Nuestras celebraciones están fallidas y lo sabemos ¿Nuestras celebraciones tiene algo de transfiguración? A propósito del congreso sobre "primer anuncio"

¿Nuestras celebraciones tiene algo de transfiguración? A propósito del congreso sobre primer anuncio
¿Nuestras celebraciones tiene algo de transfiguración? A propósito del congreso sobre primer anuncio

La iglesia española ha vuelto a convocar a un congreso de apostolado seglar para continuar con los pasos - se le llama proceso- de la nueva evangelización en el protagonismo laical. En este caso era para reflexonar acerca del primer anuncio, en el que se intenta llegar a la generalidad de la sociedad con modos nuevos que provoquen y convoquen. Algunos hablan de buscar recetas, otros dicen que no hay recetas sino procesos. Pero la verdad que las cuestiones fundantes y sencillas pocas veces entramos en ellas. El proceso sinodal lo ha intentado, pero nos cuesta entrar en lo que nos propone con verdad. Al hilo de este congreso, nuevamente de cientos de personas, planteo una cuestión que me parece de base y que requiere respuesta práctica por parte de muchos de los que andamos en los caminos del ministerio sacerdotal. ¿Que está pasando con las celebraciones religiosas en nuestra iglesia española, en nuestras diócesis...?

¿Nuestras celebraciones anuncian algo?  A propósito del primer anuncio

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iglesia-parroquia-de Jose Moreno Losada

Ayer escribía en otro foro, una reflexión en torno a cuestiones muy sencillas, aunque significativas de elementos de la liturgia en los que la presiden cuando estas son solemnes y especialmente episcopales, lo hacía en conexión con el congreso sobre el primer anuncio que se acaba de celebrar. Pero mi reflexión sigue abundando y hoy la refiero a las celebraciones religiosas en general, me pregunto sobre la dimensión litúrgica de nuestra fe y su conexión con lo que llamamos primer anuncio dirigido tanto a los que no han tenido contacto con la fe cristiana, como aquellos que lo tuvieron en origen y ya han olvidado, y los que se han enfriado o se están alejando poco a poco ahora mismo. La inquietud de la nueva evangelización tiene deseo de contactar y comunicar con todas las personas de un modo nuevo y vivo. Considero que la reflexión de esa renovación ha de pasar por nuestro modo de celebrar actualmente en nuestros espacios eclesiales, que tan conectados han estado, y aún perviven, con el elemento social y cultural de nuestra sociedad. La cuestión a plantear es muy sencilla:

 ¿Las celebraciones que estamos realizando hoy transmiten y son anuncio para los que de una manera u otra tienen contacto –ya sea activo, pasivo o indiferente-  con ellas?

Intento compartir interrogantes que me surgen desde mi ser ministerial y quehacer pastoral en la Iglesia: ámbito parroquial, universitario, profesional, movimientos apostólicos, niños, ancianos, familia, etc.

Cuestión central de arranque:

 ¿Qué anuncian nuestras celebraciones litúrgicas?

 Son miles, cientos de miles, millones …diarias, semanales, temporales, anuales, festivas, naturales… ¿el tono transversal de todas ellas como lo podríamos calificar?: Fijismo o dinamismo, uniformidad o unidad, vivencias o ritos, repetición o novedad, pasividad o participación, creativas o rigoristas, emociones o sentimientos profundos y elaborados, credos vivos o aprendidos... acercan o alejan, quienes quedan en los espacios ordinarios y cómo celebran.

Pero vayamos desgranando poco a poco la amplia realidad y espectro celebrativo, en un marco de sociedad secular que vamos notando alejada y fría:

¿Qué celebraciones litúrgicas estamos celebrando?

Cada año hacemos números y cuantificamos celebraciones, la conferencia episcopal las recaba y nos la da en cifras con motivo del día de la Iglesia: millones de celebraciones eucarísticas, a diario y repetidas, con homilías semanales, bautismos, primeras comuniones, confesiones, confirmaciones, matrimonios, ordenes sagradas, unción de los enfermos…. Y montones de otras: el culto en torno a la muerte, entierros, funerales, ritos de misas de difuntos, horas santas, liturgia de las horas, cofradías y asociaciones múltiples, instituciones…  Llegamos a multitud de personas en edades, situaciones, contextos, niveles, emociones, tan plurales. Pero comencemos con la pregunta primera acerca de quiénes las celebran.

¿Quiénes celebran?

