¿Hay acceso a Dios? González Faus



Hay Acceso a Dios? ¿Hasta Dónde?

Se ha comentado con frecuencia que Santo Tomás no habla
de "pruebas" de la existencia de Dios, sino de "vías".
Un camino no es una demostración: ésta conquista y
atrapa la meta que quiere demostrar. La vía, en
cambio, señala una orientación y una meta, pero no
garantiza la plena llegada a ella.

(Cont., viene del día 6)

1.4. Belleza

Últimamente ha cobrado fuera la búsqueda de un posible acceso a Dios através a la belleza. Se recuerda incluso(sacándola de contexto)la afirmación de Dostoievski sobre la belleza como "salvadora del mundo". Se olvida quizás que ya San Agustín en sus días de busca preguntaba a todas las maravillas del mundo "¿sois vosotras Dios?", y recibía siempre la misma respuesta: "busca más allá de nosotras".

Sin embargo, la experiencia de la belleza aporta algo impor- tante a nuestro tema que cabe en esta doble dimensión: la gra-
tuidad y la sugerencia.

1.4.1. Gratuidad

El impacto más novedoso de la belleza no radica simplemente en su carácter gratificante, sino en la absoluta gratuidad de esa gratificación. Las cosas no son bellas para resultar más caras ni para recibir admiración, ni porque necesitan esa belleza para cumplir su misión, sino porque simplemente "porque sí". Su belleza es un regalo inesperado.

En los tiempos de mayor piedad mariana alguien comentaba que el rasgo más hermoso de María de Nazaret no era su plenitud de gracia sino el que ella misma no se había dado cuenta de eso y
el significado de ese comentario se comprende desde otro comentario tan frecuente en nuestro lenguaje cotidiano, cuando de alguna persona que no solamente es hermosa sino que "además lo sabe". Esa conciencia del propio valer devalúa cruelmente todo el atractivo de su hermosura.

Los dos aspectos (sin porqué y sin saberlo) describen esa gratuidad que es el verdadero mensaje de la belleza y casi el que menos valoramos hoy, en un mundo donde la belleza es ma-
terial de concursos y de premios, de subastas y de precios, de comercio y de mercado.

En cambio, si recuperamos y vivimos la verdadera experiencia de la gratuidad, entonces aquella frontera cerrada a la que decíamos que nuestra razón se asoma, parece entreabrirse en positivo a nuestra experiencia, aunque no podamos decir nada de lo que hay más allá de esa abertura. Porque, si queremos ser honestos, la experiencia de la belleza se ve acosada por los impactantes versos de Blanco Vega: "mira que es desdecirte /dejar tanta hermosura en tanta guerra...

1.4.2. Sugerencia

Por otro lado la belleza, además de gratificante es infinidad de veces enormemente sugerente. Quizá esta afirmación vale sobre todo de la música que, en este sentido, tiene un cierto carácter "sacramental": quiero decir que remite más allá de ella misma.

Con la música no tropezamos meramente con unas sensaciones(me-
lodía, ritmo, armonía, que halagan nuestros oídos sino que nos
sentimos como transportados a un "algo más" que no podremos te-
matizar pero sí podemos experimentar. El final del primer acto
de Madame Butterfly, el preludio de Lohengrin
o la paz serena de algunos cantos gregorianos pueden llevarnos
insensiblemente más allá de lo que producen sus notas musica-
les. De ahí que ahora el carácter de "Eso" que intuimos o afir
mamos ya no es meramente explicativo sino atractivo. Platón bien que la belleza, cuando se la afronta con ese respeto que reclema su gratuidad, resulta como una llamada a "ir subiendo
: de la hermosura corporal a los comportamientos hermosos y a la belleza de la sabiduría y del amor".

A esta síntesis de gratuidad y sugerencia es a lo que Simone
Weil solía llamar "pureza". Y así confiesa que, estando en Asís "sola en la pequeña capilla románica de Santa María de Miguel Angel, incomparable maravilla de pureza...algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a ponerme de rodillas. Otra vez parece como si se descorriera de algún modo a quella frontera a la que la razón llegaba y percibía. Ahora no se deduce la frontera sino que uno "se asoma" a ella. Pero este ya no se da al nivel de la experi-
encia y de una experiencia global, porque la verdadera belleza no sólo alaga nuestros sentidos (oídos o vista) sino que afecta y pone en movimiento la totalidad de nuestro ser.

Con estas alusiones a la experiencia nos vemos llamados al capítulo siguiente: en la vida humana parece haber lugar para otro tipo de dimensiones experienciales, también indecibles, pero mucho más precisas que la sugerencia de la belleza. Porque ya no son experiencias de ese "no sé qué que quedan balbuciendo" muchas realidades bellas, sino que son vividas como experiencias "de contacto": de presencia y encuentro con ese Misterio indecible al que hemos llamado Dios. Me estoy refiriendo a la llamada experiencia mística o experiencia espiritual.

Ver: JI. González Faus. Cristianisme i Justicia, N. 190 2014
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