“Si hay que orar siempre, también, pues, hay que privarse siempre del matrimonio” (“si semper orandum et ergo semper carendum matrimonio” (San Jerónimo) Supuesto inicial del celibato obligatorio: “El acto sexual, por sí mismo, impide acercarse a Dios, orar y ser escuchado”

Hablemos claro sobre la ley del celibato (5)

Sigamos la argumentación del artículo del portal “LifeSiteNews” (Miquel 26.03.23) “Más allá de las palabras. Lo que la Iglesia primitiva enseñó sobre el celibato sacerdotal”. Dicho artículo sigue el textode Alfons María Stickler (1910-2007, salesiano austriaco, cardenal diácono de san Giorgio in Velabro, bibliotecario y archivero de la Iglesia de Roma): “El celibato eclesiástico. Su historia y sus fundamentos teológicos”. En “Scripta theologica”: Revista de Teología de la Universidad de Navarra, vol. 26, (1994/1) 13-78.

El artículo aludido recoge así el testimonio de san Ambrosio y san Jerónimo: “Como escribe Stickler, Sts. ambos, Ambrosio y Jerónimo, expresaron claramente que aquellos ordenados “no podían continuar el uso del matrimonio después de la ordenación”, ya que con la ordenación vino la entrega completa y constante del hombre a Dios, a los actos de oración y servicio al rebaño. Esto era bien diferente a las tradiciones judías que sostenían que tales acciones litúrgicas y sacerdotales solo se requerían en ciertos momentos, dejando al sacerdote libre para continuar con otros deberes”.

Hay que decir que Ambrosio (ca. 340-397) y Jerónimo (342-420), contemporáneos de los Papas Dámaso (366-384) y Siricio (384-399), reflejan la misma orientación. Importa conocer sus razones, hoy claramente erróneas. Están basadas en la ignorancia del sexo y su significado. Sus defensores de hoy callan los disparates que escribieron, por ejemplo, san Jerónimo: “Todo coito es inmundo. Amar con pasión a la esposa es adulterio. Los casados viven como el ganado y se comportan como cerdos y animales insensibles”.

Esto es lo que dice Stickler de San Ambrosio y San Jerónimo:

- “San Ambrosio enseña que los ministros del altar, que estaban casados antes de serlo, tampoco debían continuar usando del matrimonio después de la ordenación... Frente a la permisión veterotestamentaria, debe verse en esto un nuevo mandato del N. Testamento, pues los sacerdotes de éste están obligados a oración y a ministerio santo, constante y continuo” (De officiis ministrorum: I, 50: PL 16, 103-105).

- “San Jerónimo dice, en su refutación del año 393 a Joviniano..., que el apóstol San Pablo, en el conocido pasaje de su carta a Tito, ha enseñado que un candidato casado al Orden sagrado debía haber contraído matrimonio un sola vez, debía haber educado bien a los hijos que hubiera tenido, pero ya no podía procrear otros hijos. Debía dedicarse a la oración y al servicio divino siempre y no sólo por un tiempo limitado como en el Antiguo Testamento; en consecuencia: si semper orandum et ergo semper carendum matrimonio”. En su «Adversus Vigilantium» del año 406, repite la obligación de los ministros del altar de vivir siempre continentes... Es praxis de Oriente, de Egipto y de la Sede Apostólica... “Los apóstoles eran vírgenes o, tras las nupcias, continentes; presbíteros, obispos y diáconos son elegidos vírgenes o viudos o ciertamente, tras el sacerdocio, puros para siempre” («Apologeticus ad Pammacbium»).

