Jesús y los peces (sobre un postludio de J. L. Suárez)

He presentado hace unos días la obra de J. L. Suárez, con sus valores y lagunas principales. En ese contexto, como signo y tema abierto, evocaré y ampliaré su estudio de los peces, como signo mesiánico e imagen de Jesús.

Quiero que ésta sea una aportación simbólica a un signo y motivo de hondo calado cristiano, sobre el sentido de los peces en las multiplicaciones (de los panes y los peces) y de la figura de pez como imagen de Jesús.

Dejo para otro día el tema sangrante de los valores y miedos de la Iglesia en torno al crimen enfermedad y terapia de cierta pederastia del clero, para centrrarme en la evocación gozosa de los peces, con la ayuda de J. L. Suárez, conforme a un estudio exegético-litúrgico que estábamos preparando Eliseo Tourón del Pie y un servidor hace unos veinte años.

Eliseo (pescador de la vida, hombre de tierras y mares, amigo de los amigos, cristiano ejemplar) murió hace algún tiempo, pero el tema continúa. Yo no he podido completar y terminar sus investigaciones (aunque he vuelto ha plantearlas mi Comentario de Marcos), evocando, contando y precisando el sentidos de los peces (¡buenos, malos!) en el evangelio y en la iglesia primitiva. Por eso me contexto con ofrecer un esbozo de lo que podíamos haber hecho juntos, a partir de unas indicaciones de J. L. Suárez en su libro.



Buena semana a todos, con el signo de Jesús, que es el Pez (Ichthys), anagrama del Salvador, Hijo de Dios.Que él sea buen camino en la navegación, de marcha solidaria, con los más necesitados (hermanos "mayores" de Jesús) y de pesca gozosa de la vida, con panes y peces para todos, en suelo firme y mar, según el evangelio (evidentemente, sin agotar o destruir la fauna y flora de aguas y tierra, sino todo lo contrario, protegiéndola para su propio bien y el bien de los humanos

(En este contexto me atrevo a presentar, junto a los libros y el signo del Ichthys, la imagen de Antonio de Lisboa, predicando a los peces, y diciéndoles que se porten bien, ya que los hombres de su tiempo (y del nuestro) no escuchaban la palabra de la fraternidad y de la vida).


Los peces, un signo de la comida escatológica

Un tema importante que J. L. Suárez deberá desarrollar en sus estudios sobre el Evangelio de Jesús Nezereo es el de las comidas. A su juicio, Jesús es un “mesías que da de comer”, de manera que sus multiplicaciones (Mc 6,30-44; 8,1-10; Mt 14,13-21; 15,32-39; cf. Lc 9, 10-17; Jn 6,3-15) aparecen vinculadas al intento de aquellos que quieren hacerle rey, de un modo especial, en la zona de Iturea (cf. Jn 6,15). En ese contexto se podría poner también de relieve el hecho de que la tradición ha vinculado las multiplicaciones con la apertura de Jesús a los gentiles, superando las fronteras de un judaísmo cerrado. Jesús aparece así como “rey” del pan que se regala y comparte, no como líder guerrero que vence a los enemigos.

En ese contexto se inscriben las sentencias sapienciales del Sermón de la Montaña, donde Jesús se presenta como aquel que habla enseña, ofreciendo mensaje esencial de perdón, reconciliación y amistad entre los hombres. Desde ese fondo han de entenderse las multiplicaciones con su enseñanza sobre la palabra compartida y celebrada como pan (con vino y pescado) que se toma en comunión.


Ciertamente, los relatos de las multiplicaciones están influidos por el símbolo del maná como supone Pablo (1 Cor 10,1-4), cuando de la eucaristía. Pues bien, en ese contexto debemos insistir (por menos conocido, pero también muy importante) en el tema del pescado, recordando que pan y el pescado constituían el alimento básico del entorno de Galilea, donde Jesús preparó la llegada del Reino.