Ni que decir tiene que casi todas ellas tienen “Celebrantes, presidentes” que determinan de un modo singular casi la totalidad de ellas, y de modo casi exclusivo lo ejerce el clero. Rodeados sí, pero con el protagonismo prioritario y casi único. Los que alguna vez tienen algo de participación más bien lo entienden como ayuda al cura que tiene la misión y la obligación, por profesión. Y además piensan que los sacerdotes están más cerca de Dios por ello, una visión del sacerdocio muy singular teológicamente y profesionalizada.

Ahora bien ¿quiénes asisten?  Aquí merece la pena detenerse y observar con paz y cuidado, de cara a lo que llamamos anunciar el evangelio y también lo que denominamos primer anuncio.

  • - Los de siempre, los más piadosos.
  • - Los que están activos en la iglesia.
  • - Los consagrados.
  • - Los de espiritualidades piadosas y sacramentales.
  • - Los dominicales y ocasionales de continuidad con costumbres religiosas e identitarias.
  • - Los que tocan la religiosidad y piedad popular.
  • - Los de acercarse en tiempos solemnes sagrados.
  • - Las celebraciones sacramentales socializadas, aunque ya más secularizadas, iniciación y momentos sagrados de vida. Asisten interesados y familiares y amigos.
  • - El dolor y la muerte es un momento también de presencia y asistencia, no sólo de los directos sino también de los cercanos a los que fallecen, entre lo religioso y lo social.

¿Nuestras celebraciones se dirigen y elaboran, se preparan teniendo en cuenta a los que asisten y con el deseo de que sean celebrantes, o al menos, puedan atisbar algo de anuncio vivo para ellos y sus vidas en esas circunstancias? Esta ha de ser pregunta ineludible y prioritaria hoy, si de verdad nos preocupa el primer anuncio. No hay duda de que todas las celebraciones hoy necesitan un talante que lleve el anuncio con novedad y con carácter de convocatoria inicial, e invitación… es un momento especial de verdadero primer anuncio. Seamos sinceros y pensemos si no se celebran de modo repetitivo y considerado como ya de iniciados, o de trámites… Podría poner mil ejemplos de anécdotas  en espacios clericales sobre este tema: desde sentirse ridículos en la celebración de un matrimonio y otros sacramentos, o deseo de no celebrar porque nadie le había contestado nada en una liturgia eucarística de funeraria, de hacerlo rápido para acabar cuanto antes con aquel simulacro, de celebrar misas como churros y rápidas en un domingo a pocas personas distintos sitios muy cercanos… La pregunta se hace necesaria: ¿realmente celebra el celebrante (presidente) o aguanta y da el servicio? ¿Sólo celebra él? ¿Para quién celebra realmente y con quiénes? ¿De quién y cómo depende este tema? ¿Por qué no se toma en cuenta y se buscan nuevos modos?

¿Quién celebra y para quién?

 Es y ha de ser hoy una cuestión fundamental: ¿Quién participa en celebraciones donde se pueda llegar a sentir que están celebrando y que forman parte de esa celebración? ¿Experimentan que lo que se está celebrando tiene que ver con su vida y con lo que se ha preparado y con el motivo por el que han venido?  ¿Preparar la celebración para quién, con quién y de qué modo…? O según caiga. Cada día me interrogo más en este sentido. No todo vale y sin embargo todo se puede transformar y cuidar. La eucaristía no puede ser un paquete compacto “misa”, que vamos colocando los profesionales donde nos parece por inercia y rutina. No creo que la solución sea hacer frontera y rechazar, pero todo ha de estar dirigido para llegar a ser celebrativo en el nivel que sea posible, aunque sólo quepa a veces el rasgo sencillo de un primer anuncio, donde los participantes pueden atisbar algo de misterio y de sentido, que también ellos podrían llegar a alcanza y sentir en sus vidas algún día, y que no les es extraño. Hemos de purificar en este sentido algo esencial con respecto a lo que celebramos:

¿Qué se celebra?

Una necesidad social, de rutina, eclesiástica o una verdad de vida… un momento o un proceso…. Una relación con Dios y la comunidad… o un rito ante lo divino y su poder…

La revisión de lo que se celebra necesita recuperar la conexión entre la liturgia en su verdad y la vida de los que asisten, el momento vital e histórico que nos rodea, las vivencias de la comunidad y de lo humano.  Es urgente recuperar la comunión entre la eucaristía y la historia, el sagrario y la vida, el proceso y el perdón, la palabra y la escucha, la lectura creyente de la vida y de los signos, el misterio de lo contemplado y celebrado, el dolor y la esperanza, la muerte y la resurrección, los gestos y las posturas…. La comunión de sentimientos y cuidados. Debe acabarse la inercia, la repetición sin más, la costumbre, los ritos ya estipulados sin contenido, la manipulación de un falso ex opere operato.

