"Para mí, como católico, el papa Francisco es un orgullo" Javier Elzo: "Personalmente creo que Francisco ya ha cumplido su misión como papa"

Francisco
Francisco RD/captura

Estos últimos diez años, me he expresado en libros, artículos, conferencias y entrevistas acerca de mi visión de Francisco y de su ministerio petrino

En estas líneas quiero recoger, brevemente, lo esencial de mi planteamiento y subrayar dos aspectos más que considero cruciales y que ya he apuntado en mis trabajos: la absoluta necesidad de otro modelo de Iglesia Católica y la urgencia de poner límites temporales a los servicios papales y episcopales

Estos últimos diez años, me he expresado en libros, artículos, conferencias y entrevistas acerca de mi visión de Francisco y de su ministerio petrino. En estas líneas quiero recoger, brevemente, lo esencial de mi planteamiento y subrayar dos aspectos más que considero cruciales y que ya he apuntado en mis trabajos: la absoluta necesidad de otro modelo de Iglesia Católica y la urgencia de poner límites temporales a los servicios papales y episcopales.


Suscribo plenamente lo que no pocos cristianos han afirmado que este Papa es una bendición de Dios. Al mismo tiempo que sostengo que es fundamental desmontar la falacia de otros cristianos, pocos en número, pero con mucho poder, rabiosamente críticos con Francisco, y que han promovido mecanismos mafiosos para que en el próximo cónclave no sea elegido papa un cardenal de la línea de Francisco. “Nihil novo sub sole”, pero es lo que nos está tocando vivir y afrontar en nuestros días.

Francisco reza el Angelus con los fieles
Francisco reza el Angelus con los fieles RD/captura

La aportación del papa Francisco. Brevísimas notas

El papa Francisco, como todos los papas y todas personas con gobierno en el mundo, y como cada uno de nosotros, tiene sus virtudes y sus defectos, sus aciertos y sus errores en la gobernanza de la Iglesia católica, sus propios puntos de vista, sus acentos, y, en sus decisiones, ha mostrado gran determinación y valentía en algunos aspectos y ante otros se ha “arrugado”. Para mí, como católico, el papa Francisco es un orgullo, sus reflexiones han sido una fuente de interpelación personal, sus actos y su condición humana como papa, ejemplares, en fin, un gran hombre hecho papa, que sabe transmitir la trascendencia en su humanidad.

Aunque mantengo, ¿cómo decirlo?, reparos, rechazos, incomprensiones etc.: el papel de la mujer en la Iglesia; el clericalismo criticado, pero, en gran parte, mantenido, por ejemplo, en los Sínodos; el modo de elección de los obispos y mantenerlos en sus funciones hasta los 75 años de edad; la irrelevancia de los laicos en la toma de decisiones en la Iglesia…

Paro hay otros muchos aspectos en los que su papado, a mi juicio, son dignos de gran encomio. Empezando por la forma como vive Francisco, lejos del hieratismo de algunos papas y la lejanía, mayor o menor de otros. Su modo de vida es, quizá, su mejor texto. Francisco es como un párroco de pueblo devenido papa. Vive en Santa Marta, lugar utilizado por personas, también laicas, que se desplazan a Roma para alguna reunión, con las que se cruza en los pasillos. En sus apariciones públicas, se acerca a la gente, abraza a los niños, discapacitados etc., en sus viajes y en Roma visita a personas necesitadas: Lampedusa, cárceles, poblados de gente pobre (como ya lo hacía en Buenos Aires), logrando así humanizar la figura papal.

Francisco reconoce sus errores. Pidió disculpas por dar un manotazo a una mujer que le tiró del brazo, bruscamente, cuando saludaba a los fieles, diciendo públicamente que "yo mismo pierdo la paciencia y, por eso pido disculpas por el mal ejemplo de ayer". También admitió que se equivocó cuando afirmó que “todo feminismo acaba siendo un machismo con faldas”, y rectificó posteriormente. También rectificó al nombrar al obispo de Osorno en Chile que había sido denunciado como encubridor de casos de abusos, que obligaron a Francisco a desdecirse y a pedir la renuncia en masa de los obispos chilenos. En definitiva, es un papa humano.