Los pobres comían pan de cebada y los ricos pan de trigo. Y los peces eran la comida ordinaria de los habitantes del lago, siendo Betsaida el centro más importante de consumición y exportación de pesca. En esa línea, J. L. Suárez (que ha terminado este libro con un Posludio luminoso sobre “El rey pescador”), podía retomar la visión fantasiosa y profunda de A. Schweitzer, en un trabajo titulado Das Messianitäts- und Leidengeheimnis. Eine Skizze des Lebens Jesu, Mohr Tübingen 1901,55-57, donde interpreta la comida de los panes y los peces en forma de banquete escatológico: Dando de comer panes peces, a la orilla del lago de Galilea, Jesús habría anunciado e iniciado la llegada del Reino, preparando a los discípulos y organizándolos en "grupos de cien y cincuenta personas" (en la línea del banquete final, que se anunciaba y preparaba también en Qumrán). Frente al ejército de los celotas, preparados para matar, Jesús creó un “ejército” de voluntarios del Reino, al servicio del pan compartido.

Ése era un tema esencial en la historia de Israel, y en ese línea los sinópticos ofrecen algunas palabras esenciales que se refieren al banquete escatológico (Lc 13,29; 14,15). Por su parte, el relato de la multiplicación de los panes y peces está muy relacionado la esperanza de ese banquete que comerán los hombres cuando llegue el reino de Dios. En ese contexto se sitúa la imagen de "las ovejas sin pastor" o de las ovejas perdidas (cf. Mt 10, 6), que se aplica en el Antiguo Testamento al pueblo de Israel, que necesita del pastor divino (cf. Num 27,17; 1 Re 22,17; 2 Crónicas 18,16). En esa línea, Jesús aparece como el Moisés definitivo de la Nueva Alianza en el éxodo por el desierto, dando de comer al pueblo.

Jesús y los peces

Desde aquí puede plantearse el tema de los peces, que para J. L. Suárez tiene mucha importancia, aunque pienso que no lo ha desarrollado por ahora de forma suficiente. Pienso que en este campo puedo ofrecerle algunas indicaciones, que quizá le sirvan de ayuda, tomadas en parte de C. Vogel, Le repas sacré au poisson chez les chrétiens, Rev. de sciences religieuses 40 (1966) 1-26, texto que yo reelaboré con mi amigo E. Tourón del Pie (QEPD).


En ese contexto, quiero recordar que el pez como alimento sagrado se encuentra en muchas religiones, incluido el judaísmo, como podemos ver en diversos trabajos: F. J. Dölger, Ichthys. Das Fisch-Symbol in frühchristlicher Zeit. Der heilige Fisch in den antiken Religionen und im Christentum, Münster/Westfalen 1922-1943; E. R. Goodenough, Jewish Symbols in the greco-roman Period V. Fish, Bread and Wine (Bollingen Series XXXVII, New York 1956,1-61; R. Eisler, Orpheus the Fischer. Comparative Studies in Orphic and early christian Cult-Symbolism, London 1921, 221-225.


El pez era un símbolo precristiano y judío antes que lo hayan incorporado los cristianos. Había otras comidas sagradas: Pan y vino, pan y agua, pez sólo, pez y miel, leche con mantequilla y queso, aceite con pan y legumbres, sal (sacramentum salis), leche y miel etc. Pues bien, el significado de la comida del pez en el NT no está totalmente claro (ni la relación de Jesús con el pez) no parece haberse resuelto todavía. En esa línea, los textos, tan minuciosos en describir el ceremonial de la comida del pan (que ha desembocado en la eucaristía) no nos transmiten de un modo explícito el sentido de los peces, sino que parecen evocar desde fuera diversos simbolismos, pero precisarlos y aclararlos (que sepamos). De hecho a partir de las últimas décadas del s. II la iglesia oficial fue perdiendo en general el uso de la comida sagrada del pez, para quedarse sólo con los signos de la eucaristía mayor: pan y vino mezclado con agua.

