La Tradición en los Hechos Apócrifos de Tomás (I)



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Hago con este comentario un sensible cambio de perspectiva con relación a mis anteriores comunicaciones. Hasta aquí veníamos hablando de los Hechos Apócrifos en la tradición, en ella reflejados y recordados. Ahora vamos a poner el enfoque en la tradición para comprobar cómo aparece testificada de manera cierta en los Hechos Apócrifos. Con ello encontramos en los Hechos reflejos de la doctrina y de las prácticas de la sociedad cristiana contemporánea. Todos los autores dejan en sus obras abundantes testimonios de su personalidad, de sus criterios y hasta de sus obsesiones. Pero a través de su pluma se deslizan visiones claras de la realidad de su tiempo.

Lo de Ortega, cuando definía a la persona como un “yo” con sus circunstancias, podemos extrapolarlo a las obras literarias. Son lo que son con reflejos ciertos y claros ecos de la vida social de una época. El Quijote puede servir como confirmación de lo que vamos diciendo. Una novela con personajes de ficción y acontecimientos surgidos de la imaginación de su autor es un testimonio vivo y clamoroso de la sociedad para la que se escribió, de la que toma lecciones de alcance universal.

Lo mismo podemos decir de esas novelas piadosas que son los Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Los de Tomás, escritos en el primer tercio del siglo III, son una ventana abierta al panorama de la sociedad cristiana del momento, con sus problemas y sus certezas, sus deseos y sus posesiones, sus prácticas y sus preocupaciones. Y ante todo, el convencimiento de que la verdad cristiana debe ser predicada en todo el mundo por la voz vicaria de los apóstoles de Jesús. Con esa intención “se repartieron las regiones del mundo”, reparto en el que a Tomás le tocó la India (HchTom 1, 1).

En la imposibilidad de analizar todos los temas y detalles, vamos a repasar algunos de los más destacables y significativos. Uno de ellos, que lo impregna todo en este Apócrifo, es su carácter gnóstico. En los siglos II-III abundaban los sentimientos afines a la mentalidad gnóstica, como demuestra la rica literatura descubierta en los pasados años cuarenta en Nag Hammadi. A. Orbe señala en su Cristología gnóstica que los HchAp de sesgo más gnóstico son los de Pedro, Juan y Tomás. Pero los más penetrados del pensamiento de la gnosis son los HchTom, de los que Orbe recoge 97 referencias. Además, de estos Hechos no se puede decir lo que se afirma de los HchJn: que los fragmentos gnósticos podrían ser ajenos a la mentalidad de su autor.

Porque los HchTom están impregnados en su integridad de gnosticismo de fondo y forma. Toda la obra ofrece un rico muestrario de términos, conceptos y temas de profunda raigambre gnóstica. Y eso que muchos conceptos gnósticos no tienen un perfil demasiado concreto y se resisten a una definición. “A los gnósticos, dice Orbe, no les gusta definir” (o. c., II 436). En la actualidad poseemos las versiones griega y siríaca como textos de referencia. Klijn estima, en su edición y comentario de los HchTom, que la lengua original es el siríaco (arameo tardío). Pero la versión siríaca que poseemos en la actualidad, y que está en la base de la conocida edición de W. Wright, ofrece un texto reelaborado con añadidos de sentido ortodoxo. Por ello, el texto griego de nuestra edición es más acorde con el original primitivo.

Nosotros respetamos y traducimos el griego, pero añadimos la versión del siríaco en los pasajes en que las diferencias son más perceptibles. Los dos himnos, el de la Novia y el de la Perla, llevan las dos versiones, correspondientes a los textos griego y siríaco. Lo mismo hacemos con las epliclesis (término técnico, tomado del griego: "invocación a Dios en la plegaria") y las invocaciones o plegarias en las ceremonias bautismales. El himno de la Novia (HchTom 6-7) o de la Hija de la luz está en siríaco dedicado a la Iglesia. Los finales de ambos dan idea de una descarada manipulación. El texto griego concluye: “Entonaron himnos con el Espíritu viviente al Padre de la verdad y a la Madre de la sabiduría”. El siríaco modifica: “Han glorificado al Padre, Señor de todo y al Hijo unigénito suyo, y alabaron al Espíritu de la sabiduría” (HchTom 7, 12). Es decir, el texto siríaco introduce un sentido trinitario.

