Si no tengo amor... Un solo encargo divino. Comunidad del Resucitado (5)

Invitados  a ser felices con los otros, a que sea nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra familia, nuestros amigos, nuestra naturaleza, lo que nos haga gozar y nos ayude a descansar y  disfrutar de la paz y de la armonía. Hay un modo armónico de vivir que genera paz, tranquilidad, un bien estar más profundo y duradero. Seamos comunidad de la alegría profunda y compartida.

La ternura del gesto amoroso

gesto

"Si no tengo amor no soy nada". La radicalidad del ser se fundamenta en la metafísica del amor. Dios todo lo ha creado y lo sostiene por puro amor.

Se hace Dios del pueblo pequeño e insignificante por puro amor. Se encarna y vive como uno de tantos llegando incluso a la muerte por puro amor. Y por puro amor es resucitado por el Padre con la fuerza del Espíritu Santo para amarnos a nosotros gloriosa y eternamente.

Nunca dejaremos de contemplar las señales del amor de Dios en nuestra creación y en nuestra historia. Dios solo es Amor y no quiere ser otra cosa. Seducidos por esa fuerza y ese espíritu del resucitado sentimos el deseo de amar como él, y ahí descubrimos su testamento y su testimonio, el encargo del misterio que nos sobrepasa: amar como él nos ha amado. Cómo entender metafísicamente lo que se ha expresado en la ternura de una vida radicalmente entregada y donada.

No tenemos más caminos de confesión y de testimonio que los pequeños signos de amor alumbrados en la ternura de nuestras pequeñas historias. Ahí nos conocerán porque nos amamos como él nos ama.

No merece la pena tener que esforzarse y luchar por parecer fuertes siempre en la vida. Todos somos débiles, todos necesitamos de todos, la fuerza no está en el yo o en el tú, sino en el “nosotros”, gastemos nuestra vida en construir un nosotros lo más grande posible. Los límites son posibilidades de reencuentro con nosotros mismos y con los demás. La aceptación de los límites ha de formar parte de toda educación integral. No estamos llamados a ser perfectos sino es desde la compasión y el cuidado de todos y de nuestra casa común.

 La salvación no está en ser el mejor, el más grande, el más exitoso, sino ser lo mejor que yo puedo ser, tener mi propia identidad, mi mejor imagen desde mi interior. Hay un yo en mi interior que lo voy redescubriendo en cada circunstancia que me toca vivir. Este momento es de oportunidad y de crecimiento personal compartido. La comunidad necesita lo mejor de mí. En los gestos de mi amor compasivo en el quehacer de lo diario se va contruyendo el camino de la verdadera gloria, algo tan oculto como profundo.

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