Alejandro Bermúdez y su inextinguible obsesión con Jordi Bertomeu Confesiones de un exsodálite recalcitrante

"Se percibe un cierto regocijo en que el Sodalicio haya puesto a salvo el dinero y que éste no se halle disponible para pagarles reparaciones justas a las víctimas. Más aún, Bermúdez le niega arbitrariamente esa condición a la mayoría de los afectados, cuando la experiencia demuestra que en casos de abusos las víctimas falsas suelen ser una minoría muy reducida"
"Con su supresión, el Movimiento de Vida Cristiana ha perdido poder en las estructuras de la Iglesia católica, pero donde haya grupos atomizados del MVC que ya no ostenten ese nombre sino otro y que sigan aplicando el mismo sistema de disciplina y la misma “espiritualidad”, habrá que seguir denunciando sus excesos, advirtiendo de sus peligros"
"Si el llamado de Bermúdez se dio en una institución que nunca tuvo carisma del Espíritu Santo, y cuyo fundador Figari —un abusador en toda línea— jugó un papel importante e irreemplazable en ese llamado dentro de su historia personal, entonces no hubo llamado sino engaño. Y Bermúdez prefiere seguir creyendo en esa farsa antes que aceptar la realidad y buscar un derrotero más conforme con la prédica del Jesús de los Evangelios"
"Si el llamado de Bermúdez se dio en una institución que nunca tuvo carisma del Espíritu Santo, y cuyo fundador Figari —un abusador en toda línea— jugó un papel importante e irreemplazable en ese llamado dentro de su historia personal, entonces no hubo llamado sino engaño. Y Bermúdez prefiere seguir creyendo en esa farsa antes que aceptar la realidad y buscar un derrotero más conforme con la prédica del Jesús de los Evangelios"
| por Martin Scheuch
Alejandro Bermúdez, exsodálite expulsado el 25 de septiembre de 2024 de la suprimida sociedad de vida apostólica Sodalicio de Vida Cristiana, afirma en un artículo del 20 de agosto de 2025 en su blog Hoy en la Iglesia que sigue haciendo “trabajo apostólico-periodístico”, que es como él le llama a lo que en realidad es propaganda ideológica proselitista, donde la objetividad y la honestidad intelectual brillan por su ausencia. Lo que sí tenemos que agradecerle es su cruda sinceridad para confesar las interpretaciones que él sostiene —y qué probablemente comparten muchos exmiembros de la extinta Familia Sodálite— sobre el proceso de supresión de las asociaciones fundadas por Luis Fernando Figari, a las cuales la Santa Sede borró del mapa eclesiástico por ausencia de carisma. Del Espíritu Santo, se entiende.
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La sinceridad de Bermúdez —un sujeto que se cree todas las elucubraciones surgidas de su enfermiza mollera— no implica objetividad, como se constata en el siguiente párrafo:
«El Sodalicio de Vida Cristiana está muerto. Lo ejecutó Jordi Bertomeu —con la rúbrica de Francisco—, junto a dos comunidades femeninas: la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y las Siervas del Plan de Dios. Todas, criaturas de Luis Fernando Figari».
Bertomeu vs la Realidad https://t.co/RUrsUSkzWV
— Alejandro Bermudez (@albermudezr) August 10, 2025
Mons. Bertomeu sea quizás uno de los eslabones menos poderosos en la cadena de mando de la decisión de suprimir las criaturas de Figari. Pero es hacia él que se dirigen los misiles verbales de Bermúdez, cargándole con toda la responsabilidad. Para el dizque periodista católico, Mons. Bertomeu sería un genial titiritero, que supo manipular magistralmente a todos los actores involucrados en la decisión final, entre los cuales cabe mencionar al cardenal Carlos Castillo (arzobispo de Lima), al cardenal Pedro Barreto (arzobispo emérito de Huancayo), al cardenal Robert Prevost (obispo emérito de Chiclayo y actual Papa León XIV), a Mons. Charles Scicluna (secretario adjunto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe), a Sor Simona Brambillla (prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica) y al Papa Francisco, quien —según Bermúdez— se habría limitado a firmar los decretos de supresión mientras pensaba en las musarañas de Marte.