En nuestros procesos de formación y de personas que suelen celebrar, ¿Llegan a sentir y celebrar de corazón desde su ser y su vivir, se sienten parte implicadas? Esto es fundamental en una liturgia de vida y verdad. Que la celebración llegue a ser de la comunidad… y me identifique… que ir a celebrar sea y a formar parte de la comunidad que celebra…Esa dimensión de comunidad en la celebración es esencial a ella misma, y determina que lo sea o no lo sea, tanto en su dimensión celebrativa como cristiana. Ya sé que es mucho más fácil preguntar, interpelar, que comprometerse y ofrecer caminos, que ensayar en el mejor sentido del término y buscar creativamente como le corresponde a la iglesia como madre y maestra, como espacio realmente catecumenal. Todos sin excepción, especialmente los ministerios ordenados, tenemos que cuestionarnos personalmente, en equipo y en comunidad acerca de la pedagogía de nuestras liturgias, perspectiva que siempre ha formado parte de ellas:

¿Realizamos modos de celebrar pedagógicos que son capaces de iniciar un anuncio, despiertan algo nuevo en los olvidados, les transmiten consuelo, ánimo, esperanza… los gestos, palabras, ritos…? Celebramos sin más como ya está estipulado y repetimos –incluso con perfección y rigorismo- o tenemos en cuenta la pedagogía a la hora de celebrar pensando en los que están presentes en ese rito y momento.

¿Nos educamos procesualmente para llegar a celebrar con madurez y verdad sacramental?  Me refiero tanto a los que participan como a los que presiden. Se trata de adentrarnos en procesos nuevos y modos creativos de celebrar, aceptando que los que estamos realizando están agotados y periclitados, que no están respondiendo realmente al hombre de hoy, ni a los procesos de caminar creyente que hemos de crear y acompañar en el nuevo contexto.

Permitidme que haga una referencia a lo que ayer me hacía entrar en esta reflexión teniendo en cuenta dos celebraciones que se estaban realizando en el mismo tiempo, que no eran contrarias, quizá complementarias, pero muy distintas en lo que se refiere a esta dimensión pedagógica de anuncio y vivencia de la liturgia de la fe, en el hoy eclesial y cultural: la celebración del congreso y la eucaristía de una pequeña parroquia en la gran urbe de Madrid.

La experiencia de ayer mismo

Dos celebraciones en la misma hora, bastantes cercanas entre ellas y tan lejos en sus modos de hacer la liturgia. Cuál de ellas responde a un proceso y a un modo de celebrar que inicia y convoca a la comunidad y a la conversión a Jesucristo. Qué gestos, palabras, momentos, ofrendas, oraciones… estaban pasando de verdad de un modo personalizado y comunitario por los participantes. Cuál de las dos estaba realmente anunciando, y tocando procesos de anunciación y primer anuncio. Por donde venga el verdadero sentido de evangelización es un misterio de Evangelio y de procesos serios, creativos y pequeños. Buscar la palabra, compartirla en comunidad, realizar gestos sagrados ligados a la vida y a lo que está ocurriendo en el mundo, entrar en el memorial de verdad, sólo tiene un camino que es el de Jesús. El propio cardenal Cobo llamaba la atención de lo que parecen caminos de éxito en el contexto del marketing actual y sus emociones y que no tienen los contenidos de lo que es proceso de iniciación y de vivencia del seguimiento de Jesús en comunidad y en servicio al mundo. Yo puedo aseguraros que al terminar esa eucaristía y oculta en un templo muy pequeño y digno adaptado en un local de los antiguos ferroviarios, donde estuvimos personas muy distintas y variadas, africanos, latinos, madrileños, de provincias, niños, algunos jóvenes, y los demás adultos el ambiente que se respiraba era de comunidad que acababa de celebrar la comunión, en todos los detales de esa liturgia marcada por palabras, gestos, limosnas, cantos de familia en Cristo. El próximo domingo asistirán bastantes de la pastoral penitenciaria y comeremos juntos después de celebrar… venid vosotros benditos de mi padre.  Me fijaba en el signo, este templito de nuestra señora de la Guía está abajo, enfrente de las grandes torres. La iglesia camina por lo bajo y lo pequeño, junto a lo gigantesco del mundo. Ayer comulgó un africano que ha llegado por fin a nuestra tierra, después de haberlo intentado varias veces en las pateras, le dimos la bienvenida y se abrazó en la paz a todos, ya tiene casa y familia en esta iglesia de acogida que celebra la vida y la fe. No hay mejor primer anuncio.

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