Sagrado Corazón de Jesús 2ª Lect. (23.06.2017): Oración y Preces de los Fieles

Introducción:Dios es amor” (1Jn 4,7-16)
El prólogo de la primera carta de Juan (1,1-4) resume la carta: “la Vida se manifestó, la hemos visto y os la anunciamos... para que la compartáis con nosotros, con el Padre y con su Hijo, Jesús Mesías”. Siguen tres partes: 1) “Dios-Vida” es luz (1,5 – 2,27); 2) “Dios-Vida” nos ha hecho hijos suyos (2,28 – 4,6); 3) “Dios-Vida” es amor, manifestado en su Hijo. Creer en Jesús lleva al Amor (4, 7 – 5, 12). El epílogo invita a confiar en el Hijo de Dios y a rechazar los ídolos (5, 13-21).

“Dios es amor” (vv. 7-8)
La lectura (1Jn 4, 7-16) pertenece a la tercera parte: “Dios-Vida” es amor (4, 7 – 5, 12). `Agapé´ es la palabra más repetida para hablar del amor de Dios: amor gratuito y generoso, que solo busca el bien del ser amado. Así lo destaca Benedicto XVI: “De los tres términos griegos relativos al amor —eros, philia y agapé—, los escritos neotestamentarios prefieren este último, que en el lenguaje griego estaba dejado de lado” (Encíclica “Deus caritas est”, 3; 25/12/2005). En el texto leído nos encontramos la palabra “agapé” en forma nominal o verbal unas diecisiete veces. Se inicia con “amados” (agapetoi). Se supone de Dios y míos. Y sigue la invitación: “amémonos unos a otros” (agapomen allelous). Y razona la invitación: “porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (vv. 7-8). Su ser y su vida es todo amor, generosidad gratuita, vida entregada.

Jesús, manifestación del Amor (vv. 9-10)
El Amor no nace de nosotros, sino de Dios, que nos amó primero y nos envío a su Hijo único como “propiciación de nuestros pecados”. En la vida de Jesús percibimos que nuestros pecados no son un obstáculo para el amor de Dios: él nos es “propicio”, nos ama siempre e incondicionalmente. Es que Dios “es amor”. Jesús dedica su vida a explicar este amor “propicio” de Dios: en parábolas, en obras, en actitudes... Ofrece su amor a los que menos vida tienen: a los enfermos, a los pobres, a los marginados, a los pecadores... Hasta llegar a enfrentarse con quienes, en nombre de Dios, les hacen daño, les desprecian y marginan.

La cruz de Jesús “es amor en su forma más radical”
El pecado es cosa nuestra: tomamos decisiones o realizamos obras que no nacen del amor, sino de nuestro egoísmo, de nuestro odio o malquerencia. Al no amar nos colocamos al margen o enfrente del Amor. Es nuestra decisión que Dios no puede por menos de respetar. Es el riesgo de la libertad. En Jesús se ha desvelado que Dios no se da por vencido y quiere llenarnos de su amor infinito, vida definitiva y dicha plena:
“En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan (cf. 19, 37), ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta Carta encíclica: «Dios es amor» (1 Jn 4, 8). Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar” (Deus caritas est, nº 12).


La resurrección es la oferta de amor definitivo abierta a todos
Jesús, amando hasta el final, nos ha abierto el plan de Dios: la Vida definitiva. En la resurrección ha quedado manifiesto que Dios perdona siempre y ofrece su amor gratis a todos:
“Porque Cristo murió por todos... debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de asociarse al misterio pascual del modo conocido por Dios” (GS 22).