De todas formas, algunos Padres de la Iglesia recogen aún la relación que existe entre el pez, alimento sagrado, y Cristo, alimento eucarístico. Así S. Agustín en el Tratado sobre el evangelio de Juan (año 416) dice Piscis assus est Christus passus, ipse est et panis qui de coelo descendit, el pez asado es el mismo Cristo que padece, él es también el pan que desciende del cielo (In Iohannem 123; PL 35,1966). En otro pasaje del De civitate Dei, XVIII, 23, el mismo San Agustín vincula el signo de Jesús como pez no sólo con la eucaristía, sino con el nuevo nacimiento del bautismo (cf. Confessiones XIII, 23). Despues de S. Agustín se multiplican los testimonios: Pseuco-Prospero de Aquitania (c.450), Pedro Crisólogo (432-450), Eucherio de Lyon (434-449), Gregorio I (590-604)…

El pez que es Cristo

En cuanto al simbolismo cristiano del Pez como figura de Cristo tenemos constancia de que era conocido a partir del año 200 d.C. en tiempos del Imperio romano, como dice Tertuliano: "Nosotros, pequeños peces como nuestro Pez Cristo Jesús, nacemos en el agua y nos salvamos permaneciendo en el agua" (De baptismo 1).Por su parte, el simbolismo de los creyentes como "peces pequeños" es precristiano y nos viene del judaísmo (cf. I. Scheftelowitz, Das Fisch-Symbol im Judentum und Christentum, Arch f. Religions-wissenschaft, XIV, 1911, 2-6.

Sea como fuere, el signo del pez parece tener un origen judío, centrado especialmente en Galilea, conde aparece como símbolo mesiánico (y por lo tanto escatológico) y donde la comida del pez, al comienzo del sábado (viernes por la tarde), tenían desde la época del cristianismo naciente, y más en concreto en Siria, una significación religiosa sin punto de comparación. La comida de pescado entre judíos está ligada al tema de la cena pura o parasceve, la víspera del sábado o viernes por la tarde.

Hay muchos testimonios cristianos y judíos de esta cena, que consistía fundamentalmente en un plato de pescado y su principal significación no proviene de que fuese sólo un alimento refinado y caro ‒ que lo era en notables ocasiones ‒, sino porque era la primera comida de las tres obligatorias del sábado, que comenzaba el viernes por la tarde, con un significado especial, el más importante de todas las del sábado. Era una comida fraterna y escatológica, era signo de la llegada del Reino de Dios.

La costumbre judía (galilea) de la cena pura de pescado en el vienes tarde y la costumbre cristiana de comer pescado también el viernes tiene un antecedente antiguo, de tipo carácter escatológico y mesiánico. En los tiempos escatológicos del Mesías se difundió la creencia de que Dios alimentaría a sus fieles con la carne superabundante de los monstruos marinos, Behemot y Leviatán, que él mismo había creado el día 5º de la creación. Y junto a la carne de estos monstruos Dios les dará a beber el vino de la fecundas viñas paradisíacas que tendrán "mil sarmientos" y cada sarmiento " mil uvas" y cada uva "dará una medida grande de vino" y " serán felices los que han pasado hambre" (Apocalip. Siriaco de Baruc, 29,4 Aquí aparece el banquete escatológico-mesiánico, compuesto de carne de pescado superabundante (los monstruos marinos), y el vino superabundante (cf. Apoc. de Henoc etíope, 60,24; Apoc. de Esdras, IV 6,52 (Visio III,2; Talmud, Baba Bathra 74b-75a).

Fiesta mesiánica, comer a Leviatán

Según eso, la época mesiánica sería inaugurada con la captura y comida de Leviatán, el gran Pez. Parece contradictorio que un monstruo como éste, temible y perverso, pudiese convertirse en alimento de los elegidos. Pero no hay que olvidar el cambio semántico y teológico que se produce en el tiempo de Jesús y en su entorno. El Leviatán deja de ser monstruo y pasa a ser un pez escatológico, signo de bienaventuranza y de vida para los que lo comen (cf. Talmud, Sahnedrin 98a). En esa línea, dando un paso adelante, Jesús mismo ha podido presentar su Reino en forma de Pez o de abundancia de Pescado, en el entorno de Betsaida. En esa línea se puede recordar la cita del libro del Zohar (a propósito de Jonás 2,11):

