(Eucaristía 3). Seguir al Hombre del Cántaro... colaborador eucarístico de Jesús

Traté ayer, en el contexto de la Cena de Jesús, del Hombre del Cántaro (Mc 14, 12-17 par). Un par de llamadas, preguntando por su identidad, me han hecho volver al tema, en el mismo contexto de preparación de la Eucaristía.

Éste hombre es el hombre que dirige a los discípulos hasta el lugar de la Celebración, un humilde criado (aguador), quizá homosexual, pero transmisor del Espíritu Santo.

Teniendo eso en cuenta, y anticipando la aportación de dos "amigos", había añadido, como segunda parte del título, una interrogación: ¿Homosexual, Espíritu Santo? Me parecía que ella podía dirigir a los lectores

Pero he visto que alguno se ha molestado sobremanera por una de esas dos palabras. Por eso, a fin de evitar su escándalo (¿pusillorum, phariseorum?), las he borrado del título, para así decir, de un modo más claro, que ese hombre del cántaro fue un colaborador eucarístico de Jesús, el primero, el más significativo, según Marcos. Seguir a ese hombre, vinculado a la miseria de la historia, pero abierto al agua de la vida y a la Fiesta de Dios, es iniciar bien el camino de la Eucaristía, celebrar rectamente el don increíble del Cuerpo de Cristo.

Quien no "siga" a un hombre o mujer como ese/esa, quien no esté dispuesto a dejarse cambiar por su "venida" (os saldrá al encuentro...), no podrá celebrar la buena Eucaristía, según Marcos y Lucas.



Cuando quiso celebrar "su" Pascua,

Jesús no se puso en contacto con los sacerdotes, ni con los banqueros del templo, ni con los patricios del pueblo, sino que quiso que los suyos a un simple aguador, como seguiré indicando en la línea del tema de ayer:

(a) A diferencia de lo sucedido en la Entrada en Jerusalén (Mc 11, 1-8), la iniciativa no partía de Jesús, sino de sus discípulos, que le preguntaron dónde quería que prepararan la Pascua.

(b) Jesús envía a dos discípulos, diciéndoles que fueran a la ciudad (¡sólo en Jerusalén podía comerse la pascua!), añadiendo que saldría a su encuentro un hombre (antrhôpos, ser humano), al que deberían seguir.

(c) Este hombre debe ser alguien que “les conoce” (conoce la pretensión mesiánica de Jesús) y que está “marcado” por un signo extraordinario: Lleva un cántaro de cerámica con agua (keramion hydatos bastadsôn). Es, sin duda, un hombre raro, pues realiza una función de niños y/o mujeres.

(d) Los discípulos de Jesús deberán “seguir” (akolouthein) a ese hombre del cántaro, como si fueran discípulos suyos, de forma que él mismo aparece como signo de Jesús (que es el único a quien deben seguir los discípulos, según el evangelio).




(e) Este hombre del cántaro a quien los discípulos deben seguir les dirigirá hasta la “casa”, al lugar donde el oikodespotês tiene ya preparada la sala superior para la fiesta…


Este hombre será el primer "iniciador" eucarístico de la Iglesia, un personaje al que podemos comparar con la mujer del cántaro de Samaría (Jn 4) o con las mujeres de los pozos y fuentes de AT, iniciadoras de bodas mesiánicas.

Éste sigue siendo un tema clave del evangelio, que quiero explicar con más detención, fijándome de un modo especial en la "posible" identidad homosexual del hombre del cántaro y en su función del "signo" del Espíritu de Cristo, contando para ello con la aportación de dos autores. A todos mis amigos otra vez "buen día", con este hombre del cántaro, amigo de Jesús, a quien deben seguir sus discípulos.

Introducción

Como ayer mostré, en mi comentario, este “hombre del cántaro” es una figura extraña: un hombre realizando una función que es básicamente de mujeres, de niños o de “idiotas” (en sentido extenso)… Todo nos permite pensar que era“despreciado”, alguien que pertenece a las capas inferiores de la población, sin honor religioso ni social (un criado, un desclasado, quizá impuro, homosexual). Entrar en la ciudad siguiendo a ese “hombre” resultaba al menos “poco digno” para los discípulos del Cristo.

Ellos se han ofrecido a Jesús, pensando que el trabajo que deben realizar es muy digno: ¿donde quieres que te preparemos… nosotros…?
Jesús les manda diciendo que “sigan” al hombre de la cántara, al despreciado de la ciudad.



