Indulgencias por el Coronavirus, la Indulgencia es Dios

Penitenciaría Apostólica: Indulgencia Plenaria

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Con fecha de ayer (20.3.20) La Penitenciaría Apostólica ha publicado un documento sobre la concesión de indulgencias especiales a los fieles en la actual pandemia.  Cf. https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2020/03/20/pande.html

 Según este Documento  de la Penitenciaría Apostólica, el Papa Concede Indulgencia plenaria a tres tipos de personas: a) A los enfermos de Coronavirus. b) A los cuidadores de enfermos de Coronavirus. c) A los que realizan cierto tipo de obras de piedad o devoción.En relación con ese documento y sobre el tema general de las Indulgencias deseo ofrecer algunas observaciones:

1) Dos valores básicos de este Decreto.

Soy de los que vengo de un tiempo antiguo y creo en el valor de las "indulgencias", como expresión de la Comunión de los Santos. En esa línea, este Decreto es muy importante para miles y miles de personas mayores, enfermas, en peligro de muerte.

  1. El Papa Francisco les dice ante todo que Dios les ama, que no es necesario andar con “papeles”, confesiones especiales, viático solemne etc. Todo eso puede ser importante, pero en estas circunstancias resulta secundario. En otras palabras, todos los enfermos reciben el perdón y amor de Dios, todos mueren con la Indulgencia plenaria y la bendición apostólicas.
  2. Al mismo tiempo, el Papa Francisco extiende su bendición apostólica y su Indulgencia plenaria a todos los que ayudan a los enfermos…, diciéndoles que Dios está con ellos, que Dios les ama, y que su trabajo al servicio de los enfermos es trabajo de Dios, verdadera liturgia. Por encima de todos los papeles y de los sacramentos “externos”, ese decreto nos sitúa ante el “sacramento de la vida y de la muerte”, en respeto mutuo, en humanidad.

 Pero, dicho eso, pienso que muchos cristianos entienden ya menos este lenguaje de indulgencias y de bendiciones apostólicas, y para empezar me parece extraño que siga existiendo en el Vaticano una Penitenciaría Apostólica, una institución que nació en el siglo XIII, con funciones que en principio no me parecen muy evangélicas. Sea como fuere, me hubiera gustado que este Decreto hubiera tenido otro lenguaje,  y que no naciera de una “penitenciaría”, con un Cardenal al Frente, sino del compromiso de fe y amor (de la misión central) de la Iglesia. (Pero esperemos la reforma de la Curia Vaticana, que sigue en camino….).

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 Quizá mejor que hablar de "indulgencias" en plural, hubiera sido mejor hablar del Dios "indulgente" es decir, clemente y misericordioso. La “indulgencia” de Dios es Dios mismo, es, según los cristianos, Jesucristo, la Indulgencia es la Misericordia, el amor entrañable dentro del misterio del dolor y de la enfermedad. En ese sentido, el lenguaje de este Documento podría haberse actualizado, desde un fondo bíblico y desde la teología actual. Quizá alguien tendría que habérselo dicho al Papa y a sus asesores, no para negar el valor de este decreto, sino al contrario, para mejorarlo.

2) La Indulgencia plenaria (=amor pleno) es de Dios (es de Cristo) 

 Entendida así, la Indulgencia no es algo nuevo, de esta ocasión, sino la misma identidad de Dios.  Así decimos que Dios es Misericordia (es clemencia, esa indulgencia..., cf. Ex 34, 6-7; cf. Juan Pablo II, Dives in Misericordia). Según eso, ni el Papa ni el Vaticano pueden conceder "indulgencias plenarias" nuevas, sino recordar a todos las Indulgencia (es decir, el amor) de Dios. El lenguaje actual de las “indulgencias” no viene de la Biblia, ni de la Iglesia primitiva, sino de una tradición hermosa, pero muy limitada de la Edad Media, que debería replantearse, no para negarla, sino para darle su auténtico valor.  