Cuando Dios devuelva la vida a los muertos, entonces ordenará al pez, cuyo vientre simboliza los cementerios, de escupir los muertos y devolverlos. Y por el pez encontraremos remedio para el mundo entero. De la misma manera que el pez, cuando fue tragado Jonás, murió y no volvió a la vida hasta después de tres días y en seguido devolvió a Jonás, de la misma manera el mundo está muerto, pero en la época mesiánica, los muertos resucitarán y volverán a la vida" (Nota: cf. I. Scheftelowitz, Das Fisch-Symbol,10-11).

Esta cita del Zohar es posterior, pero recoge elementos antiguos, que han podido influir en la visión que Jesús tiene de la pesca, en sus variadas formas, tal como aparece en los evangelios. En esa línea, C. Vogel supone que en la época de Jesús (sobre todo en el entorno de Galilea) se aguardaba al Mesías, y por lo tanto el Pez que le acompañaría e inauguraría los nuevos tiempos. ¿Es pues extraño que "los cristianos hayan aplicado a Cristo todo el simbolismo del gran Pez como le han aplicado a Jesús los rasgos del Mesías y hayan continuado en sus comidas de pescado la cena pura de los judíos?" (cf. Le repas sacré au poisson chez les chrétiens, Rev. de sciences religieuses 40 [1966] 23-24).

EXCURSO: Diccionario de la Biblia (voz peces)


Peces (→ panes, comida, multiplicaciones). Los peces, que llenan el mar (en el entorno bíblico apenas hay peces de río; cf. como excepción Is 50, 2 y Ex 7, 18.21; Ez 29, 4-5, que alude a los del Nilo), han sido creados el día quinto, lo mismo que los pájaros del aire, con quienes están vinculados (cf. Gen 1, 20-23). Ellos están bajo dominio del hombre, igual que los otros animales (cf. Gen 1, 26). Algunos, los que tienen aletas y escamas, se pueden comer, tanto los de mar como los de río. Otros que caminan por el agua en vez de nadar (del tipo de los mariscos), son impuros (cf. Lev 11, 9-12; Dt 14, 9-10). Los israelitas del desierto echaban en falta los peces de Egipto (Num 11, 5).

Los fenicios y habitantes de la costa del Mediterráneo, en manos de paganos, vendían peces en Jerusalén (Neh 11, 16), de manera que una de las puertas de la ciudad se llamaba «puerta de los peces» (Sof 1, 10; Neh 3, 3). Entre los peces simbólicos del Antiguo Testamento, debemos recordar el gran cetáceo de → Jonás y el buen pez de → Tobías, que sirve para expulsar demonios posesivos, como Asmodeo, y curar enfermedades. La Biblia ha prohibido la adoración de los peces (cf. Ex 20, 4; Dt 4, 18). Vinculados de algún modo a los peces están los grandes monstruos marinos, contra los que ha luchado Yahvé para someterlos (cf. Tiamat, Tehom, Rahab, Leviatán). En el Nuevo Testamento son abundantes las referencias a peces y pesca, siempre en el lago de Galilea.

(1) Multiplicación de los panes y los peces. La unión de panes y peces en las multiplicaciones constituye uno de los elementos básicos de la tradición galilea, que después ha sido bastante ignorado por la iglesia, que se ha centrado en el recuerdo del pan y del vino de la Última Cena (→ eucaristía) y ha tendido a pasar por alto la comida de los panes y peces. El mismo relato de las → multiplicaciones de Marcos (6, 30-44 y 8, 1-8), que ha puesto en paralelo los panes y peces, ha tendido a destacar luego la importancia del pan (cf. 6, 37-38.44 y 8, 17-21). Ese proceso ha culminado en la iglesia posterior, que ha tendido a olvidar la importancia y sentido de los peces, no sólo en la eucaristía, sino en la misma tradición de las → comidas compartidas. En este contexto debería recordarse que el pan y vino de la Cena pierde su sentido si se separa de los panes y peces concretos de la comida de la iglesia. Es significativo el hecho de que se hable de panes y peces, no de panes y carne, cosa que se debe al tipo de dieta alimenticia de las zonas de la costa del lago de Galilea y quizá también al hecho de que los animales (corderos, toros) están vinculados a los sacrificios del templo y constituyen una dieta más cara.

