Espada he venido a plantar, fuego a prender (Via-Crucis Poio 1)

La Biblia empieza en Gen 1, abriendo un camino de paz universal a través de campos yermos y piedras de guerra, un  camino centrado para los cristianos  en el Via-Crucis de Jesús, que inicia su marcha, vigilado por soldados romano/soviéticos de grandes escudos y lanzas.

Asíí me lo dijo A. Mahourrek, que había escapado del "ordo" soviético, impuesto en Praga el año 1945, para refugiarse en el Paris de los artistas y después en Poio, costa  de pescadores y "santas mujeres", donde le conocimos, admiramos  y quisimos  en los años 80 del siglo pasado.

 Así vio Mahourrek al mundo, así lo plasmó en este mosaico del Via-Crucis, entre oriente y occidentes Praga, Paris y Poio.  Vamos a recorrerlo... entre soldados imperiales y mujeres de amor y dolor de la vida, el Vía-Crucis, que es Via Lucis, camino de iluminación.

Así lo vio A. Mahourrek (+1991), así lo plasmó  su escuela de mosaico en el Monasterio de la Merced de Poio (Pontevedra, Galicia), con G. San-Millan (+) , Arsenio F. , P. Lamelas y otros mercedarios que viven para recordarlo y contarlo con gozo.

Ante ese mosaico, el mejor Via-Crucis artístico que conozco, voy a ofrecer unas reflexiones bíblicas, que iré publicando durante algunos días en mis postales.

No sigo el orden de las 14 estaciones. Ésta presenta el principio de la marcha. Jesús dice "Vamos". Le siguen algunas mujeres del pueblo de Poio y del mundo. Le vigilan los soldados de los grandes imperios del "orden" romano, soviético o o actual, como los venía Mahourrek.

Nos colocamos en la marcha. Perdone el lector si mi "comentario" resulta largo y tedioso. Contemple sin más la estación de Jesús que toma su cruz y dice "vamos". Vamos?

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No he venido a sembrar paz, sino espada (Mt 10, 34)

 Superando una estructura endogámica de amor a los amigos y rencor a los supuestos enemigos (Mt 5, 43-45), Jesús elevó su propuesta de paz gratuita y exigente, abierta a  varones y mujeres, judíos y gentiles, libres y siervos, y de un modo especial a los carentes de familia (cf. Gal 3, 28).

Jesús reconoció el valor de las casas y las incluyó en su proyecto (Mt 10, 12-13; cf. Mc 6, 10); pero, al mismo tiempo, se opuso a un tipo de "buenas" familias, que expulsan o marginan a huérfanos, viudas y extranjeros, viviendo en constante “guerra supra-familiar”. Por eso, su mensaje de acogida para pobres y expulsados puede ir en contra de los privilegiados del poder establecido:

  •  No penséis que he venido a plantar (βαλεῖν) paz:
  • no he venido a plantar paz, sino espada (μάχαιραν). 
  •  He venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; 
  •  pues los enemigos del hombre serán los de su casa (Mt 10, 34-36)  
  •  Quien ame a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; quien ame a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; quien no cargue con su cruz y me siga, no es digno de mí (Mt 10, 36-38)…

    A fin de se ser principio de paz universal, la espada de Jesús ha de empezar siendo amenaza para aquellos que imponen su violencia opresora y asesina sobre pobres, desnudos, extranjeros (en la línea de Mt 25, 31-46), expulsando de la casa de la vida a los pobres, indigentes y distintos.

