Dom 12 8 12. Yo soy Pan: Jesús, un camino posible

Domingo 19 tiempo ordinario. Juan 6, 41-45. Jesús curaba y enseñaba, alimentaba (compartía los panes) y anunciaba la llegada del Reino (paz final, vida compartida), haciéndose “comida” para los demás. En ese contexto ha elaborado el Evangelio de Juan una intensa “teología económica”, que puede ayudarnos a entender y superar la gran crisis actual (casi cien mil personas mueren cada día por hambre en un mundo sobrante de comida y de riquezas).

Invertir la presión del capitalismo (y en sentido más concreto del neo-liberalismo económico), convertir al hombre en pan y hacer así que todos puedan compartirlo (diciendo con Jesús "yo soy pan"): Este es el don y tarea del Evangelio. De esa forma, el mensaje más espiritual (sermón del Pan de Vida) viene a presentarse como el programa más material de vida. Frente a la economía neo-capitalista del libre mercado y del triunfo de interés propio, a costa de los demás, eleva Jesús el programa de la vida hecha pan. En esa línea aparece claro el carácter anticristiano del neo-liberalismo económico, por más que muchos capitalistas se sientan falsamente herederos del cristianismo.


-- Principio del capitalismo: Los bienes de los demás pueden ser para mí (libre mercado); así puedo invertir y ganar en la plaza donde todo se compra/vende-financia (a costa de aquellos que pierden)
-- Principio evangélico: Yo me hago pan para los demás, poniendo a su servicio no sólo lo que produzco, sino lo que soy . En centro de la vida es "pan", y (como Jesús) sólo soy pan en la medida en que comparto lo que tengo.

Al explicarnos este pasaje que voy a comentar (Jesús, el Pan de Vida), el profesor de Juan (agudo exegeta de Roma) se atrevía a decir que Jesús de Nazaret, hijo de José, no lo habría entendido, no por falta de entendimiento, sino porque no andaba con teorías, sino que curaba, alimentaba, compartía… Pero añadía que este pasaje recoge y formula, hacia el año 100 d.C, en un contexto de crisis, cercano al nuestro (¡1968!), de disputa gnóstica y materialismo imperialista, la verdad más honda, la tarea más urgentes del evangelio.

Introducción. Una economía contraria al pan

El programa neo-liberal, seguido por nuestro flamante Gobierno de España, exige de hecho los pobres alimenten a los ricos; defiende así una economía anti-cristiana, por más que el partido en el Gobierno insista en decir (mintiendo) que pertenece a la “internacional democristiana”.

Pues bien, en contra de esa “ley económica” (que no es una fatalidad, ni una exigencia necesaria de los tiempos, sino un latrocinio legalizado: ¡una Cueva de Bandidos!), Jesús insistía en la exigencia de “hacerse pan”, esto es, de convertir no sólo las riquezas, sino la misma vida, en alimento (capital) para los pobres.


Sólo pueden ser cristianos de verdad los que acogen y siguen las palabras y gestos de Jesús en este evangelio: Que nos hagamos pan unos para los otros. Éste es el lugar de la "ortodoxia" de Jesús, el espacio fundamental de presencia de la iglesia (aunque parezca que muchos jerarcas lo olviden). Jesús trató del pan, se presentó a sí mismo como pan.

Sin duda, fueron y son importantes las teorías de los grandes economistas (de A. Smith a D. Ricardo, de M. Keynes a M. Friedmann…). Pero ellas sólo son de verdad cristianos (o, mejor dicho, humanas) en la medida en que estén al servicio de la norma original de toda economía: Si permiten que unos hombres ayuden a otros hombres, haciéndose unos pan para los otros.

Ésta es la verdad, la revelación emocionante, de este evangelio de Juan, que Jesús de Nazaret no habría entendido quizá en un plano teórico, pero que recoge la aportación más honda de su mensaje y de su vida. El verdadero capital no es el “dinero externo” (manejado por FMI, el BCE o la OMC…), convertido en medio para fabricar más dinero (haciéndose Mamona). El auténtico “dinero” (el verdadero capital) es el hombre (hombre y mujer) que se hace pan-capital para los otros.


Sigan discutiendo banqueros y políticos (y en su plano deben discutir…). Dejen que siga creciendo la bola del gran alud, que acabará matándoles (matándonos) a todos…, que se multiplique el riesgo, con la bola de fuego de un capital financiero enloquecido, en manos de pirómanos homicidas (¡y suicidas!). Sólo a partir de los pobres podrá comenzar la nueva humanidad del Reino (Sermón de la Montaña)

En la línea actual, esta humanidad neo-capitalista no tiene salida (por más que algunos como Anatole Kaletsky nos hablen de un 4º Capitalismo ya curado...). La suerte está ya echada. No hay lugar para un Cuarto Capitalismo: ¡O cambiamos (o cambian) de rumbo o nos destruimos todos. En línea neocapitalista nos quedan sólo algunas generaciones futura de vida; luego la destrucción.