En algunos aspectos, veo a un papa dubitativo, lo que no es para mí un defecto. Un papa, ha nacido y vivido en un contexto determinado, luego mental e intelectualmente dependiente de ello. Un ejemplo lo veo en el caso de la homosexualidad. Tras recibir y hablar largamente con una persona que le confeso su condición homosexual, Francisco le respondió “No importa. Dios te hizo así, Dios te ama así”, aunque les niega la posibilidad de adquirir el sacramente del orden: no pueden ser sacerdotes, ni religiosos.

Pero lo esencial es su determinación de luchar por los más débiles y fustigar a los prepotentes y en promover algunas reformas de calado en la Iglesia. Hay un reconocimiento generalizado en el planeta de que, estando ayunos de liderazgos sociales, políticos y morales, la figura del papa Francisco emerge con fuerza en su crítica a la sociedad del dinero, de la codicia, del descarte, del menosprecio de los excluidos de la tierra.

Caso rarísimo, un editorial del diario “El País”, en octubre de 2020 subrayaba en titulares que “La encíclica de Francisco Fratelli Tutti con fuertes críticas al populismo y la globalización sin reglas, es una aportación interesante”. Es sabido que “El País” no se caracteriza por publicar artículos amables con la Iglesia católica. Ni siquiera ecuánimes.

Su Encíclica “Laudato si” fue muy bien acogida, y no solamente por los católicos (con sonadas excepciones), sino también por muchos no creyentes, particularmente en el universo ecologista. Además, fue un aldabonazo para muchos creyentes, no suficientemente motivados por el deterioro del medio ambiente y por el riesgo del calentamiento global de la Tierra.

Sus críticas al neocapitalismo liberal a ultranza le han creado fuertes adversarios, si no enemigos. Es “un papa que molesta mucho” y a no pocas personas. Dentro de la Iglesia ya son conocidas las críticas de algunos cardenales, también en la actualidad, la oposición de parte de la Curia romana, el ataque pidiendo su dimisión del antiguo nuncio en Nueva York, Carlo María Viganò, en 2018, con el apoyo de capitalistas americanos. Pero, "al darse cuenta de que no van a poder cambiar los mensajes del Papa (ni lograr que dimita), deciden cambiar ... de papa" (Nicolas Senèze "Cómo Estados Unidos quiere cambiar de papa" (Bayard, París, 2019, ver p. 208)

Los que así deciden son los nuevos amos de la Iglesia de EE. UU, los laicos conservadores multimillonarios americanos, primera fuente financiera del Vaticano de siempre, y que ahora, arruinadas las diócesis americanas por los costes de los abusos sexuales del clero, estos laicos multimillonarios tienen más poder en las diócesis americanas que los propios obispos.
Reprochan al papa Francisco, básicamente su rechazo a la ética de la prosperidad y su condena al Dios Dinero.

Todo este empeño lleva la etiqueta de "Red Hat Report" (Informe Sombrero Rojo), en el que trabajan periodistas, observadores eméritos del Vaticano, antiguos agentes del FBI. Uno de sus objetivos consistiría en modificar los contenidos de los cardenales en Wikipedia, pues, a lo que parece, en anteriores conclaves los consultaron los cardenales para saber algo más unos de otros.

Obviamente en la iglesia, hay personas, colectivos básicamente informales, que tratan de contrarrestar esta situación. Por ejemplo, este portal de información religiosa, Religión Digital, el más seguido en el planeta en castellano, en el que se publican estas páginas.

