Valor para traspasar las tinieblas

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Esta última película de los hermanos Coen se adentra, como es norma en ellos, por las sombras de la violencia y del miedo original e íntimo para deambular por la melancolía y llegar, esta vez de forma más nítida, a un resquicio de luz. Probablemente empujados por la novela homónima de Charles Portis, su judaísmo de tono pesimista se abre a la esperanza, ayudado por los himnos protestantes del siglo XIX y bajo la inspiración de una obra maestra de la historia del cine como es "La noche del cazador".

Se trata, al igual que película de Laughton, de un relato de iniciación narrado desde la pespectiva de Mattie Ross - todo un descubrimiento Hailee Steinfeld-, una niña de 14 años, audaz pero sabia en su inocencia. La película comienza al llegar a Fort Smith para identificar el cuerpo de su padre asesinado. Desde allí emprende con determinación la búsqueda de Tom Chaney (Josh Brolin), el asesino para ponerlo ante la justicia en la que cree. Como si con ello diera cumplimiento a una misión sobrenatural que fuera encabezada con la cita bíblica con que comienza la película "El malvado huye aunque nadie lo persiga" (Prov. 28,1). Para esta búsqueda contará con una doble colaboración. Por un lado, un marshall casi acabado aunque con fama de duro, Rooster Cogburn, interpretado por Jeff Bridges que supera al John Wayne de la primera adaptación de la novela, en este caso dirigida por Henry Hathaway en 1969. Y por otro, el ranger de Texas LaBoeuf, interpretado por Matt Damon, que resulta interesante en su papel de hombre simple, bastante buena gente a pesar de sus motivaciones un tanto elementales.

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La película se va progresivamente centrando en la relación entre el viejo, perezoso y borracho marshall con el ojo derecho tapado (el izquierdo será el ojo inútil de Wayne en la primera adaptación) y la joven marcada por la gracia de una ingenua lucidez llena de aplomo. La pequeña comenzando su vida en el territorio salvaje del western, y Cogbum, el pistolero cínico, acabando su vida de superviviente sin certeza ni futuro. Y todo ello bajo un paisaje nevado, duro y sombrío fotografiado con rigor austero por Roger Deakins, colaborador habitual de los Coen, que describe un mundo donde es la naturaleza oscura la que parece colocar a los seres humanos en su sitio. Donde en el fondo la vida vale bien poco, sea en la horca como símbolo de una justicia bastante arbitraria, sea entre los defensores de la justicia que ya han olvidado la ley o entre los que huyen desempeñando con más o menos acierto su destino de malvados.

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La joven inicia su camino con una confianza heredada de la fe de su padre muerto: "nada es auténticamente libre, excepto la gracia de Dios". Tras las peripecias del itinerario iniciático la experiencia resulta sorprendente e inesperada. La gracia no se manifiesta como trasparente e inmediata, sino que aparece escondida tras el mal y la muerte, cuando menos cabe esperarla y de quien menos cabe esperarla. La densidad de los diálogos paradójicamente llenos de absurdo y sentido, permiten reconocer que en medio de la ironía todavía algo se puede esperar.

La música compuesta por Carter Burwell toma como base, por indicación de los Coen, himnos de oración que expresan la convicción creyente de la protagonista. Estas canciones del siglo XIX hacen que el camino sombrío de venganza y tristeza tenga un sentido que como queja espiritual se abre a la confianza. Resumirá esta perspectiva el himno "Apoyado en los brazos eternos" ("Leaning on the Everlasting Arms"). Ya este canto había tenido una significación ambigua en "La noche del cazador" cuando era puesto en boca del predicador asesino Harry Powel, inolvidable y terrible Robert Mitchum, y a la vez, y como conclusión, cantado por la valiente señora Cooper para vencer y salvar a los niños. En nuestra película expresará el acto generoso y salvador de Rooster Cogburn que en sus brazos salvará a la pequeña vengadora que ha sido herida por unas serpientes que actúan una sorprendente justicia.


Este fondo de fe hecha canto en los viejos himnos (“What a Friend We Have in Jesus,” “The Glory-Land Way) ya no será la fe ingenua del comienzo del recorrido. La caída a sido larga y profunda. La noche del salvaje oeste, origen de EEUU, es un símbolo del poder del mal hecho paisaje, actitudes y actos humanos. Pero desde allí, aunque la protagonista termine marcada podrá mirar con esperanza a la muerte. Más acá queda un rastro de bondad inesperada y tenue, más allá una tierra de Gloria hacia la que vamos de camino sostenidos en invisibles y eternos brazos.

No es fácil la esperanza que por fin brota en esta película de los Coen, algo que nos recuerda a Fargo (1996). Emerge tras un itinerario doloroso, con encuentros y desencuentros, perdida la ingenuidad y traspasada la muerte. Esperamos que como la citada alcance algún Oscar tras sus diez nominaciones.

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