La respuesta a este tema (que es un problema de humanidad: de justicia y supervivencia, de religión y de ética) solo puede venir a través de una “gran transformación”, es decir, de una “conversión del Capital Humano”, el único capital verdadero. Sin una nueva humanidad (de nuevo Jn 2), esta vieja humanidad se destruye.


Sin un nuevo Capital Humano (sin la conversión del hombre en pan para los otros), esta humanidad no tendrá salida. En esa línea quiero interpretar el texto del Evangelio de Juan. Buen fin de semana a todos.

Texto

-- En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo", y decían: "No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?"

-- Jesús tomó la palabra y les dijo: "No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.

-- Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios". Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

-- Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Juan 6, 41-51).


Fondo bíblico. Evocaciones históricas

Éste es un pasaje que recoge y condensa toda la tradición de la Biblia, que es un libreo de Comidas, es decir, el libro de la verdadera alimentación integral del hombre.

a. En esa línea culmina la creación, cuando Dios ofrecía a Adán y Eva los frutos del jardín... (Gen 2), diciéndoles que podían comer de todo, pero sin hacerse “dioses” (es decir, sin comer del árbol del bien y del mal: adorando al capital…). El gran pecado es la “mamona” (el capital divinizado). Frente a ese pecado está la revelación de la verdad de Dios: Que hombres y mujeres sean (se hagan) pan, unos para los otros.

b. Ésta es la verdad del Éxodo judío, donde se dice que Dios mismo regalaba el maná (pan del camino) para hombres y mujeres, por igual a todos, de manera que ninguno tuviera más que otros, sino todos lo bastante y suficiente para comer y para amarse (cf. Ex 16; Núm. 11). Éste es el signo: Que todos puedan comer en fraternidad e igualdad y libertad (como dirá la Revolución francesa…). Que todos puedan comer lo que necesitan, pues lo que sobre se pudre. Se les pudre a los ricos su riqueza sobrante, es decir, aquella que no ponen al servicio de todos, y ellos mismos se pudren con ella.

c. Ésta es la verdad del evangelio de este domingo, siempre que sepamos leerlo de un modo integral, aplicando a los cristianos (a los hombres y mujeres) aquello que Jesús dice de sí mismo, conforme al principio de la encarnación... Porque Jesús es Eucaristía y porque compartimos su vida, también nosotros podemos debemos) ser comunión de vida. En ese sentido, todos somos hijos de José, pan de Eucaristía, como seguiré indicando en los números que siguen.



1. Recuerdo histórico, Jesús: Enseñar, dar de comer


En un determinado momento Jesús quiere que sus propios discípulos descansen. Han compartido su tarea han comenzado a enseñar y curar sobre la tierra (cf. Mc 6, 30). Lógicamente están cansados. Jesús les lleva a reposar, pero la gente les ha visto y aún les necesita. Sobre el cansancio de los discípulos (la iglesia) está el vacío y angustia de los hombres que llaman y que buscan.

Pues bien, la misericordia de Jesús vence al cansancio y así sigue enseñando. Se hace tarde, están en un lugar muy apartado ¿Qué pueden hacer? Los discípulos (¿la iglesia?) quieren que los hombres y mujeres se marchen, cada uno a su camino, conforme a sus propias posibilidades. Pero Jesús no les puede enviar así vacíos. Sabe que los bienes de este mundo pueden compartirse y quiere compartirlos.

¿Cuántos panes tenéis? ¡Mirad bien! Y mirando respondieron cinco panes y dos peces. Y les mandó sentarse en grupos sobre la hierba verde. . . Y tomando los cinco panes y los dos peces miró hacia el cielo, dijo la bendición y partió los panes y los fue dando a sus discípulos, para que los repartieran a la gente. Y también repartió los dos peces para todos. Y comieron todos y se hartaron (Mc 6, 38 42; Jn 6, 1-15)).


Este es el relato, simple y terso, con sus dos elementos centrales (a) Jesús enseña, comparte la palabra. (b) Jesús da de comer, hace que los hombres que le siguen compartan la comida

2. Novedad de Juan: Para dar comida hay que hacerse comida

Avanzando en esa línea, el evangelio de Juan ha descubierto y desvelado un gran misterio: Jesús no sólo enseña y da de comer, sino que se convierte él mismo en comida. Ésta es su novedad “teológica”, su novedad humana, la verdad más honda de la Eucaristía: compartiendo el pan de Jesús (en recuerdo de su vida y de su muerte), sus discípulos descubren que Jesús mismo en comida y que ellos han de hacerse comida unos para los otros:

Yo soy el pan de la vida.
El que venga a mí no tendrá hambre.
El que crea en mí ya no tendrá más sed (Jn 6, 35).


