Domingo 13º TO A 2ª Lect. (02.07.2017): El bautismo es propio de adultos

Introducción:muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6, 3-4.8-11)

El bautismo nos sumerge en la vida de Jesús
El primer párrafo (vv. 3-4) vincula el bautismo a la muerte y resurrección de Jesús. Lo hace con una pregunta: “¿No sabéis que los que nos bautizamos a Cristo nos bautizamos a su muerte?” (v. 3). Es importante la expresión: “bautisarse a Cristo y “bautizarse a su muerte”. “Bautizar” (“baptizso”) significa: sumergir, hundir, zambullir. En el texto original griego, este verbo tiene una preposición de movimiento “hacia dentro” (“ebaptiszemen eís Xpistòn”): “nos sumergimos, nos hundimos, nos zambullimos hacia el interior de Cristo”. Si, al aceptar bautirznos, nos sumergimos en el interior de Cristo, quiere decir que nos sumergimos, nos hundimos, nos zambullimos, hacia su vida, su muerte y resurrección. Cristo vivió en este mundo, murió y resucitó. Su vida estuvo llena del amor del Padre hasta siempre, por los siglos de los siglos. Si queremos ser fieles al bautismo debemos vivir su misma vida: tener sus mismos sentimientos y sus mismas obras de bien. Esto es lo que llama Pablo vivir “en novedad de vida” (v. 4: “en kainóteti zsoês”).

El bautismo supone y expresa la fe personal, libre, en Cristo
Tiene difícil explicación el bautismo de los niños sin conocimiento y sin conversión al Evangelio de Jesús. Y más en nuestro tiempo. Eso de “bautizar en la fe de los padres o de la Iglesia” no deja de ser una justificación de una conducta poco respetuosa con la libertad personal. Hoy la cultura no permite tomar decisiones de conciencia, no necesarias, por otras personas. De hecho son multitud quienes ya no bautizan a sus hijos. Lo dejan para cuando los niños tengan algo de conocimiento y libertad para decidir su “inmersión” en el Evangelio de Jesús. Así sucede con quienes se bautizan tras la catequesis de primera comunión. Aunque en verdad, mientras no sean adultos, con capacidad y formación, es muy difícil la perseverancia en la “inmersión” cristiana. El bautismo está pensado para el converso adulto, tras un catecumenado concienzudo. Sólo una persona que conoce la vida de Jesús, su Evangelio, su muerte y resurrección, y cree en ese Viviente, está en condiciones de hundir su existencia en la vida deJesús. En la persona libremente convertida a la Vida de Jesús tiene sentido lo que hoy nos dice Pablo:
por el bautismo nos incorporamos a Cristo, nos incorporamos a su muerte, fuimos sepultados con él, para... andar en una vida nueva... Si hemos muerto con Cristo, viviremos con él... Su morir fue un morir al pecado para siempre... Su vivir es un vivir para Dios... Consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6, 3-4.8-11).


El bautismo supone la opción de vivir según el Espíritu de Jesús
Bautizarse es sumergirse en la muerte de Cristo. Es decir, entrar en comunión con la opción de vida de Cristo, que le ha llevado a la muerte. La fuerza del Padre ha resucitado a Cristo. Así resucita a quien participa de la muerte de Cristo, a quien se incorpora a la vida guiada por el Espíritu de Dios. El cristiano, por el bautismo, vive para Dios, es decir, para el bien, para la verdad, para dar vida a todos, para curar y liberar del mal, para enfrentarse a quien oprime, humilla, explota, utiliza la violencia, mata... El bautizado tiene que “considerarse muerto al pecado”, es decir, a todo lo que daña la vida humana. Y “vivo para Dios”, es decir, ayudando al ser humano a vivir bien en todos los sentidos: salud, alimentación y vestido, familia, sociedad, cultura, sentido, espiritualidad... Como viven Jesús y el Padre Dios: “Mi Padre hasta el presente sigue trabajando y yo también trabajo” (Jn 5, 17). Trabajo que suponemos respetuoso con la libertad y creatividad humana. Trabajo que sostiene, acompaña, ilumina, sugiere, alienta la libertad y el amor incondicional...

