Jesús poeta-profeta 6. Parábolas, universidad de la vida

Gonzalo Haya ha comentado ayer que la parábola es verdad dialogada, es decir, abierta. No tiene el mismo significado para cada uno -la del camello por el ojo de la aguja-, de modo que algunos oyendo no oyen (no quieren oír) cuando escuchan parábolas...

Como dicen Pilar y Marisa, Carmen y otros amigos del blog, las parábolas desconciertan y descolocan a un tipo de institución, a un tipo de personas ya instituídas, que piensan conocer las cosas de antemano,... para cerrar y blindar así su significado (y blindarse a sí mismas, dentro de una armadura de seguridades). Pero las parábolas son de todos, son de la calle, de la vida, un tesoro para aquellos que quierren dejarse sorprender por ellas. Así las quiero seguir presentando, para que los mismos lectores y oyentes puedan penetrar en ellas, haciendo camino con Jesús. Lo que sigue es pura indicación, una marca en el camino. El camino de verdad son las parábolas de los evangelios, que he citado (casi todas) una a una en lo que sigue.

Hombre de parábolas, no de lecciones

Jesús ha sembrado en el campo de nuestra vida unas parábolas, para que así podamos entrar en la extrañeza y cercanía de Dios, para que el mismo Dios (la Vida) se haba palabra en nosotros. Quien quiera entenderlas de antemano no las entiende, quien quiera saberlo ya todo no las puede saborear... Las parabolas son lo más sencillo, sabiduría de niño... y, por eso, son lo más alto, lo más profundo, son palabra de encuentro personlas, de sabiduría compartida.

Jesús es artista del contacto personal: hombre que inicia un diálogo y sólo dialogando ofrece su palabra. No busca imágenes herméticas, ni signos que exijan sabiduría especial en los que escuchan. Al contrario, él mira donde todos miran. Mira hacia el lago donde lanzan su red los pescadores, hacia el campo donde siembran los labriegos, sobre el monte donde guardan su rebaño los pastores… De esa forma se ha fijado en el buen padre que reparte la herencia entre sus hijos, en las muchachas que acompañan a la novia en el desfile de bodas, observa a la mujer que amasa el pan o busca la moneda perdida en las esquinas de la casa. Sabe también de arrendatarios y de obreros, de personas que hacen guardia por miedo a los ladrones...
Lógicamente, todas las parábolas pertenecen a la prosa normal de la vida, de manera que cualquiera las entiende.

Pero luego, al penetrar en ellas, descubrimos su extrañeza: sus palabras quedan de tal manera abiertas que debemos penetrar en ellas para interpretarlas y entenderlas, pues en ellas está en juego nuestra vida. La sabiduría y ciencia de este mundo no ayuda a interpretarlas, pues pone ante nosotros muchas prevenciones, no nos deja mirar con ojos limpios, viendo lo que pasa. Las parábolas trazan, de esa forma, una provocación que los niños pueden entender y acoger a veces mejor que los mayores, los “ignorantes” mejor que los letrados:

Las parábolas, lenguaje bíblico

Las parábolas son relatos breves, de carácter figurado, que introducen a quienes las escuchan en la realidad desde una perspectiva imprevista, rompiendo el orden normal de los pensamientos. Así aparecen en muchos pueblos y culturas, donde se vinculan con los enigmas y los cuentos, los koan y las paradojas, los poemas breves y las adivinanzas, los apólogos y las alegorías y otras figuras de la literatura oral más que de la escrita. Tienen algo de juego y de enigma, de curiosidad y de eclosión imaginativa, pero también, y sobre todo, de creatividad.

Han sido especialmente cultivadas en el mundo oriental y en el contexto de la Biblia, donde se dice que Salomón, el sabio por excelencia, fue autor de tres mil proverbios y de cien poemas (cf. 1 Rey 4, 32; cf. también Prov 1, 1; 10, 1). En esa misma línea se sitúa el Eclesiastés, en hebreo Qohelet, a quien se identifica también con Salomón (Eclo 1, 1; cf. 12, 9). Pero, normalmente, las mejores parábolas y enigmas de la Biblia no son obra de reyes, sino de personas que están fuera de las estructuras del poder, de manera que pueden mostrar la realidad desde su cara más oculta, rompiendo las redes del sistema. Entre los autores de parábolas podemos citar a Natán (2 Sam 12, 1-4), a la mujer sabia de Técoa (2 Sam 14, 2-7) o a Jotán, autor del apólogo famoso sobre el rey de los árboles (cf. Jc 9, 8-15).

