"No es solo una pieza artística: es un espejo de lo que ha vivido el territorio" Del barro al laboratorio: el viaje del 'Ecce Homo' de Nuestra Señora de Montserrat de Picanya

Gemma Contreras ante el 'Ecce Homo'
Gemma Contreras ante el 'Ecce Homo' Flama

Entre todas las obras afectadas, el Ecce Homo se convirtió en símbolo. En Picanya, el nivel del agua alcanzó los 3,80 metros; las esculturas “nadaron”, arrastradas por la fuerza de la riada. “La destrucción fue brutal. Nunca había visto unos hongos tan grandes como en los retablos de Picanya”

“Las primeras visitas fueron muy duras”, recuerda. “Íbamos con furgonetas y coches a los pueblos afectados —continúa—; dentro, conservadores, restauradores, archiveros, bibliotecarios y arqueólogos. Enfundados en botas y equipos de protección, bajábamos al barro”

La escultura, añade Contreras, “ya está restaurada, pero esperamos que sea el arzobispo Benavent quien presida el acto de retorno”. El Ecce Homo no es solo una pieza artística: es un espejo de lo que ha vivido el territorio

(Flama).- En el laboratorio que el Instituto Valenciano de Conservación, Restauración e Investigación tiene en Valencia, el Ecce Homo de la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat de Picanya se alza como una presencia que concentra todo el sentido de la reconstrucción.

La figura, de madera policromada y dorada, muestra aún, bajo la luz artificial de los focos, la fragilidad que la catástrofe dejó al descubierto. Es una escultura anónima del segundo tercio del siglo XX que vio cómo el agua la convertía en una imagen literal del dolor y la resistencia. Ahora, ya restaurada, parece sostener con la mirada la historia reciente de este territorio. A su alrededor, los técnicos trabajan con gestos precisos, como si cada movimiento fuera una forma de reparación íntima.

Creemos. Crecemos. Contigo

Gemma Contreras, directora del centro, nos recibe en el despacho contiguo. Entre informes, fotografías y muestras de pigmentos, su voz conserva la serenidad de quien está acostumbrado a ordenar el caos. La dana del 29 de octubre de 2024, dice, “no fue una emergencia, sino una catástrofe en setenta y ocho municipios”. Pocos días después de la riada, pidió un espacio de evacuación para los bienes afectados: la Feria de Valencia se convertiría en refugio de memorias sumergidas. “Nos ocupamos de los bienes públicos y de la Iglesia, no de los privados, aunque sí dimos consejos a los propietarios”, subraya. En total, más de 6.000 obras: esculturas, retablos, tejidos, documentos y obra gráfica. Una lista que pesa como una geografía de la pérdida.

“Las primeras visitas fueron muy duras”, recuerda. “Íbamos con furgonetas y coches a los pueblos afectados —continúa—; dentro, conservadores, restauradores, archiveros, bibliotecarios y arqueólogos. Enfundados en botas y equipos de protección, bajábamos al barro”. Durante semanas, el trabajo se convirtió en una expedición constante por territorios devastados. En cada archivo, la misma escena: libros saturados de agua, barro en las paredes y, a menudo, la tristeza compartida de quienes lo habían perdido todo. “La archivera de un pueblo se había quedado sin casa. Vivimos y empatizamos un doble drama”, reconoce.

Gemma Contreras
Gemma Contreras Flama

Entre todas las obras afectadas, el Ecce Homo se convirtió en símbolo. En Picanya, el nivel del agua alcanzó los 3,80 metros; las esculturas “nadaron”, arrastradas por la fuerza de la riada. “La destrucción fue brutal. Nunca había visto unos hongos tan grandes como en los retablos de Picanya”, dice Contreras, que describe con detalle las heridas de la imagen: las piernas dañadas, la policromía levantada, la madera abierta por la humedad. En el laboratorio, los restauradores consolidaron el estrato pictórico y ensamblaron las partes desprendidas. El resultado es una figura que ha vuelto a la vida, aunque conserva su fragilidad como una marca de lo sucedido.

La escultura, añade Contreras, “ya está restaurada, pero esperamos que sea el arzobispo Benavent quien presida el acto de retorno”. El Ecce Homo no es solo una pieza artística: es un espejo de lo que ha vivido el territorio. Su expresión de serenidad herida parece hablar también de quienes, entre el barro, rescataron documentos, retablos y libros. “Perder archivos municipales, como en Sedaví, es perder la historia de la población”, asume la directora. Quizá por eso su equipo trabajó con tanta urgencia. El papel, tan vulnerable, exigía una respuesta inmediata. “Tuvimos prisa con los archivos, porque el papel es muy frágil, y hasta mayo aún nos han llegado documentos mojados que hemos podido salvar”, señala.

El taller como campo de batalla

La Feria de Valencia fue el corazón de esta operación silenciosa. Ventiladores que nunca se apagaban, envasadoras al vacío, mesas cubiertas de documentos reblandecidos y manos que, hoja a hoja, retiraban el barro. “El 99% de lo que se trajo se ha salvado”, admite Contreras con orgullo discreto. “Primero había que secar, luego eliminar el barro y aspirar los hongos para conservar mejor la documentación”. En este proceso ha habido también una dimensión moral: cada documento salvado era una historia recuperada.

Imagen de Sant Antoni
Imagen de Sant Antoni Flama

En Chiva, Algemesí, Picanya y Paiporta, los vecinos se movilizaron para rescatar tejidos e imágenes. “La gente del municipio hizo posible que muchas piezas sobrevivieran”, explica. El Archivo Nacional de Cataluña, la Universidad de Granada y la Junta de Andalucía se han sumado a la tarea: “Sentir que están con nosotros es un orgullo enorme”, reconoce. Este trabajo compartido, hecho a menudo en silencio, ha convertido la catástrofe en un acto colectivo de reconstrucción.

Cuando el arte se hunde y renace

El relato de Contreras vuelve a menudo a una misma idea: la perseverancia. “Esto nos llevará años”, admite, “pero tengo la satisfacción de que nada de lo que se trasladó se ha perdido”. Lo dice con una convicción tranquila, fruto del cansancio y del orgullo. Al fondo del laboratorio, el Ecce Homo restaurado parece escucharla, como si su presencia confirmara el valor de aquella tenacidad.

Cuando la conversación termina, Contreras comenta, con un hilo de orgullo contenido, que “hoy mismo sale hacia la Universidad de Granada el San Antonio Abad de Picanya”. Más tarde, en el pueblo, a la entrada de la abadía, la talla espera en silencio: el santo con el bastón y el cerdo a los pies, rodeado de un olor a humedad y cera. En la puerta, una furgoneta con dos técnicos prepara el traslado. La escena resume todo lo vivido: la paciencia, el cuidado, la persistencia.

Estudio del Ecce Homo
Estudio del Ecce Homo Flama

Afuera, l’Horta Sud se serena. El agua ya no está, pero queda el rastro invisible de lo que arrastró. En los talleres del Instituto, las manos que limpian, cosen, consolidan o pintan no solo restauran obras: rescatan la memoria colectiva de un territorio que quedó, literalmente, anegado. Y en cada pieza que vuelve a su lugar, hay la victoria silenciosa de una persistencia humana ante la fragilidad del tiempo.

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