¿Un hecho histórico?

No lo sé, aunque yo me inclinaría a pensar que sí. Este “hombre del cántaro” puede compararse con otros personajes importantes del mismo evangelio: Simón el Leproso y la mujer de la unción (en 14, 3-9), los hombres del asno atado (11, 1-9), el joven de la sábana (14, 51-52)…

Más de una vez me he sentado sobre una piedra en la parte baja del Cedrón, junto a la piscina de Siloé imaginando la escena: Cómo baja un hombre extraño, de fuertes colores, moviendo onduladamente las piernas, bajo la cántara… La baja, la llena de agua y la vuelve a colocar en la cabeza, para subir ondulando entre la gente. Todos se apartan a su paso… Pero hay alguien que se para y le para, invitándole a sentarse a su lado para conversar… Tiene los rasgos de Jesús…


Pero eso no era más que una imaginación. Vuelvo al evangelio y descubro que, desde un contexto más israelita, Mateo ha sentido que esta escena resultaba innecesaria (indigna de un judío puro…) y por eso ha borrado la figura del hombre del cántaro, mandando a los discípulos que vayan directamente a la ciudad y que realicen los preparativos en casa de un “fulano”, cuyo nombre no se dice, pero que se supone conocido (Mt 26, 17-20). Por el contrario, Lucas se siente tan feliz con la escena, que no sólo conserva la imagen del hombre del cántaro, sino que identifica a los dos discípulos (¡Pedro y Juan, los más importantes!), a los que manda a la ciudad diciendo que sigan al hombre “afeminado”.

Los grandes comentarios de Marcos se mantienen reservados ante esa figura. Así lo hice en el mío, cuyo texto básico presentaba ayer, aludiendo a los posibles sentidos del “hombre del cántaro”, en línea de marginación y servidumbre, pero sin insistir en su posible “tono” homosexual. En esa línea sigue J. Marcus, cuyo testo cité también ayer, lo mismo que M. Navarro, Marcos (Verbo Divino, Estella 2008).



Hay, sin embargo, otros autores que, fuera ya de los grandes comentarios, sienten más libertad ante la escena. Quiero citar a dos (S. Santos y S. Silva). Uno presenta a ese hombre del cántaro como homosexual, el otro como signo del Espíritu Santo. Es muy posible que las dos lecturas sean “convergentes”. Estoy seguro de que mis lectores apreciarán su aportación.

Resulta extraordinario encontrar en la preparación de la Pascua de Jesús a un hombre como ésta, el Hombre del Cántaro, quizá homosexual, indudablemente un pobre despreciado, signo del Espíritu Santo. Es como si Obispo de Madrid, preparando la venida y celebración eucarística del Papa en Madrid (el próximo agosto), en vez de llamar a los banqueros, para pedirles dinero, hubiera confiado en un amigo suyo, homosexual de barrio, diciéndole: “prepárame un sitio donde podamos juntarnos…”.
Buen día a todos.


1. S. Santos:
EL HOMBRE DEL CÁNTARO.
Primer personaje del evangelio que sale del armario


((Salvador Santos es uno de mis autores preferidos cuando leo a Marcos. Su relato-novela, Un Paso, un Mundo (Almendro, Córdoba 2009, 742 páginas) es un prodigio de buen contar, de profundidad narrativa, de ingenio, en las línea de los grandes comentarios a Marcos que escribió su (mi) amigo J. Mateos, con F. Camacho (El evangelio de Marcos. Análisis lingüístico y comentario exegético I-III, Almendro, Córdoba 1993-2000).
El libro de Santos tiene la virtud de recrear el evangelio de Mc desde África y Andalucía, como un texto que cambia la vida de unas familias implicadas en el camino de Jesús, que es el camino de la vida. Desgraciadamente, Santos no ha tenido (que yo sepa) aún tiempo para completar su narración, en la que sólo comenta y expone la primera parte del texto de Marcos.
Pero nos ha ofrecido algunos elementos de lo que puede ser su segunda parte, y entre ellos se encuentra el precioso comentario de este texto sobre el Hombre del Cántaro, a quien entiende básicamente como homosexual)):


SALVADOR SANTOS

Entonces envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

–Id a la ciudad. Allí encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, y al amo de la casa donde entre le decís: ‘El Maestro pregunta: ¿Cuál es la sala donde he de comer con mis discípulos la cena de Pascua?’ Él os mostrará en el piso alto una habitación grande, dispuesta y arreglada. Preparad allí la cena para nosotros.
Marcos 14, 13-15

Hay personajes del evangelio cuya notoriedad ha sobrepasado los márgenes del texto donde se recogen sus actuaciones. Son figuras históricas o virtuales de rango universal, tales como Lázaro, la Hemorroísa, la Samaritana, Jairo, María Magdalena, Pedro, Zaqueo… Junto a estos actores de primera fila, otros, sin rostro, ni protagonismo residen arrinconados en los estantes menos visibles del relato evangélico. Uno de los más desconocidos es el Hombre del Cántaro.