Como recuerda la tradición rabínica, en el judaísmo del siglo I había otros contadores de parábolas, pero no conocemos ninguno que, entonces o después, se pueda comparar con Jesús, que no ha tenido la sabiduría oficial de los letrados, ni ha sido filósofo de escuela o corte, pero ha contado parábolas, en medio de plazas y campos, iluminando con ellas la vida de los hombres y mujeres de su pueblo.

(1) Ha creado parábolas de tierras y plantas, evocando el lago donde lanzan su red los pescadores (Lc 5), el campo donde siembran los labriegos (Mc 4, Mt 13), la semilla que crece por sí misma, el grano de mostaza (Mc 4), el trigo y la cizaña que se mezclan en la tierra (Mt 13) o también la higuera estéril (Mc 11).
(2) Hay ofrecido también parábolas de trabajos y afanes: de una mujer que amasa el pan con levadura (Mt 13) o busca la moneda perdida (Lc 15), de un comerciante experto en perlas finas (Mt 13), de un agricultor acomodado que contrata jornaleros a lo largo del día (Mt 20) y de un viñador también rico que arrienda renteros (Mc 12).
(3) Jesús habla de personajes ambiguos: administradores injustos (Mt 18; Lc 16), reyes crueles (Mt 22) o esposos desconsiderados (Mt 25), con levitas y sacerdotes que desatienden al herido del camino (Lc 14). De esa forma recogen la vida real de los hombres y mujeres de su tiempo.

Experiencias desconcertantes

En general, las parábolas de Jesús evocan experiencias desconcertantes y casi en todas late una paradoja que rompe los esquemas usuales de la vida: hay un comerciante que lo vende todo para comprar sólo una perla fina (¿de qué vive después?), hay un padre recibe y vuelve a dar sus bienes (anillo) al hijo pródigo que había dilapidado todo (Lc 15), hay un propietario que entrega a su hijo querido, sin armas ni defensa, en manos de los duros viñadores que le matan (Mc 12) y un sembrador que malgasta su semilla en el camino y entre zarzas (Mt 4)... En esa línea, ellas sacuden al oyente y le capacitan para situarse de un modo distinto ante la vida. Parecen hablar de un mas allá, como en el caso del rico Epulón (Lc 16) y en el juicio del Hijo del Hombre (Mt 25), pero en realidad están hablando del “más acá”: el Epulón debe ayudar al pobre Lázaro, el rico debe alimentar al hambriento… A través de ellas ha ido trazando Jesús su mensaje, de manera que los hombres puedan entenderle y entenderse, superando el nivel de las seguridades oficiales y planteando preguntas, que pueden abrir caminos nuevos.


Un recuento de parábolas

Éstas son las principales parábolas y relatos parabólicos de Jesús, éstas son algunas de las preguntas de fondo que suscitan:

1. Sin pescar toda la noche (Lc 5, 1-8) … pero… ¿Por qué echar de nuevo las redes? …
2. Semilla para siembra (Mt 4, 5-6) … pero…¿Por qué sembrar en campos baldíos?
3. Siembra que crece por sí misma (Mc 4, 26-27)… pero …¿Para qué sirve el trabajo?
4. Trigo y cizaña: campo mezclado (Mt 13, 25-31) … pero…¿Por qué dejar que crezca la cizaña?
5. Mujer que amasa pan con levadura (Mt 13, 33) … pero…¿No es peligroso andar con levadura?
6. El comerciante compra una perla fina (Mt 13, 45) … pero…¿De que vivirá si lo ha vendido todo?
7. Grano de mostaza (Mc 4, 31… pero…¿Cómo hablar de un Reino tan pequeño?
8. Higuera estéril maldecida (Mc 11, 13-21) … pero…¿Qué culpa tiene la higuera?
9. Campo con tesoro escondido (Mt 13, 43) … pero…¿Es honrado comprarlo, engañando a su amo?
10. Oveja perdida (Lc 16, 4-6) … pero…¿No es arriesgado dejar solas a las 99 restantes?
11. Padre del hijo pródigo (Lc 15, 11-32) … pero…¿No es injusto con el otro hermano?
12. Administrador que engaña al amo (Lc 16, 1-12) … pero…¿Cómo puede ser modelo un corrupto?
13. Rico Epulón y Lázaro mendigo (Lc 16, 20-31) … pero…¿Se salva el pobre sólo porque es pobre?
14. Construir una torre, hacer una guerra (Lc 14, 28-32) … pero…¿No son gestos de pura política?
15. Banquete del rey para los pobres (Lc 14, 16-24) … pero…¿No se deshonra al sentarse con los pobres?
16. Diez muchachas que esperan novio (Mt 25, 1-13) … pero…¿Por qué no comparten las muchachas el aceite?
17. Amo que regresa tarde (Mc 13, 34-37) … pero…¿No ha dado todo poder al mayordomo?
18. Rey y talentos (Mt 25, 13-24) ¿No es un rey egoísta y sanguinario?
19. Amo y los viñadores (Mc 12, 1-10) … pero…¿No es cruel entregando a su hijo?
20. Obreros esperando trabajo en la plaza (Mt 20, 1-15) … pero…¿No es injusto pagar lo mismo a todos?
21. Pastor que separa ovejas y cabras (Mt 25, 31-46) … pero…¿Cómo se identifica el rey con los pobres?