Con “la permisión veterotestamentaria”, san Ambrosio alude a sacerdotes levíticos que podían tener relaciones maritales y engendrar hijos en los periodos en que no ejercían. Igualmente san Jerónimo mantiene idéntica presunción: “ya no podía procrear otros hijos. Debía dedicarse a la oración y al servicio divino siempre y no sólo por un tiempo limitado como en el Antiguo Testamento”. Dan a entender que el sacerdocio del Nuevo Testamento es esencialmente idéntico al sacerdocio antiguo. Supone aceptar como correcto, incluso como revelado por Dios, esta disciplina levítica, basada en concepciones aberrantes sobre la sexualidad. La disciplina del sacerdocio levítico supone que el acto sexual, por sí mismo, impide acercarse a Dios, orar y ser escuchado. Parte de la Iglesia de los siglos III-IV empieza a creer que, salvo el carácter hereditario, Jesús asumió y retuvo la esencia del sacerdocio levítico en los ministerios fundamentales de su iglesia, incluida la abstinencia matrimonial. Esta tesis perdura en nuestra Iglesia, en sectores integristas.

Es la tesis publicada por de Benedicto XVI y el cardenal Sarah (“Desde lo más hondo de nuestros corazones”, del Cardenal Robert Sarah con Joseph Ratzinger Benedicto XVI. Edit. Palabra. Madrid 2020): “La conciencia colectiva de Israel cree incompatibles culto y sexo. La abstinencia sexual, en los periodos en los que ejercían el culto y, por tanto, estaban en contacto con el misterio divino, era obligatoria. Sacerdocio y culto, purificados por el Espíritu de Jesús, siguen en pie en los ministerios fundamentales de la comunidad de Jesús”.

Para demostrarlo recuerda, a modo de ejemplo, el episodio del Libro 1º de Samuel (21, 5ss). El pan consagrado del templo no pueden comerlo quienes ese día hayan tenido relaciones con mujeres. El sacerdote Ajimélec, ante la petición de David “dame cinco panes o lo que haya”, le responde: “no tengo a mano pan común, sino pan consagrado; bastaría con que tus criados se hayan guardado al menos de mujer”. La respuesta de David: “Ciertamente. Siempre que salgo a luchar nos abstenemos de mujeres, y los criados se mantienen puros. Aunque es un viaje profano, hoy están puros sus cuerpos” (1S 21,4-6). El texto supone que el uso sexual, por sí mismo, vuelve “impuro” ante Dios. Impide cualquier relación o contacto con lo “santo, divino, sagrado”, como era el pan de las ofrendas. Como los sacerdotes judíos “solo debían consagrarse al culto durante determinados periodos, matrimonio y sacerdocio eran compatibles”.

Los sacerdotes del Nuevo Testamento, argumenta Benedicto XVI, tienen que celebrar regularmente la misa, incluso a diario. Luego “toda su vida está en contacto diario con el misterio divino. Eso exige por su parte la exclusividad para Dios. Quedan excluidos, por tanto, los demás vínculos que, como el matrimonio, afectan a la totalidad de la vida. De la celebración diaria de la Eucaristía, que implica un estado permanente de servicio a Dios, nace espontáneamente la imposibilidad de un vínculo matrimonial. Se puede decir que la abstinencia sexual, que antes era funcional, se convierte por sí misma en una abstinencia ontológica”... (o.c. p. 50ss).  

¿Quién puede creer hoy que el sexo activo impide contactar con Dios? Esta tesis no tiene fundamento ni humano ni divino. La carta a los Hebreos interpreta la vida de Jesús como sacerdocio: “por parecerse en todo a sus hermanos” (Hebr 2,17); “en los días de su vida mortal... proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito de Melquisedec” (Hebr 5,5-10). Toda su vida es ofrecida como amor fiel a Dios y a la humanidad: “Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos” (Hebr 9, 28). Su sacerdocio fue dar el amor de Dios: curar, alimentar, anunciar y vivir el Reino, formar comunidades de servidores diversos para continuar su tarea. A estos servidores el Nuevo Testamento no los llama “sacerdotes”. Sus nombres aluden a sus servicios: apóstoles, profetas, maestros, hacedores de milagros, curadores, benefactores, gobernantes... (1Cor 12,28). Otros nombres proceden de la sinagoga judía o de la sociedad civil: presbíteros (ancianos), supervisores (obispos), presidentes, dirigentes, esclavos (douloi), servidores (diakonoi)...

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