Mujeres en los HchAp. Tercia, esposa del rey (II)



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Tercia, la mujer del rey

El conflicto inevitable

Tercia pretendió interceder en nombre de su marido para liberar a su amiga Migdonia de la influencia del apóstol Tomás. Pero el contacto con el personaje produjo en ella un efecto contraproducente. Oyó la predicación sobre la vida de castidad y se convirtió con decisión y entusiasmo a la vida practicada por su amiga. Como esposa del rey, su conducta produjo en la corte una especie de cataclismo. El caso es que de su "embajada" regresó a su casa exultante. Tanto que su alegría llamó la atención de su marido, sorprendido de que hubiera regresado a pie, actitud impropia de su dignidad.

Misdeo le preguntó el motivo de tan gozosos sentimientos. Hubiera esperado cualquier clase de respuesta menos la que recibió de labios de su esposa: "Te debo el mayor agradecimiento porque me enviaste a Migdonia. Pues fui, oí hablar de una vida nueva y vi al nuevo apóstol del Dios que da la vida a los que creen en él y cumplen sus mandamientos. Debo, por tanto, corresponder a mi vez a esta gracia y consejo tuyos con un buen consejo: serás en el cielo un gran rey si me haces caso, temes al Dios anunciado por el extranjero y te conservas a ti mismo puro para el Dios viviente. Pues este reino pasará y tu tranquilidad se convertirá en angustia. Dirígete, no obstante, a ese hombre, cree en él y vivirás para siempre" (HchTom 137, 2).

El conflicto se agudizaba. Misdeo se golpeó el rostro, rasgó sus vestidos y prorrumpió en lamentos, en los que culpaba a su pariente Carisio como destructor de su esperanza. Lo encontró en el ágora y le interpeló con preguntas y acusaciones. Se consideraba dañado por él, y le echaba en cara que no le hubiera permitido acabar con el Apóstol antes de que arruinara a su propia esposa con sus encantamientos. Fue entonces cuando desfogó su ira buscando a Tomás en casa del general Sifor y golpeándo a Judas Tomás en la cabeza con una silla. Mandó a sus criados que se llevaran al Apóstol, a quien pretendía juzgar y condenar delante de todos los ciudadanos.

Pero la situación era más problemática. Ahora eran las dos mujeres principales del reino las que formaban una alianza de intereses y de sentimientos. Contra ella iba a actuar la alianza de los maridos frustrados, que, además, eran las dos personas más poderosas e influyentes del reino.

Tercia adquiere un especial protagonismo en el debate con su marido, el rey. Fue la portavoz de la rebeldía cuando Tercia, Migdonia y Marcia visitaron la prisión para encontrarse con el Apóstol. Habían dado una fuerte suma de dracmas al carcelero, pero también se dio en ese caso el prodigio de las puertas que se abrieron solas para facilitarles la entrada. Lo contó Tercia a requerimiento de Tomás: "¿No fuiste tú el que nos abriste las puertas y nos dijiste que entráramos en la prisión, para encontrarnos con los hermanos que estaban allí y que entonces mostraría el Señor su gloria en nosotras? Cuando estábamos cerca de la puerta, no sé cómo te apartaste de nosotras, desapareciste y llegaste aquí antes que nosotras; luego oímos el ruido de la puerta con la que tú nos dejaste cerradas. Entonces dimos dinero a los guardianes, y entramos. Aquí estamos suplicándote que te dejes persuadir, y te ayudemos a huir hasta que cese la cólera del rey contra ti" (HchTom 151, 2). Judas Tomás quiso conocer los detalles del prodigio de las puertas y pidió que se lo explicaran.

Tercia continuó su relato: "Tú estabas con nosotras y nunca nos abandonaste ni un momento, ¿y preguntas cómo quedamos encerradas? Pero si deseas escucharlo, escucha: el rey Misdeo mandó a buscarme y me dijo: "Ese mago no te ha vencido todavía, pues según oigo hechiza a los hombres con aceite, agua, pan (y vino) . Pero a ti aún no te ha hechizado. Hazme caso, pues; porque de lo contrario, te encarcelaré y te torturaré y además acabaré con aquél. Sé que si aún no te ha dado el aceite, el agua y el pan , no ha podido vencerte". Yo le repliqué: "Tienes poder sobre mi cuerpo: haz con él lo que quieras. Pero mi alma no la voy a perder por ti". Cuando oyó estas palabras, me encerró en una habitación. Carisio trajo también a Migdonia y la encerró conmigo. Y tú nos has traído y conducido hasta donde se encuentran éstos. Pero danos rápidamente el sello para que se frustren las esperanzas de Misdeo que ha pretendido todo esto" (HchTom 152, 1-2).

La historia termina como otros sucesos paralelos. La conversión en la conducta suponía la conversión a la fe con todas sus consecuencias. Una de ellas, el bautismo como iniciación a la vida plena del cristiano, el "sello" en la denominación corriente de los Hechos apócrifos. Era el principio de la marcha hacia el mundo de las realidades eternas, del reino que no perece y colma todos los anhelos del hombre. Tomás tenía así abiertas las puertas de su martirio.

Saludos cofrdiales. Gonzalo del Cerro
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