Iglesia samaritana(2)

Al hilo del Papa Francisco

II.- Una Iglesia arriesgada: “Que no nos venza el miedo y el pesimismo, tentaciones del maligno” (Papa Francisco)

La salvación y la realización eclesial – su misión- no llegan por la seguridad, sino por el riesgo de la entrega: “El que quiera ganar su vida la perderá y el que esté dispuesto a perderla la ganará” (Mc 8,35). Lo mejor de la Iglesia no se desarrolla realmente cuando el criterio es la seguridad o conservación –provocados por el miedo- sin más frente a los otros. Cuando el criterio es la seguir dad, nos buscamos a nosotros mismos y nos encerramos poniendo límites a los de fuera y, sin darnos cuenta, así nos los ponemos a nosotros mismos. Jesús lo tiene claro: la persona y la comunidad cristiana se realiza y se enriquece cuando se abre y arriesga sin miedo para realizar los deseos y sueños más profundos y comprometidos.

Jesús hizo de su vida un proyecto arriesgado, y así lo mostró sin engaño: “El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” (Lc 9,24). Es la cruz de la coherencia que lleva a la vida auténtica del resucitado. Y cuando le invitan a la seguridad mundana, evitando el riesgo de su proyecto, lo rechaza bruscamente: “Apártate de mí, Satanás, piensas como los hombres, no como Dios” (Mc 8,33). Dios piensa de otra manera, no hay duda; según Jesús y su vida, “se despojó de su rango, haciéndose uno de tantos y llegando incluso a la muerte y una muerte de cruz” (Flp 2,7-8). La clave del riesgo está en darse: “Cogió el pan lo partió y se lo dio diciendo: tomad comed, esto es mi cuerpo que será entregado...” (Mt 2,6,26). Hoy, en nuestro mundo, es una revolución coger trozos de vida y darlos gratuitamente a lo comunitario y generosamente a lo público.

Ahí está la antigua y la nueva evangelización pero, sobre todo, el camino de la Iglesia auténtica. El carácter secular de la acción católica, y sus movimientos especializados, y su misión en medio del mundo y de los ambientes hoy se hace imprescindible en su querer ser fiel a la misión evangelizadora de la Iglesia sin más.

Las pastoral Universitaria ha de rehacerse y recrearse en este momento que se presenta lleno de posibilidades, siempre que sepamos estar con claves de levadura y sal, para iluminar y servir desde lo que es propio y fundamental para la universidad. No se trata de ir a pescar, sino a liberar y conectar saber y sabiduría en lo profundo. Para esto ha y que salir de zonas de defensa y de seguridad, de reconocimientos adquiridos en otras épocas, y comenzar a caminar universitariamente a la intemperie pero con profundidad y radicalidad, que lo demás se nos dará por añadidura.
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