El Hombre del Cántaro pasa inadvertido la mar de las veces. Su paso por la escena es visto y no visto. Una aparición tan efímera en el texto explica que los lectores apenas nos hayamos fijado en él a pesar de que le nombran dos de los tres primeros evangelios. Para indagar en su identidad y estar al tanto del papel que desempeña seguimos la lectura de Marcos, la fuente principal:


12. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron sus discípulos:
- ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
13. Él envió a dos de sus discípulos diciéndoles:
- Id a la ciudad, os encontraréis con un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, 14. y donde entre decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está mi aposento, donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?”.
15. Él os mostrará una sala en alto, grande, alfombrada, dispuesta; preparádnosla allí.
16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua. (Mc 14, 12-16).


12. EL PRIMER DÍA DE LOS ÁZIMOS, CUANDO SE SACRIFICABA EL CORDERO PASCUAL

La narración comienza con dos datos temporales contradictorios. Las dos fiestas, la de la Pascua y la de los Panes Ázimos (mazzots), coincidían en su fecha de celebración por razón de que rememoraban un único acontecimiento, la liberación de la esclavitud en Egipto. Pascua y Ázimos comenzaban al iniciarse el día 15 de nisán, es decir, al anochecer del 14, según el modo judío de contar el día: de puesta a puesta de sol. El cordero, elegido el día 10, debía ser macho, de un año y sin mancha ni defecto. Se sacrificaba en el recinto del templo entre las 2,30 y las 5,30 del mediodía del 14. Nadie salvo un no judío desconocedor absoluto de las fiestas podría afirmar, como hace aquí Marcos, que el cordero pascual se sacrificaba el día primero de los Ázimos.

Marcos conocía a la perfección cada momento de las fiestas. Anteriormente había dado cuenta de su cercanía (14,1). ¿Por qué, entonces, esa incongruencia tan evidente y manifiesta? Los muchos intentos por explicarla no resultan convincentes. Cabe, pues, pensar en el recurso típicamente suyo de utilizar dos datos temporales contradictorios (1,32; 4,35) como invitación al lector a hacer un alto en la lectura y dirigir su mirada hacia la situación que ha motivado los hechos.

Acerquémonos a ellos: Nuestro autor, Marcos, ha destacado previamente la ansiedad de la aristocracia sacerdotal y de los máximos representantes de la ideología oficial por prender a traición a Jesús con el fin de darle muerte antes del inicio de los festejos (14,1-2). Él disfruta tranquilo en casa de un marginado. En ese escenario una anónima mujer le muestra con un desbordante amor que acepta su proyecto hasta las últimas consecuencias. La entrega de la mujer desata la tensión en los discípulos, que interpretan su gesto como exagerado e inútil (14, 3-8).

El grupo de seguidores no sale de sus coordenadas nacionalistas y demuestra una escasa adhesión al proyecto del Galileo. El desacuerdo desemboca en la traición de uno de los Doce. Los dirigentes sacarán partido de las divergencias. Ha fraguado la complicidad y los instintos criminales entran en ebullición (14, 10-11). Los acontecimientos parecen precipitarse.

LE DIJERON SUS DISCÍPULOS: ¿DONDE QUIERES QUE VAYAMOS A PREPARARTE LA CENA DE PASCUA?


En medio de esa atmósfera de arrebato, con las fiestas echándose encima, los discípulos toman la iniciativa. Ellos daban por hecho que la celebración de la cena de Pascua al modo tradicional entraba en los planes del Galileo y le urgieron, por tanto, a que determinara el escenario de la capital donde convendría llevarla a cabo. El ambiente festivo, donde la conciencia de pueblo alcanzaba su punto de efervescencia, propiciaba la costumbre de que los habitantes de la ciudad brindaran gratuitamente locales y terrazas de sus domicilios a los centenares de miles de peregrinos venidos a Jerusalén para la ocasión. En cada estancia se reunían por término medio entre diez y veinte comensales.

