VÍACRUCIS DEL AMOR, SEGÚN SAN MATEO (Ciclo A)
Oración inicial
Hermanos: vamos a contemplar el camino de la cruz. Este año, siguiendo el ciclo litúrgico, lo contemplamos con los ojos del evangelista Mateo. Este evangelio puede considerarse, más que los otros, como un largo viacrucis. La cruz aparece enseguida sobre la vida de Jesús: en su nacimiento, en el discípulo que sigue su cruz, en su actividad misionera discutida y rechazada por muchos, en la muerte del Bautista que le sugiere su misma suerte... (Mt 2, 1-23; 10, 16-39; 11-12; 14, 1-12).
Jesús vive abrazado al amor del Padre. Amor que impide el abrazo al dinero, al poder, al éxito del egoísmo.
Jesús, el Hijo de Dios, es vulnerable, débil, sujeto a las leyes físicas y sociales, como “uno de tantos”. Él será protagonista de su fidelidad al amor y respeto al Padre, a los demás, a sí mismo. Ello le hará víctima de la conspiración de los dirigentes egoístas y la traición de algún amigo.
La pasión y muerte fue consecuencia de su vida. Murió asesinado porque los seres humanos mueren y asesinan. Murió así porque los hombres tratan así a quienes no piensan como ellos, a quienes se oponen a sus planes egoístas de vida, a quienes consideran un peligro para su poder, para su rango, para su supervivencia en una sociedad determinada.
“Por nosotros fue crucificado, muerto y sepultado”: para mostrarnos su amor fiel, para compartir nuestra condición, especialmente la de los perseguidos por la justicia, la libertad, el amor, la paz, la vida...
Merece la pena contemplar su amor sin medida, hecho respeto, a veces silencio, a veces queja dolorida... a Judas, a Pedro, a los discípulos dormidos, a quienes le detienen, al Sanedrín y al Sumo Sacerdote, a Pilato, al pueblo, a los soldados, a Dios mismo.
“Realmente éste era Hijo de Dios”, es la conclusión que se pone en boca de un no judío, de algún modo neutral, al contemplar la conducta de Jesús. Sólo un misterio de amor incondicional produce esta conducta no violenta, activa de justicia y de paz.
Su muerte es la muerte del Hijo del Amor, del Hijo de Dios.
1ª ESTACION: Los dirigentes y Judas traman la muerte de Jesús
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26,1-5.14-16.
ORACIÓN
Jesús del amor claro y decidido:
Sigue ocurriendo lo mismo: los que obran injustamente “se ponen de acuerdo para detenerte con astucia y darte muerte. Pero se decían: `Durante la fiesta no, que el pueblo podría alborotarse´”.
Queremos guardar las apariencias, recibir el aplauso, aparentar buen corazón.
Pero la injusticia sigue en pie.
La crisis económica recae sobre los más pobres:
- el dinero ha desaparecido, ocultado para mejor ocasión;
- los trabajos se han esfumado, nadie quiere invertir;
- las colas del paro han engordado, el trabajo “no vale”;
- los basureros están siendo expurgados, recogiendo las migajas que sobran;
- los profetas, como tú, Jesús, están siendo astutamente silenciados, marginados e incluso muertos.
“¿Cuánto me daríais si os lo entrego?” es la traición permanente que asedia a los pobres tentados por el poder y el dinero.
Ayúdanos, Jesús del amor, a ser fieles a la fraternidad, al esfuerzo por compartir, a no tolerar el hambre y la miseria, frutos siempre de la injusticia y el desamor.
Padre nuestro...
2ª ESTACIÓN: Jesús instituye la eucaristía en la última cena
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 19-29.
ORACIÓN
Jesús del amor a todos:
Hasta Judas, que te va a entregar, merece tu respeto y tu amor.
Tú no excluyes del abrazo a nadie.
Así podemos cantar tu amor imposible:
“el amor es paciente, servicial y sin envidia.
No quiere aparentar ni se hace el importante.
No actúa con bajeza, ni busca su propio interés...
Olvida las ofensas y perdona.
Siempre le agrada la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13, 4-7).
Al contemplar la cena con todos los discípulos y entregarles tu persona simbolizada en el pan y el vino, nos reafirmamos en tu amor sin medida:
“estamos seguros de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes espirituales, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean de los cielos o de los abismos, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios que encontramos en ti, Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8, 38-39).
Reaviva, Jesús de todos, esta experiencia cada vez que celebramos la eucaristía.
Que nuestra eucaristía esté abierta a todos.
Tú a nadie haces daño; al revés: tu vida siempre vivifica.
Padre nuestro...
3ª ESTACIÓN: Jesús, yendo a Getsemaní, anuncia el abandono de los suyos
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26,30-35.
ORACIÓN
Jesús comprensivo de nuestra debilidad:
Como los discípulos, también confiamos demasiado en nosotros mismos.
Nos creemos los mejores: pensamos que sólo en nosotros merece la pena confiar.
Exigimos los primeros puestos en todas partes.
Nos recomendamos como la mejor alternativa: somos sinceros, honrados, buscamos el bien de todos, etc.
Los demás –sobre todo si es otra alternativa de gobierno- son ineptos, sólo quieren enriquecerse, tienen afán desmedido de poder, no les importan los medios, están dispuestos a mentir, disimulan su errores, sobornan a quien haga falta...
Es nuestra vida esclavizada por el egoísmo.
Nos da miedo dedicarnos a amar, a comprender a todos, a reconocer la verdad de nuestras actitudes. Ayúdanos, Jesús de la verdad, a ser sinceros con nosotros mismos, a ofrecer lo que somos y tenemos sin trampas, a buscar el bien.
Que seamos humildes, buscando siempre el bien, aceptando a los demás, llevando con misericordia las debilidades propias y ajenas.
Padre nuestro...
4ª ESTACIÓN: Jesús, en medio de la tristeza, se dirige al Padre
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 36-46.
ORACIÓN
Jesús de la tristeza:
¡Cómo te comprendemos ahora, Jesús humano!