La paz de Jesús no consiste en dejar las cosas de la casa como están, sino en crear casas de acogida y amor, entr distintos y de, sino transformarlas, en la línea de Isaías 2, 2-4, convirtiendo las espadas en arados, para así poner la tierra al servicio de la paz (trabajo, amor, alimento compartido), pues no Jesús no vino a bendecir las casas de los prepotentes, sino a plantar espada contra aquellos que sólo quieren guerra sobre el mundo (Mt 5, 21-48),

Los primeros cristianos, emocionados, sorprendidos, ardorosos ante la llegada del reino, habían concebido a Jesús como fuego y su obra como incendio de Dios. Nosotros (2026) hemos tendido muchas veces a “fabricar” un cristianismo y una iglesia de aceptación, adaptación y sacralización de lo que hay (un tipo de injusticia, opresión social y guerra). Pues bien, sin superar (dejar a un lado) el mal de un mundo de imposiciones,  con sus poderes “fácticos de opresión social y personal, no dejaremos que arda el fuego de Jesús. Por eso dice Jesús: La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como este mundo la da (Jn 14, 27)

Este mundo, tal como está configurado (en opresión económico-social lucha por el poder, poder endogámico y expulsión-opresión de extranjeros, huérfanos y viudas), tiene que arder y destruirse, para que llegue el nuevo bautismo, para que emerja el evangelio. Sin que este mundo antiguo arda, por los cuatro costados, no podrá brotar la  paz mesiánica de Jesús..  Esa experiencia de  fuego se encuentra vinculada al bautismo, es decir, a la nueva iniciación y transformación del evangelio: no hay buena noticia de Jesús (de bienaventuranza), sin lamentación activa (no maldición) de aquellos que se oponen al proyecto y camino de Jesús: Ay de vosotros, ricos; ay de vosotros los que estáis saciados (Lc 6, 21-24).

Jesús reconoce el valor de las buenas propuestas de Antiguo Testamento, pero quiere y necesita superar una estructura opresora de “buenas” familias y poderes excluyentes que expulsan de sus casa a pobres y oprimidos, que rechazan a los extranjeros y que utilizan (dominan a huérfanos y viudas) para así imponer su violencia sobre el mundo, para triunfar ellos mismos a costa de los otros. En esa línea, su programa de concordia y comunión universal (curar a los enfermos, liberar a los endemoniados, abrir los ojos a los ciegos: Mt 11, 2-4) exige el rechazo de unas instituciones, relaciones y personas establecidas  como estructuras de defensa interior egoísta y de lucha exterior de conquista y opresión sobre los otros.

Esas palabras (no vengo a plantar paz sino espada, Mt 10, 43) provienen del Q(cf. Lc 12, 51-53), y están formuladas de manera paradójica por seguidores de Jesús que, hablando en su nombre, ofrecían un programa mesiánico de paz para los galileos, judíos y gentiles,, empezando por los más desfavorecidos, una paz que sólo puede lograrse con una espada (majaira) que deshace y supera los nudos anteriores (los sellos de opresión de Ap 5), de egoísmo grupal de padres/hijos, madres/hijas y suegras/nueras etc[1].

Una espada semejante ha de ser la nuestra, en el siglo XXI, no para crear nuevos imperios de opresión personal y social, sino para hacer que se destruyan los que existen  Ésa no era una espada militar, ni de lucha a favor o en contra de Roma (cf. Rom 13, 1-7), sino de amor al prójimo como a uno mismo, empezando por los excluidos más cercanos, cf. (Mt, 10, 32-33), conforme a la crisis escatológica anunciada por Miqueas 7, 6: “Los enemigos del hombre  son los de su propia casa”.

El verdadero enemigo no está fuera, en los otros, sino en nuestro egoísmo  social, religioso o económico. No se trata, por tanto, de hacer guerra externa y de vencer a los de fuera, sino de transformarnos por dentro, de cambiar nuestra forma de vida, de convertirnos en  ejemplo para los de fuera.