Llama la atención en la pregunta de los discípulos su sentido restrictivo: a prepararte (lit. para que comas), cuando se esperaría una propuesta en plural (siguiendo la literalidad: para que comamos). ¿Qué se esconde tras esa formulación en singular? El grupo observó la cena de Pascua como la mejor oportunidad para que él aceptara por fin los sagrados ideales mesiánicos trazados en el Antiguo Testamento. No había mejor ocasión para que asumiera el liderazgo de un movimiento popular contra el imperio dominante. Ése debería ser su momento; ésa sería su Cena, la que inauguraría la nueva Pascua. A tal fin los discípulos se ofrecieron como servidores incondicionales.

13. Él envió a dos de sus discípulos diciéndoles:

- Id a la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, 14 y donde entre decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está mi aposento, donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?”.


Pero los planes de Jesús diferían de la estrategia de los discípulos y no respondió directamente a su requerimiento. Antes bien, se hizo cargo de la situación y señaló los pasos a dar.

En primer lugar envió a la ciudad a dos de los discípulos. No se mencionan sus nombres; el número dos lo dice todo. Representan a la sociedad alternativa como en 6,7: “convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos”. Se emplea el verbo (ἀποστέλλω) que define una de las características esenciales del grupo: ser emisarios con un encargo de Jesús (Mc 3,14).

La ciudad, centro del poder político, religioso y económico, será el destino de los enviados, pero ni el guión a desarrollar, ni el objetivo a conseguir tendrán que ver con los propósitos de los discípulos. El Galileo no les aportará una dirección precisa, tampoco un itinerario detallado; sí, en cambio, pondrá a su alcance una señal inesperada, dinámica y claramente reconocible cuya estela les conducirá hasta el lugar idóneo. Habrán de coincidir con el Hombre del Cántaro: “os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua”.

El matiz del verbo (APANTAÔ)), sugiere que la iniciativa del encuentro corresponde al personaje en cuestión (Lc 17,12). El bullicio en un día tan señalado daba para toparse con un hombre cargando cualquier objeto, pero no un cántaro. El cántaro era recipiente propio de mujeres. Ningún hombre habría tenido la mala ocurrencia de andar por las concurridas calles cargando un cántaro de agua. Además de concentrarse en él, recelosas, todas las miradas, le habrían apedreado sin más. El insólito personaje obliga a los discípulos a dejar atrás sus prejuicios para abandonarse en quien menos confiarían. Las preguntas surgen solas: ¿Quién es ese hombre del cántaro? ¿De dónde ha salido?

Los datos orientan al sentido figurado. Se trata de un ser humano (ANTRÔPOS) con apariencia de hombre y comportamiento de mujer. Persona y cántaro conforman una unidad. Trasladando su completa imagen a nuestra cultura hablaríamos de un hombre vestido con falda y tacones. Su figura responde a la de un afeminado. No importa su procedencia, sino que está allí. Eso no tiene discusión. Y es como es. Su perfil lo dice todo. Este ser humano será el elegido por Jesús para orientar a los discípulos. Su compostura femenina anuncia que ellos han de invertir su manera de mirar la Pascua.

El hombre-mujer, impensable en la mentalidad judía, rompe los esquemas ideológicos de los enviados. Precisamente eso pretendió el Galileo acudiendo a él como figura representativa, subvertir en el grupo de discípulos unos valores alineados con la violencia nacionalista. Iban descaminados los que subestimaron el gesto de la mujer del perfume. Aquella mujer apuntaba en la buena dirección con su actitud comprometida a amar sin límites hasta entregar la propia vida en favor de los más débiles.

El hombre del cántaro quiebra el orden establecido como natural. Su sola presencia advierte a los enviados de la invalidez de sus códigos de conducta. Sin él, los discípulos carecen de rumbo y destino seguros. El hombre del cántaro les saldrá al paso como la única garantía de hallar lo que buscan. Ellos habrán de trocar ante él sus esquemas mentales. El hombre invertido aparece en el texto como modelo de discípulo advirtiendo que la sociedad alternativa no se distinguirá por sus privilegios, sino por el insustituible servicio de marcar la ruta hasta el escenario donde se celebrará la definitiva libertad.