Queremos sentir tu tristeza y angustia ante lo que se te viene encima.
Acudes a la oración para decirle al Padre Dios “la tristeza de muerte” que te embarga.
Como el desahuciado por los médicos, el atrapado en un accidente sin salida, el acorralado por la incomprensión y la sed de venganza de sus enemigos...
Necesitas comprensión, compañía de los tuyos, conformidad ante lo irremediable, dar sentido a todo el sufrimiento que quieren descargar brutalmente sobre ti.
- “Padre, si es posible, aleja de mí esta copa.
Sin embargo, que no se cumpla lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.
Tu Dios, el Padre, “no duerme”, “siempre trabaja” y escucha la vida de sus hijos.
Su Espíritu ora en nosotros y nos induce a cumplir el amor, su voluntad.
Ese mismo Espíritu te llevó a ti, Jesús del amor, a dar la cara por la verdad de Dios, por la fraternidad que aquellos hombres “religiosos” hacían imposible.
Que tu Espíritu nos acompañe siempre, sobre todo cuando el amor se hace difícil.
Padre nuestro...
5ª ESTACIÓN: Jesús es detenido y encarcelado
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 47-57.
ORACIÓN
Jesús detenido y encarcelado:
Sientes la persecución, el odio homicida, que se centraliza en tu vida.
Como el obispo Romero, Luis Espinal, Ignacio Ellacuría y sus compañeros ante un piquete dispuesto a matar a quien no piensa como ellos.
¡Qué situaciones más brutales!
Un amigo te señala con un beso -¡qué perversión sacramental!- como blanco de un piquete armado hasta los dientes.
Otro amigo, indignado, responde al ataque con una espada y hiere a un criado, víctima también de la violencia.
Tu amor, convencido de que la violencia engendra violencia y sólo respondiendo amorosamente puede llegar la fraternidad, desaprueba toda violencia.
Dejas hacer, manifestando la injusticia que te causan “como si fueras un ladrón”.
Es la no violencia activa, que denuncia toda injusticia y defiende la dignidad y el amor a todos.
Jesús sencillo y humilde, danos la audacia de dar siempre amor, incluso ante el odio y la persecución.
Padre nuestro...
6ª ESTACIÓN: Jesús se reconoce Mesías e Hijo de Dios ante el Sanedrín
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 57-68.
ORACIÓN
Jesús, el Cristo, el Ungido, el Hijo del Dios verdadero:
En tu pueblo, en Nazaret, reconociste que el Espíritu de Dios estaba sobre ti, porque te había ungido para la dar la buena nueva a los más necesitados, y proclamar “el año de gracia del Señor”.
Con esta fuerza entregaste “el amor y la bondad” de Dios.
Hoy es la autoridad máxima del pueblo quien exige:
- “Yo te ordeno de parte del Dios verdadero que nos digas si tú eres el Ungido, el Hijo de Dios”.
No tienes ninguna duda:
- “Tú lo has dicho; además os digo que a partir de hoy veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo”.
Reconoces que Dios está contigo, y estará siempre con el Hombre que sólo sabe amar, y está dispuesto a entregar la vida para que todos sean hermanos.
- “Vosotros mismos acabáis de oír el insulto contra Dios”.
Los hombres de la institución se parapetan detrás de Dios, para defender sus leyes, sus costumbres, su vida al servicio de ellos mismos.
Desde el amor de Jesús, ¡cuántos modos, cuánta esclavitud, cuánta apariencia... tienen que caer!
Es más cómodo escupir al profeta, darle bofetadas y burlarse... que ponerse al servicio del Amor.
Jesús, Hijo del Dios verdadero: danos fortaleza para seguir en pie anunciando el amor y la libertad de toda persona, ungida por tu Espíritu.
Padre nuestro...
7ª ESTACIÓN: Pedro reniega de Jesús
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 69-75.
ORACIÓN
Jesús solo, ignorado por los amigos:
Estamos contemplando tu abandono progresivo en el amor.
Tú, que sólo querías amar como el Padre,
tú que brindabas tu amor a “justos e injustos”...
vas teniendo la oportunidad de amar, sin mezcla de egoísmo, a tus amigos más cercanos.
Hasta Pedro, cabeza y piedra del edificio de tu amor, te ha vuelto la espalda.
Su negación cobarde debió dolerte singularmente.
Ante el peligro de compartir tu sufrimiento, te ignora, reniega de tu amor.
En la gloria, el éxito, los honores, el poder, el dinero... los amigos se multiplican.
En la marginación, en el descrédito, en el fracaso moral... no sabemos “quién es ese hombre”,
o más cruel: “ese hombre no es nadie”.
Es la triste historia que se prolonga en la sociedad y en la misma Iglesia.
Jesús solo, ignorado por los amigos, danos tu Espíritu de amor inagotable:
- que, como el gallo, tu Espíritu nos cante que Tú no abandonas nunca a nadie;
- que nos asegure por dentro que “nada nos puede separar de tu amor”.
Padre nuestro...
8ª ESTACIÓN: Judas desespera de la bondad divina
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 3-5.
ORACIÓN
Jesús, amigo de Judas siempre:
Respetas la libertad de Judas que se deja seducir por los jefes religiosos.
La institución judía, el templo y sus leyes, su poder, honor y riqueza,
no podían mantenerse en pie con tus ideas de Dios y de fraternidad universal:
- “conviene que muera uno antes que todo nuestro pueblo”.
Ellos, los jefes, se consideran “el pueblo” religioso, la religión que Dios quiere.
Judas, guerrillero contra los romanos, se dio cuenta tarde de la maniobra de sus dirigentes.
Él no esperaba tu condena. Tal vez creía que tu detención sería un revulsivo contra los ocupantes.
El pueblo no permitiría que un hombre bueno fuera utilizado para someterles más.
Judas se arrepiente, devuelve el dinero: “he pecado entregando a la muerte a un inocente”.
¿Se ahorcó o murió accidentalmente como sugiere la versión de Lucas: en un campo
“cayó de cabeza, se reventó por la mitad y sus entrañas se derramaron” (He 1, 18)?