Lo que no reconoce Bermúdez, a través de esta confesión, es que Mons. Bertomeu había sido designado como representante nada menos que por el Papa Francisco para investigar al Sodalicio y gozaba de su absoluta confianza. Mucho menos reconoce que al Sodalicio lo suprimió la Santa Sede, la instancia suprema de la Iglesia católica, y no una persona en particular.
La siguiente confesión de Bermúdez es sumamente inquietante. Más que revelar las intenciones de quienes decidieron liquidar al Sodalicio por falta de carisma, revela lo que los capitostes del Sodalicio consideraban intocable, inaccesible, cuasi sagrado. Dice Bermúdez:
«El problema, como siempre, es el dinero. Los míticos mil millones de dólares —los MMM— que, según la leyenda urbana, el Sodalicio escondía en algunas bóveda secretas, no existen. Y da igual cuántas “investigaciones” publique Paola Ugaz, la “especialista” autoproclamada en las finanzas del difunto: el tesoro es tan real como el Arca perdida en versión Hollywood».
Tan míticos como pretende Bermúdez no parecen ser esos mil millones, considerando que en la Asamblea General del Sodalicio de 2012 se reportó el balance económico de la institución que, hasta ese año, llegaba a la suma de casi 450 millones de dólares. Resulta lógico inferir que, pasados más de 12 años desde entonces, esa suma debe ser considerablemente mayor. Ciertamente no estaban a nombre de la institución, como el mismo Bermúdez confiesa:
«El total de los bienes con el que contaba el Sodalicio han sido consolidados y puestos a disposición de la Santa Sede. Y la cifra, comparada con los MMM, es microscópica».
Es el mismo Bermúdez el que se encarga de aclararnos dónde pueden estar esos millones:
«Lo que fue el dinero operativo del Sodalicio está en manos de asociaciones civiles legítimas y autónomas. Están legalmente constituidas, no son entidades eclesiales y actúan con la libertad que les concede la ley, allí donde se encuentren. Y no hay maniobra canónica —y mucho menos mediática— que cambie la realidad. […] ¿Resultado? El “tesoro” está tan fuera de alcance como la Atlántida».
El 4 de agosto, en su podcast Punto de Vista, Bermúdez apuntaba sobre el mismo tema:
«Hay gente que se sigue quejando de que al Sodalicio no han podido sacarle —ni le van a poder sacar— todo el dinero que esperaban para las víctimas, y las supuestas víctimas, que son más que las víctimas».
Se percibe un cierto regocijo en que el Sodalicio haya puesto a salvo el dinero y que éste no se halle disponible para pagarles reparaciones justas a las víctimas. Más aún, Bermúdez le niega arbitrariamente esa condición a la mayoría de los afectados, cuando la experiencia demuestra que en casos de abusos las víctimas falsas suelen ser una minoría muy reducida. Es ésta quizás una de las confesiones más perversas que nos brinda la honestidad brutal —en sentido literal— de alguien que hace de la violencia verbal y del sarcasmo su modo habitual de proceder. Y que hace de la falta absoluta de empatía un motivo de orgullo, cosa que creíamos sólo propia de los psicópatas.
Y aun cuando Bermúdez admite la existencia de un “dinero operativo” —según las investigaciones de la periodista Paola Ugaz, alrededor de mil millones de dólares— que el Sodalicio ha logrado poner fuera del alcance de las autoridades eclesiásticas para que no vayan a un fondo de reparación de las víctimas, insiste en que en el cálculo de las indemnizaciones «los MMM no entran en la ecuación, porque no existen». ¿No existen o más bien no estaban a nombre del Sodalicio como institución? ¿Nos dirá Bermúdez algún día a cuánto asciende ese “dinero operativo”? ¿O también negará que existe?
Más adelante vuelve a insistir en la misma afirmación errada ya señalada más arriba:
«Bertomeu disolvió el Sodalicio, la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, las Siervas del Plan de Dios y, en un arranque de omnipotencia, el Movimiento de Vida Cristiana. Pero disolver un movimiento de fe es como abolir la ley de la gravedad: buena suerte con eso».
