, sino de la literatura caballeresca.
Este episodio, así, funciona como preludio del final del libro, recordando cuán ineficaz ha sido la trayectoria de su carrera de caballero andante. Por eso, dos días después del combate naval, habiendo sido derrotado por el Caballero de la Blanca Luna (Sansón Carrasco), llegamos a una de las escenas más patéticas e impresionantes en que las palabras de DQ, por una vez ausentes de arcaísmos, al fin sin la máscara del lenguaje libresco, nos revelan cómo han sido de veras sus últimas experiencias caballerescas.», Martín de Riquer, en Rico 1998 b, p. 221.
«En el litoral de Barcelona, frontera de España, vienen a coincidir la crisis del protagonista, la de su utopía y la de la novela heroica.», Georges Güntert, en Rico 1998 b, p. 226.
|| Al salir de Barcelona: 'a la salida de Barcelona', II.66.1. • Con esta frase el narrador marca Barcelona como el punto conclusivo del movimiento de despliegue de la Segunda parte e incoativo del movimiento inverso de repliegue. Queda así consagrado como el lugar de máximo alejamiento del misterioso lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiere acordarse.
Con la partida de Barcelona, punto extremo de su osada odisea, hidalgo y escudero inician el camino de regreso a su lugar, que es el de su casa, el de los suyos y el del sentido común, que tenían perdido.
«El problema narrativo planteado por esta segunda –y última– vuelta de los dos personajes consiste en hacerla razonablemente breve, pero no tanto que produzca la sensación de cansancio –o, peor, agotamiento– de la capacidad inventiva del autor. Según Clemencín, Cervantes alarga demasiado este segmento, que, a su parecer, debió ser mucho más rápido, de tono auténticamente «épico». No le falta razón. Tengamos presente, sin embargo, que Cervantes desea saldar las cuentas con el rival y que, dada su voluntad de hacernos creer que no ha tenido noticia de la existencia del «otro» Quijote hasta II, 59, el espacio apropiado para atacarlo explícitamente se reduce al arco que se extiende desde éste a II, 74», Carlos Romero Muñoz, en Rico 1998 b, p. 228-229.
En sólo dieciséis capítulos don Quijote y Sancho han de probar de manera soberana y con ejemplar tesón su autenticidad, y con ella la de su libérrimo autor y la de su inimitable historia, frente a la falsedad de sus homónimos apócrifos.
|•| ELOGIO DE BARCELONA: He aquí lo que don Quijote dice en honor de Barcelona a don Álvaro Tarfe, personaje del apócrifo, a pesar de que ya ha sido vencido en la playa de esta ciudad:
«me pasé de claro a Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los estranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única. Y aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, sólo por haberla visto.», II.72.22.
En términos parecidos a los empleados por don Quijote con don Álvaro Tarfe, había elogiado a Barcelona el narrador de Las dos doncellas:
«Admiróles el hermoso sitio de la Ciudad y la estimaron por flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfacción de todo aquello que de una grande, famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo.», Novelas Ejemplares, p. 203.a.
El mismo tipo de elogio, extendido a los catalanes en general, se encuentra en la obra póstuma de Cervantes: «Los corteses catalanes, gente enojada, terrible, y pacífica, suave; gente que con facilidad da la vida por la honra, y por defenderlas entrambas se adelantan a sí mismos, que es como adelantarse a todas las naciones del mundo, visitaron y regalaron todo lo posible a la señora Ambrosia Agustina, a quien dieron las gracias, después que volvieron, su hermano y su esposo. », Persiles, L.III, c.12, p.1024.
|| Barcelona,… venganza de los ofendidos: Don Quijote, hablando con don Alvaro Tarfe, califica a su manera la leyenda del carácter vengativo de los catalanes; de este carácter se han dado dos ejemplos en los relatos de Roque Guinart y Claudia Jerónima. Cf. PyS, libro 3, c. 12, ed. Castalia, p. 366. ® Playa de Barcelona: ® playa
|| el visorrey de Barcelona: ® visorrey

La salida de Barcelona
Texto ilustrado por Gustave Doré:
"Al salir de Barcelona, volvió don Quijote a mirar el sitio donde había caído, y dijo:
—¡Aquí fue Troya! ¡Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas; aquí se escurecieron mis hazañas; aquí, finalmente, cayó mi ventura para jamás levantarse!"
El Q. II.66.1-2.
Légende de la traduction française du texte illustré
[Tome II. Seconde partie. Pl. avant p. 547 : Visite sur la plage du combat avant de retourner au village.] "Ici, finalement, tomba mon bonheur, pour ne se relever jamais!"
Contexto del texto ilustrado:
Capítulo Sesenta y seis. Que trata de lo que verá el que lo leyere, o lo oirá el que lo escuchare leer.
1. Al salir de Barcelona, volvió don Quijote a mirar el sitio donde había caído, y dijo:
2. —¡Aquí fue Troya! ¡Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas; aquí se escurecieron mis hazañas; aquí, finalmente, cayó mi ventura para jamás levantarse!
3. Oyendo lo cual Sancho, dijo:
4. —Tan de valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las desgracias como alegría en las prosperidades; y esto lo juzgo por mí mismo, que si cuando era gobernador estaba alegre, agora que soy escudero de a pie, no estoy triste; porque he oído decir que esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y, sobre todo, ciega, y así, no vee lo que hace, ni sabe a quién derriba, ni a quien ensalza.
El Q. II.66.1-4.
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Fuentes de los textos:
Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, 2005. Artículo publicado el 03 de Noviembre de 2005.
Salvador García Bardón, El Quijote para citarlo