A pesar de su posible desesperación, “estamos seguros de que ni la muerte ni la vida,..., podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en ti, Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8, 38-39).
Judas es un manipulado por la institución, como tantos que callan, se dejan utilizar para gloria de la ley y sus representantes, colaboran contra la libertad, hunden a personas, marginan y olvidan.
“Deja estar tu conciencia, fray Martín; la única cosa segura es someterse a la autoridad establecida” (consigna del representante del Papa a Lutero. Ver en J. I. González Faus: La autoridad de la verdad. 2ª ed. Sal Terrae. Santander 2006. Pág. 87).
Está claro que tú, Jesús, seguiste tu conciencia frente a la autoridad establecida.
Jesús fiel: que no desesperemos nunca de tu amor incondicional.
Padre nuestro...
9ª ESTACIÓN: Jesús es condenado por Pilato
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 1-2. 11-26.
ORACIÓN
Jesús condenado por los jefes de los sacerdotes y las autoridades:
Tu condena a muerte es un caso claro de hasta dónde es capaz de llegar el poder cuando ve peligrar sus prerrogativas.
No sólo el poder civil. También quienes se creen dotados del poder de Dios.
El evangelio, los mejores sentimientos, la libertad de la fe, el mandato evangélico del amor a los enemigos... carecen de valor, se esfuman y se oscurecen ante el afán de control y dominio.
Tu condena a muerte se ha perpetuado en la historia.
Los disidentes siguen siendo enemigos a eliminar.
A la misma atrocidad llegó tu Iglesia: “quemar herejes no va contra el Espíritu Santo”, es una proposición sostenida por “los jefes de los sacerdotes y las autoridades” eclesiales (el Papa León X “condenó, reprobó y rechazó” tal proposición atribuida a Lutero. Ver en El Magisterio de la Iglesia: DS 1483, Dz 773).
Jesús, disidente desde el amor del Padre, conviértenos a tu amor.
Que la Iglesia, nuestra comunidad, nosotros, tratemos con tu mismo amor a los discordantes.
Que los escuchemos, dialoguemos incansablemente, respetemos sus derechos humanos, les amemos como tú, Cristo Jesús, nos amas.
También en su corazón habita tu Espíritu, aunque puedan dejarse llevar, como nosotros, por espíritus ajenos al tuyo.
Amar, hacerles el bien, compartir tu amor, siempre es voluntad del Padre.
Padre nuestro...
10ª ESTACIÓN: Jesús es coronado de espinas
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 27-31.
ORACIÓN
Jesús desnudo, ridiculizado, coronado de espinas, escupido, golpeado:
Te contemplamos privado de derechos humanos elementales: torturado física y mentalmente, hecho centro de burlas crueles, escupido, violada tu intimidad, golpeado impunemente.
Como “uno de tantos” detenidos, acorralados en peleas callejeras, disidentes políticos o ideológicos, herejes, etc..
Los soldados, siempre al amparo y defensa del poder, emplearán su fuerza bruta sin compasión.
En tu persona van a burlarse de los profetas y rebeldes de siempre.
Para el poder constituido no hay más profecía que el orden establecido.
El pueblo se entusiasma fácilmente con mesías, soñadores de reinos divinos, idealistas ridículos de los que hay que burlarse con toda crueldad.
Disfrazándote de rey, coronándote de espinas, dotándote de cetro ridículo, saludándote con ironía grotesca, golpeando tu cabeza, escupiéndote, arrodillándose ante tu ilusorio poder... expresan el desprecio por este pueblo fanático y con aires de grandeza.
Sólo la fuerza bruta y el poder hábilmente manejado tienen valor en este mundo.
La fuerza de la razón y la bondad son objetos de burla.
Jesús ultrajado, escarnecido: líbranos de toda tortura física o moral, de toda vejación de la persona humana, de toda situación infrahumana de vida, de toda clase de crueldad.
Que el maltrato nunca nos haga perder nuestra dignidad humana; siempre somos personas libres, hermanos de todos, hermanos tuyos, hijos del mismo Padre.
Padre nuestro...
11ª ESTACIÓN: Jesús es crucificado
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 32-44.
ORACIÓN
Jesús de la cruel agonía:
Algún alivio debió ser la ayuda de Simón de Cirene, para poder arrastrar la cruz hasta el calvario. Para todos es el Cireneo un modelo de discípulo que “carga con la cruz” siguiendo tu camino.
Por lo demás, tu martirio es escalofriante, sin cuidado paliativo alguno.
“Esperaste compasión, pero no ha hubo; antes pusieron ponzoña en tu alimento, y en tu sed te abrevaron con vinagre”.
“Se reparten tus vestidos y sobre tu túnica echan suerte”.
“Eres un gusano, no hombre, oprobio de la humanidad y mofa de la plebe...
Te confiaste a Yahvé, que Él te libre; te salve, ya que le amas” (Salmo 69,21-22; 22,19; 22, 7-9).
Te desacreditan aireando las acusaciones falsas de tu muerte: que destruirías el templo y haberte proclamado rey de los judíos.
Dios mismo te ha abandonado: ¿dónde está su poder y gloria?
El poder y la gloria, y la riqueza que los alimenta, están presentes en la institución judía, en el templo, en sus dirigentes que visten primorosamente y son venerados por el pueblo.
Tú no eres nadie.
Tu silencio supera la tentación de Mesías triunfante, político, poderoso... que había aparecido en el inicio de tu misión.
Tú quieres ser Hijo de Dios siguiendo el Espíritu de Dios, que trae buenas noticias para los pobres, para los oprimidos, para los enfermos, para los marginados, para los que carecen de vida.
Para ti, Jesús, ser Hijo de Dios es poner la confianza en su amor sin límites, vivir desprendido a favor de los hermanos, aceptar las limitaciones, respetar la libertad de todos, hacer la paz, promover bienes para todos, desarrollar la fraternidad.
Que tu martirio –tu testimonio- nos ayude a seguir tu camino en pobreza y humildad.