El papa Francisco es jesuita y con alma de franciscano. Muestra su vertiente jesuita, entre otras cosas abriendo las relaciones con China. Con dificultades, pero el primer paso está dado. Quizá recuerde a aquel otro jesuita navarro, Francisco de Javier, que se asomó a China. A Matteo Ricci que llegó a ser aceptado en el mundo académico chino, aunque discutido en el Vaticano. También sufrieron persecuciones y torturas que retrata Martin Scorsese en su película “Silencio”.

Francisco se ha reunido en reflexión y oración con muchos líderes religiosos del mundo. Recuerdo aquí cómo la Comunidad de San Egidio promovió la realización del Encuentro Internacional de Oración por la Paz en octubre de 2019, titulado "Nadie se salva solo. Paz y Fraternidad" en la ciudad de Roma. Participaron con el Papa Francisco muchos líderes religiosos de todo el mundo. El Encuentro terminó con la firma de un llamamiento común por la paz. En consecuencia, por la via de los hechos, ha desaparecido la máxima que apuntaba que “fuera de la Iglesia no había salvación”.

En el ámbito eclesial hay que reconocer también que se respira otro aire. Así, entre los teólogos que han sufrido el azote de la Congregación de la Fe durante los anteriores pontificados. Menciono el caso de José Antonio Pagola, al ser sacerdote y biblista de mi diócesis de San Sebastián, fustigado también por obispos, todavía hoy en ejercicio, en España.

Los laicos no tenemos que estar a la defensiva. El papa nos anima a estar presentes en la sociedad y en la Iglesia, incluso a “armar lío”. Personalmente me siento más libre de expresar mis ideas, en la actualidad, dentro de la Iglesia que en la sociedad española donde rige lo políticamente correcto, aunque más en unos temas que en otros.

Quiero cerrar estas líneas introductorias manifestando mi convicción de que el futuro del cristianismo reside en poner el acento en la fraternidad universal, sin excepciones, fundamentada en la trascendencia que nos habla de un Dios Padre de todos, que nos creó por Amor. Y, Jesús de Nazaret, igual al Padre, es nuestro Hermano mayor y autopista para entender y asumir la divinidad. O, como apunta el sociólogo alemán, Hans Joas, en la contracubierta de su libro aún no traducido al castellano, “La fe como opción”, los cuatro retos mayores del futuro del cristianismo: “el ethos del amor, la cuestión de la persona (como nueva sacralidad, añado yo), el estatus de la espiritualidad y la fuerte afirmación de la transcendencia resultante del profetismo del Antiguo Israel y del primer judaísmo”. Así, digo yo, hasta nuestros días, cuando los cristianos afirmamos la “trascendencia como sacralidad reflexiva” (Joas), en la centralidad de Jesús de Nazaret, el Cristo.

Por otro modelo de Iglesia

Lo he expuesto con detalle en un libro mío, de casi nula lectura y que está ya destruido, que titulé “¿Quién manda en la Iglesia?, con este subtítulo. Notas para una sociología del poder en la Iglesia católica del siglo XX1” (Madrid 2016, 333 páginas). La malaventura de ese libro me ha dolido mucho. Quizá, si la salud y el ánimo me mantienen vuelva en otra redacción a ese libro.

En estas líneas me limito a presentar el actual modelo de Iglesia y mi propuesta para “otra Iglesia posible” de forma telegráfica.

Afirmaba el año 1999 el Papa Benedicto, en San Juan de Letrán, que a los laicos no se les puede considerar solamente como “colaboradores” del clero, sino reconocerles realmente como “corresponsables” del ser y del actuar de la Iglesia. El papa Francisco, en 2015 en Filadelfia, afirmó que “el futuro de la Iglesia pasaba por los laicos y por las mujeres”. Y se podrían multiplicar sus referencias al respecto. Así en el Texto final del Sinodo sobre los jóvenes de 2018 donde podemos leer la conveniencia de “avanzar hacia una Iglesia participativa y corresponsable capaz de aumentar la riqueza de la variedad de la que está compuesta, recibiendo con gratitud la contribución de fieles laicos, incluidos jóvenes y mujeres, la de la vida consagrada de mujeres y hombres, y la de colectivos, asociaciones y movimientos. Ninguno debe ser ignorado o a ninguno se debe ignorar. Esta es la manera de evitar el clericalismo, que excluye a muchos de los procesos de toma de decisiones, y la clericalización de los laicos, que los encierra en lugar de lanzarlos hacia el compromiso misionero en el mundo” (punto 123).

