En el primer aniversario del nacimiento del 'padre' de la Teología de la Liberación Gustavo Gutiérrez, el "teólogo del Dios liberador"

Del 22 al 24 de octubre se celebra en la Pontificia Universidad Católica de Lima el IV Congreso Continental de Teología Latinoamericana y Caribeña “Horizontes de liberación. Tejiendo esperanzas desde abajo”
En ese marco va a tener lugar un homenaje al teólogo peruano Gustavo Gutiérrez con motivo del primer centenario de su fallecimiento
Gustavo Gutiérrez es reconocido con razón como el padre del nuevo paradigma teológico que supuso una verdadera revolución epistemológica, metodológica, espiritual y social en el discurso religioso
Gustavo Gutiérrez es reconocido con razón como el padre del nuevo paradigma teológico que supuso una verdadera revolución epistemológica, metodológica, espiritual y social en el discurso religioso
Del 22 al 24 de octubre se celebra en la Pontificia Universidad Católica de Lima el IV Congreso Continental de Teología Latinoamericana y Caribeña “Horizontes de liberación. Tejiendo esperanzas desde abajo”. En ese marco va a tener lugar un homenaje al teólogo peruano Gustavo Gutiérrez con motivo del primer centenario de su fallecimiento.
La teología cristiana ha sido con frecuencia una disciplina inocua en el conjunto de los saberes, beligerante frente a los avances científicos, legitimadora de los poderes establecidos, ajena a la marcha de la historia, poco sensible a los sufrimientos humanos y muro de contención de las revoluciones sociales y políticas. La teología latinoamericana de la liberación ha venido a quebrar dicha imagen, recuperando la imagen del Dios de la vida -frente a los ídolos de muerte-, que se revela y actúa en el “reverso de la historia”, y la figura de Jesús de Nazaret el Cristo liberador, cuya opción fundamental fue a favor de las personas más vulnerables y los colectivos empobrecidos. Esta teología sitúa el cristianismo en la vanguardia de los movimientos sociales que luchan por la transformación de la sociedad de todas las opresiones, también de la religiosa.
Gustavo Gutiérrez es reconocido con razón como el padre del nuevo paradigma teológico que supuso una verdadera revolución epistemológica, metodológica, espiritual y social en el discurso religioso y en la práctica liberadora de las personas cristianas y de los colectivos con especial sensibilidad hacia el sufrimiento de las mayorías populares.
En el aniversario de su muerte -falleció el 22 de octubre de 2024- quiero hacer memoria de los orígenes de la teología de la liberación, cuya primera piedra puso Gustavo en las conferencias que bajo el título “Hacia una teología de la liberación” impartió en 1968 en el Encuentro Nacional del movimiento de sacerdotes ONIS en la ciudad peruana de Chimbote.
A las conferencias asistió su compatriota y amigo, el escritor y antropólogo José María Arguedas, que en El zorro de arriba y el zorro de abajo define a Gutiérrez como “el teólogo del Dios liberador” y lo contrapone al “cura del Dios inquisidor” de su propia novela Todas las sangres. Arguedas calificó las conferencias de “lúcidas y patéticas”.

En un texto fechado en Santiago de Chile el 20 de agosto de 1969, Arguedas recuerda a Gutiérrez que le había leído en Lima las “páginas de Todas las sangres en que el sacristán y cantor de San Pedro de Lahuaymarca, quemada ya su iglesia y refugiado entre los comuneros de las alturas, le replica a un cura del Dios inquisidor con argumentos muy semejantes a los de las lúcidas y patéticas conferencias pronunciadas, poco tiempo antes, en Chimbote”. El propio Gustavo considera al sacristán de San Pedro “precursor de la teología de la liberación”.
Arguedas afirma que quizá con él se cierra un ciclo y se abre otro en Perú: “se cierra el de la calandria consoladora, del azote, del arrieraje, del odio impotente, de los fúnebres ‘alzamientos’, del temor a Dios y del predominio de ese Dios y sus protegidos, sus fabricantes” y se abre el ciclo “de la luz y de la fuerza liberadora invencible del hombre de Vietnam, el de la calandria de fuego, el del dios liberador”. Gustavo escribió un texto literariamente bellísimo titulado Entre calandrías donde recoge testimonios del propio Arguedas en los que se pone de manifiesto la plena sintonía entre el teólogo y el escritor.
"Ese gran sacerdote a quien debo tanto"
Sybila Arredondo, esposa de Arguedas, recordaba que mientras Arguedas trabajaba en Chimbote conoció a tres sacerdotes norteamericanos y al padre Gustavo Gutiérrez, a quien se refiere el escritor peruano en varias de las cartas que dirige desde Santiago al padre Camacho. En la del 2 de mayo de 1969 afirma: “los hombres de buena voluntad nos sentimos bien entre gente, también de buena voluntad, cualquiera que sea su origen y la forma en que crea que está contribuyendo a la salvación del hombre, para utilizar un término que tan acertadamente usa Gustavo”. En otra carta dirigida al padre Camacho le cuenta que tuvo “dos charlas muy largas, muy hermosas, muy reconfortantes, de verdadera camaradería con ese gran sacerdote a quien debo tanto que es Gustavo”.
El escritor peruano le confesó al teólogo que en el Dios liberador que él presentaba sí creía. “Yo siento a Dios de otro modo”, dice Matilde, uno de los personajes de Todas las sangres. Quizá esta sentencia, observa Gustavo, quisiera expresar lo vivido por Arguedas, que “no sentía a Dios como los señores y los bien pensantes (‘Dios de los señores no es igual, hace sufrir sin consuelo’), sino como “Dios esperanza, Dios alegría, Dios ánimo”.