Padre nuestro...
12ª ESTACIÓN: Jesús muere entregando su espíritu
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 45-56.
ORACIÓN
Jesús, “verdadero Hijo de Dios”:
Es sobre todo ahora, cuando voluntariamente “entregas el espíritu”, cuando te reconocemos como “el hijo amado, el predilecto”, a quien el Padre nos encomienda escuchar.
La comunidad cristiana entiende tu muerte como un eclipse del sol –tú, luz del mundo-, que comparte nuestra tiniebla, que se volverá luz.
Tu grito no es de desesperación sino el inicio del salmo del justo abandonado por Dios, que termina reconociendo a Yahvé como “fortaleza suya”, y que “su alma vive para Dios”. Continuas la oración de Getsemaní: pase este cáliz...
Aceptas tu muerte en obediencia filial.
Somos mortales y libres, y hay libertades que matan a sus semejantes.
Víctima inocente –a nadie has hecho daño-, entregas amorosamente tu vida, sin pedir venganza, perdonando a todos, sin devolver mal por mal, como un verdadero hijo del Dios “que hace salir el sol y bajar la lluvia sobre justos e injustos”.
El odio no entiende tu vida entregada, y te ofrece el “vinagre” de la amargura y desprecio.
“La cortina del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo”.
El templo es ya tu cuerpo, tu persona, Jesús roto de arriba abajo.
“Arriba” está el Padre y “abajo” estás tú, dándonos el Espíritu de amor.
Este Espíritu conmueve la tierra y nos hace partícipes de la vida resucitada.
Tu muerte entregada conmueve a quienes la contemplan:
“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
A ella asisten “muchas mujeres que te habían seguido desde Galilea para servirte”.
“Seguirte y servirte” hasta la muerte es nuestra aspiración principal.
Te pedimos que nos ayudes a realizarla.
Padre nuestro...
13ª ESTACIÓN: Jesús en un sepulcro vigilado por los jefes judíos
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 57-66.
ORACIÓN
Jesús muerto y sepultado:
José de Arimatea “había sido discípulo” tuyo. Su apego a la riqueza le había impedido seguirte abiertamente. Cuando se entera de tu muerte, vuelve agradecido a colocar tu cadáver en su sepultura familiar. Para él todo ha terminado.
“Los jefes de los sacerdotes y los fariseos”, seguros de tu muerte, “sellan la piedra y ponen centinelas”. Nunca se fiaron de ti, de tus palabras de vida. Se vieron, más bien, agredidos por tus denuncias del templo, de su doble moral, de sus prácticas religiosas vacías de amor, de su afán de presumir, de mandar, de enriquecerse.
Si no se fiaban de ti –que avalabas palabras con obras-, ¿cómo se van a fiar de tus seguidores? Como ellos –“piensa el ladrón que todos son de su condición”-, serán capaces de todo con tal de conservar el poder, el prestigio, la explotación de una creencia. Podrían “robar el cuerpo y decir al pueblo que ha resucitado de entre los muertos. Este sería un engaño más perjudicial que el primero”.
Menos mal que los discípulos creyeron en tu vida resucitada, entregando la vida en pobreza y humildad, como tú. “No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy: en el nombre de Jesús de Nazaret, camina” (He 3, 6).
Vivir en tu amor será el único modo de anunciar y probar que tú, Cristo, vives.
Padre nuestro...
14ª ESTACIÓN: El resucitado se aparece a las mujeres
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 28, 1-10.
ORACIÓN
Jesús despertado de la muerte “el primer día de la semana”:
Tu resurrección nos descubre un mundo nuevo.
La dos mujeres, María Magdalena y la otra María, presienten en lo profundo de sus personas que “tú no estás en el sepulcro, has resucitado”.
Te habían oído decir que Dios, el Padre nuestro, ha unido a muertos y vivos, en la continuidad de su amor: “nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos; para él todos están vivos” (Mt 22,23-32; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-38).
Ellas, testigos de tu muerte y sepultura, “van a visitar el sepulcro”;
en medio de la duda, buscan al crucificado.
Pero “el ángel del Señor”, el espíritu de Dios, les asegura que tú vives, que has resucitado, que tienes otro modo de vida, que estás en el amor del Padre, que participas ya de su gloria siempre.
Se sienten enviadas a los discípulos para decirles que tú, Jesús de Nazaret, vas delante de ellos.
Que empiecen por Galilea, como tú, Jesús, a anunciar el reino de Dios.
En el camino del reino, en cualquier Galilea del mundo, “te verán” y sabrán que vives, les animas, les consuelas, les recuerdas tu vida y tus gestos.
Ahí estamos nosotros: en medio de la perplejidad, el miedo y la alegría, proclamando nuestra fe en tu amor, en tu Espíritu, que te ha resucitado y nos resucita al darnos tu mismo amor.
Padre nuestro...
15ª ESTACIÓN: El resucitado envía y acompaña siempre
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 28, 16-20.
ORACIÓN
Jesús resucitado, que vives en medio de todos:
Tu resurrección te hace presencia ilimitada.
Nos acompaña también la desconfianza, la debilidad de nuestra fe.
Sin embargo tu presencia, siempre acogedora, siempre perdonadora, sin reproches, como amor incondicional, fortalece nuestro vacilante corazón.
La paz que nos infundes conduce a escucharte, a reconocerte como hermano mayor, que ha experimentado el amor divino y nos lo quiere intimar.
Escuchamos tu palabra: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Es tu Espíritu que nos recuerda tu palabra y tu vida, nos conduce hacia la verdad, ilumina el ser hijos de Dios y hermanos de todos, nos empapa y envuelve en el amor del Padre y en el tuyo.
Es como el agua, llena de fuerza y de fecundidad; como el viento que corre llevando tu caricia y valor para trabajar por el bien de los hermanos; como la paloma que se posa y cobija y alimenta y da fruto de todo bien.
Que tu presencia resucitada nos haga testigos de tu evangelio, de tu amor.
Padre nuestro...