(2) Pesca milagrosa. Todos los peces del mundo (Jn 21). Más que → pastores, Jesús ha hecho a sus discípulos «pescadores» de hombres, entendidos por tanto como peces, desde el contexto de los pescadores del lago de Galilea (cf. Mc 1, 16-18 par). En ese mismo contexto se habla de una pesca milagrosa, en la que viene a presentarse la tarea misionera de la iglesia posterior (cf. Lc 5, 1-11). El evangelio de Juan ha expandido esa escena. Los → siete discípulos pascuales han pasado la noche sin lograr nada, pero un desconocido les ha dicho que echen la red al otro lado y consiguen una gran redada, descubriendo así que el desconocido es Jesús y volviendo a tierra:

Cuando llegaron a tierra vieron que había colocada una brasa y sobre ella un Pez y un Pan. Jesús les dijo: ¡Traed de los peces que habéis pescado ahora! Subió Pedro y arrastró a la orilla la red llena de ciento cincuenta y tres peces grandes; y siendo tantos no se rompió la red. Y Jesús les dijo: ¡Venid a comer! Ninguno de sus discípulos se atrevió a preguntarle ¿quién eres?, aunque sabían que era Jesús. Vino Jesús, tomo el Pan y se lo dio y de un modo semejante el Pez (Jn 21, 9- 14).

Los pescadores ofrecen a Jesús su pesca misionera (153 peces grandes). Jesús, su propia vida (un pan y un pez asado). El número de peces ha dado pie a diversas interpretaciones y evocaciones. S. Jerónimo, en su comentario a Ez 47, 6-12, lo interpretaba en forma zoológica: los sabios de su tiempo conocían ciento cincuenta y tres clases de peces; con ellos indicaría el evangelio la totalidad o universalidad de la misión cristiana, dirigida a todo tipos de pueblos (PL 25, 474C), como parece evocar la red barredera de Mt 13, 47. Pero la mayoría piensan que ese número se refiere directamente al conjunto de los pueblos de la tierra, que en aquel tiempo se pensaba que eran ciento cincuenta y tres.

(3) Jesús pez. Los discípulos traen a Jesús los cincuenta y tres peces del conjunto de humanidad; Jesús ofrece su Pan y Pez asado en la brasa, es decir, su propia vida pascual. Tanto el pan como el pez reciben así un carácter eucarístico, son signo de Cristo. Pero dentro de la tradición cristiana el pez se ha vuelto signo de Jesús por su vinculación con el agua y con el nuevo nacimiento, para que por su carácter de comida (como el pan). Así se dice que los cristianos nacen del agua bautismal, como peces: Nosotros, pequeños peces como nuestro Pez Cristo Jesús, nacemos en el agua y nos salvamos permaneciendo en el agua (TERTULIANO, De Baptismo 1). También CLEMENTE DE ALEJANDRÍA (Praed. III, 59, 2) cita el pez como símbolo cristiano: los recién bautizados son peces que han sido sacados del agua. Así dice de S. Agustín que el Pez asado es Cristo sacrificado (=Piscis assus, Cristus est passus; cf. In Joh 123, 2, comentando Jn 21, 8-13). Por otra parte, desde el siglo IV, el nombre griego IΧΘΥΣ (Icthys, pez) se entiende como acróstico de la fórmula de fe: Iesous Xristos Zeou Huios Soter (Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador). Desde ese fondo, lo que la iglesia ofrece a (comparte con) los hambrientos termina siendo el pez sagrado de la fe en Cristo, separada a veces de los panes y los peces concretos de las multiplicaciones, que están en la raíz del evangelio.
(cf. R. M. FOWLER, Loaves and fishes. The Function of the Feeding Stories in the Gospel of Mark, Ann Arbor MI 1981).

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