Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" (Ed. PPC) "Hazme justicia frente a mi adversario" Palestina ¿Un infierno?

"Hazme justicia frente a mi adversario" Palestina ¿Un infierno?
"Hazme justicia frente a mi adversario" Palestina ¿Un infierno? José

Como profesor de Escatología, en espacios de docencia teológica, alguna vez me acusaron de que yo negaba el infierno cuando hablaba de él más como una posibilidad real  que como algo que de facto se diera. Pero nunca obvié el sentido y la explicación de esta posibilidad real desde la realidad y las situaciones infernales que vive y sufre la humanidad. Ahora retomo la reflexión elaborada hace tiempo y la aplico al último acontecimiento que hemos vivido y presenciado desde todos los medios de comunicación en la tierra Palestina. El evangelio de este Domingo está a favor de esta reflexión.

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

Infierno

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se negó, pero después dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”». Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Lucas 18,1-8

Creer en la justicia

Cuando todo parece estar cuestionado, incluso la objetividad e independencia de los jueces, así como el orden mundial y las guerras que estamos viviendo. Ahora es momento de recobrar la fe en la justicia. Hacer justicia a la historia es justificarla, encontrarle su verdadero sentido. La bondad y felicidad de la humanidad se fragua en la relación de amor y de cuidados. Dios nos ha creado para el encuentro y la armonía que se basan en la dignidad de los que somos imágenes de su ser y de su modo relación, aquello que nos constituye en personas. Podemos ser y vivir al estilo y según Dios, movidos por el espíritu que reina en su seno trinitario. No hay nada de las otras personas que no tenga que ver conmigo y que no me afecte. Dejarse afectar por lo que acontece al otro, mi semejante y prójimo, es lo propio de Jesucristo, que no ha venido a condenar sino a salvar y dar su vida. Nada me es ajeno, nada.

El compromiso por la justicia y  la paz

No hay duda de que se dan situaciones infernales en la sociedad y en el mundo, y se han dado en todos los momentos de la historia. El momento actual no iba a ser menos, y aquí tenemos la crisis que cada día se despacha con noticias en los periódicos y en las televisiones que nos ponen los pelos de punta: desahucios, EREs, malas comunicaciones, violencia, maltrato a mujeres, suicidios… y la última masacre, llamémosla como la llamemos; y detrás de esas noticias sufrimiento y muerte.

 Cuando el ser humano llega a estas situaciones de sufrimiento que llevan a la muerte, hay que dejarse interpelar por ellas. Es cierto que puede haber bastante de enfermedad y de misterio personal en algunas de ellas, pero eso no debe obviar aquellas que nos hablan de un infierno creado humanamente, que exige responsabilidades objetivas y asunción de culpabilidades personales y sociales.

Lo que acabamos de ver en el conflicto de Palestina nos hablan de  una situación en la que se han dado todos los componentes de lo que caracteriza a lo infernal: condición de sufrimiento radical que permanece en el tiempo, ante el que no se pueda hacer nada y que nos espera solución alguna porque se presenta irreversible; situación radical de no vida y de muerte permanente que impide la esperanza por el  el terrorismo y la guerra junto a muchas otras realidades de sufrimiento: hambre, paro, droga, maltratos…; sin duda se presentan como situaciones infernales en el mundo.

Y son estos infiernos los que plantean una cuestión y reclaman una respuesta radical: ¿hay justicia y sentido en la vida? Si lo hay tiene que ser total y para todos. Ni que decir tiene que habrá sentido si hay vida recuperada y realizada; pero también el sentido requiere que no quede impune el que causa situaciones infernales, que hacen vivir en el infierno a los otros, en muchas ocasiones a los más débiles, sencillos y pobres de la sociedad. En ese sentido, las parábolas evangélicas cobran en la actualidad un valor iluminador tremendo, sobre todo dos de ellas:  la del rico Epulón y Lázaro, que hace que el rico tenga que encontrarse con el muro que él mismo levantó ante el pobre con su indiferencia y opulencia indolente, y la de aquel hacendado (Bancos) que ante la ruina pide al todopoderoso que le perdone su deuda (inyecciones de tesoro sin interés), pero al salir a la calle se encuentra con pobres que le deben poquitas cantidades (hipotecados), que le piden paciencia para pagarle, pero los entregan a la justicia, para ser vendidos ellos y a sus posesiones y se ven abocados a pagar  más de lo que deben, con intereses injustos e inhumanos. Claramente estas parábolas tan vivas demandan justicia y lanzan a los opresores a enfrentarse con la objetividad de su culpa y con la posibilidad real de su condena, de que ellos mismos están construyendo su propio infierno al crearlo para los demás.

Ciertamente esa es una de las razones en teología para hablar del infierno: las situaciones humanas infernales que reclaman objetivamente la responsabilidad y la culpa de los que las crean y las encaran con ellas para que teman lo que puede ser su propio futuro y cambien de actitud.

Como vemos actualmente hay que seguir hablando del infierno, que ahí está, pero con modos y lenguajes nuevos. Y lo que está claro en teología es que el Dios cristiano ni crea ni quiere el infierno, aunque es posible y real su existencia, y se fundamenta en el mal que el hombre puede realizar y que puede quedar fijado definitivamente para los que lo crean en la tierra a sus hermanos. Los cristianos y hombres de buena voluntad, ni qué decir tiene, que al igual que Dios; ni queremos, ni creamos, ni debemos dejar que otros produzcan situaciones infernales. Hablemos abiertamente contra el infierno de los sufrientes y débiles de la historia.

Ardua tarea tenemos los obispos y los curas si queremos explicar en las aulas de teología y en los púlpitos la posibilidad real del infierno,  aunque solo hay que poner en abierto todas las situaciones infernales que nos rodean de injusticia y sufrimiento radical y, desde ellas, hablar de la responsabilidad objetiva del pecado que las causa y las mantiene, y que provocan tanto dolor y desesperanza, amén de la libertad de la gracia de la salvación que se ofrece pero que de ningún modo se impone. Está visto que a nuestro Dios las imposiciones no le gustan nada de nada, y mucho menos las infernales.

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