Mirad los lirios y los pájaros del campo... Dios y la iglesia en lo rural hoy (Visión de un joven profesional)

Hace unos días hablaba de una persona conocida que rompía con una trayectoria laboral que le daba buen sueldo pero no buena vida, hoy traigo a colación el testimonio y reflexión de un joven profesional, docente en instituto de Badajoz, Carlos, que ha encontrado en el pueblo de sus abuelos, Santiago del Campo (Cáceres) donde nacieron sus padres, el lugar de su paz y de su armonía. Conjunta la dimensión urbana de su profesión y su vocación rural, cada una le aporta elementos vitales fundamentales, incluida la vivencia de  una espiritualidad cristiana transversalizada por la ecología integral. Me parece de una riqueza extraordinaria su reflexión sobre lo rural, a partir de su propia vivencia.

La iglesia en lo rural

 Actualmente el ámbito rural no se caracteriza precisamente por su actividad eclesial, ni por el número de feligreses y menos aún por el número de jóvenes que asisten a la parroquia. En un porcentaje significativo de los pequeños municipios extremeños los menores de 40 años brillan por su total ausencia, y las personas que suelen asistir ( cada vez menos)  tienden a superar los 70 años.

Eucaristía

No obstante para alguien que intente buscar lo divino, el ámbito rústico tiene muchos tesoros escondidos para quien los desee encontrar. La propia palabra de Dios se vale de elementos del paisaje para manifestarse a los hombres. Podemos verlo cuando el profeta Elías ve a Dios en la sencillez del viento en el libro de Reyes, en el Génesis se produce una de las teofanías más importantes de la Biblia en la encina del Mambré.  Nuestro señor mismo sudó sangre en un olivo. Podrían haberlo hecho en un templo, pero no fue así. Eligieron al menos en esta vez a la naturaleza. La Biblia y la tradición santifican y dignifican el paisaje. Según lo eruditos ningún signo sagrado es dejado al azar, confiriendo a estos miembros de la naturaleza una relevancia que muchas veces se nos escapa.

Son en estos elementos sencillos, pero tan profundos que encierran para quien los procure, una enseñanza sin palabras que trasciende la forma y apuntan hacia algo más. El poeta Baudelaire, padre del Simbolismo francés, que intentaba ver en la naturaleza símbolos ocultos ya manifestó en su poema ‘Ascensión’ la proclama que sostenía ‘dichosos aquellos que se deleitan en las cosas mudas’.

Félix Rodriguez de la Fuente y su mística

Feliz Rodríguez

 Uno de los hombres más mediáticos del s. XX en España, Felix Rodríguez de la Fuente encontró en la naturaleza una fuente de mística. Llegó a pensar que el hombre era naturaleza pensante, y que una gran catedral podría ser destruida y reconstruida, pero no ocurriría eso con los animales, ya que eran obra de Dios y sólo él podía darles vida. Veía el campo español como un gran símbolo. Era muy místico, aunque poco doctrinario. Se consideró católico. En muchos de sus comentarios antropomorfizaba comportamientos animales como si éstos rindieran culto a la naturaleza. Era como si opinase que la naturaleza y el cosmos rindiesen culto a algo. En uno de los capítulos del ‘Hombre y la Tierra’ confesaba que le gustaría que eso fuera así, y lo sentía…  

Perspectiva franciscana del Cristianismo

Procesión

Haciendo un ejercicio de honestidad, encontrar estos pequeños tesoros en nuestros días no es fácil, el ámbito rural está infelizmente cada vez más desconectado de una cosmovisión franciscana del cristianismo que tanto podría enriquecerlo. Personalmente en mi pueblo, y varias pequeñas localidades en las que he estado ejerciendo mi labor docente, la Iglesia está cada vez mas alejada de la población. La Iglesia tiene que hacer un análisis muy serio sobre como afrontar esta realidad. Como llevar el evangelio a gente tan inmersa en una realidad tan distinta de la cristiana. Se adolece de una falta de plan. El Papa Francisco se ha referido algunas veces a las partes vaciadas y despobladas. Es una primera aproximación pero queda muchísimo por hacer. La Iglesia en el ámbito rural es vista en algunos casos con rechazo, en la mayoría con gran indiferencia, y en otros con cierta proximidad a través de las devociones populares que aún tienen algo de arraigo en algunos sectores, y que en mi humilde opinión no deben ser rechazadas. Devociones como el llamado rito de las ‘puficás’ en febrero, las procesiones, etc… aún atraen a algunas personas. Estos ritos que aún perduran en algunas personas jóvenes permiten que exista quizás aún una fe popular sencilla que a mí personalmente nutre parte de mi vida espiritual. Talvez no asistan a misa pero es mejor que nada.  He podido observar también que la visión de la Iglesia como institución en un pueblo varía enormemente en función del párroco asignado. Un cura que se acerca a la gente, se preocupa y ‘huele a oveja’ crea una opinión mucho más positiva. No obstante la falta de un sacerdote de manera continua dificulta la conexión emocional. En pueblos pequeños el contacto se restringe apenas a la misa dominical en grupos que no suelen superar las 30 personas, generalmente mayores, por lo que la continuidad a medio plazo está seriamente amenazada. Tampoco se puede descargar toda la responsabilidad en los sacerdotes. Las propias familias ya no evangelizan, o si lo hacen no suelen tener éxito. Muchos matrimonios cristianos de mediana edad no han conseguido que ninguno de sus hijos sigan manteniendo alguna relación con la Iglesia. No se puede generalizar, pero es una tendencia mayoritaria.