  ‒ La espada de Jesús separa (divide) a un hijo y a su padre, a fin de que no se  cierren en sí mismos, sino que puedan crear una familia abierta a la humanidad entera. La vinculación de hijo con padre era la más cerrada que entonces existía según ley; por eso era la primera que debía replantearse, para superar una estructura patriarcal dominadora, recreando una familia de amor, primero hacia dentro y después hacia fuera

Hija y madre. Esta espada separa a la hija (θυγατέρα)   de su madre (κατὰ τῆς μητρὸς αὐτῆς ), para no repetir su esquema de poder, rompiendo (superando) las relaciones egoístas de madres e hijas, para crear en su lugar relaciones universales de amor Cada mujer es autónoma, no simple hija de su madre; cada varón lo es también, no simple repetición de su padre) pudiendo así abrirse al amor universal.

‒ Nuera y  suegra (καὶ νύμφην κατὰ τῆς πενθερᾶς αὐτῆς). Ésta es la tercera ruptura, dentro de una familia en la que, tras un casamiento regulado por ley, la madre (especialmente la viuda), seguía viviendo con el hijo, como dueña de casa (gebyra), en línea de poder, con mando sobre la nuera. En contra de eso, según Jesús, cada hija/mujer (νύμφην), ha de ser autónoma, libre, contra (por encima) de un modelo de padres-madres-suegras (de imperios, sociedades mercantiles y/o iglesias) que quieren marcar, definir y trazar desde fuera (pero no desde Dios, ni en Cristo) su sentido y tarea en el mundo[2].

  Los primeros enemigos de un ser humano (ἀνθρώπου) son los de su casa (οἰκιακοὶ αὐτοῦ), es decir, los que construyen para sí mismos una torre  de poder para mantener oprimidos a los otros en vez de impulsarles a vivir en libertad de amor. La espada de Jesús es, según eso, espada de ruptura y apertura, trauma de nacimiento  y dolores de parto, para que así podamos vincularnos en amor con la humanidad entera (Rom 8).

En un sentido, seguirá habiendo familias de padres e hijos, de madres, hijas, suegras y nueras, pero no cerradas en sentido egoísta, sino abiertas en libertad personal y social, para vivir pacificados en comunión universal interhumana.

Un tipo de familia establecida (imperio, estado, iglesia) tiende a convertirse en grupo de poder que mantiene sometidos a los de dentro y excluidos a los que no son del propio grupo. Sólo la verdadera libertad y comunión interna hace posible la liberación externa. Sólo la liberación externa (acogida y liberación de extranjeros, huérfanos y viudas) hace posible la comunión interna, en amor mutuo. En ese contexto, en un entorno de luchas inter-familiares, Jesús ha venido a presentarse como signo de libertad personal y comunión universal con familias (hijos, hijas, hermanos) que puedan abrirse, libremente, en amor hacia todos, en especial hacia los más necesitados.

Esta superación de una familia anterior de grupos enfrentados, con el establecimiento de una comunión universal de hermanos/amigos universales puede ser fuerte, implicar dificultades y persecuciones, pues se trata de pasar de un “estado de lucha general de poderes”, todos contra todos, a un estado de comunión de amor sin poderes, de comunicación gratuita, de evangelio de paz.

El antiguo estado de lucha de unos contra ha de ser superado, permitiendo que surja una comunión universal de vida en amor, donde se integren todos los seres humanos, pueblos, naciones, estados, como única familia mesiánica de Jesús, compañeros y amigos entre sí: Hambrientos, desnudos, exilados, enfermos y encarcelados, como pide Mt 25, 31-46 y formula Pablo en Gal 3, 28, diciendo que no hay judío ni griego, ni varón contra mujer, ni libre contra siervo, sino que somos todos uno en Cristo.

Este cambio no es una ruptura de muerte, sino de resurrección para un nacimiento superior de vida. Esta es la meta-noia que proclamaba Jesús (Mc 1, 15), el cambio de mente y vida según el evangelio. Por experiencia de evangelio, los creyentes han de superar un tipo de unidades de oposición e imposición, de padres-hijos, madres-hijas, suegras-nueras, para que surja una familia universal mesiánica, de varones y mujeres, mayores y niños, abierta a todos los seres humanos, judíos, griegos y bárbaros (Gal 3, 28). La meta-noia mesiánica de Jesús viene a concretarse así como un supra-nacimiento para el amor y comunión universal, como un mundo de fuego….

