Extraido de "Trazos de evangelio, trozos de vida" (PPC) Comienza el evangelio: Jesús es el Cristo (II Adviento)

Comienza el evangelio:  Jesús es el Cristo
Comienza el evangelio: Jesús es el Cristo Jose Moreno Losada

Nuestro adviento está abierto y es el momento de agacharse y contemplar cómo las correas de sus sandalias ya están desabrochadas porque camina por la libertad, porque ya está su Buena Noticia entre nosotros y nos abrazamos a él en los pequeños signos de liberación y de amor que están vivos en los más sencillos y comprometidos de la historia.

Ha sido toda una historia de preparación, siglos y movimientos espirituales y proféticos que han estado llamando a preparar caminos, que han gritado en los desiertos de lo humano para abrirse a una conversión verdadera, que acercara el perdón de un bautismo purificador y penitencial. Toda una historia en la que ha sido necesario abrirse a la verdadera imagen de Dios, el de la historia que se perfila en la fidelidad de la misericordia amorosa.

Evangelio: Marcos 1,1-8

bautismo
bautismo Jose Moreno Losada

Comienza el evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”». Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».

El bautismo esperado en el Espíritu Santo

Más de mil años de preparación en la historia de Israel para este anuncio tan sencillo: “comienza el evangelio…” Comenzar en lo oculto el misterio último que clarifica la plenitud de la historia en una humanidad bautizada con Espíritu Santo. Un hombre que es Evangelio y que sobrepasa toda medida y expectativa en la trascendencia de lo divino, ante quién la historia de la promesa de salvación cree que no merece agacharse para desatarle las sandalias, las del Evangelio vivo que nos trae la salvación radical del amor del Padre en el Hijo, y nos hace hijos en el Hijo.

La austeridad de Juan el Bautista nos muestra caminos de adviento, donde se elevan valles y se abajan montes, a la voz del que grita en el desierto:

Pablo se siente bautizado

“Angelines me dice que tengo que hablar con su hijo Pablo, de nueve años. Ha escuchado en catequesis la importancia de ser generosos y de compartir con los demás lo que tenemos y lo quiere vivir con una radicalidad que preocupa a su madre, todo lo que recibe de propina lo quiere echar en su hucha para los pobres, de vez en cuando lo trae a la parroquia para que yo se lo lleve a los más necesitados, a veces él va con su abuelo a llevar al centro hermano lo que pide a los reyes para los que no tienen. Como que no quiere permitirse caprichos pensando en los que necesitan. En broma le digo a su madre, que a lo mejor los que tenemos que cambiar somos nosotros y ser un poco más exigentes con nuestras formas de vivir y de gastar, renovarnos en el compromiso de ser más generosos y compartir con los que más lo necesitan. Hablé con Pablo para que equilibrara su yo con el nosotros, una generosidad felicitante. Pero me quedé con su testimonio profético. Hace unos días María, también en edad infantil, llegó a casa abrió la hucha y dividió en dos lo que tenía, la mitad para los pobres y la otra mitad para ella. Así iba preparando su donación para el día de la celebración de su primera comunión. En este caso me acordé de Zaqueo”.

Bautizarse y vivir en Cristo

Juan nos muestra cómo para abrirse a la acción de ese Dios tan cercano ha caminado por la austeridad, el silencio, el fracaso, la debilidad, la vulnerabilidad, bien ceñida la cintura en la experiencia de criaturas, con una alimentación de libertad y providencia, saltando sobre seguridades y éxitos depredadores de la verdadera humildad y de la fe auténtica. El bautista se presenta como el emblema de una búsqueda azarosa de lo humano ante el Dios que busca con sentido la felicidad y la gloria de la historia y de toda la creación.  Se trata del paso pascual del agua a la vida, al bautismo con Espíritu Santo.

Buscar es condición y posibilidad, es clave de itinerancia activa en lo profundo de uno mismo. Comienza el Evangelio en el interior callado y contemplativo de Jesús de Nazaret, en la vivencia de una encarnación que se muestra en la cotidianeidad de lo oculto, en lo pequeño de la aldea. No sólo se ha preparado la historia para el momento de esta revelación, en siglos de existencia vivida, sino que el propio mesías ha enraizado la clave del Evangelio en la profundidad e interioridad de su propia existencia, en una vida oculta abierta a la gracia y a la sabiduría que viene dada en peregrinación contemplativa de lo diario.

No hay evangelio que no venga del Espíritu acogido en el interior almado de lo humano, en la vivencia de la propia existencia que se levanta y se pregunta continuamente en el misterio del sentido y de la esperanza. La radicalidad del Bautismo de Jesús arranca en la propia vivencia de la existencia humana. Existir es entrar en el Bautismo, cuando se hace peregrinación y búsqueda. La aldea de su propio interior es el lugar habitado por el Espíritu en el que se puede bautizar toda la humanidad.

La historia y los profetas, significados por Juan, esperan esa acción transformadora del Espíritu que bautiza en la esperanza y el sentido de lo verdadero. Están deseando la llegada del Reino y lo esperan por los caminos de lo más humano y lo más sencillo, será este Jesús el Cristo, el Hijo de Dios. Él mismo se descubrirá en lo que le trasciende y le hace ser fundamento de una esperanza teológica, su filiación divina, en la sacramentalidad de lo limitado y lo pequeño. Se hará referencia pública de lo experimentado ocultamente, en la sencillez de la aldea y en la humildad del corazón. 

El Evangelio está en la vida y en la calle, toca reconocerlo con la mirada divina y con la pasión humana. Bautizarse en Cristo, recibir el Bautismo de su Espíritu Santo, es adentrarse en la contemplación de la humanidad desnuda, donde la voluntad del padre se cumple como en el cielo, ahora es por la tierra donde campea la acción salvífica sin vuelta atrás, ya se está celebrando públicamente un Bautismo de novedad y de vida. Ahora el Reino se proclama en las pequeñas acciones que son tan significativas como milagrosas. La salvación pasa por los milagros de los más pequeños que con su amor, en radicalidad desnuda, se muestran imbatibles ante el mal poderoso. Ahora es otro el poder y el espíritu que sondea para los que lo buscan y lo siguen.

 Hemos entrado en el espacio de la libertad recibida en el encuentro con Jesucristo. Ha comenzado el Evangelio del Cristo, del ungido, y avanza callado pero glorioso en lo profundo de todos los que lo buscan y lo esperan.

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