En esa línea,   desde el fondo del evangelio, el Papa y el Vaticano pueden y deben recordarnos, con su vida y ejemplo, que estamos en manos de la Indulgencia (amor, misericordia, bondad) que es Dios. No sólo pueden, sino que deben hacerlo. No pueden decir: "yo-nosotros" os concedemos esta indulgencia, sino "queremos recordaros que Dios es indulgente, que Él ama y perdona... que, por encima de todo y en todo, la vida sigue siendo un regalo, es gozo misterioso, en (a pesar) de la misma muerte. Recordar, vivir, expandir, compartir y publicar el amor-indulgencia de Dios, ésa es la gran tarea de la Iglesia, y eso es muy bueno que lo diga y proclame el Vaticano, y eso es lo que hace en el fondo este Decreto.  

3) Los dos temas de esta indulgencia son el centro del mensaje de la Biblia.

            Estos dos temas (Indulgencia a los enfermos y a los que cuidan a los enfermos)  aparecen en muchos textos del evangelio y de las cartas de Pablo, especialmente en Mt 25, 31-46, donde se proclaman los dos principios de este "decreto":

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  1. a) El Papa dice que ofrece Indulgencia plenaria a todos los enfermos de Coronavirus… Nos alegramos de ello. Pero eso lo había proclamado de un modo más intenso el mismo Dios-Jesús se identifica con los enfermos (hambrientos, encarcelados...) de forma que tienen por principio "indulgencia primaria", antes de que que el Papa lo diga ahora, aunque es bueno que lo haya dicho. Entendida así, la Indulgencia no es un “regalo” que se ofrece desde fuera, sino el hecho de que Dios viva, sufra, espere en todos los enfermos.
  2. b) El Papa ofrece también indulgencia a todos los que asisten a los enfermos de coronavirus. Eso es muy bueno, pero ya lo había dicho Dios-Jesús llamando "benditos" (venid, benditos de mi padre) a todos los que visitan ayudan a los enfermos y a todos los necesitados. En ese sentido, "indulgencia" no la concede el Vaticano, sino el mismo Dios. No se trata, pues, de una indulgencia especial, sino de la declaración universal del amor-indulgencia-entrega redentora (=creadora) de Dios, para enfermos y cuidadores de enfermos, con los que Dios se identifica, es decir, con todos los hombre y mujeres, como creación-presencia de Dios.

4.  La indulgencia no es palabra ni regalo externo sino esencia y tarea de la Iglesia.

Éste es el tema:  ¿Cómo ver la mano de Dios, su Indulgencia-amor no sólo en esta "peste", sino en toda la vida dolorosa de los hombres, de millones y millones que han seguido y siguen sufriendo mientras sigue el "carnaval" ciego de un mundo que sólo se preocupa de tener, de gastar, de vivir a costa de los otros...¿Cómo ver la mano de Dios en los ancianos-recluidos en la "cárcel" de un tipo de residencias, aislados, a puerta cerrada, con el miedo en el cuerpo y el alma al virus que llega?

¿Cómo se hace (y es) la Iglesia “indulgente”, es decir, amorosa, caritativa, signo claro del amor misericordioso de Dios  en un mundo como el nuestro que, por un lado, se abre de un modo emocionante a la solidaridad... y por otro al miedo, a las puertas cerradas, a la inconsciencia...? Es aquí donde la Iglesia puede y debe decir una palabra, con su propia vida... No se trata de que ella diga “doy una indulgencia a éstos y éstos, sino que ella sea “indulgencia”, portadora de amor y esperanza, de solidaridad y compromiso de amor en medio de un mundo difícil.

Ésta no puede ser una indulgencia exclusiva de la iglesia (¡sólo ella esa indulgente!), sólo ella, por encima de los demás, sino ella con los restantes hombre y mujeres, en la cola de todos los que dan un paso al frente, con los médicos y enfermeros de los hospitales, con los agentes de seguridad que piden o exigen que se cumplan las normas de higiene etc. etc.  