Lc 12, 49. Fuego he venido a prender en la tierra

  • He venido a prender fuego en la tierra (πῦρ ἦλθον βαλεῖν) ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! (τί θέλω εἰ ἤδη ἀνήφθη.)Con bautismo he de ser bautizado ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
  • ¿Pensáis que he venido a traer paz al mundo? No, sino división. Una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres;padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra la hija e hija contra la madre, suegra contra  nuera y l nuera contra  suegra (Lc 12, 49-53)

Los primeros cristianos, emocionados, sorprendidos, ardorosos ante la llegada del reino, habían concebido a Jesús como fuego y su obra como incendio de Dios. Nosotros (2026) hemos tendido a “fabricar” un cristianismo y una iglesia de aceptación, adaptación y sacralización de lo que hay (un tipo de injusticia, opresión social y guerra).

En contra de eso se eleva el  fuego del bautismo de Jesús, pues este mundo, tal como está configurado (en opresión económico-social y lucha de poder), tiene que arder y destruirse, para que emerja el evangelio. Sin que este mundo antiguo arda, por los cuatro costados, no podrá darse de verdad la iglesia mesiánica.

-El fuego va unido a las teofanías apocalípticas de Ez 1-4. y Dan 7, 10 y, lógicamente, puede ofrecer rasgos destructores para aquellos que se oponen al proyecto de Dios, dentro de la misma historia. En ese plano se sitúa el castigo de las viejas ciudades pervertidas de la hoya del Mar Muerto (Gen 19, 24-25), lo mismo que la séptima plaga de Egipto (Ex 9, 24). Por eso, no es extraño que se diga que del seno de Dios proviene el fuego que devora a los rebeldes (Lev 10, 2) o destruye a los murmuradores del desierto (Num 11, 1-3). Pero en el fondo el fuego no es para destruir, sino para recread

- Estes es el fuego del Dios de Moisés, zarza ardiente. Conforme a un esquema usual en muchas tradiciones religiosas de oriente y occidente, la manifestación de Dios se encuentra vinculada al fuego qu es luz y llama de eternidad. Moisés observó y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés pensó: Iré, pues, y contemplaré esta gran visión; por qué la zarza no se consume. Cuando Yahvé vio que Moisés se acercaba para mirar, lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí" (Ex 3, 2-4).

 En ese contexto, en medio del desierto, lavisión de Dios se encuentra vinculada con la zarza ardiente, de forma quela misma vegetación se vuelve ardor y fuego donde Dios se manifiesta. Éste es un fuego paradójico, zarza llameante que arde sin consumirse. Esto es Dios: Llama constante de fuego, que sigue ardiendo en aquello que parece incapaz de tener vida.

De Juan Batista a Jesús. Un bautismo de fuego. Juan bautiza en agua, para arrepentimiento y conversión (preparación penitencial) en este mundo, un fuego para quemar y destruir todo lo que oprime a los hombres en el mundo. Pero él anuncia la llegada de un bautismo y fuego distinto, que se identifica con el mismo Dios revelado en el mundo.

 - Según Mc 1, 8,Juan Bautista dice «Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en Espíritu Santo»(Mc1, 8), porque es “iskhyroteros”, el “más fuerte (signo de Dios), y yo no soy digno de inclinarme para desatarle las sandalias como esclavo o discípulo. Todo lo que Marcos dice de Jesús ha de entenderse en esta línea, como una preparación para la acción final de Jesús, que bautizará a sus creyentes “en Espíritu Santo”.