Estas palabras deben entenderse desde el gesto precedente: Jesús da de comer, sus los discípulos comparten su comida (el pan y vino, los panes y los peces) con todos los hombres de la tierra. En ese contexto hay que decir que la verdadera comida es la misma vida de los hombres: Jesús se ha hecho comida para los demás, ha saciado el hambre de justicia y amor

3. Un hombre cualquiera: Jesús, hijo de José

Los “judíos” critican a Jesús porque dice que es “el pan bajado del cielo” (que se hace pan), diciendo que ellos conocen bien su origen. Le critican porque saben que es “un hombre cualquiera”, como todos ellos: «No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».


Éste es el tema. Los “judíos”, es decir, aquellos que no logran comprender el misterio del pan compartido conocen a Jesús y saben que no es un ángel ajado del cielo, ni siquiera es un hombre de alcurnia. Saben de dónde viene: de José y de María… ¿De dónde le han salido las grandezas que él demuestra al para presentarse como “pan del cielo”. Es un hombre como los demás, como sabe el himno de Flp 2

Éste es el tema: la salvación de Dios (el pan del cielo) forma parte de nuestra propia historia. Jesús no es pan del cielo por ser un tipo de “monstruo”, o un prodigio celeste, sino, siendo hombre, un simple ser humano, hijo de José, como los demás. Es como todos, pero se ha hecho pan, alimento de vida para los demás.

4. El Padre me ha enviado… La atracción de Jesús.

Ha nacido de José y María y, sin embargo, al mismo tiempo, ha venido de Dios, porque el mismo le envía y sostiene, haciéndole capaz de convertirse en pan para los otros. Es un hombre normal y, sin embargo, Dios mismo se expresa en su vida y en la vida de aquellos que le buscan (atraídos por Dios).

Jesús hombre se hace “pan”, humanidad convertida en alimento para los demás, en la línea de aquel gran adagio de Plauto: “Mortali iubare mortalem, hoc es Deus”. Que un mortal (¡no un dios!) ayude y alimente a otro mortal ¡eso es Dios! Que un hombre como Jesús se haga “eucaristía” (y nos capacite a todos para ser eucaristía, pan compartido): Esa es la revelación de Dios.

(a) Dios ha enviado a Jesús, de manera que Jesús proviene de Dios, habiendo nacido de unos padres de este mundo. En esa línea podemos añadir que cada hombre o mujer viene de Dios.

(b) Dios mismo atrae a los hombres hacia Jesús, de tal forma que pueden descubrir en él un potencial que les llama, les emociona, les sacia. De esa forma, los hombres descubren en Jesús el “poder” de Dios que se expresa en la humanidad solidaria, en la entrega de Jesús (como pan) por los demás.

(c) En el fondo de esta “atracción” de Jesús, y de la saciedad que brota de ella se descubre el poder de la resurrección. A Jesús le han matado precisamente por hacerse “pan” (por regalar la vida por los otros). Pues bien, Dios mismo le ha “resucitado”: Dios se muestra en él como principio de vida.

d) Todo esto se celebra y despliega en la Eucaristía, es decir, en el sacramento concreto del pan y del vino, que los hombres y mujeres comparten, recordando la vida y la muerte de Jesús. Él está allí, haciéndose presente… allí donde los hombres y mujeres se hacen presenten unos a los otros y en los otros.


5. Todos serán discípulos de Dios… El que cree tiene vida et eterna.

Jesús cita una palabra bíblica que no aparece directamente en el Antiguo Testamento, pero que está su raíz: "Serán todos discípulos de Dios". La historia de las religiones ha sido a veces una disputa de maestros y escuelas, de jerarcas buenos y falsos maestros… Pues bien, Jesús sabe que el único Maestro es Dios, de manera que todos, cada uno de los hombres y mujeres, tienes que recibir la palabra de Dios, como adultos, como mayores de edad.

En este fondo se vinculan el “escuchar a Dios” y el “venir a Jesús”. El texto repite así lo que ha dicho ya anteriormente: Dios mismos nos permite descubrir su verdad en Jesús y buscarle, confiando en él… Confiar en Jesús (creer), eso es la vida eterna… Se trata de creer en otra persona, de creer en las personas… Quien cree en los demás, creyendo así en Jesús (y haciéndose pan para los otros, como Jesús), tiene ya la Vida Eterna.

Hay una vida “biológica” que pasa y se transmuta, pues todo nace y todo muere… Pero hay una “vida humana, una vida personal” que nace de Dios y nos permite creer en unos en otros. Creer en los demás, confiar en ellos, vivir para ellos: eso es la vida eterna.
Ésta es la verdad de la Eucaristía… Creer unos en otros, hacernos pan los unos para los otros


La Vida Eterna no se revela en un gesto de pura interioridad, sino en el encuentro y comunión de unos con otros… Quien creen en los demás, quien comparte con ellos la vida (haciéndose eucaristía) tiene la vida eterna, porque Dios es Comunión de Vida y porque Jesús es la revelación más alta de ese Dios entre nosotros.

