Domingo 20º TO C (14.08.2016): “¡Hay que responder a las mociones del Espíritu!”

Introducción:He venido a prender fuego en el mundo” (Lc 12,49-53)
El “fuego” de Jesús es su Espíritu
Seguimos leyendo el bloque de la “instrucción a los discípulos y a las multitudes” (12-13,9). El fragmento de hoy (12, 49-53) es el final de la parte dirigida a los discípulos (12, 1b-53). Jesús utiliza la imagen del fuego para explicar su misión. En la Biblia el fuego es metáfora de varios significados: purifica, discierne como un juicio, castiga, destruye. En Lucas, el Bautista habla de Jesús como quien “os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (3,6), y en Pentecostés presenta el Espíritu como “lenguas como llamaradas" (He 2,3). Jesús dice traer fuego a la tierra. Pero no fuego que destruye como piensa el Bautista (Lc 3, 9.16-17): echará al fuego a quien no dé fruto, quemará la paja en fuego inextinguible. Jesús con el fuego simboliza al Espíritu Santo, como fuerza de vida divina que purifica las intenciones, perdona y anima a seguir su misma misión. Estará en la vida hasta el fin de la historia. Fuerza de amor honrado, de bondad sin límites, de ayuda a todos, especialmente a los más débiles. Esta fuerza causará división entre las personas, porque no todas se dejarán llevar por ella.

El bautismo de Jesús le sumerge en la muerte, “y una muerte de cruz”
Las aguas de su historia, guiada por el Espíritu divino, le sumergirán en la muerte. Es la angustia que tendrá que pasar Jesús. Nos recuerda el salmo 124: “Si Yahvé no hubiera estado de nuestra parte... cuando nos atacaron los hombres... nos habrían tragado las aguas...”. Sorprende que diga que no ha venido a traer paz, sino división. El mensaje de Jesús y, por supuesto, el de sus comunidades, no evita conflictos. Su reino de igualdad fraterna traerá, sin duda, enfrentamiento contra el poder, la gloria y el prestigio de los dueños de este mundo y con los dirigentes religiosos que confundan el servicio con el dominio. Construir el Reino pasa por la cruz: obstáculos familiares, religiosos, políticos, sociales... Es el camino de las personas comprometidas por la justicia, la fraternidad, la paz, el anuncio evangélico, la acción sindical, la participación ciudadana... Jesús no acepta la falsa paz del orden establecido: “Han curado el quebranto de mi pueblo a la ligera, diciendo: ¡paz, paz!, cuando no había paz” (Jer 6,14; 8, 11). Mientras haya hambre, corrupción, encumbramiento y tiranía..., no habrá paz. El compromiso en Cristo por una vida justa, honrada, igualitaria, de ayuda mutua... es más fuerte que el compromiso de la sangre: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra” (Lc 8, 21). Dios quiere la bondad, la transparencia, la equidad, la libertad, el amor... en todo.

La actualidad eclesial se encarga de certificar el evangelio de hoy
La elección del papa Francisco ha puesto división en la Iglesia. Su frescura evangélica molesta. Sus críticas al clericalismo levantan ampollas en todas las curias. Protestan los fundamentalistas, los grupos sectarios, reacios a todo lo nuevo, intelectualmente pobres, ávidos de poder y seguridad. Claman contra la libertad de pensar y de hablar. Les molesta cualquier reforma hacia la libertad, hacia la misericordia. Se niegan al celibato opcional para el ministerio sacerdotal. No quieren comunidades adultas, con palabra y voto de todos. Valoran más el Código de Derecho Canónico que el Evangelio... La libertad de Jesús frente a la ley, la familia, los ritos religiosos... nos trae división. No hemos asimilado su Espíritu que guía e ilumina con su amor desinteresado.

Oración:He venido a prender fuego en el mundo” (Lc 12,49-53)

Jesús, tu palabra hoy suena a desafío:
has venido a prender fuego en el mundo;
dices no traer una paz cualquiera;
más bien, división, incluso entre la propia familia.

Tu fuego es tu Espíritu de justicia y paz, de amor y de vida:
este Espíritu te llevó al enfrentamiento y la división;
pronto intentaron eliminarte los responsables de la religión;
los dirigentes del pueblo te vieron como un peligro;
te saltabas las leyes que dañaban a los más débiles;
hasta tu propia familia se asustó de tu libertad.

La actualidad eclesial se encarga de certificar el evangelio de hoy:
la elección del papa Francisco ha puesto división en la Iglesia;
sus críticas al clericalismo están molestando en todas las curias;
regresan grupos sectarios, pobres intelectualmente, ávidos de poder;
claman contra la libertad de pensar y de hablar;
les molesta cualquier reforma hacia la libertad, hacia la misericordia;
se niegan al celibato opcional para el ministerio sacerdotal;
no quieren comunidades adultas, con palabra y voto de todos;
valoran más el Código de Derecho Canónico que el Evangelio...