Podemos ir en paz...
Rufo González
Hermanos: vamos a contemplar el camino de la cruz. Este año, siguiendo el ciclo litúrgico, lo contemplamos con los ojos del evangelista Mateo. Este evangelio puede considerarse, más que los otros, como un largo viacrucis. La cruz aparece enseguida sobre la vida de Jesús: en su nacimiento, en el discípulo que sigue su cruz, en su actividad misionera discutida y rechazada por muchos, en la muerte del Bautista que le sugiere su misma suerte... (Mt 2, 1-23; 10, 16-39; 11-12; 14, 1-12).
Jesús vive abrazado al amor del Padre. Amor que impide el abrazo al dinero, al poder, al éxito del egoísmo.
Jesús, el Hijo de Dios, es vulnerable, débil, sujeto a las leyes físicas y sociales, como “uno de tantos”. Él será protagonista de su fidelidad al amor y respeto al Padre, a los demás, a sí mismo. Ello le hará víctima de la conspiración de los dirigentes egoístas y la traición de algún amigo.
La pasión y muerte fue consecuencia de su vida. Murió asesinado porque los seres humanos mueren y asesinan. Murió así porque los hombres tratan así a quienes no piensan como ellos, a quienes se oponen a sus planes egoístas de vida, a quienes consideran un peligro para su poder, para su rango, para su supervivencia en una sociedad determinada.
“Por nosotros fue crucificado, muerto y sepultado”: para mostrarnos su amor fiel, para compartir nuestra condición, especialmente la de los perseguidos por la justicia, la libertad, el amor, la paz, la vida...
Merece la pena contemplar su amor sin medida, hecho respeto, a veces silencio, a veces queja dolorida... a Judas, a Pedro, a los discípulos dormidos, a quienes le detienen, al Sanedrín y al Sumo Sacerdote, a Pilato, al pueblo, a los soldados, a Dios mismo.
“Realmente éste era Hijo de Dios”, es la conclusión que se pone en boca de un no judío, de algún modo neutral, al contemplar la conducta de Jesús. Sólo un misterio de amor incondicional produce esta conducta no violenta, activa de justicia y de paz.
Su muerte es la muerte del Hijo del Amor, del Hijo de Dios.
1ª ESTACION: Los dirigentes y Judas traman la muerte de Jesús
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26,1-5.14-16.
ORACIÓN
Jesús del amor claro y decidido:
Sigue ocurriendo lo mismo: los que obran injustamente “se ponen de acuerdo para detenerte con astucia y darte muerte. Pero se decían: `Durante la fiesta no, que el pueblo podría alborotarse´”.
Queremos guardar las apariencias, recibir el aplauso, aparentar buen corazón.
Pero la injusticia sigue en pie.
La crisis económica recae sobre los más pobres:
- el dinero ha desaparecido, ocultado para mejor ocasión;
- los trabajos se han esfumado, nadie quiere invertir;
- las colas del paro han engordado, el trabajo “no vale”;
- los basureros están siendo expurgados, recogiendo las migajas que sobran;
- los profetas, como tú, Jesús, están siendo astutamente silenciados, marginados e incluso muertos.
“¿Cuánto me daríais si os lo entrego?” es la traición permanente que asedia a los pobres tentados por el poder y el dinero.
Ayúdanos, Jesús del amor, a ser fieles a la fraternidad, al esfuerzo por compartir, a no tolerar el hambre y la miseria, frutos siempre de la injusticia y el desamor.
Padre nuestro...
2ª ESTACIÓN: Jesús instituye la eucaristía en la última cena
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 19-29.
ORACIÓN
Jesús del amor a todos:
Hasta Judas, que te va a entregar, merece tu respeto y tu amor.
Tú no excluyes del abrazo a nadie.
Así podemos cantar tu amor imposible:
“el amor es paciente, servicial y sin envidia.
No quiere aparentar ni se hace el importante.
No actúa con bajeza, ni busca su propio interés...
Olvida las ofensas y perdona.
Siempre le agrada la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13, 4-7).
Al contemplar la cena con todos los discípulos y entregarles tu persona simbolizada en el pan y el vino, nos reafirmamos en tu amor sin medida:
“estamos seguros de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes espirituales, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean de los cielos o de los abismos, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios que encontramos en ti, Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8, 38-39).
Reaviva, Jesús de todos, esta experiencia cada vez que celebramos la eucaristía.
Que nuestra eucaristía esté abierta a todos.
Tú a nadie haces daño; al revés: tu vida siempre vivifica.
Padre nuestro...
3ª ESTACIÓN: Jesús, yendo a Getsemaní, anuncia el abandono de los suyos
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26,30-35.
ORACIÓN
Jesús comprensivo de nuestra debilidad:
Como los discípulos, también confiamos demasiado en nosotros mismos.
Nos creemos los mejores: pensamos que sólo en nosotros merece la pena confiar.
Exigimos los primeros puestos en todas partes.
Nos recomendamos como la mejor alternativa: somos sinceros, honrados, buscamos el bien de todos, etc.
Los demás –sobre todo si es otra alternativa de gobierno- son ineptos, sólo quieren enriquecerse, tienen afán desmedido de poder, no les importan los medios, están dispuestos a mentir, disimulan su errores, sobornan a quien haga falta...
Es nuestra vida esclavizada por el egoísmo.
Nos da miedo dedicarnos a amar, a comprender a todos, a reconocer la verdad de nuestras actitudes. Ayúdanos, Jesús de la verdad, a ser sinceros con nosotros mismos, a ofrecer lo que somos y tenemos sin trampas, a buscar el bien.
Que seamos humildes, buscando siempre el bien, aceptando a los demás, llevando con misericordia las debilidades propias y ajenas.
Padre nuestro...
4ª ESTACIÓN: Jesús, en medio de la tristeza, se dirige al Padre
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 36-46.
ORACIÓN
Jesús de la tristeza:
¡Cómo te comprendemos ahora, Jesús humano!
Queremos sentir tu tristeza y angustia ante lo que se te viene encima.