6. Yo soy el pan de la vida, el que coma de este pan vivirá para siempre.


Sólo Jesús ha logrado decir estas palabras, dándoles un sentido, proclamándolas como palabras verdaderas. Pero, una vez que él las ha dicho, estas palabras se revelan como verdaderas para todos…

1. La comida externa, cerrada en sí misma, termina en la muerte… incluso la comida del “maná”, entendido por los judíos como pan religioso, pan sagrado: «Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron». Conforme al estilo de Juan (según su teología) esto significa que las religiones, cerradas en sí mismas, como sistemas de sacralidad objetivada llevan a la muerte y permanecen en ella.

2. «Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Éste pan que da Jesús es la “vida de Dios, la carne de Dios”: es su misma vida hecha pan, su misma realidad personal, carne y sangre, entendimiento y voluntad, potencia engendradora y donación de vida…


Esto significa que la vida de un hombre (ser humano: hombre o mujer) es otro ser humano. El único pan que sacia a un ser humano y le da vida (palabra, amor, esperanza) es otro ser humano, sea en forma de padre o de hijo, se hija o de madre, de hermano o hermana, de novio o de novia, de esposo o de esposa, de amigo o de amiga… En sus diversas formas de manifestación y diálogo, un ser humano es “pan” para otro ser humano.

En el límite material (o simplemente vital) las realidades se agotan y mueren, en un círculo eterno (o al menos indefinido) de generación y corrupción (como sabía Aristóteles, como ha vuelto a definir Lavoisier). Pero en su dimensión humana, cada ser humano que se entrega a otro ser humano como “pan” es principio de vida eterna. Cada ser humano es “pan vivo, bajado del cielo” para otro ser humano; cada hombre o mujer es “Dios” (revelación de Dios, pan de vida eterna) para los otros. Por vivir en este nivel, por entregarse y compartir la vida en este plano, los hombres y mujeres “no mueren”, tienen vida eterna.

7. Conclusión Eucaristía, los tres panes.

(1) Pan del principio, el pan de la creación. Según la Biblia, en el principio de la creación humana estaba el pan de la gracia que Dios quiso darnos en el paraíso toda la tierra, que viene a presentarse como fruto de vida para Adán y Eva. Pero la historia (la Biblia dice el “pecado”) de los hombres ha cambiado el sentido del pan, haciendo que de ahora en adelante sea pan de los sudores y de divisiones, de manea que unos no sean pan de vida para los otros (cf. Gén 3, 19;4, 1 l6). Es el pan que Adán consigue con fatiga, trabajando con dolor sobre los campos. El pan que disputan en combate a muerte Caín y Abel, los dos hermanos. De esa forma, lo que era don de Dios se ha convertido en objeto de ansiedad y de batalla dentro de la historia.

(2) El pan del camino. Pero la historia siguió abierta y los hebreos, buscadores de la libertad, descubren nuevamente el pan (maná) de gracia mientras tienden a la tierra de sus esperanzas (cf. Ex y Núm). Ciertamente, ellos consiguen conquistar un tipo de tierra en este mundo, pero no logran compartir el pan. Pierden el maná y no logran vivir en comunión de trabajo y esperanza dentro de la historia. Por eso Jesucristo, en su oración mesiánica, nos dice que digamos: «el pan nuestro de cada día dánosle hoy». Este sigue siendo el pan nuestro, pan de todos, producto del trabajo de los hombres, que deben compartirlo sobre el mundo. Pero, al mismo tiempo, es pan de Dios; por eso lo pedimos mientras vamos buscando en esta tierra.

(3) El pan de la vida eterna. En ese fondo puede ya entenderse mejor nuestro pasaje. Jesús, mientras predica y cura, abre a los hombres un camino de existencia compartida que se expresa en la comunicación del pan, que culmina en la comunicación de vida. Así se vinculan los dos planos.

(a) Ciertamente, él quiere que los discípulos y todos los hombres de la tierra puedan compartir la palabra y la oración, la vivencia del misterio.
(b) Pero esa palabra y oración compartida pierde su sentido si los hombres no comparten el pan de su fatiga, su esperanza y su cansancio mientras van en el camino.
(c) Pero ese pan “material” (que debe ser en la misma cantidad, como decían los textos del Éxodo) debe culminar en el pan del encuentro personal, en la entrega de vida. Por eso, el mismo Jesús, que es la Palabra de Dios, viene a presentarse como el Pan de vida para hombres y mujeres, para que ellos se “den y se coman en amor unos a otros. Así se revela la vida
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