La escueta consigna a los enviados no admite dudas: “Seguidlo”. La expresión formada por el verbo (ἀκολουθέω) acompañado de pronombre se usa casi siempre en Marcos para indicar el seguimiento a Jesús (1,18; 2,14.15; 6,1; 8,34; 9,38; 10,21.28.32.52; 11,9; 14,54; 15,41). El hombre-mujer se convierte así en el guía ideal para los discípulos. Hace las veces de Jesús, que se ha identificado con él. Ha depositado en el afeminado su absoluta confianza. El hombre-mujer ocupará su lugar y dirigirá a los enviados hacia su destino. Gracias al Galileo, un personaje insignificante ha pasado a ocupar el papel de protagonista. La imagen afeminada del hombre del cántaro en posición tan destacada pudo generar escándalo entre lectores de procedencia judía, lo que explicaría que, en su relato, Mateo suprimiera de un plumazo al hombre del cántaro y, con ello, su labor de encaminar a los discípulos hasta la casa: “Id a la ciudad, a casa de Fulano…” (Mt 26,18).

Él tiene allí las puertas abiertas: “donde entre”. El hombre del cántaro no necesita salvoconducto, pertenece a los de la casa. Una vez en ella, el “dueño” pasa a ser el interlocutor válido para los discípulos. El término (οἰκοδεσπότης “dueño de la casa”), sólo utilizado en los tres primeros evangelios, aparece en Marcos esta única vez. Mateo y Lucas lo usan en algunas metáforas y parábolas refiriéndolo a Dios (Mt 13, 27; 20,1.11; 21,33; Lc 14, 21). En otros lugares, Jesús lo utiliza aplicándoselo a sí mismo (Mt 10,25; Lc 13,25).

El dueño de la casa se muestra en este contexto como sujeto en connivencia con el Galileo. El dispone y da acceso al escenario definitivo, el que acogerá a la sociedad del Reino en su momento más crucial. El texto deja suponer que su función se limitará a escuchar y a mostrar el espacio reservado. Sólo a él prestarán atención los discípulos, cuya función se circunscribe a ser fieles transmisores del mensaje del Galileo, al que Marcos presenta dominando en todo momento la situación. Por eso, Jesús les traslada en primera persona la pregunta que ellos deberán plantear con exactitud al dueño de la casa: “¿Dónde está mi aposento…?”, aunque para introducirla, habla de si mismo en tercera persona: “El Maestro pregunta”.

La introducción “El Maestro pregunta” sirve de contraseña al dueño de la casa. Es la única vez en Marcos que Jesús se autodenomina maestro (ὁ διδάσκαλος); asimismo también en esta sola ocasión el evangelista escribe el término con artículo. El dueño de la casa no reconocerá a otro maestro distinto a Jesús. Los discípulos tendrán acceso a la estancia únicamente presentándose como seguidores suyos. Es la aceptación de su proyecto lo que permite el libre acceso al interior de la casa. Los discípulos se verán obligados a dejar atrás sus estrategias y sus objetivos.

Con su interrogante, el Maestro no reclama saber, sino enseñar a los enviados. Son los discípulos quienes deberán mostrar disposición al aprendizaje. Preguntarán por un lugar (¿Dónde…?) respecto al que Jesús conoce bien la respuesta. Él persigue que sus enviados sean llevados hasta el escenario que buscan y puedan observarlo. El término empleado para hablar de ese espacio: “aposento” (κατάλυμά), no utilizado en Marcos salvo en esta ocasión, tiene el sentido de albergue que invita al descanso tras un largo trayecto. Habla de un lugar concreto, reservado y exclusivo para él (“mi aposento”), acordado de antemano y con unas condiciones especiales para el uso al que se destina. En contraposición al sentido restrictivo del planteamiento inicial de los discípulos: “a prepararte…”, el Galileo ensancha las miras y prevé un escenario abierto a la totalidad de sus seguidores: “voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos”.

15. El os mostrará una sala en alto, grande, alfombrada, dispuesta; preparádnosla allí.

Las indicaciones dadas a los enviados incluyen las características de la estancia que el dueño les enseñará. A ellos incumbe cotejarlas con las condiciones que ellos conocen de antemano. Las cuatro marcas que definen el local están descritas con absoluta sobriedad. De ese modo, concentran la atención sobre ellas y preparan la mente respecto a los hechos que tendrán lugar en el citado espacio.