-Conforme a la tradición del Q,Mt 3,11 y Lc 3.16 añaden “él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”,identificando el Espíritu de Jesús (=de Dios) con el fuego de Dios. Conforme a esta visión, el bautismo no es un rito penitencial humano, sino un rito teológico de fuego de Cristo que diviniza a los hombres, convirtiéndoles en revelación y presencia de Dios.

- Llegando hasta el final en esa línea, Ev. Tomás 10 afirma: Quien  

    Esta imagen de Cristo portador de fuego aparece no sólo en Q (Lc 12, 49), sino en Ev Tomás 10. 16 y 82 y ha sido muy importante en la tradición más antigua de la iglesia, no sólo por sus resonancias de AT, sino por su forma de situarse ante la llegada del reino. En esta línea avanza el evangelio “apócrifo” de Tomás:

  •  Quizá piensan los hombres que he venido a traer paz al mundo,
  • no saben que he venido a traer disensiones: fuego, espada, guerra .
  • Pues cinco habrá en casa: tres estarán contra dos, y dos contra tres,
  • padre contra   hijo,  hijo contra el padre.
  • Y todos ellos se encontrarán en soledad (Ev Tom 16).

Estos tres males (fuego, espada, guerra/peste) están al fondo de la amenaza de castigo que el profeta Gad había impuesto a David por su pecado de soberbia (hambre, guerra, peste), cuando se creía capaz de vencer a todos sus enemigos, sin ayuda de Dios (cf. 2 Sam 24, 12-13)[3]. Estos tres males están en el fondo de la humanidad y solo por una más alta protección de Dios pueden librarse de ellos los hombres piadosos, según las letanías de la iglesia A peste, fame et bello liberanos Domine”, de peste, hambre y guerra Líbranos, Señor, (EvTom 16 pone fuego en vez de peste). Cf. también jinetes de ApJn 6 (guerra, hambre, peste/muerte).

Conforme a  EvTomás 16, todo ser humano se encuentra sometido a esos males (fuego/peste, espada/guerra), sin posibilidad de liberarse por su esfuerzo, a no ser que se conviertan al amor, un amor de comunión intensa, encontrando cada uno  (cada uno encuentra su fuego de amor en los otros.

Pero, al mismo tiempo, cada uno ha de encontrarse en soledad de amor intenso, en soledad  y comunión radical con Dios, como termina diciendo el enigmático texto de Tomás 16:Y cada uno de ellos se encontrará  en soledad. Cada uno de ellos encontrara su ser en Dios, siendo Dios en el mundo, como decía el Beato Duns Escoto  (1266-1308), cuando definía al ser humano como solitudo radicalis, definiéndole, al mismo tiempo como radicalis amor, amor radical.

Soy Dios, soy “yo”, en soledad radical, en libertad plena, pero siendo al mismo tiempo “tu”, siendo nosotros, en comunión universal, como Dios-Trinidad, sin que nadie se convierta en ello, pura cosa, fuera del círculo infinito (en sof, sin fin ni límite alguno,  en el inmenso mar océano de vida que es paz, que es cara a cara, desde la cruz/amor abierto en todas las dirección que no vincula a todos, soldados y mujeres, niños y mayores, gentiles y judíos, como en el Mosaico del Via-Crucis de Poio (A Mahourrek).

 NOTA

[1] Esta palabra (he venido a sembrar espada: Mt 10, 34) puede interpretarse en dos sentidos: (a) He venido a transformar las espadas de guerra en arados de paz (cf. Is 2, 2-4). (b) He venido a sembrar la palabra de Dios, que es espada de transformación para el reino (Mt 13; cf. Ap 19, 15-17; Hbr 4, 12). Esa espada/cuchillo penetra en la entraña de cada familia, de cada persona realizando la gran transformación que tanto Mc 12, 28-38 como Rom 13, 8-10 entienden en forma de amor al prójimo,   como revelación suprema de Dios.  He expuesto el tema en  Familia en la Biblia,  y  diccionario de Biblia (Gebyra). y eb Dios judío, Dios cristiano.

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