Acudes a la oración para decirle al Padre Dios “la tristeza de muerte” que te embarga.
Como el desahuciado por los médicos, el atrapado en un accidente sin salida, el acorralado por la incomprensión y la sed de venganza de sus enemigos...
Necesitas comprensión, compañía de los tuyos, conformidad ante lo irremediable, dar sentido a todo el sufrimiento que quieren descargar brutalmente sobre ti.
- “Padre, si es posible, aleja de mí esta copa.
Sin embargo, que no se cumpla lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.
Tu Dios, el Padre, “no duerme”, “siempre trabaja” y escucha la vida de sus hijos.
Su Espíritu ora en nosotros y nos induce a cumplir el amor, su voluntad.
Ese mismo Espíritu te llevó a ti, Jesús del amor, a dar la cara por la verdad de Dios, por la fraternidad que aquellos hombres “religiosos” hacían imposible.
Que tu Espíritu nos acompañe siempre, sobre todo cuando el amor se hace difícil.
Padre nuestro...
5ª ESTACIÓN: Jesús es detenido y encarcelado
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 47-57.
ORACIÓN
Jesús detenido y encarcelado:
Sientes la persecución, el odio homicida, que se centraliza en tu vida.
Como el obispo Romero, Luis Espinal, Ignacio Ellacuría y sus compañeros ante un piquete dispuesto a matar a quien no piensa como ellos.
¡Qué situaciones más brutales!
Un amigo te señala con un beso -¡qué perversión sacramental!- como blanco de un piquete armado hasta los dientes.
Otro amigo, indignado, responde al ataque con una espada y hiere a un criado, víctima también de la violencia.
Tu amor, convencido de que la violencia engendra violencia y sólo respondiendo amorosamente puede llegar la fraternidad, desaprueba toda violencia.
Dejas hacer, manifestando la injusticia que te causan “como si fueras un ladrón”.
Es la no violencia activa, que denuncia toda injusticia y defiende la dignidad y el amor a todos.
Jesús sencillo y humilde, danos la audacia de dar siempre amor, incluso ante el odio y la persecución.
Padre nuestro...
6ª ESTACIÓN: Jesús se reconoce Mesías e Hijo de Dios ante el Sanedrín
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 57-68.
ORACIÓN
Jesús, el Cristo, el Ungido, el Hijo del Dios verdadero:
En tu pueblo, en Nazaret, reconociste que el Espíritu de Dios estaba sobre ti, porque te había ungido para la dar la buena nueva a los más necesitados, y proclamar “el año de gracia del Señor”.
Con esta fuerza entregaste “el amor y la bondad” de Dios.
Hoy es la autoridad máxima del pueblo quien exige:
- “Yo te ordeno de parte del Dios verdadero que nos digas si tú eres el Ungido, el Hijo de Dios”.
No tienes ninguna duda:
- “Tú lo has dicho; además os digo que a partir de hoy veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo”.
Reconoces que Dios está contigo, y estará siempre con el Hombre que sólo sabe amar, y está dispuesto a entregar la vida para que todos sean hermanos.
- “Vosotros mismos acabáis de oír el insulto contra Dios”.
Los hombres de la institución se parapetan detrás de Dios, para defender sus leyes, sus costumbres, su vida al servicio de ellos mismos.
Desde el amor de Jesús, ¡cuántos modos, cuánta esclavitud, cuánta apariencia... tienen que caer!
Es más cómodo escupir al profeta, darle bofetadas y burlarse... que ponerse al servicio del Amor.
Jesús, Hijo del Dios verdadero: danos fortaleza para seguir en pie anunciando el amor y la libertad de toda persona, ungida por tu Espíritu.
Padre nuestro...
7ª ESTACIÓN: Pedro reniega de Jesús
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 26, 69-75.
ORACIÓN
Jesús solo, ignorado por los amigos:
Estamos contemplando tu abandono progresivo en el amor.
Tú, que sólo querías amar como el Padre,
tú que brindabas tu amor a “justos e injustos”...
vas teniendo la oportunidad de amar, sin mezcla de egoísmo, a tus amigos más cercanos.
Hasta Pedro, cabeza y piedra del edificio de tu amor, te ha vuelto la espalda.
Su negación cobarde debió dolerte singularmente.
Ante el peligro de compartir tu sufrimiento, te ignora, reniega de tu amor.
En la gloria, el éxito, los honores, el poder, el dinero... los amigos se multiplican.
En la marginación, en el descrédito, en el fracaso moral... no sabemos “quién es ese hombre”,
o más cruel: “ese hombre no es nadie”.
Es la triste historia que se prolonga en la sociedad y en la misma Iglesia.
Jesús solo, ignorado por los amigos, danos tu Espíritu de amor inagotable:
- que, como el gallo, tu Espíritu nos cante que Tú no abandonas nunca a nadie;
- que nos asegure por dentro que “nada nos puede separar de tu amor”.
Padre nuestro...
8ª ESTACIÓN: Judas desespera de la bondad divina
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 3-5.
ORACIÓN
Jesús, amigo de Judas siempre:
Respetas la libertad de Judas que se deja seducir por los jefes religiosos.
La institución judía, el templo y sus leyes, su poder, honor y riqueza,
no podían mantenerse en pie con tus ideas de Dios y de fraternidad universal:
- “conviene que muera uno antes que todo nuestro pueblo”.
Ellos, los jefes, se consideran “el pueblo” religioso, la religión que Dios quiere.
Judas, guerrillero contra los romanos, se dio cuenta tarde de la maniobra de sus dirigentes.
Él no esperaba tu condena. Tal vez creía que tu detención sería un revulsivo contra los ocupantes.
El pueblo no permitiría que un hombre bueno fuera utilizado para someterles más.
Judas se arrepiente, devuelve el dinero: “he pecado entregando a la muerte a un inocente”.
¿Se ahorcó o murió accidentalmente como sugiere la versión de Lucas: en un campo
“cayó de cabeza, se reventó por la mitad y sus entrañas se derramaron” (He 1, 18)?