No es nuevo, Señor. Empezó en la Iglesia primera:
“Pedro ejerció su servicio de manera conciliadora:
se encontró pronto con una facción de derechas en Jerusalén,
capitaneada por Santiago hermano del Señor,
y con un ala liberadora apiñada en torno a Pablo.
A pesar de los fervores iniciales, los enfrentamientos fueron de tal magnitud,
que san Lucas, propenso a idealizar, no puede menos de reconocer
que hubo “altercados violentos” (He 15, 2).
Pedro actuó como mediador entre ambas iglesias,
dejó que se reuniera una asamblea
y en ella se limitó a preguntar a la facción más integrista:
“¿por qué tentáis a Dios imponiendo sobre el cuello de los discípulos un yugo,
que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?” (He 15,10)
(José I. González Faus. El País, 20 abril de 2005).


“Esta es la vía de la Iglesia ante las novedades, las sorpresas del Espíritu:
El Espíritu siempre nos sorprende.
¿Y cómo resuelve la Iglesia esto?
¿Cómo afronta estos problemas para resolverlos?
Con la reunión, la escucha, la discusión, la oración y la decisión final.
Este es el camino de la Iglesia hasta hoy.
Y cuando el Espíritu nos sorprende con algo que parece nuevo o que ‘nunca se ha hecho así'... Pensad en el Vaticano II, en las resistencias que tuvo...
También hoy las resistencias siguen de una forma u otra, y el Espíritu va adelante.
El camino de la Iglesia es este: reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir.
Esta es la llamada sinodalidad de la Iglesia,
en la que se expresa la comunión de la Iglesia.
¿Y quién hace la comunión?
¡Es el Espíritu! Otra vez el protagonista”
(Homilía del Papa, jueves 5ª semana de Pascua sobre He 15, 7-21 -28 abril 2016-, en Santa Marta).


Cristo, dador del Espíritu, reconocemos que:
- “es propio de todo el Pueblo de Dios, sobre todo de los pastores y teólogos,
con la ayuda del Espíritu Santo, auscultar, discernir e interpretar las múltiples voces
de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina" (Vaticano II: Gaudium et Spes, nº 44).
- que no es fácil articular el sentir de los fieles, los pastores y los teólogos;
las tres instancias son importantes e imprescindibles;
el mutuo respeto y escucha hace crecer la comunión de todos en el Espíritu;
apoyados en la fe de sabernos conducidos por tu Espíritu,
no podemos renunciar al discernimiento comunitario.

Somos conscientes, Señor, de que a veces:
no percibimos tu Espíritu de verdad;
no lo interpretamos correctamente;
incluso lo torpedeamos hasta “entristecerlo”;
lo “apagamos o ahogamos” (Ef 4, 30; 1 Tes 5,19);
nos dejamos llevar de “otros espíritus”:
- "espíritu de vanidad y de malicia",
- “espíritu de dominación y desprecio de las personas",
- "espíritu economístico" (Gaudium et Spes: 37, 83, 63)...

Reconocemos, Señor, que:
la Iglesia no tiene siempre la respuesta adecuada (Gaudium et Spes 33);
le queda mucho por madurar (Gaudium et Spes 43);
desea unir su luz de la revelación con el saber de todos (Gaudium et Spes 33).

Moción del Espíritu es este texto de Benedicto XVI, mucho antes de ser Papa:
“En la iglesia, la atmósfera se enrarece y se torna asfixiante
si los encargados del ministerio se olvidan
de que el sacramento no es una repartición de poder,
sino la expropiación del mismo a favor de Él (Cristo),
en la persona del cual debo hablar y actuar...
Desde este punto de vista, deberíamos comenzar a hacer un examen de conciencia,
sin reservas, en todos los niveles de la Iglesia.
En todos sus niveles este examen de conciencia debería producir
consecuencias muy concretas y favorecer una "ablatio" (renuncia al poder)
que permitiera hacer de nuevo transparente el auténtico rostro de la Iglesia.
Este podría volver a darnos el sentido de la libertad
y encontrarnos en nuestra propia casa, de una manera completamente nueva”
(Cardenal J. Ratzinger. Rev. Communio, marzo-abril 1991, pp. 160-161).


Jesús, hermano de todos:
Que tu Espíritu prenda en nuestro corazón.
Que tu reino sea la causa de nuestra vida.
Que no se apague nunca esta llamada del Vaticano II:
"¡Hay que responder a las mociones del Espíritu!" (título del n. 11 Gaudium et Spes).

Rufo González
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