¿A qué nos invita la Dilexi te?

Ojalá que esta exhortación no se quede simplemente en una sensibilización frente a los pobres, sino que desestabilice a la iglesia monárquica y clerical, a los grupos conservadores centrados en la doctrina o en la liturgia y a todo el pueblo de Dios que tantas veces acomoda la fe a sus privilegios y no asume la radicalidad de la revelación de un Dios que “se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9).
El 4 de octubre el Papa León XIV firmó la Exhortación Apostólica DILEXI TE “Sobre el amor hacia los pobres”. Este documento se dio a conocer el 9 de octubre y desde entonces ya son muchos los comentarios, apreciaciones y valoraciones de este documento. Me permito compartir algunas de las reflexiones que me suscitó su lectura.
“El amor a los pobres representa la prueba tangible de la autenticidad del amor a Dios” (n. 26)
Esta afirmación y muchas otras de la identificación de Cristo con los pobres me parecen fundamentales y decisivas para responder a tantas personas que escucho relativizando la centralidad de los pobres en la vida cristiana. También escucho a muchos relativizando la pobreza material, prefiriendo hablar de la pobreza espiritual. Esta exhortación no deja de señalar los números rostros de los pobres y de la pobreza, refiriéndose especialmente a los que no tienen medios de sustento material, los marginados socialmente, los que no tienen voz para dar voz a su dignidad, sus derechos, su espacio, su libertad y, por supuesto todos los rostros de la pobreza moral, espiritual, cultural (n. 9).
Otros también consideran que trabajar con los pobres lleva a descuidar a los ricos. La exhortación critica “la pastoral de élites que argumenta que, en vez de perder tiempo con los pobres, es mejor ocuparse de los ricos, de los poderosos y de los profesionales, para que, por medio de ellos, se puedan alcanzar soluciones más eficaces. Es fácil percibir la mundanidad que se esconde detrás de estas opiniones; estas nos llevan a observar la realidad con criterios superficiales y desprovistos de cualquier luz sobrenatural, prefiriendo círculos sociales que nos tranquilizan o buscando privilegios que nos acomodan” (n. 114).
“Las palabras fuertes y claras del evangelio deberían ser vividas sin comentario, sin elucubraciones y excusa que le quiten fuerza” (n. 28)
En consonancia con lo que ya decía el papa Francisco, León XIV también se pregunta por qué si las escrituras son tan claras, hay tantos que no admiten esta centralidad de los pobres (n. 23). Más aún la Palabra revelada es tan clara, tan directa, tan simple (al referirse a la centralidad de los pobres) que ninguna hermenéutica eclesial tiene derecho a relativizarla (n. 31). Y por si alguien tiene dudas, al hablar de los pobres no se refiere a beneficencia sino a la revelación de Dios (n. 5).
“Opción preferencial de Dios por los pobres, una expresión nacida en el contexto del continente latinoamericano (…) integrada en el magisterio de la Iglesia” (n. 16)
La exhortación reconoce el caminar magisterial (y porqué no decir teológico -aunque el documento no lo explicite-) latinoamericano con todo lo que este ha traído: las cuatro Conferencias Episcopales Latinoamericanas (Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida), la fundamentación bíblica (cap.2), patrística (cap.3) y magisterial (cap.4) de la inseparabilidad de la opción por los pobres y la vida cristiana. El Dios del Antiguo Testamento, amigo y liberador de los pobres, Aquel que escucha el grito del pobre e interviene para liberarlo (n. 17). Jesús, presentándose al mundo no sólo como Mesías sino como Mesías de los pobres y para los pobres (n.19). Los padres de la Iglesia con mensajes claros y contundentes: “no dar a los pobres es robarles, es defraudarles la vida, porque lo que poseemos les pertenece” (Crisóstomo) (n. 42) o “lo que no das al pobre no es tuyo, es suyo” (Agustín) (n. 43).
“Se recomiendan las obras de misericordia como signo de autenticidad del culto” (n. 27)
En tiempos en que algunos pretenden instalar un culto más ritual que existencial, la exhortación vuelve sobre el sentido verdadero del culto. “El rigor doctrinal sin misericordia es una palabra vacía” (n. 48). “No se puede rezar ni ofrecer sacrificios mientras se oprime a los más débiles y los más pobres (n. 17). “En el centro de la liturgia cristiana, no se puede separar el culto a Dios de la atención a los pobres (Justino)” (n. 49). “Aprendamos, pues, a reflexionar y a honrar a Cristo como Él quiere. Cuando queremos honrar a alguien, debemos prestarle el honor que él prefiere y no el que más nos gusta (…) Así también tú debes prestarle el honor que Él mismo ha ordenado, distribuyendo tus riquezas entre los pobres. Dios no necesita vasos de oro, sino almas de oro (…) si los fieles no encuentran a Cristo en los pobres a su puerta, tampoco lo encontraran en el altar (…) (San Juan Crisóstomo)” (n. 41). “Así pues, la caridad no es una vía opcional sino el criterio del verdadero culto” (n. 42).