Fe en Jesús y amor mutuo son inseparables (vv. 11-16)
La respuesta digna al amor es amar. Humanamente para amar necesitamos un objeto real, tangible, comprensible. Si creemos que Dios nos ama, no podemos responder a su amor pues “a Dios nadie lo ha visto nunca” (también en Jn 1, 18). “Si Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos unos a otros... Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud”. Es decir, en el amor mutuo se realiza el amor de Dios. Respondemos así a su Amor. Un poco antes (3,14) ha dicho: “sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos”. Quien ama gratuitamente se deja llevar por el Espíritu divino, que mueve el universo. Sólo el tener amor entre nosotros es la garantía de estar en él y él en nosotros. Quien escucha a Jesús y cree en él, recibe su Espíritu, que nos lleva a creer en el amor que Dios nos tiene, a sentirnos hijos suyos y a vivir de su amor. Fe en Jesús y amor mutuo se unen como los miembros de un solo cuerpo; constituyen la identidad cristiana, la señal de ser cristianos de verdad (Jn 13, 35).

Oración:Dios es amor” (1Jn 4,7-16)

Jesús, costado traspasado por el Amor:
hoy las comunidades cristianas honramos tu Corazón;
es decir, tu yo interior, “la personalidad oculta del corazón,
con el adorno inalterable de un carácter suave y sereno,
lo que es valioso a los ojos de Dios
” (1Pe 3,4).

Nuestro corazón no es enteramente bueno, como el tuyo:
abrazamos alegría, amor, comprensión, sencillez, control de sí...,
pero también tristeza, odio, envidia, rivalidad, afán de dinero, arrebatos de ira...;
estamos siendo zarandeados por los más diversos espíritus;
como tú, Jesús, como Pedro, como los apóstoles...;
pero no siempre nos dejamos llevar de tu Espíritu;
muchas veces merecemos la reprensión de Santiago y Juan:
- “no sabéis de qué espíritu sois” (Lc 9,55, según varios manuscritos).
A Pedro le fue peor:
- “¡quítate de mi vista Satanás!, porque tu idea no es la Dios, sino la humana” (Mc 8,33).
Nos hacemos enemigos de Dios al ser enemigos del hombre (“Satanás”);
no siempre nos dejamos llevar por tu Espíritu, amigo de la vida de todos.

Al aceptar tu corazón, tu Espíritu, tu amor...
nos revestimos del hombre nuevo” (Ef 4, 24; Col 3, 10);
sentimos en nuestro corazón que somos hijos de Dios;
nos atrevemos a llamarle ¡Padre!;
te reconocemos a ti como hermano de todos;
creemos que el Espíritu Santo habita en nosotros (Rm 8, 15-17).

Esta gracia en que estamos” (Rm 5, 2), vive en vasijas de barro:
nuestro afán de riqueza nos lleva a la acumulación y la injusticia;
nuestra ambición quiere brillar y deslumbrar;
el instinto de poder y dominio busca caminos insospechados;
utilizamos el saber y la inteligencia para humillar y someter;
la libertad ha construido un mundo injusto y miserable;
no queremos eficazmente que todos tengan vida;
toleramos el hambre y el derroche, la nada y la sobreabundancia;
hemos pervertido la satisfacción de necesidades primarias;
muchos no pueden gozar de lo necesario;
algunos sobrepasan lo razonable y llegan hasta deshacerse...

Estas miserias, Jesús hermano, también se dan en tus comunidades:
- tu evangelio de amor tan activo lo hemos rebajado;
- preferimos el brillo de la riqueza al brillo del amor comprometido;
- mantenemos leyes para la seguridad y poder de la institución,
a veces contrarias a los derechos básicos de las personas,
impuestas como queridas por tu Espíritu de libertad (celibato, rol de la mujer...).

La falta de audacia sigue impidiendo solucionar problemas endémicos:
-hay un ejemplo claro de incapacidad subsanable de la cúpula eclesial;
- es la tolerancia habida con los clérigos pederastas –cumplidores exteriores de la ley del celibato-
y la dureza, casi ensañamiento y venganza, con los clérigos que optan por el celibato opcional.
- Esta tolerancia para los que atentan contra la ética más elemental,
y la negativa pertinaz a cambiar una ley eclesial, no necesaria ni aceptada por muchos,
supone un descrédito mayúsculo para la Iglesia.
- “...desde el punto de vista del Evangelio, “lo intocable” es “lo humano”;
pero por salvaguardar la religión, no se respetan los derechos humanos;
por defender un dogma, se ha quemado al hereje;
por un criterio moral, se encarcela al homosexual o se apedrea a una adúltera...