Oración:muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6, 3-4.8-11)

Jesús, “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu”:
hoy el texto de Pablo nos recuerda nuestra “inmersión” en tu vida;
es el bautismo del Espíritu que recibimos al entrar en la Iglesia;
lo hemos ido asumiendo poco a poco, al convertirnos a tu Amor.

Tu bautismo surgió apoyando el movimiento de conversión de Juan:
contra la situación de injusticia y miseria que vivía tu pueblo;
contra las instituciones llamadas a procurar vida para todos;
contra, especialmente, la institución religiosa que
- había pervertido los ideales del Padre-Madre Dios;
- buscaba dominar, poseer mucho dinero, brillar en vanagloria;
- había esclavizado a las personas con leyes interesadas de los dirigentes;
- procuraba su supervivencia más que la dicha de las personas...

En el bautismo de Juan descubres el Espíritu que te habita:
- sientes el amor singular de Dios: “éste es mi Hijo, el amado, el predilecto”;
- te sientes urgido a la obra del Padre: “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu,
vives haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba contigo
”.(He 10, 38).
- el Espíritu-amor del Padre-Madre te lleva a proclamar el Evangelio;
- con parábolas, con afirmaciones humanísimas, con obras de vida;
- reúnes personas en libertad, sin imposición alguna;
- los educas en fraternidad sincera, sin honores y privilegios;
- en pobreza voluntaria, compartiendo lo que tienes con los demás;
- les abres los caminos de la felicidad humana, las bienaventuranzas;
- son las leyes del Reino de Dios: la vida en amor.

Nosotros fuimos “sumergidos” en tu mismo Espíritu:
pero hemos permanecido años sin enterarnos;
nos privaron de convertirnos libremente al amor del Padre;
los signos de tu presencia viva, que llamamos “sacramentos”,
los hemos trastocado en folclore y religiosidad egoísta.

Afortunadamente el Espíritu divino nos ha removido el alma:
tu Espíritu de amor ha llegado a nosotros por diversos caminos;
hemos oído tu llamada: “venid conmigo, os haré pescadores de hombres” (Mc 1, 17);
todo es posible para el que cree” en la fuerza de Dios (Mc 9, 23);
“otro mundo más humano es posible”, “otra iglesia más evangélica es posible”.

El Espíritu que habita en nuestro corazón:
nos está haciendo conscientes del Amor-Vida que nos hace vivir;
dice a nuestro espíritu que somos hijos de Dios, hermanos tuyos;
nos lleva a reconocerte en toda persona, sobre todo en los más débiles;
nos regala tu abrazo y tu perdón permanentes.

Jesús hermano, queremos dejarnos llevar del Espíritu:
entrar en comunión con tu vida de Hijo de Dios y hermano de todos;
“vivir para Dios”, es decir:
- para el bien, la verdad y el amor;
- para dar vida a todos curando y liberando del mal;
- para enfrentarnos a quien oprime, humilla, explota, utiliza la violencia, mata...

Como “sumergidos” en tu vida, “bautizados” en ti, Jesús-Mesías:
nos consideramos muertos al pecado”, es decir:
- a todo lo que daña la vida humana.
Y “vivos para Dios”, es decir:
- trabajando por el bien en todos los sentidos:
salud, alimentación y vestido, familia, sociedad, cultura, sentido, espiritualidad...

Queremos vivir como vives tú, Jesús, y el Padre Dios:
mi Padre hasta el presente sigue trabajando y yo también trabajo” (Jn 5, 17);
trabajo que sostiene y respeta la libertad y creatividad humana;
trabajo que acompaña, ilumina, sugiere, alienta la libertad y el amor incondicional...;
trabajo que “hace el bien y cura a los oprimidos por el mal” (He 10, 38).

Rufo González
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