Tres años después de las conferencias de Chimbote, Gustavo publicó Teología de la liberación. Perspectivas (CEP, Lima, 1971; Sígueme, Salamanca, 1972; 19ª edición en 2022), su obra más emblemática e influyente en el panorama teológico cristiano de las últimas cinco décadas, traducida a decenas de idiomas y con numerosas ediciones. Dedica el libro a Henrique Pereira Neto, sacerdote brasileño asesinado en 1969 por el Comando de Caza a los Comunistas en 1969, y a José María Arguedas, y lo introduce con un texto de Todas las sangres.
En Chimbote Gustavo habló de la teología como inteligencia del compromiso. En la ya la citada Teología de la liberación. Perspectivas, la define como reflexión crítica sobre la praxis histórica a la luz de la Palabra: crítica de la sociedad y de la iglesia en tanto que convocadas e interpeladas por la palabra de Dios, como una teoría crítica animada por una intención práctica.
Estamos ante una nueva manera de hacer teología que tuvo repercusiones sociales y políticas desestabilizadoras para el sistema neocolonial latinoamericano y sigue teniéndolas hoy para el sistema de la globalización neoliberal
En cuanto tal la entiende como “una teología liberadora, una teología de la transformación liberadora de la historia de la humanidad y, por ende, también de la porción de ella –reunida en ecclesia- que confiesa abiertamente a Cristo. Una teología que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del proceso a través del cual el mundo es transformado… abriéndose al don del reino de Dios” (edición de 1972, pp. 40-41).
Estamos ante una nueva manera de hacer teología que tuvo repercusiones sociales y políticas desestabilizadoras para el sistema neocolonial latinoamericano y sigue teniéndolas hoy para el sistema de la globalización neoliberal, que el Papa Francisco define como “globalización de la indiferencia, que nos vuelve “indiferentes ante los clamores de los otros”, y califica de injusto en su raíz.
Compromiso con los oprimidos
Gutiérrez lleva a cabo una verdadera revolución en la teología, cuyo acto primero es el compromiso con los oprimidos y la experiencia del Dios de los pobres, y el acto segundo, la reflexión, pero no desde la neutralidad social y la asepsia doctrinal, sino “desde el reverso de la historia” y la opción ético-evangélica por los pobres. A estos les reconoce una fuerza histórica capaz de mutar el curso de la historia en dirección a la liberación. La teología de liberación remite derechamente al compromiso de los cristianos en los movimientos de liberación.
George Bernanos afirmaba que los cristianos son capaces de instalarse cómodamente incluso bajo la cruz de Cristo. Gustavo Gutiérrez pretende corregir esa tendencia conformista activando las energías utópico-liberadoras del cristianismo. Su referente intelectual es Bartolomé de Las Casas, defensor de los indios sometidos a esclavitud por los conquistadores y pionero del reconocimiento y respeto del pluriverso cultural. Parafraseando a Las Casas (“los indios mueren antes de tiempo”) el teólogo peruano afirma que “los pobres en América Latina mueren antes de tiempo”.

Sobre Las Casas ha escrito uno de los mejores estudios que conozco, En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de Las Casas (Centro Bartolomé de Las Casas, 1992), que dedica al teólogo mártir hispano-salvadoreño Ignacio Ellacuría. Otro libro excelente sobre Bartolomé de Las Casas es el de Francisco Fernández Buey La gran perturbación. Discurso del indio metropolitano (El Viejo Topo, Barcelona, 1995).
Las preguntas existenciales, o mejor vitales, que queman en los labios a Gustavo y golpean su conciencia tienen que ver con el lenguaje sobre Dios: ¿cómo hablar de Dios desde el sufrimiento de los inocentes; con la hermandad: ¿cómo hablar de Dios Padre en un mundo donde los seres humanos no son hermanos?, y con la vida y la muerte: ¿cómo hablar de la resurrección en un mundo donde los excluidos son carne de cañón? La pregunta que sigue interpelándole con más radicalidad y urgencia es la que da título a uno de sus ensayos: ¿Dónde dormirán los pobres?
Las preguntas que plantea dan una idea acertada de la orientación de su teología: no levítico-sacerdotal, sino samaritana; crítica y no conformista, abierta al pluriverso cultural, religioso y étnico, no de pensamiento único; una teología siempre en perspectiva de liberación y sensible a las nuevas esclavitudes que genera la globalización neoliberal.

En la teología de Gustavo Gutiérrez vuelven a articularse armónicamente pensamiento y vida, teoría y praxis, rigor metodológico y talante profético, como sucediera en los misioneros, los teólogos y los obispos defensores de los derechos de los indios de Abya-Yala en el siglo XVI. El teólogo peruano acostumbraba a decir que él no creía en la teología de la liberación, sino que esta es solo camino para mejor seguir a Jesús de Nazaret y contribuir a la liberación de los pobres. Todo un ejemplo de modestia intelectual para los teólogos europeos que tendemos a veces a conceder más importancia a la teología que a la experiencia, a la teoría que a la práctica, a la reflexión que a la liberación, cuando ambas tienen que ir unidas.
Una última reflexión sobre el socialismo. Gustavo no acepta la orientación monolítica y dogmática del socialismo, sino que reconoce la pluralidad de tendencias en las que influye la perspectiva cultural, y comparte con Mariátegui la necesidad de que no sea en América Latina calco y copia, y de “dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano […], misión digna de una generación nueva” (p. 130). En consecuencia, la praxis revolucionaria no puede caminar en una sola dirección, sino que ha de contar con la participación de personas y organizaciones provenientes de diversos horizontes.
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