5. El lenguaje no debe ser “concedo indulgencia plenaria”, sino “quiero ser (quiero que seamos) indulgencia plenaria, es decir, “todo indulgencia”, todo amor…

Se trata de que los hombres y mujeres de Iglesia sean signo y presencia del amor misterioso de Dios, que acoge a los enfermos, promete resurrección a los muertos y, sobre todo, cuida y anima a los vivir: huérfanos, exiliados, enfermos, encarcelados… Ésta es la tarea de la Iglesia, que debe ser humilde, cercana…, sin estridencias, eficaz…

  1. Por un lado, la Iglesia tiene que estar con la ciencia…y con los que están comprometidos con la sanidad… En un tiempo como el nuestro es necesaria la ciencia de los que investigan el virus y buscan vacunas, y es necesario el compromiso de los miles y millones de agentes sanitarios, que ponen lo mejor de su trabajo y testimonio al servicio de los enfermos, como lo ha puesto de relieve el Papa.
  2. Pero, al mismo tiempo, es necesario también un cambio de política social y de economía de todos, de los de arriba y de los de abajo (por utilizar este lenguaje.... (1) Los Estados han sido capaces de gastar miles de millones de dólares, euros o yuanes en armas de muerte, en vez de dedicar su dinero a crear medios de vida para todos: medicinas, comida, higiene, justicia... a promover la solidaridad...
  3.  La Economía mundial está al servicio de sí misma (del dinero que produce), no de la vida de los hombres y mujeres... Mientras el dinero se busca a sí mismo, el riesgo de pandemias sigue (y algunos dicen que aumenta) en un mundo que estamos sometiendo a nuestro capricho, al servicio del dinero de algunos.
  4.  Muchos hombres y mujeres vivimos por encima de nuestras posibilidades, olvidando la fragilidad de la vida, el riesgo de pandemias, la muerte de cada día con miles y miles de personas que fallecen por hambre, desnutrición etc. en medio de un mundo que despilfarra…
  5. Algunos afirman que nosotros mismos somos la "pandemia", que nos hemos hecho pandemia, con nuestra forma de vivir sobre la tierra... Aquí es donde debe insistir la Iglesia…No olvidemos que vivimos de “regalo”, de “indulgencia” de la vida, que nos sigue ofreciendo caminos de futuro (de resurrección) a pesar de pandemias como ésta. Por eso es necesario “volver a la indulgencia”, es decir, a la misericordia concreta, al descubrimiento de la solidaridad, del valor de la vida…, de la esperanza de futuro. Es aquí donde la Iglesia Cristiana tiene una palabra propia que decir. De algo de eso he tratado ya en algunas aportaciones anteriores sobre la "peste" en la Biblia. Ahora quiero dejar así, y pedir a mis lectores que lean el Decreto de la Penitenciaría Apostólica.

 Decreto de la Penitenciaría Apostólica relativo a la concesión de indulgencias especiales a los fieles en la actual situación de pandemia.

PENITENCIARÍA APOSTÓLICA DECRETO 

https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2020/03/20/pande.html

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(Imagen: Penitenciaria apostólica, Palacio de la Cancillería, Roma)

Se concede el don de Indulgencias especiales a los fieles que sufren la enfermedad de Covid-19, comúnmente conocida como Coronavirus, así como a los trabajadores de la salud, a los familiares y a todos aquellos que, en cualquier calidad, los cuidan.

“Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración”(Rom 12:12). Las palabras escritas por San Pablo a la Iglesia de Roma resuenan a lo largo de toda la historia de la Iglesia y orientan el juicio de los fieles ante cada sufrimiento, enfermedad y calamidad.

El momento actual que atraviesa la humanidad entera, amenazada por una enfermedad invisible e insidiosa, que desde hace tiempo ha entrado con prepotencia a formar parte de la vida de todos, está jalonado día tras día por angustiosos temores, nuevas incertidumbres y, sobre todo, por un sufrimiento físico y moral generalizado.