Imposible no estar de acuerdo con las palabras del Sínodo, pero, todavía hoy, sigo viendo una iglesia piramidal, con un papa de poderes prácticamente ilimitados, una iglesia gerontocrática, masculina, clerical, occidental (aunque con el papa Francisco el termino occidental queda ampliado, por lo menos a América Latina), iglesia de la que se dicen pertenecientes más mil trescientos millones de personas pero que es gobernada, en última instancia, por unas pocas personas: el papa, los obispos en ejercicio, y la burocracia de la Curia. Mujeres (laicas y religiosas) y los hombres no clérigos tenemos derecho a la opinión (sobre todo, si nos la solicitan) pero en absoluto en la decisión, que compete, exclusivamente a los “sagrados pastores” (es la expresión que se utiliza en el Código de Derecho canónico) en su propio nivel de decisión. ¿Cómo ser corresponsable de lo que no se ha decidido?

Por eso vengo proponiendo en algunos libros míos, otro modelo de iglesia para el siglo XXI. Lo repito aquí en un solo párrafo: una iglesia en red, al modo de un gigantesco archipiélago que cubra la faz de la tierra, con diferentes nodos en diferentes partes del mundo, interrelacionados entre sí y, todos ellos, religados a un nodo central, que no centralizador que, en la actualidad, está en el Vaticano. En el Vaticano, (o en otras partes del planeta), todos los años, se reuniría, tras una selección lo más democrática posible, una representación universal de obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, laicos de ambos sexos, miembros de la curia, algunas personas designadas por el papa, todos bajo su presidencia, para debatir sobre la situación de la iglesia en el mundo y adoptar, si es el caso, las decisiones pertinentes. Decisiones que, en determinadas circunstancias, obligarían al mismo papa.

Todo esto exige cambios profundos en la Iglesia católica. Diría una revolución si el término no tuviera connotaciones negativas pues, habitualmente, las revoluciones han sido sangrientas. Reformas “de” y “en” la iglesia, que las presento en mis trabajos distinguiendo tres ámbitos: la reforma de las personas, la de los que nos decimos creyentes, la reforma “ad intra” de la iglesia y la reforma “ad extra” de la Iglesia.

Limitación temporal en el servicio del poder del papa y de los obispos

En mi libro, “Los cristianos, ¿en la sacristía o tras la pancarta”, de 2013, antes de que Francisco fuera elegido Papa, escribí esto: “Sostengo firmemente que no hay que mantener demasiado tiempo, en los mismos cargos, a las mismas personas. Normalmente son incapaces de renovar sus análisis y sus opiniones. Se pierde eficiencia. Conociendo los tiempos en la Iglesia, yo llegaría hasta los diez años como mucho en los mandatos del papa y de los obispos. Sin posibilidad de reenganche. El modelo político de algunos países, como Francia o EE. UU. con dos mandatos me parece correcto. Aunque, en la iglesia, lo limitaría a un solo mandato, pero más largo”. Es una idea que pronuncié públicamente, por primera vez en un gran Congreso que tuvo lugar en Madrid, sobre “Jesucristo”, el año 1999, si la memoria no me falla. Había muchos obispos en el Congreso, aunque ya percibí, y me lo corroboró un obispo amigo, que mi idea no parecía agradar a bastantes prelados.

Es conveniente que todos los servicios en la Iglesia tengan un término, no existen líderes vitalicios en la Iglesia. Esto sucede en algunos países donde existe la dictadura” (Papa Francisco el 3 de Julio de 2015, en un discurso a los carismáticos). Solo me queda añadir que se aplique de una vez. Es un sin sentido total mantener en el ejercicio del episcopado a personas que han mostrado, fehacientemente, que no están capacitadas para el cargo.

