Novena a la Inmaculada. Mi reflexión 4 Día

CUARTO DÍA de la novena:


3 de diciembre. María, Madre de la Iglesia


Dado que esta tarde de sábado y mañana domingo escucharemos las mismas lecturas permitidme que recoja dos aspectos diferentes de ellas para nuestra reflexión en esta novena. Hoy nos centramos en una frase que aparece en la segunda lectura, de la carta de Pablo a los Romanos: “Qué el Dios de la paciencia y del consuelo, os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos según Cristo Jesús; de este modo, unánimes, a una voz glorificaréis al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo.”

Aparecen, en una sola frase, conceptos fundamentales: paciencia, consuelo, unánimes, glorificar a Dios…

Como ya dijimos en días anteriores de esta novena, vivimos inmersos en un mundo profundamente aquejado de relativismo y esto afecta todos los ámbitos de la realidad, también la moral. Esta realidad en la que también los cristianos vivimos cotidianamente nos influye y nos hace perder de vista que somos un pueblo, que somos miembros de un cuerpo que es la Iglesia y que no vivimos nuestro cristianismo por libre.

Si nos preguntamos: para qué y por qué venimos a la eucaristía, ¿Qué responderíamos? ¿porque así me lo enseñaron mis padres?¿porque es un precepto que hay que cumplir?... ¿por qué vienes a la misa?

La respuesta que nos la da de forma muy hermosa el documento conciliar Sacrosanctum Concilium en el número 10 cuando afirma:

“De la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin.”

Es decir… venimos a la misa porque el Señor nos convoca, porque el Señor reúne a su cuerpo (la Iglesia) para unirse a Su sacrificio y DAR GLORIA A DIOS. La doble finalidad de la eucaristía es DAR GLORIA A DIOS y SANTIFICARNOS nosotros, es decir, llenarnos de Dios.

Así lo deja entrever la frase que hemos destacado de Pablo: “unánimes, a una voz glorificaréis al Dios y Padre”.

Pero no solo glorificamos a Dios en la misa. Aquí es el lugar por excelencia, en la santa misa aprendemos cómo hemos de vivir el resto de nuestra jornada, es escuela de humanidad y de discipulado. Pero, glorificamos a Dios con nuestra vida. Por eso Pablo también nos invita a los cristianos de hoy a no caer en el relativismo que todo lo divide y lo destruye y a que nos esforcemos en mantener “los mismos sentimientos según Cristo Jesús”.

¿Cuál es el criterio cotidiano para un cristiano, entonces? CRISTO.

Preguntarnos continuamente qué haría Cristo, qué diría Cristo, qué pensaría Cristo, cómo miraría Cristo…

En el bautismo se nos regaló la fe de la Iglesia y se pidió a padres y padrinos que ayudaran a esa criatura a acrecentar esa fe recibida, a custodiarla, a transmitirla… no es una FE INDIVIDUALIZADA y SUBJETIVA, esa famosa frase que se oye a menudo “yo creo en Dios a mi manera”. Eso propicia que nos construyamos un dios a nuestra imagen y semejanza y no al revés… un dios según nuestras ideas, criterios y conveniencias… pero esa NO ES LA FE DE LA IGLESIA, la FE RECIBIDA en el bautismo. Esforcémonos por mantener los mismos sentimientos de Cristo, unánimes, en profunda comunión con la fe de la Iglesia de la que somos miembros y piedras vivas.

María así lo hizo. María permanece junto a la comunidad de discípulos incluso después de la muerte de su hijo, se mantiene en comunión con la Iglesia naciente cuyo centro es CRISTO.
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