A pesar de su posible desesperación, “estamos seguros de que ni la muerte ni la vida,..., podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en ti, Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8, 38-39).
Judas es un manipulado por la institución, como tantos que callan, se dejan utilizar para gloria de la ley y sus representantes, colaboran contra la libertad, hunden a personas, marginan y olvidan.
“Deja estar tu conciencia, fray Martín; la única cosa segura es someterse a la autoridad establecida” (consigna del representante del Papa a Lutero. Ver en J. I. González Faus: La autoridad de la verdad. 2ª ed. Sal Terrae. Santander 2006. Pág. 87).
Está claro que tú, Jesús, seguiste tu conciencia frente a la autoridad establecida.
Jesús fiel: que no desesperemos nunca de tu amor incondicional.
Padre nuestro...
9ª ESTACIÓN: Jesús es condenado por Pilato
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 1-2. 11-26.
ORACIÓN
Jesús condenado por los jefes de los sacerdotes y las autoridades:
Tu condena a muerte es un caso claro de hasta dónde es capaz de llegar el poder cuando ve peligrar sus prerrogativas.
No sólo el poder civil. También quienes se creen dotados del poder de Dios.
El evangelio, los mejores sentimientos, la libertad de la fe, el mandato evangélico del amor a los enemigos... carecen de valor, se esfuman y se oscurecen ante el afán de control y dominio.
Tu condena a muerte se ha perpetuado en la historia.
Los disidentes siguen siendo enemigos a eliminar.
A la misma atrocidad llegó tu Iglesia: “quemar herejes no va contra el Espíritu Santo”, es una proposición sostenida por “los jefes de los sacerdotes y las autoridades” eclesiales (el Papa León X “condenó, reprobó y rechazó” tal proposición atribuida a Lutero. Ver en El Magisterio de la Iglesia: DS 1483, Dz 773).
Jesús, disidente desde el amor del Padre, conviértenos a tu amor.
Que la Iglesia, nuestra comunidad, nosotros, tratemos con tu mismo amor a los discordantes.
Que los escuchemos, dialoguemos incansablemente, respetemos sus derechos humanos, les amemos como tú, Cristo Jesús, nos amas.
También en su corazón habita tu Espíritu, aunque puedan dejarse llevar, como nosotros, por espíritus ajenos al tuyo.
Amar, hacerles el bien, compartir tu amor, siempre es voluntad del Padre.
Padre nuestro...
10ª ESTACIÓN: Jesús es coronado de espinas
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 27-31.
ORACIÓN
Jesús desnudo, ridiculizado, coronado de espinas, escupido, golpeado:
Te contemplamos privado de derechos humanos elementales: torturado física y mentalmente, hecho centro de burlas crueles, escupido, violada tu intimidad, golpeado impunemente.
Como “uno de tantos” detenidos, acorralados en peleas callejeras, disidentes políticos o ideológicos, herejes, etc..
Los soldados, siempre al amparo y defensa del poder, emplearán su fuerza bruta sin compasión.
En tu persona van a burlarse de los profetas y rebeldes de siempre.
Para el poder constituido no hay más profecía que el orden establecido.
El pueblo se entusiasma fácilmente con mesías, soñadores de reinos divinos, idealistas ridículos de los que hay que burlarse con toda crueldad.
Disfrazándote de rey, coronándote de espinas, dotándote de cetro ridículo, saludándote con ironía grotesca, golpeando tu cabeza, escupiéndote, arrodillándose ante tu ilusorio poder... expresan el desprecio por este pueblo fanático y con aires de grandeza.
Sólo la fuerza bruta y el poder hábilmente manejado tienen valor en este mundo.
La fuerza de la razón y la bondad son objetos de burla.
Jesús ultrajado, escarnecido: líbranos de toda tortura física o moral, de toda vejación de la persona humana, de toda situación infrahumana de vida, de toda clase de crueldad.
Que el maltrato nunca nos haga perder nuestra dignidad humana; siempre somos personas libres, hermanos de todos, hermanos tuyos, hijos del mismo Padre.
Padre nuestro...
11ª ESTACIÓN: Jesús es crucificado
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 32-44.
ORACIÓN
Jesús de la cruel agonía:
Algún alivio debió ser la ayuda de Simón de Cirene, para poder arrastrar la cruz hasta el calvario. Para todos es el Cireneo un modelo de discípulo que “carga con la cruz” siguiendo tu camino.
Por lo demás, tu martirio es escalofriante, sin cuidado paliativo alguno.
“Esperaste compasión, pero no ha hubo; antes pusieron ponzoña en tu alimento, y en tu sed te abrevaron con vinagre”.
“Se reparten tus vestidos y sobre tu túnica echan suerte”.
“Eres un gusano, no hombre, oprobio de la humanidad y mofa de la plebe...
Te confiaste a Yahvé, que Él te libre; te salve, ya que le amas” (Salmo 69,21-22; 22,19; 22, 7-9).
Te desacreditan aireando las acusaciones falsas de tu muerte: que destruirías el templo y haberte proclamado rey de los judíos.
Dios mismo te ha abandonado: ¿dónde está su poder y gloria?
El poder y la gloria, y la riqueza que los alimenta, están presentes en la institución judía, en el templo, en sus dirigentes que visten primorosamente y son venerados por el pueblo.
Tú no eres nadie.
Tu silencio supera la tentación de Mesías triunfante, político, poderoso... que había aparecido en el inicio de tu misión.
Tú quieres ser Hijo de Dios siguiendo el Espíritu de Dios, que trae buenas noticias para los pobres, para los oprimidos, para los enfermos, para los marginados, para los que carecen de vida.
Para ti, Jesús, ser Hijo de Dios es poner la confianza en su amor sin límites, vivir desprendido a favor de los hermanos, aceptar las limitaciones, respetar la libertad de todos, hacer la paz, promover bienes para todos, desarrollar la fraternidad.
Que tu martirio –tu testimonio- nos ayude a seguir tu camino en pobreza y humildad.
Padre nuestro...