“No hay que mantener demasiado tiempo, en los mismos cargos a las mismas personas, escribía Olivier Le Gendre, en su libro “Confession d´un cardinal. París 2017, que tuvo su eco, también en España. “Normalmente, continuaba Le Gendre, son incapaces de renovar sus análisis y sus opiniones”. Es la argumentación que también me dio un antiguo Cónsul en Bilbao, posteriormente Embajador en Honduras, hoy ya jubilado, con quien de vez en cuando nos encontramos para conversar en San Juan de Luz, en Donosti, o en Bilbao. Los cónsules franceses no están en ningún cargo más de tres años. Al señalarle que me parecía demasiado poco tiempo, me dijo que sí, que así era en efecto y que él lo subiría a cuatro, incluso cinco, pero no más. Se pierde eficiencia, se llega a un adocenamiento, a una pérdida de reflejos, concluyó.

Qué duda cabe que un hombre con responsabilidades en la Iglesia, como el papa, tiene muchas dudas. El propio Francisco lo reconocía con su reconocida espontaneidad algún día, señalando que él dudaba más de tres veces al día. (Cito de memoria). Su fe no le exime de las interrogaciones y se mueve necesariamente en la incertidumbre. Muy raramente vive en la tranquilizadora sensación de estar, con toda seguridad, en la verdad.

Elegir a un papa, sin limitación de tiempo en su ministerio, hace muy difícil escoger un papa joven. La Iglesia de nuestros días, con la aceleración de los cambios que conocemos, necesita un papa que, conociendo de cerca las dificultades de la vida de gente, las cuestiones que se plantean y que haya participado en sus embates, tenga la visión de un historiador, incluso de un sociólogo, más que de un teólogo, piensa Le Gendre, quien añade que, por eso, no hubiera dado su voto a Ratzinger, por mucho que alabe muchas de sus virtudes, especialmente las personales. La razón de este planteamiento radica, en que “nuestro problema mayor (el de la Iglesia), nuestra prioridad hoy, reside en comprender mejor el mundo en el que vivimos. Lo entendemos mal, lo vemos alejarse de nosotros desde hace bastantes décadas y, como no identificamos claramente las razones, nos aferramos a valoraciones que me parecen sumarias”.

No me resisto a trasladar aquí estas reflexiones de Le Gendre, que ya comenté en mí ya citado libro, “Los cristianos, ¿en la sacristía o tras la pancarta?, Madrid 2013.

“Es porque nuestro diagnóstico no está suficientemente fundamentado desde hace décadas por lo que perdemos terreno, particularmente en Occidente. Si se aceptara la visión del historiador, se aceptaría pensar que el mundo no ha terminado de hacer pagar a la Iglesia sus errores, sus faltas, sus bloqueos de antaño. Nuestra política habría de ser la de recortar esta especie de purgatorio en la que el mundo nos ha colocado. La cuestión está en saber cómo podemos recortar ese tiempo de purgatorio. He llegado a la conclusión de que debemos de dejar de dar lecciones al mundo en todo y sobre todo. Es preciso que cesemos de aparecer como los aguafiestas, látigo en mano contra el mundo. En el pasado hemos dado demasiadas lecciones al mundo y algunas de ellas eran falsas, sea demasiado enteras, sea ambiguas, sea interesadas. En consecuencia, nuestro mensaje fundamental no logra hacerse entender. Este mensaje, el que está en la base de todo, es que hay un Dios, que este Dios ama al mundo y que lo ha amado tanto que ha enviado a su Hijo, su Único Hijo al objeto de que quien crea en Él no se pierda y tenga la vida eterna. Sí, el núcleo central de nuestro mensaje cristiano, el que lo hace audible es muy sencillo: Dios nos ama y cuando lo amamos es que estamos amando al hombre…la labor del cristiano consiste en tratar de hacer palpable ese amor de Dios por los hombres” Si. Puro San Juan, y puro Francisco.