El sujeto gramatical de la oración es incorrecto, pues no corresponde a los hechos —como ya he señalado—. No fue Bertomeu, sino la Santa Sede —por voluntad expresa del Papa Francisco— la que efectuó las disoluciones. Asimismo, si el Movimiento de Vida Cristiana pudo en 1994 ser aprobado por el Consejo Pontificio para los Laicos con la categoría de asociación internacional de fieles de derecho pontificio, de la misma manera también puede ser disuelto.
Pero la supresión de una asociación no implica la supresión de las personas, que siguen estando en libertad de practicar una vida cristiana de acuerdo a su conciencia. Y mantienen su derecho a la libertad de asociación, que les garantiza la ley eclesiástica a todos los fieles católicos. Sin embargo, han de tenerse en cuenta las observaciones del Código de Derecho Canónico:
«305 § 1. Todas las asociaciones de fieles están bajo la vigilancia de la autoridad eclesiástica competente, a la que corresponde cuidar de que en ellas se conserve la integridad de la fe y de las costumbres, y evitar que se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica; por tanto, a ella compete el deber y el derecho de visitarlas a tenor del derecho y de los estatutos; y están también bajo el régimen de esa autoridad, de acuerdo con las prescripciones de los cánones que siguen.
2. Todas las asociaciones, cualquiera que sea su especie, se hallan bajo la vigilancia de la Santa Sede; están bajo la vigilancia del Ordinario del lugar las asociaciones diocesanas, así como también las otras asociaciones en la medida en que trabajan en la diócesis».
«La vida cristiana no pide permiso» dice Bermúdez. Pero es deber de cada obispo y de la Santa Sede vigilar toda asociación de fieles que se reconozca a sí misma como católica y evaluar si merece su beneplácito, para evitar que se caiga en los diversos abusos que se dieron incluso en el Movimiento de Vida Cristiana. Y afortunadamente no es Bermúdez quien tiene la última palabra al respecto ni sobre lo que es auténtica vida cristiana.
Con su supresión, el Movimiento de Vida Cristiana ha perdido poder en las estructuras de la Iglesia católica, pero donde haya grupos atomizados del MVC que ya no ostenten ese nombre sino otro y que sigan aplicando el mismo sistema de disciplina y la misma “espiritualidad”, habrá que seguir denunciando sus excesos, advirtiendo de sus peligros, aun cuando el obispo —que también los hay— les haya dado patente de corso. Estoy de acuerdo con Bermúdez en que la vida sigue, pero esta vida tiene que ser distinta a como era antes para que la misma historia no se repita.

Finalmente, Bermúdez —aunque expulsado del ahora inexistente Sodalicio— confiesa que sigue convencido de su llamado a la vida consagrada. Esto más puede ser un indicio de que aún no ha procesado el duelo por la desaparición del Sodalicio, y sigue en etapa de negación. Y no le queda más remedio que soñar en quimeras, o imaginarse lo que no puede ser. Pues si el llamado de Bermúdez se dio en una institución que nunca tuvo carisma del Espíritu Santo, y cuyo fundador Figari —un abusador en toda línea— jugó un papel importante e irreemplazable en ese llamado dentro de su historia personal, entonces no hubo llamado sino engaño. Y Bermúdez prefiere seguir creyendo en esa farsa antes que aceptar la realidad y buscar un derrotero más conforme con la prédica del Jesús de los Evangelios.
Es verdad que Dios puede inspirar a una persona a vivir los consejos evangélicos o a seguir un camino de entrega radical incluso en contextos no formales. Por ejemplo, alguien podría sentirse llamado a una vida de oración y servicio, pero para que esto se considere vida consagrada en sentido canónico, debe integrarse en una estructura aprobada por la Iglesia. En ausencia de un carisma reconocido, el llamado no podría interpretarse como vida consagrada propiamente dicha.
Aparentemente, Alejandro Bermúdez todavía no ha terminado su proceso de adaptación a la pérdida personal que han significado su expulsión del Sodalicio y la disolución de la institución, y sigue levantando defensas emocionales que perpetúan el conflicto interno, con predominancia de emociones negativas. Mientras no resuelva ese conflicto, seguirá buscando un chivo expiatorio en Mons. Jordi Bertomeu y lanzando mierda con ventilador sobre las sabias decisiones que ha tomado la Iglesia respecto al Sodalicio y las demás fundaciones de Luis Fernando Figari.
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