Se trata de una “sala en alto”. Este término (ἀνάγαιον; etimológicamente por encima de la tierra; opuesto a κατάγαιον: subterráneo), presente únicamente aquí y en el lugar paralelo de Lucas (Lc 22,12), apunta a la idea de que el escenario de la cena supera los propósitos nacionalistas del colectivo de seguidores. “Grande” (μέγα) sugiere desahogo, apertura y gran capacidad para albergar a un amplio universo de adheridos al proyecto. “Alfombrada”(ἐστρωμένον: participio perfecto pasivo de στρώννυμι: “extender” [una alfombra], “tapizar”) habla de un sitio acogedor, relajado, idóneo para la libertad (sólo los esclavos comían de pie). Y por último, “dispuesta” (ἕτοιμον), asegura reunir condiciones que, además de excelentes, son definitivas. No caben modificaciones en la sala; se halla en su punto para disponer de ella. Quedan únicamente los preparativos propios de la cena a los que los discípulos hicieron alusión: “a prepararte”. Las instrucciones del Galileo se han completado.

16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

El relato termina dando cuenta del cumplimiento del encargo por parte de los enviados, de la exactitud con que lo llevaron a efecto y de la preparación de la Cena de Pascua. Marcos no se interesó en los pormenores de los preparativos, que no eran pocos: sacrificar el cordero en el templo, elaborar los panes sin levadura, hacer la ensalada, preparar la mesa para todos los comensales, colocación de los accesorios), sí, en cambio, trabajó con extremo cuidado las coordenadas en las que encuadrar una cena que de ningún modo coincidirá con las ambiciones de los discípulos.

El dueño de la casa admitirá exclusivamente las instrucciones del Maestro (el término maestro sólo se escribe una vez en el relato). A ellas se ceñirán también los discípulos (término usado en cuatro ocasiones señalando su sentido universal). El Galileo marcará las pautas a seguir. El papel de guía lo desempeñará el hombre del cántaro, el primer personaje del evangelio salido del armario.

Salvador Santos
Autor del libro sobre Marcos: Un paso, un mundo (Ediciones El Almendro)
Pág…. http://www.atrio.org/2010/07/el-hombre-del-cantaro/

((Me gustaría poder firmar como mío este comentario de Santos, aunque quizá indicando que este hombre que sale del cántaro, es decir, del armario… no es un homosexual orgulloso, sino un hombre capaz de escuchar, de entender, de animar… de preparar una verdadera Eucaristía))




SERGIO SILVA
EL LADO FEMENINO DE DIOS



((No sé quien es éste Sergio Silva… aunque sé que forma parte de la Iglesia de Dios Templo Shalom, Alcerreca 1129, Quinta Normal Gruta de Lourdes, Santiago – Chile. Le he puesto unas letras y me atrevo a reproducir su trabajo, publicado en http://temploshalom.cl/idd/index.php?option=com_content&view=article&id=236:el-lado-femenino-de-dios&catid=36:sergio-silva&Itemid=59))

(Para Sergio Silva, este Hombre del Cántaro es signo del Espíritu Santo… Es un guía espiritual, en el camino que lleva a la pascua de Jesús. Siga leyendo quien quiera situar bien el tema).


La palabra que se usa en la Biblia para describir a Dios en los inicios de la creación es Ruah o Ruaj, que significa aliento, aire, viento, brisa suave, y espíritu. Se trata de una palabra masculina y femenina. Es como decir el espíritu o la espíritu. Cuando Dios sopló su aliento de vida en la creación del hombre, fue su Espíritu o la Ruah de Dios quien hizo de Adán un alma viviente. Pero luego más tarde la mujer sale del mismo hombre, ¿sale de su lado femenino?. De hecho quien decide el sexo de los niños al nacer, no es la mujer, sino es el cromosoma X ó Y que aporte el padre.

Después de más de mil años de aquella fatídica noche para los egipcios. En la pequeña Betania, una aldea cerca de Jerusalén, Jesús y sus discípulos se aprestan a celebrar la Pascua. Esta es “la” fiesta judía, pues a diferencia de los egipcios, a ellos les recuerda la liberación de la esclavitud. Esta celebración religiosa que unía la pascua misma con la de la fiesta de los Panes sin levadura duraba siete días.

Los discípulos de Jesús están inquietos, pues saben que estas festividades atraen un gran número de personas de todas partes del país y del mundo de esa época y por ley judía, esta cena debía ser comida dentro de los límites de Jerusalén. Y ellos no han visto que su maestro muestre un mínimo de preocupación y la fiesta está encima. La inquietud de los apóstoles no es menor, pues había que conseguir, dentro de la misma ciudad, un lugar que fuera de un tamaño adecuado y ordenar todo lo referente a esta sala y sus muebles. Además, había que hacer compras: pan sin levadura, hierbas amargas, vino, etc.. Por lo anterior, en el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando se acostumbraba sacrificar el cordero de la Pascua, los discípulos no soportaron más y le preguntaron a Jesús:

- ¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas la Pascua?