En el lugar del himno de la Perla, considerado como la composición más hermosa de la literatura gnóstica (HchTom 108-113), el siríaco ofrece un cántico como contrapeso ortodoxo al himno griego. Es un largo y prolijo himno, pronunciado, como el de la Perla, por Tomás. En nuestra edición lleva la numeración 114A. El himno siríaco está estructurado en 42 alabanzas y en cinco bienaventuranzas. En la epiclesis del cap. 50 intercalamos invocaciones “ortodoxas” tomadas del texto siríaco entre las del griego de una tendencia claramente gnóstica.

Otro aspecto destacable en los HchTom es su manifiesto encratismo (del griego enkráteia, "continencia"; doctrina que defiende la abstinenecia absoluta respecto al sexo). Y. Tissot dedica un largo y documentado artículo al tema en ANRW, II 25. 6, 4415-4430. Vamos a revisar sólo algunos pasajes de este Apócrifo, en el que aparecen todas las modalidades de esta tendencia. Y aunque el encratismo está en mayor o menor medida en todos los HchAp primitivos, la mentalidad encratita es más perceptible, si cabe, en los HchTom.

La boda de la hija del rey acaba en un proyecto vital de castidad absoluta en virtud de la acción combinada de Tomás y Jesús. “El Señor” dirige a los nuevos esposos una exhortación en la que les recomienda apartarse de la “sucia unión” (ryparâs koinonías: HchTom 12, 1). Y en efecto, “creyeron en el Señor” y se abstuvieron del “sucio deseo” (ryparâs epithymías: 13, 1). En el mismo sentido se dirige Tomás a Migdonia, la esposa de un pariente de rey. De nada le servirán ni la belleza, ni la riqueza, ni la fama, ni el poder ni “la sucia unión con tu marido” (88, 2). Carisio, el esposo de Migdonia, interpreta a su modo la actitud encratita de Tomás, el cual “enseña que los maridos no convivan con sus mujeres, y rechaza lo que pide la naturaleza y lo que la divinidad ha consagrado con sus leyes” (96, 1).

Pero no era sólo la continencia sexual lo que rechazaban los encratitas. Otros vicios, como la gula y la codicia, eran particularmente odiosos para sus criterios. Lo mismo que lo eran el lujo y las riquezas que Tomás censura (83-84). La mentalidad encratita es especialmente visible en los ritos eucarísticos descritos en el Apócrifo. Unos ritos que suelen ser la conclusión natural del bautismo. Como es sabido, los encratitas censuraban a Pablo porque recomendaba a Timoteo el uso del vino (1 Tim 5, 23). Llegaron a prohibir el vino en la eucaristía, y lo sustituían por agua. Es la constante que se repite en las eucaristías a lo largo de los HchTom. Después del bautismo del rey Gundafor y de su hermano Gad, “el Apóstol partió el pan y los hizo partícipes de la eucaristía de Cristo” (27, 4).

Para la eucaristía que pone fin al Hecho V, Tomás extendió un lienzo y puso encima “el pan de la bendición”. Pero luego habla Tomás de la “eucaristía de tu cuerpo y de tu sangre” (49, 3). Los mismos detalles se repiten tras el bautismo de Migdonia: “Una vez bautizada y vestida, partió el pan el Apóstol y, tomando un cáliz (potérion) de agua, hizo partícipe a Migdonia del cuerpo de Cristo y del cáliz del Hijo de Dios” (121, 2). La verdad es que Tomás había solicitado pan y una mezcla (krasín) de agua. La versión siríaca habla en este lugar de “bebida mezclada con vino”. Notamos que krasí en el griego moderno significa simplemente “vino”. En el bautismo de Vazán, el hijo del rey Misdeo, Tomás toma “pan y un cáliz”. Pero luego pronuncia una bendición diciendo: “Comemos tu santo cuerpo crucificado por nosotros, y bebemos tu sangre derramada por nosotros para nuestra salvación” (158, 1).

Un detalle sorprendente da prueba de la actitud escrupulosa con que el autor trata los temas relacionados, aunque de lejos, con las posturas encratitas. Me refiero al texto del Padrenuestro, citado íntegramente por Tomás. Lo reza en la cárcel en el contexto de un largo parlamento pronunciado ante Vazán y el general Sifor. Pues bien, el texto griego, tomado literalmente de Mt 6, 9-13, suprime sin más la petición “danos hoy nuestro pan de cada día”, que obviamente conserva la versión siríaca. Llevando su obsesión encratita hasta la exageración, el autor debía de considerar la petición como una concesión a la gula. Como los que censuraban a Pablo por recomendar a Timoteo el uso del vino. Y eso que le decía literalmente: “Toma un poquito de vino” (oino olígo) y ello “a causa del estómago”.

Saludos cordiales de Gonzalo del Cerro
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