El mundo rural dada la pérdida de la práctica religiosa, así como la escasez de présbiteros hace que en muchos pequeños pueblos la figura del párroco se ha reducido a un contacto puntual en la misa dominical. Se ha perdido en muchos casos la figura del pastor que convive con sus ovejas.

El dolor de los pueblos

Se debe hacer un análisis social para saber de lo que adolecen nuestros pueblos. Es ahí donde la Iglesia podría encontrar un terreno fértil de aproximación. Infelizmente no es difícil encontrar casos de soledad en los núcleos rurales ( al igual que en núcleos urbanos) que debido a la falta de recursos laborales y culturales, algunas personas encuentran un bálsamo de falso alivio en el alcoholismo y la subvención. No es del todo infrecuente encontrar numerosos miembros de una familia conviviendo en su casa de origen con padres de avanzada edad cuyos ingresos se reducen a ayudas y temporalidad.

Hay un refrán que dice “pueblo pequeño infierno grande”. Opino que es un exagero. Es difícil encontrar la perfecta plenitud, la cuadratura del círculo, a veces el anonimato puede ser deseado, pero a la larga ( según mi experiencia) muchas veces no es la mejor opción. Aunque puedan existir rencillas familiares o enemistades personales, hay una tendencia en los núcleos rurales a velar por el vecino. Conozco casos de personas con grandes dificultades para socializar, que en la pequeña comunidad de unos pocos centenares han encontrado el amparo y el calor de una colectividad identitaria que constituye cada pueblo. El anonimato absoluto despersonaliza al individuo. No es extraño ver más casos de exclusión social y marginación en las urbes que en localidades de menos de mil habitantes. Los lazos familiares y vecinales entre los habitantes hacen que la completa exclusión de un individuo de la sociedad sea más difícil. No obstante hay excepciones. No se ha de tomar como una regla, sí como una tendencia. En los muchos años de vivencia rural he conocido muchos casos de marginación que han conseguido (siempre en la medida de la realidad de carácter de cada uno) cierta integración, y no una completa desligación del conjunto del vecindario.  En una ciudad, donde ni siquiera se conoce al vecino, una persona con escasa iniciativa o habilidades sociales, tiene una gran probabilidad de caer en una inercia mucho más preocupante.

Carlos

Corazón abierto y naturaleza trascendida

Encontrar pues una experiencia de Dios en estos ámbitos es quizás más difícil por no existir núcleos cristianos consolidados que compartan su fe. La propia Biblia nos habla de vivir en comunidad, pero no es imposible. El propio Libro de la Sabiduría en el Antiguo Testamento nos habla de la fascinación que produce en el hombre la belleza del universo estrellado. Esa admiración por lo creado nos conduce a que con los ojos del corazón nos hablen de su creador. El propio libro de la Sabiduría nos advierte que las religiones animistas adoraban al sol y la luna como si fuesen dioses. Ciertamente no lo son pero su contemplación nos puede llevar a Dios Padre. Personalmente cuando estoy en la naturaleza ciertas dimensiones de mi mismo emergen y el sentimiento de unidad con el Todo es mucho más notorio. Realmente yo noto que a muchos les ocurre lo mismo. Tienen una genuina experiencia espiritual pero no son conscientes de ello. Conozco gente de Bilbao, Madrid, etc.. que acuden al pueblo no necesariamente para ver gente, sino para ver naturaleza. No rechazan las amistades, pero anhelan pasar horas tomando el fresco por la noche en paz y silencio. Es casi oración y no lo saben. Esperan todo el año para tener una experiencia de este tipo que les permita recargar energías para su vuelta a la jungla de asfalto.

Cómo hablar de Dios en lo rural hoy

rural

¿Cómo hablarles a estas personas de Dios? ¿ Qué decirles? No me compete a mí dar respuesta a estas preguntas. Soy un simple laico. Sólo puedo dar respuestas de mi fé y vivirla en mi limitación, que es bastante grande. No obstante opino que algo es mejor que nada, y que la Iglesia con seriedad tiene que abordar una problemática tan compleja si no quiere verse excluida y olvidada de los pueblos. Se está a un paso de ello. Tal vez el acompañamiento y la ayuda a las personas mayores y/o excluidas sea la única y última salvación de la Iglesia. ¿Estaremos a la altura de ello?

Carlos Cambero

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