Miren -contestó él - al entrar ustedes en la ciudad les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre, y díganle al dueño de la casa: Él Maestro pregunta: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?. Él les mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparen allí la cena. Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua. (Luc 22:10-13).

1. Planificación.


Para alguien como yo, que generalmente no gusta de las improvisaciones, y menos cuando se trata de temas importantes como los referidos a negocios del Señor, la respuesta de Jesús a sus discípulos me satisface – además de tranquilizarme como seguro lo hizo también con los apóstoles. Tiempo atrás había hecho los preparativos para que el pollino de asna estuviera listo para su entrada en Jerusalén; y aquí vemos de nuevo que todos sus prepara¬tivos se habían planificado con amplia antelación.

Lo cierto es que cuando leemos el relato de la última semana de la vida de Jesús, no podemos evitar sorprendernos ante su capacidad de organización. Una y otra vez vemos que Jesús no dejaba las cosas para el último momento. Del mismo modo debemos aprender de nuestro Maestro e intentar ser organizados en nuestra vida; de manera que seamos inteligentes y planificados en todo aquello que dependa de nosotros. Seguro habrá variables que se escapen a nuestro manejo, y sobre las cuales no tendremos mayor control, pero en lo que dependa de nosotros no seamos negligentes. Debemos comprender que no siempre es el diablo, o la voluntad de Dios que no quiso que algo sucediera. Me atrevería a decir, que las más de las veces que enfrentamos situaciones adversas o contrarias obedecen a nuestra responsabilidad y falta de organización.


2. El hombre del cántaro.


Ahora bien, no tan sólo Jesús hizo los arreglos necesarios concerniente al lugar en donde cenarían esa noche, algo que ya hemos visto que no obedeció a nada sobrenatural, sino más bien a la capacidad de planificación de Jesús. No obstante, ahora nos enfrentaremos a una parte del relato en que muchos ven en acción el divino atributo de la omnisciencia del Señor, es decir que nuestro Señor sabe todas las cosas sobre nosotros antes que acontezcan. ¿De qué hablo? Bueno del conocimiento de que habría un hombre con un cántaro de agua que saldría al encuentro de los discípulos comisionados para preparar la Pascua, habría sido una visión sobrenatural al estilo de los profetas de AT.


Es mi opinión que, en este caso, no hace falta recurrir a lo sobrenatural; y que todo el relato de principio a fin obedece a la humana capacidad de previsión de Jesús; quien envió a Pedro y a Juan a Jerusalén con instrucciones de buscar a un hombre de extrañas características y que aunque suene como a novela de conspiración (algo de eso hay), ocurre que dado lo insólito de buscar a un hombre llevando un cántaro de agua; y a la falta de asombro por parte de los discípulos, es que me parece más bien una señal arreglada previamente por Jesús.



La tarea de acarrear el agua con un cántaro a la cabeza o a la cadera era propia de mujeres, algo que nunca hacían los hombres. Como ejemplifica W. Barclay; Un hombre llevando un cántaro de agua sería tan extraño como en cualquier comunidad oriental entonces como, digamos, hoy en día en Inglaterra un hombre con un paraguas de mujer abierto en un día soleado.

3. ¿Para qué una Señal?

Jesús bien podría haberles indicado a Pedro y a Juan la dirección de la casa, y el nombre del amigo o seguidor con quien había acordado previamente. El carácter extraño de estas instrucciones, me parece, fueron motivadas por el hecho que Judas no debía saber sino hasta la noche el lugar donde se celebraría la Pascua. En los versos anteriores vemos cómo éste ya había traicionado a su maestro y buscaba la oportunidad de entregarlo. Si Judas hubiese sabido más temprano el lugar donde Jesús estaría en la noche, podría haber informado a los principales sacerdotes. Pero Jesús evita que esto suceda pues requería estar en condiciones de celebrar la fiesta con sus discípulos y tener tiempo para instituir lo que ha llegado a conocerse como la “Cena del Señor” y que es el gran tema de nuestra serie de predicaciones.


