¿Hay acceso a Dios? González Faus



1. ¿Hay Acceso a Dios? ¿Hasta Dónde?

1.5. Mística


A la mística se le suele dar menos crédito y menos valor del que quizá merece, por dos razones comprensibles: es subjetiva y es minoritaria. Con frecuencia, la razón de la gente ante el testimonio de los místicos, más que escuchar ese testimonio, suele ser no fiarse o preguntar por qué esto se les da a otros y no a mí, desautorizando por eso la experiencia. Ello nos obliga a entretenernos en esas dificultades.

1.5.1. Su realidad

Hay pocas cosas mas ambiguas y más falsificables que la mística. Pero ¿es eso todo?

a) Como experiencia subjetiva la mística no es nás que la intensificación de algo que es accesible a la mayoría de los creyentes en Dios y que solemos denominar experiencia espiritual. Un clásico medieval (el Kempis)escribió hace varios
siglos: "más prefiero sentir la contrición que saber definirla"
A pesar de eso el catolicismo de los siglos posteriores se dedicó a definirlo casi todo sin sentir casi nada; lo cual, con el cambio de culturas, ha resultado dramático para nuestro cristianismo de hoy.

En este sentido es como Rahner profetizó que el cristiano del siglo XXI "será místico o no será cristiano", apuntando a un valor muy decisivo en la afirmación de Dios(aunque no sea único ni determinante)y es el elemento experiencial: la dura verdad de que a Dios se le conoce más amándole que aceptando
racionalmente su existencia: "dame un corazón que ame y entederá lo que digo", podríamos decir con San Agrustín.

Con lenguaje no religioso podríamos repetir lo anterior afirmando que lo que busca la mística es el cuidado de la interioridad y que el actual interés por la mística es una dolida confesión de nuestra falta de interioridad. Pero ahí
radican tambien sus riesgos: porque el ser humano no es sólo
interioridad sino que en él lo interior y exterior, como lo personal y lo comunitario, son equipotentes. Por eso, siempre que se habla de mística, conviene agregar el genitivo de Metz:
mística "de ojos abiertos".

b) En cuanto a su carácter minoritario valga otra vez el ejemplo de Simone Weil: ella reconoce que "en toda mi vida, jamás en ningún momento había buscado a Dios"(ni sabía nada de mística, comentará en otro lugar)Y sin embargo confiesa "haber sido tomada por Cristo, no sólo implicita sino conscientemente". Para un cristiano esta singularidad puede resultar más aceptable porque forma parte de su imaginario el dato de que la fe se transmite por testimonio de otros y que Dios suele obrar siempre desde unos pocos para "los muchos" (para todos). De modo que la experiencia fundante del cristianismo(la de la resurrección de Jesús)sólo fue accesible a unos pocos que por ella quedaron convertidos en testigos.

Hasta puede sospechar el cristiano que esto tiene su razón de ser: pues la experiencia mística suele ser fuente de muchas dificultades y problemas para quien la recibe. S. Lucas ha tenido una finura sorprendente cuando en su relato de la infancia de Jesús junta la casi máxima experiencia de Dios que recibe María("alégrate llena de gracia...bendita entre todas las mujeres")con el anuncio posterior de que "una espada
atravesará tu alma". Ese parece acabar siendo el destino de la verdadera mística.

Por eso, para un cristiano, puede resultar más comprensible que la manifestación de Dios sea minoritaria y funcione yendo de los pocos a los muchos. Pero para uno de esos modernos agnósticos que buscan( a veces con ahinco), hay que reconocer que esa limitación de la experiencia puede ser molesta y desconcertante.

1.5.2. Sus contenidos

Si pasamos del dato de que existe esa experencia y sus contenidos, habrá que comenzar proclamando que de esos contenidos es casi imposible hablar: la variedad de lenguajes de los místicos lo pone de relieve. No obstante, hay que intentar hacerlo. Muchos místicos han contradicho el sabio consejo de Wittgenstein("de lo que no se puede hablar, es mejor no hablar) y han intentado decir algo de "eso" de lo que es casi imposible hablar. Pero esa insuficiencia del lenguaje nos aconseja atender ahora a los aspectos formales de la experiencia más que a sus contenidos.

En esta dirección podemos decir que la mística auténtica es que a Dios se llega cuando uno se refiere a Él como a un "tú", no sólo como un "Él" o ello...

La experiencia mística es además como una extraña síntesis de despojo y plenitud, de "noche oscura" pero "amable más que la alborada". En ella se vive una seguridad de contacto o de presencia que se visibiliza en mil detalles típicos del orante: caer de rodillas, descalzarse, quedarse en un silencio sobrecogido que se expresa en la absoluta seguridad de que "Tú estas aquí". Pero esa seguridad va acompañada por la sensación igualmente honda de ser desbordado, de que Dios es mucho más de lo que estoy viviendo y que todas las fórmulas o palabras con que intente expresar lo vivido no harán más que empequeñecerlo y, por tanto, falsificarlo.

La vivencia espiritual es entonces fuente de libertad y de confianza. Genera una pacífica sensación y seguridad y otra de relatividad que facilitan la más profunda y humilde libertad. Uno de los primeros místicos cristianos, San Pablo, lo expresó de manera tan simple como rotunda y verdadera: "donde está el Espíritu de Dios allí hay libertad". Por ambas notas, el místico nunca es agresivo pero casi siempre resulta molesto para todas las instituciones. A la vez, cuando el sujeto de esa experiencia comprende que él no ha hecho nada para merecerla y que es un don gratuito, suele sospechar que se le dió para ser comunicada.

Y aquí comienza el calvario del místico. Porque, al volver a este mundo "sin Dios", se produce el más profundo choque entre la experiencia de Dios y la experiencia de esta realidad. Y Dios no suele estar disponible entonces para sacar al agraciado de su atolladero. Intentemos mostrarlo en un paréntsis, para dar entrada otra vez al tema del mal y del sufrimiento, verdaderos escándalos de la fe en Dios y "rocas" de muchos ateísmos.

Ver: JI. González Faus. Cristianisme i Justicia, N. 190 2014
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