12ª ESTACIÓN: Jesús muere entregando su espíritu
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 45-56.
ORACIÓN
Jesús, “verdadero Hijo de Dios”:
Es sobre todo ahora, cuando voluntariamente “entregas el espíritu”, cuando te reconocemos como “el hijo amado, el predilecto”, a quien el Padre nos encomienda escuchar.
La comunidad cristiana entiende tu muerte como un eclipse del sol –tú, luz del mundo-, que comparte nuestra tiniebla, que se volverá luz.
Tu grito no es de desesperación sino el inicio del salmo del justo abandonado por Dios, que termina reconociendo a Yahvé como “fortaleza suya”, y que “su alma vive para Dios”. Continuas la oración de Getsemaní: pase este cáliz...
Aceptas tu muerte en obediencia filial.
Somos mortales y libres, y hay libertades que matan a sus semejantes.
Víctima inocente –a nadie has hecho daño-, entregas amorosamente tu vida, sin pedir venganza, perdonando a todos, sin devolver mal por mal, como un verdadero hijo del Dios “que hace salir el sol y bajar la lluvia sobre justos e injustos”.
El odio no entiende tu vida entregada, y te ofrece el “vinagre” de la amargura y desprecio.
“La cortina del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo”.
El templo es ya tu cuerpo, tu persona, Jesús roto de arriba abajo.
“Arriba” está el Padre y “abajo” estás tú, dándonos el Espíritu de amor.
Este Espíritu conmueve la tierra y nos hace partícipes de la vida resucitada.
Tu muerte entregada conmueve a quienes la contemplan:
“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
A ella asisten “muchas mujeres que te habían seguido desde Galilea para servirte”.
“Seguirte y servirte” hasta la muerte es nuestra aspiración principal.
Te pedimos que nos ayudes a realizarla.
Padre nuestro...
13ª ESTACIÓN: Jesús en un sepulcro vigilado por los jefes judíos
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 27, 57-66.
ORACIÓN
Jesús muerto y sepultado:
José de Arimatea “había sido discípulo” tuyo. Su apego a la riqueza le había impedido seguirte abiertamente. Cuando se entera de tu muerte, vuelve agradecido a colocar tu cadáver en su sepultura familiar. Para él todo ha terminado.
“Los jefes de los sacerdotes y los fariseos”, seguros de tu muerte, “sellan la piedra y ponen centinelas”. Nunca se fiaron de ti, de tus palabras de vida. Se vieron, más bien, agredidos por tus denuncias del templo, de su doble moral, de sus prácticas religiosas vacías de amor, de su afán de presumir, de mandar, de enriquecerse.
Si no se fiaban de ti –que avalabas palabras con obras-, ¿cómo se van a fiar de tus seguidores? Como ellos –“piensa el ladrón que todos son de su condición”-, serán capaces de todo con tal de conservar el poder, el prestigio, la explotación de una creencia. Podrían “robar el cuerpo y decir al pueblo que ha resucitado de entre los muertos. Este sería un engaño más perjudicial que el primero”.
Menos mal que los discípulos creyeron en tu vida resucitada, entregando la vida en pobreza y humildad, como tú. “No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy: en el nombre de Jesús de Nazaret, camina” (He 3, 6).
Vivir en tu amor será el único modo de anunciar y probar que tú, Cristo, vives.
Padre nuestro...
14ª ESTACIÓN: El resucitado se aparece a las mujeres
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 28, 1-10.
ORACIÓN
Jesús despertado de la muerte “el primer día de la semana”:
Tu resurrección nos descubre un mundo nuevo.
La dos mujeres, María Magdalena y la otra María, presienten en lo profundo de sus personas que “tú no estás en el sepulcro, has resucitado”.
Te habían oído decir que Dios, el Padre nuestro, ha unido a muertos y vivos, en la continuidad de su amor: “nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos; para él todos están vivos” (Mt 22,23-32; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-38).
Ellas, testigos de tu muerte y sepultura, “van a visitar el sepulcro”;
en medio de la duda, buscan al crucificado.
Pero “el ángel del Señor”, el espíritu de Dios, les asegura que tú vives, que has resucitado, que tienes otro modo de vida, que estás en el amor del Padre, que participas ya de su gloria siempre.
Se sienten enviadas a los discípulos para decirles que tú, Jesús de Nazaret, vas delante de ellos.
Que empiecen por Galilea, como tú, Jesús, a anunciar el reino de Dios.
En el camino del reino, en cualquier Galilea del mundo, “te verán” y sabrán que vives, les animas, les consuelas, les recuerdas tu vida y tus gestos.
Ahí estamos nosotros: en medio de la perplejidad, el miedo y la alegría, proclamando nuestra fe en tu amor, en tu Espíritu, que te ha resucitado y nos resucita al darnos tu mismo amor.
Padre nuestro...
15ª ESTACIÓN: El resucitado envía y acompaña siempre
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos...
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de Mt 28, 16-20.
ORACIÓN
Jesús resucitado, que vives en medio de todos:
Tu resurrección te hace presencia ilimitada.
Nos acompaña también la desconfianza, la debilidad de nuestra fe.
Sin embargo tu presencia, siempre acogedora, siempre perdonadora, sin reproches, como amor incondicional, fortalece nuestro vacilante corazón.
La paz que nos infundes conduce a escucharte, a reconocerte como hermano mayor, que ha experimentado el amor divino y nos lo quiere intimar.
Escuchamos tu palabra: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Es tu Espíritu que nos recuerda tu palabra y tu vida, nos conduce hacia la verdad, ilumina el ser hijos de Dios y hermanos de todos, nos empapa y envuelve en el amor del Padre y en el tuyo.
Es como el agua, llena de fuerza y de fecundidad; como el viento que corre llevando tu caricia y valor para trabajar por el bien de los hermanos; como la paloma que se posa y cobija y alimenta y da fruto de todo bien.
Que tu presencia resucitada nos haga testigos de tu evangelio, de tu amor.
Padre nuestro...
Podemos ir en paz...
Rufo González