Tus enfrentamientos, Jesús, fueron con gente muy religiosa:
te llevabas mejor con los grupos humanos despreciados o perseguidos por la religión;
para ti, Jesús, la relación con el Padre del Cielo era lo central;
entendías al Padre del Cielo como Padre que ama a todos;
como el Padre que hace salir el sol sobre buenos y malos,
y manda la lluvia sobre justos y pecadores (Mt 5, 45);
es humano necesitar el sol y la lluvia;
sol y lluvia son más intocables que la “bondad” o la “maldad” nuestras.

Necesitamos tu Corazón libre y amoroso, tu Espíritu de verdad y de vida:
tu Corazón que ama sin medida, hasta la cruz;
tu Corazón que sostiene nuestra decisión de ser libres como Tú;
tu Corazón enfrentado a las instituciones y leyes inhumanas;
tu Corazón desprendido de riqueza, poder y gloria de este mundo;
tu Corazón que cura nuestro egoísmo y nos abre tu amor gratuito.

Corazón de Jesús, haznos semejantes a Ti.

Rufo González


Preces de los Fieles (Sagrado Corazón de Jesús. 23.06.2017)

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es devoción a su Amor, al Amor con mayúsculas. Es propia de toda persona convertida al Evangelio de Jesús. Seguir a Jesús, vivir como él, es dejarnos llevar de su Espíritu, el verdadero “corazón” motor de su vida. Pidamos tener el mismo corazón de Jesús, diciendo: “Corazón de Jesús, haznos semejantes a Ti”.

Por la Iglesia:
- que busque la vida antes que sus leyes;
- que fomente la mesa compartida, el desprendimiento de bienes innecesarios.
Roguemos al Señor: “Corazón de Jesús, haznos semejantes a Ti”.

Por quienes dicen no tener fe en Dios, en Cristo:
- que escuchen su corazón, su amor al ser humano;
- que sigan sus impulsos de amor generoso, otro nombre de Dios.
Roguemos al Señor: “Corazón de Jesús, haznos semejantes a Ti”.

Por las religiones:
- que respeten los derechos humanos, voluntad primera del Creador;
- que fomenten el diálogo, el trabajo por la paz, la ayuda a los más débiles.
Roguemos al Señor: “Corazón de Jesús, haznos semejantes a Ti”.

Por los estudiantes:
- que recojan el fruto de su trabajo y el reconocimiento que merecen;
- que no abandonen el estudio, el esfuerzo por progresar, el hábito de trabajo.
Roguemos al Señor: “Corazón de Jesús, haznos semejantes a Ti”.

Por los abuelos, los jubilados...:
- que sigan activos en la familia, en la sociedad, en el voluntariado...;
- que tengan pensiones dignas, les acompañemos y ayudemos en su declive vital.
Roguemos al Señor: “Corazón de Jesús, haznos semejantes a Ti”.

Por esta celebración:
- que sintamos el Amor, la presencia del Misterio de la vida que nos habita;
- que comulguemos con los sentimientos de Jesús y nos llenen de verdad.
Roguemos al Señor: “Corazón de Jesús, haznos semejantes a Ti”.

Corazón de Jesús que confías en el Dios bueno y siempre cercano, a quien llamas Padre. Queremos, como tú, confiar en tu mismo Dios, abrirnos a su Amor misterioso que no podemos manipular. Queremos, como tú, ser hermanos de toda persona, respondiendo así al Amor del Padre común, que vive por los siglos de los siglos.

Amén.

Rufo González
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