Una visita guiada revela la enigmática vinculación del arquitecto con un templo cargado de simbolismo y belleza Antoni Gaudí en Tarragona: redescubriendo la huella oculta en el Santuario del Sagrado Corazón

El pasado 4 de octubre, los miembros de la Asociación Amics de Gaudí de Reus pudieron conocer de primera mano este enigmático espacio, en una visita guiada por el rector del templo, Antonio P. Martínez Subías, doctor en Historia del Arte
A pesar de la ausencia de pruebas escritas, las evidencias visuales y formales son claras. “La presencia de columnas de fundición, los perfiles parabólicos y la similitud con la capilla del Palacio Episcopal de Astorga” son, según Martínez Subías, indicadores inequívocos de la mano de Gaudí
| Xavier Pete, Agencia Flama
En el corazón de Tarragona, discretamente encajado entre edificios del casco histórico, se alza el Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, una iglesia que esconde una historia insospechada: podría ser la única obra que Antoni Gaudí llegó a construir en las comarcas tarraconenses.
Esta tesis, defendida por voces expertas y respaldada por una sólida tradición oral, ha ganado fuerza con los años. El pasado 4 de octubre, los miembros de la Asociación Amics de Gaudí de Reus pudieron conocer de primera mano este enigmático espacio, en una visita guiada por el rector del templo, Antonio P. Martínez Subías, doctor en Historia del Arte.
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Un proyecto compartido, una huella personal
El santuario, construido entre 1878 y 1879 dentro del antiguo Colegio de Jesús-María, nació como una capilla prevista en el proyecto inicial del edificio, obra del arquitecto tarraconense Ignasi Jordà. Aquel espacio rectangular, con solo dos ventanas y muros ciegos, era una capilla pendiente que esperaba tiempos económicos mejores. Cuando finalmente se llevó a cabo, ya no hay dudas de que Gaudí intervino, al menos, en los elementos ornamentales y mobiliarios. El archivo original, que podría haberlo confirmado documentalmente, fue destruido durante la Guerra Civil.

A pesar de la ausencia de pruebas escritas, las evidencias visuales y formales son claras. “La presencia de columnas de fundición, los perfiles parabólicos y la similitud con la capilla del Palacio Episcopal de Astorga” son, según Martínez Subías, indicadores inequívocos de la mano de Gaudí.
A ello se suma la conexión con el obispo Joan Baptista Grau, protector del arquitecto, y la colaboración con su antiguo profesor, Joan Torras, con quien ya había trabajado en el Colegio de Jesús-María de Sant Andreu del Palomar. La hipótesis más aceptada es que Torras ejecutó la estructura mientras Gaudí diseñaba la parte decorativa, como ya habían hecho juntos en Barcelona.
Hoy aún se conservan varios elementos atribuidos a Gaudí: el altar mayor, con bustos de querubines y vidrios de color lapislázuli; el manifestador, reconstruido tras la guerra siguiendo fielmente el original; los sitiales del coro, destruidos pero documentados fotográficamente; así como el púlpito, el tornavoz, el altar del Sagrado Corazón y el baldaquino. El conjunto muestra un lenguaje ornamental que remite a la estética del primer Gaudí, con una clara voluntad de elevar el espíritu a través del arte.
Una arquitectura pensada para emocionar
Entre las características más destacadas del santuario, el rector subraya tres: la esbeltez, la luz y el dorado. Las 14 columnas de hierro colado que dividen el espacio en tres naves virtuales aportan una verticalidad ligera y rítmica. Aunque el espacio original era oscuro, la luz penetra ahora a través de vitrales policromados, tribunas y una pequeña cúpula, haciendo que el interior respire claridad y acogimiento. Finalmente, la decoración dorada aplicada en 1897 por el artista barcelonés Antoni de Ferrater confiere al conjunto una atmósfera de solemnidad cálida. “Todo el que visita el santuario, sea cual sea su motivación, experimenta una sensación de bienestar”, afirma Subías.

Pero esta joya patrimonial se encuentra hoy en un estado delicado. Tanto la iglesia como las plantas superiores del antiguo colegio presentan graves deficiencias estructurales. El diagnóstico elaborado por el arquitecto Jorge Portal es claro: hay que actuar con urgencia. “Sería imperdonable que esta iglesia no recibiera la ayuda económica que merece”, lamenta el rector, que reclama el apoyo de las instituciones para salvar un edificio que, de confirmarse plenamente como obra de Gaudí, se convertiría en un referente ineludible del modernismo religioso en la demarcación.
En el año del centenario de su muerte, redescubrir la huella de Gaudí en Tarragona no solo es una cuestión de justicia histórica, sino también una oportunidad para abrir los ojos a un patrimonio silenciado, pero de un valor artístico y espiritual inmenso. El Santuario del Sagrado Corazón espera pacientemente que la luz que Gaudí imaginó para su interior ilumine también, algún día, su reconocimiento definitivo.
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