Un santo es, ante todo, un humano que ha hecho de su vida la encarnación de la ternura de Dios para con los hombres que frecuenta, con los que se codea en la vida. Y este es, a mi juicio, el gran legado del Papa Francisco. Ser cristiano no consiste solamente en creer sino también en encarnar la presencia de Dios en el mundo. Si nosotros no manifestamos concretamente la presencia de Dios aquí abajo, si no nos comportamos como continuadores de la acción llevada a cabo por su Hijo hace dos mil años, desapareceremos pues no serviremos para nada. Este es también el legado del papa Francisco. Por eso es un líder incluso para los no cristianos. Personalmente sostengo un principio claro: la misión de la Iglesia consiste, en primer lugar, en hacer sensible el amor de Dios antes de explicitarlo en una enseñanza. Yo no digo que esta enseñanza no deba darse, establezco solamente prioridades.

Terminando

Nos asusta pensar enquién sucederá a Francisco, sabiendo las batallas que se están dando en el seno de la Iglesia y en sus aledaños. Este temor viene, en gran medida, porque hemos concedido al papa un poder desmesurado y sin fecha de caducidad.

Un muy reciente libro, del que solamente he leído una amplia recensión en su traducción francesa, trabaja en el tema de la salud de los papas. Su autor es Nelson Castro, periodista y médico argentino, a quien Francisco sugirió que escribiera este libro: “La santé des papes. Enjeu politique”. (de León XIII a Francisco), Payot, París, febrero 2023 (Original en castellano: Buenos Aires 2021)

A mediados de la década de 1960, el Vaticano comunicaba a regañadientes la operación a la que debía someterse Pablo VI (1897-1978), evitando cuidadosamente pronunciar la palabra "próstata"... "rutina en hombres de cierta edad". En 2020, gran parte de los archivos del Vaticano han sido desclasificados, lo que permitió a Nelson Castro consultar testimonios inéditos. Su investigación recuerda que la salud de los papas ha estado a menudo en el centro de las cuestiones políticas, y siempre ha mezclado las pequeñas historias con las grandes. Pío XI (1857-1939) murió, por ejemplo, de un infarto la noche del 9 al 10 de febrero de 1939, el día anterior a un discurso de condena al fascismo y al nazismo... Esta combinación de circunstancias dio lugar a una teoría de la conspiración que ha permanecido perenne: Mussolini habría envenenado al Papa para impedirle pronunciar su discurso. No obstante, la investigación de Nelson Castro afirma que esta idea se basa, en el mejor de los casos, en acusaciones no verificables.

La realidad parece más simple: la salud de los papas es frágil, como la de todos los ancianos. A partir de la década de 1990, el mundo siguió en particular la vida de Juan Pablo II, hospitalizado en numerosas ocasiones y enfermo de Parkinson. Este período habría marcado también al cardenal Ratzinger, el futuro Benedicto XVI (1927-2022) y el primer Papa de la época contemporánea que ha renunciado a su cargo por motivos de salud, una agonía sin fin.

Obviamente este libro me confirma en mi vieja tesis de que los nombramientos episcopales y papales, deben tener una limitación en el tiempo. Personalmente creo que Francisco ya ha cumplido su misión como papa. A los que le hemos seguido estos diez años, no nos agrada pensar que, quizá, debiera dar un paso al lado y volver a Flores, a su lugar de nacimiento en Argentina. Nos asusta quién puede sucederle. Obviamente no somos quienes para pedirle que renuncie, pero, como cristianos que, dada nuestra vida pasada, tenemos la obligación de pensar, debemos mantener la máxima claridad y libertad posible, asumiendo el riesgo de equivocarnos, y de “hacer lío”, aun cuando no toque.

En todo caso, mil gracias, mil millones de gracias, eskerrik asko, padre Jorge, papa Francisco.

Donostia San Sebastián, 21 de marzo de 2023

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