4. No es un afeminado.

En estos días en que las minorías sexuales levantan su voz con fuerza y se ven representados en casi todas las esferas del quehacer humano, (cuando escribo esto está en pleno el festival de la canción de Viña del Mar, evento que tampoco estuvo exento de la polémica de la homosexualidad) incluso en la religión quienes buscando legitimar su opción interpretan a su beneficio este relato, intentando justificar lo injustificable. Y dado que los hombres normalmente transportaban el agua en odres; y son la mujeres quienes lo hacen en cántaros; sin pudor alguno no trepidan en señalar – literalmente- que el hombre del cántaro en este relato trata de alguien que tuvo la valentía de salir del armario y mostrar su condición de homosexual y que Jesús al ponerlo como señal avalaría con ello esta opción sexual.

Aunque al hombre que lleva el cántaro no debe ser confundido con el dueño de la casa a la que entra, ni mucho menos que se trata de un homosexual; y no siendo este el tema central de mi tema hoy, antes de revelar a quien mejor representa esta curiosa figura les dejo un par de versos de la escritura que clarificarán la postura del cristianismo frente a este complejo asunto.


"La mujer no se pondrá ropa de hombre, ni el hombre se pondrá ropa de mujer, porque el Señor tu Dios detesta a cualquiera que hace tal cosa. (Deu 22:5).
…En efecto, las mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. Así mismo los hombres dejaron las relaciones naturales con la mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas los unos con los otros. Hombres con hombres cometieron actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su perversión. (Rom 1:26-27).
…No erréis, que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni loshomosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el Reino de Dios. (1Co 6:9-10).


5. Lo femenino en el Espíritu de Dios.

La palabra que se usa en la Biblia para describir a Dios en los inicios de la creación es Ruah o Ruaj, que significa aliento, aire, viento, brisa suave, y espíritu. Se trata de una palabra masculina y femenina. Es como decir el espíritu o la espíritu. En castellano tenemos casos parecidos, por ejemplo sartén, azúcar entre otras.
La Ruah es presencia de Dios mismo, portadora y causa de vida en movimiento si vemos el siguiente verso:

“La tierra era un caos total, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios iba y venía sobre la superficie de las aguas”. (Gen 1:2).

Notamos en esta función del espíritu una actitud muy maternal al ordenar el caos y hacer agradable a los ojos de quienes iban a habitar la tierra. Aunque estamos más acostumbrados a la figura paterna de Dios, esto parece identificarse más bien con la “habilidad” natural de la mujer. Desde esta perspectiva, no parece ninguna aberración hablar de lo femenino en Dios o de sus actitudes maternales. De hecho en relación para con Israel; no es extraño ver a Dios que es "padre y madre" a la vez; pues al ver cómo Dios cuidaba, alimentaba, acogía o enseñaba a andar a su pueblo con la ternura de una madre

"¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!”. (Isa 49:15).

Cuando Dios sopló su aliento de vida en la creación del hombre, fue su Espíritu o la Ruah de Dios quien hizo de Adán un alma viviente. Pero luego más tarde la mujer sale del mismo hombre, ¿sale de su lado femenino?. De hecho quien decide el sexo de los niños al nacer, no es la mujer, sino es el cromosoma X ó Y que aporte el padre.


6. El hombre del cántaro y el Espíritu Santo.

La instrucción de Jesús para nosotros hoy, es a seguir al “hombre del cántaro”. El quiere cenar contigo, y te pide que vayas a la casa de su padre. Si no sabes cómo llegar. Deja que su Espíritu te guie. El Espíritu Santo es para nosotros hoy nuestro guía, el nos habla y enseña de Jesús.

“Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir. Él me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes. Todo cuanto tiene el Padre es mío. Por eso les dije que el Espíritu tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes”. (Jn. 16:13-15).

No te parece formidable que Espíritu Santo sea quien nos lleve y guie a Jesús, su venida tanto para los discípulos de todas las épocas es una bendición. El Espíritu Santo es nuestro guía, no sólo para mostrarnos el camino, sino para ayudarnos, pues una de sus funciones es ser nuestro soporte y sustento al caminar (paracletos). Ser guiados a la verdad es más que conocerla por encima superficialmente; no es tener su noción tan sólo en nuestra cabeza, sino su deleite, su sabor y su poder en nuestros corazones.

Ahora antes de terminar corresponde que les pregunte a cada uno si el Espíritu Santo ha empezado la buena obra en sus corazones. De hecho esto es lo que diferencia al cristiano del que no lo es: en que el Espíritu de Dios habita en el corazón del hijo de Dios. Tendríamos visiones más plenas de Jesús y mostraríamos un mayor afecto y compromisos más vivos por Él si oráramos más por el Espíritu Santo y dependiésemos más de Él.
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