“Es preciso seguir denunciando la dictadura de una economía que mata” (n. 92)
Aunque la exhortación es más eclesiológica que social, no deja de hacer referencias explícitas a la necesidad de un compromiso con los pobres que denuncie las estructuras de pecado y la mentalidad que pone en la acumulación la solución de los problemas sin darse cuenta lo absurdo de ello. “Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e impecable sus leyes y sus reglas (…) aunque no falten diferentes teorías que intentan justificar el estado actual de las cosas, o explicar que la racionalidad económica nos exige que esperemos a que las fuerzas invisibles del mercado resuelvan todo, la dignidad de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana (n. 92). “En Dilexit nos el Papa Francisco nos ha recordado cómo el pecado social toma la forma de ‘estructura de pecado’ en la sociedad (…) se vuelve normal ignorar a los pobres y vivir como si no existieran. Se presenta como elección racional organizar la economía pidiendo sacrificios al pueblo, para alcanzar ciertos objetivos que interesan a los poderosos; mientras que a los pobres solo les quedan promesas de ‘gotas’ que caerán, hasta que una nueva crisis global los lleve de regreso a la situación anterior” (n.93). Estas afirmaciones cuestionan profundamente la actitud de tantos cristianos que apoyan esa economía de muerte con la elección de gobiernos con este tipo de visión que se fortalecen cada vez más en nuestro mundo.
La exhortación también se refiere al a degradación ambiental (n. 96), la importancia de los movimientos populares (n. 80) y sociales, especialmente superando “la idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres, pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos” (n. 81)
“La vida consagrada es un camino de amor en las periferias existenciales del mundo” (n. 78)
La Exhortación hace referencia a la vida monástica y consagrada como experiencias concretas a lo largo de la historia de compromiso con los pobres, sea con la asistencia a los más vulnerables (n. 56-s7), o respondiendo al drama de la esclavitud y el cautiverio (n. 59-60), o haciéndose pobre con ellos (63), o con la educación de los pobres (n. 68.72) o el acompañamiento a los migrantes (n. 75).
“El cristiano no puede considerar a los pobres solo como un problema social (…) son de los nuestros” (n. 104)
Este aspecto es muy importante porque nos recuerda que los pobres no son objetos sino sujetos. “No se trata de llevarles a Dios sino de encontrarlo entre ellos. No es un gesto de arriba hacia abajo, sino un encuentro entre iguales” (n. 79). Dejarnos evangelizar por los pobres y reconocer la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos (n. 102)
“Se pide a la Iglesia una opción firme y radical en favor de los más débiles” (n. 16)
Este último aspecto que resaltamos intenta ser la respuesta a la pregunta con la que iniciamos esta reflexión. La Dilexi te le pide al a Iglesia un compromiso con la transformación social. Si retomamos las citas bíblicas con las que comienza el documento (Ap 3, 8-9 y Lc 1, 52-53) que sirven de orientación, Dios mismo se compromete con cambiar las situaciones y, por eso, el llamado es a “participar en su obra de liberación, como instrumentos para la difusión de su amor” (n. 2). “Si (la Iglesia) quiere ser de Cristo, debe ser la Iglesia de las Bienaventuranzas, una Iglesia que hace espacio a los pequeños y camina pobre con los pobres, un lugar en el que los pobres tienen un sitio privilegiado” (n. 21). Según el testimonio de los Padres, la Iglesia aparece como madre de los pobres, lugar de acogida y justicia (n. 39) La misión de la Iglesia, cuando es fiel a su Señor, es siempre proclamar la liberación (n. 61).
Finalmente, en referencia a la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) queda muy clara la invitación o exhortación que se nos hace: “Ve y procede tú de la misma manera” (n. 107).
Para seguir pensando…
El magisterio pontificio continua en deuda con las mujeres. Aunque explícita la pobreza vivida por ellas: “exclusión, maltrato, violencia, menos posibilidades de defender sus derechos y denuncia la organización de las sociedades en todo el mundo que todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones” (n. 12), ¿por qué no es capaz de mirarse a sí misma y darse cuenta su incoherencia frente la igualdad de las mujeres en la Iglesia?
Sigue presente ese pensamiento dual en el que no se valora la organización social como espacio real de la presencia de Dios en el mundo y por eso se advierte que la Iglesia se diferencia “tanto en las motivaciones, el etilo y las actividades de cualquier otra organización humanitaria” (n. 103) ¿no sería ya hora de vivir en un único plano de la realidad y unir fuerzas con todos aquellos que construyen humanidad donde sin duda la gracia de Dios está presente? Talvez por esta visión, la exhortación adolece de darle un protagonismo al laicado y solo hace referencia a comunidades religiosas. Tampoco explicita la pobreza vivida por los pueblos indígenas y afro y mucho menos a la población LGTBIQ+, todos ellos preferidos de Dios por la exclusión sistemática que sufren por su condición étnica o su opción sexual.
Ojalá que esta exhortación no se quede simplemente en una sensibilización frente a los pobres, sino que desestabilice a la iglesia monárquica y clerical, a los grupos conservadores centrados en la doctrina o en la liturgia y a todo el pueblo de Dios que tantas veces acomoda la fe a sus privilegios y no asume la radicalidad de la revelación de un Dios que “se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9).