La peregrina Egeria o la relevancia cultural y eclesial del testimonio

1. EGERIA, MUJER DESCONOCIA

Egeria pertenece a un contexto “limitado”: el contexto son las peregrinaciones a Tierra Santa. De hecho, yo mismo conocí a Egeria en mi primera peregrinación a Tierra Santa el año 2011. Fuera de este contexto y salvo en centros de estudio eclesiales, Egeria como personaje histórico tampoco es conocido. Por un acto de justicia hay que valorar profundamente la figura de esta mujer española del siglo IV d.C que caminó por el Oriente y dejó cartas y anotaciones a modo de diario de viaje sobre su propio viaje. Egeria manifiesta un cristianismo naciente. El cristianismo va de la mano de una mujer. Con Egeria se lee y relee la historia naciente del cristianismo en los lugares en los que se desarrollaron los principales acontecimientos de nuestra fe y tradición. Estos lugares se llaman “Lugares Santos”.

2. RELEVANCIA DEL TESTIMONIO

El testimonio configura la cultura. Testimonio es dar cuenta de algo visto a otros. El testigo es una figura clave que ayuda en la reconstrucción de las escenas, acontecimientos o lugares. El testimonio lleva las figuras del “yo vi”, “yo estuve allí”, “yo escuché”, “yo atestiguo”.

En la formación de los escritos Bíblicos, y en particular del Nuevo Testamento la estructura del testimonio es fundamental. San Pablo, por ejemplo, al narrar lo sucedido con Jesús, utiliza la siguiente fórmula: “Yo recibí lo que a mi vez les transmití”. Se condensa el pasado (yo recibí), el presente y la mirada del futuro (les transmito-transmití). Este “transmitir”, es un importante concepto teológico y recibe el nombre de tradición. La palabra proviene del griego paradosis y del latín tradere y significa la entrega o comunicación de algo.

Egeria se enmarca dentro de esta dinámica del testimonio de los lugares santos. Y ante ellos surge la justa pregunta del cómo sabemos que estos son los lugares y no otros. Los historiadores y la arqueología bíblica indican que luego de la muerte de Jesús los primeros discípulos “marcaron” y recordaron venerando esos lugares. Esa memoria se fue transmitiendo a las nuevas generaciones. Así nace la ubicación histórica de los lugares.

La época posterior llamada bizantina construyó las primeras iglesias. Los grandes constructores de las iglesias fueron el Emperador Constantino y su madre Santa Elena durante el siglo IV, misma época en la cual Egeria peregrinó por el Oriente. Las Iglesias se construyeron sobre el lugar del acontecimiento y en ellos la expresión HIC (Aquí) tiene un valor fundamental. En todo el mundo decimos – durante estas fiestas – Jesús nació en Belén. En Belén, por su parte, dice: AQUÍ JESÚS NACIÓ. Sólo en la Tierra Santa se puede decir de esta manera. Tierra Santa posee un realismo único.

Egeria, conociendo estos lugares gracias a otros testimonios, notas, cartas, diarios, también quiere hacer su propia peregrinación. Sale desde Constantinopla el 381 d.C y recorrió: la península del Sinaí, la actual Jordania, Mesopotamia y llegó a su destino final: Jerusalén. Desde siempre la ciudad santa fue el motivo de las peregrinaciones (tanto judías como cristianas).

3. EGERIA Y LA BASÍLICA DE BELÉN

Como decíamos, la historia, el testimonio, y la arqueología indican que en el primer siglo se veneraba el lugar del nacimiento. Pero, el Emperador romano Adriano, conociendo esta tradición, construyó sobre la gruta del nacimiento un templo a Adonis Venus. Pero esta acción no pudo borrar la memoria de la gruta. Así, autores como Justino y Orígenes en el siglo II cuentan de la gruta. Cuando en el 313 se declaró legal el cristianismo en el Imperio Romano, Constantino y Elena ordenan la construcción de una gran basílica en el lugar que ocupaba el Templo de Adonis. La construcción data del 339, siendo la Iglesia más antigua de la Tierra Santa.

50 años más tarde, Egeria llegaba a Belén. Estando en la Basílica cuenta cómo se desarrollaban las celebraciones del culto cristiano, en el lugar en el cual “está la gruta donde nació el Señor”. Esta breve frase es la que marca el centro medular del testimonio. Egeria vio y contó lo que vio. Egeria escuchó lo que otros escucharon porque otros le dijeron que esa era la gruta del nacimiento… Yo les transmito lo que a mi vez recibí para que ustedes lo comuniquen a otros. El testimonio genera comunidad.

También Egeria va contando cómo se celebraban otros cultos. Por ejemplo, hablando de la Epifanía o fiesta de los Reyes Magos, dice: “En Belén, por ocho días completos, celebran también cada día estos mismos festejos con alegría los presbíteros (sacerdotes) y todo el clero del lugar y los monjes que están allí”.

4. FINALMENTE: EGERIA, LA VIDA Y LA ESPERANZA

Ana Muncharaz, periodista española, compuso una novela histórica llamada “El viaje de Egeria” (Madrid, Arcaduz 2012). Muncharaz recrea la historia de Egeria y en su narrativa cuenta cómo habría sido su paso por Belén. Recupero dos citas:

“Ciertamente vino Dios a nacer en un lugar humilde (…) Belén es menesterosa. Siempre lo será, un lugar necesitado. Miro sus calles (…) Belén es pobre, como lo soy yo, y esta pobreza, que no es solo material, sino que cala mi mente, mi alma, mi corazón y mis huesos, me permite elegir a quien debo adorar. A un Dios que se hace pobre, como yo, hasta los huesos”.

“Belén es tan pobre que se me hace pequeño. A mí, que soy una gotita de agua de mar o de río, se me hace pequeño. Y desde aquí abajo miles de estrellas y oigo el balido de cientos de ovejas y quiero escuchar los coros de los ángeles que me anuncian que ha nacido el Salvador”.

Egeria nos recuerda el valor de la palabra oral y escrita y del testimonio verdadero. En una época de la posverdad, de las noticias falsas, hablar con verdad es un elemento central a recuperar en la vida, en la ética y en lo educativo como motor de la construcción de lo auténticamente humano.

Egeria nos recuerda que Navidad es la fiesta del minimalismo, del santo minimalismo. En tiempos de la acumulación, del gasto por el gasto, Egeria recuerda – en voz de Ana Muncharaz – que Belén y el Dios que nace en la gruta nos invita a abrazar lo sencillo.

Finalmente, ¿qué vamos a poner en el pesebre de Belén? ¿Mi peregrinaje? ¿Mi historia? ¿Mi familia, amigos, mis esperanzas? ¿Mis dolores y alegrías? Si en Belén Dios ASUMIÓ RADICALMENTE LA HISTORIA, todos los que hemos sido creados a su imagen y semejanza hemos de asumir radicalmente la vida, nuestra vida, la de nuestros semejantes y la de Dios que se deja traslucir en esas otras vidas.

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