La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Divino Maestro, siempre se ha preocupado de cuidar a los enfermos. Como indicaba San Juan Pablo II, el valor del sufrimiento humano es doble: " Sobrenatural y a la vez humano. Es sobrenatural, porque se arraiga en el misterio divino de la redención del mundo, y es también profundamente humano, porque en él el hombre se encuentra a sí mismo, su propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión." (Carta Apostólica Salvifici Doloris, 31).

También el Papa Francisco, en estos últimos días, ha manifestado su cercanía paternal y ha renovado su invitación a rezar incesantemente por los enfermos de Coronavirus.

Para que todos los que sufren a causa del Covid-19, precisamente en el misterio de este padecer, puedan redescubrir "el mismo sufrimiento redentor de Cristo" (ibíd., 30), esta Penitenciaría Apostólica, ex auctoritate Summi Pontificis, confiando en la palabra de Cristo Señor y considerando con espíritu de fe la epidemia actualmente en curso, para vivirla con espíritu de conversión personal, concede el don de las Indulgencias de acuerdo con la siguiente disposición.

Se concede la Indulgencia plenaria a los fieles enfermos de Coronavirus, sujetos a cuarentena por orden de la autoridad sanitaria en los hospitales o en sus propias casas si, con espíritu desprendido de cualquier pecado, se unen espiritualmente a través de los medios de comunicación a la celebración de la Santa Misa, al rezo del Santo Rosario, a la práctica piadosa del Vía Crucis u otras formas de devoción, o si al menos rezan el Credo, el Padrenuestro y una piadosa invocación a la Santísima Virgen María, ofreciendo esta prueba con espíritu de fe en Dios y de caridad hacia los hermanos, con la voluntad de cumplir las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre), apenas les sea posible.

Los agentes sanitarios, los familiares y todos aquellos que, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, exponiéndose al riesgo de contagio, cuidan de los enfermos de Coronavirus según las palabras del divino Redentor: "Nadie tiene mayor amor que éste: dar la vida por sus amigos" (Jn 15,13), obtendrán el mismo don de la Indulgencia Plenaria en las mismas condiciones.

Esta Penitenciaría Apostólica, además, concede de buen grado, en las mismas condiciones, la Indulgencia Plenaria con ocasión de la actual epidemia mundial, también a aquellos fieles que ofrezcan la visita al Santísimo Sacramento, o la Adoración Eucarística, o la lectura de la Sagrada Escritura durante al menos media hora, o el rezo del Santo Rosario, o el ejercicio piadoso del Vía Crucis, o el rezo de la corona de la Divina Misericordia, para implorar a Dios Todopoderoso el fin de la epidemia, el alivio de los afligidos y la salvación eterna de los que el Señor ha llamado a sí.

La Iglesia reza por los que estén imposibilitado de recibir el sacramento de la Unción de los enfermos y el Viático, encomendando a todos y cada uno de ellos a la Divina Misericordia en virtud de la comunión de los santos y concede a los fieles la Indulgencia plenaria en punto de muerte siempre que estén debidamente dispuestos y hayan rezado durante su vida algunas oraciones (en este caso la Iglesia suple a las tres condiciones habituales requeridas). Para obtener esta indulgencia se recomienda el uso del crucifijo o de la cruz (cf. Enchiridion indulgentiarum, n.12).

Que la Santísima Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, Salud de los Enfermos y Auxilio de los Cristianos, Abogada nuestra, socorra a la humanidad doliente, ahuyentando de nosotros el mal de esta pandemia y obteniendo todo bien necesario para nuestra salvación y santificación.

El presente decreto es válido independientemente de cualquier disposición en contrario.

Dado en Roma, desde la sede de la Penitenciaría Apostólica, el 19 de marzo de 2020.

Mauro. Card. Piacenza Penitenciario Mayor  (Krzysztof Nykiel).

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