Un gozo, una pregunta

Como vendo diciendo, las parábolas son lenguaje abierto o, mejor dicho, activo, de tal forma que sólo las entiende aquel que quiere introducirse en ellas, para pensar y entender la realidad desde la perspectiva de Jesús, es decir, desde el lugar de los pobres y expulsados del sistema, superando así la lógica del poder y dejándose trasformar por el impulso de un amor que se revela como escandalosamente creador. Por eso, los ricos e “inteligentes”, amenazados por las parábolas, tienden a domesticarlas, convirtiéndolas pronto en una “alegoría eterna”, es decir, en una enseñanza objetiva, que sirve para expresar aquello que siempre existe, como una verdad de tipo filosófico o sagrado, al servicio del sistema. En contra de eso, para los pobres, las parábolas pueden ser comienzo y principio de una trasformación que Dios mismo realiza, a través de la respuesta y compromiso de los hombres

Un ordenador no entiende las parábolas; los hombres-ordenador,los hombres-programa no pueden entenderlas

Las parábolas pertenecen al nivel de la metáforas, pues nos transportan a otro nivel de realidad, donde ya no influyen las leyes de la ciencia (los esquemas del ordenador o computer), sino que la vida se abre en forma de gratuidad, como un regalo sorprendente de amor y de esperanza, que rompe la lógica ordinaria de los modelos de pensamiento racional. La poesía de las parábolas de Jesús viene a mostrarse como proceso de enriquecimiento significativo que se abre y nos abre, al mismo tiempo, hacia Dios y hacia el Reino. Ellas son arte por ser paradoja; son bellas porque implican un cambio de nivel, una ruptura en nuestra forma de situarnos ante la realidad.

Ninguna máquina del mundo puede entender una parábola, ninguna demostración filosófica puede explicarlo o resolver su sentido. Por eso, las parábolas abren a los oyentes a un nivel más alto de experiencia y de sentido, le invitan a dar una especie de “salto” hermenéutico, para situarse en otro nivel de encuentro y diálogo. Jesús no busca oyentes distantes, personas que por acaso comprarán y leerán un libro que él a escrito, sino que se vuelve encontradizo con los hombres y mujeres de la calle, iniciando entonando unas melodías o iniciando unos versos que ellos mismos deben culminar, de un modo interactivo. La belleza de sus parábolas no es arte que unos construyen y otros, simplemente, acogen, sino arte compartido, que vincula en belleza y creatividad a Jesús y a sus oyentes, de tal forma que todos son agentes y actores en el drama poderoso de su vida y de sus obras. De esa forma, Jesús ha comenzado unos poemas que sigue estando vivos, de manera que las gentes que lo escuchan han de recrearlo con sus voces y sus vidas, a través de un camino que está abierto en la comunidad de sus creyentes, en la iglesia.

Nadie puede entender una parábola por otro.

Jesús no ha contado las parábolas sólo para divertir con ells a los curiosos o desocupados de turno, como un bufón de corte a quien se le permite decir algo que a otros les está vedado. Él no teje sus poemas para distraer a los demás, sino para interpelarles y hacerles a ellos mismos creadores.
Ciertamente, Jesús ha querido divertir… Pero, al mismo tiempo, él quiere pensar y hacer pensar, de esa forma, los mismos oyentes se convierte en creadores de las parábolas de Jesús, que así aparecen como palabras que sorprenden, revelan, incitan. Cada uno ha de pensar en parábola, cada uno por sí mi mismo, sin que nadie pueda ocupar el puesto de otro, ni el Papa, ni siquiera Dios.

− Las parábolas sorprenden. Donde todo parecía normal introducen ellas un signo más alto de interrogación. ¿Se puede arrojar la semilla entre las zarzas? ¿Debe el padre recibir al hijo pródigo y volverle a dar la herencia después que la ha gastado, a detrimento del buen hijo que ha quedado en casa? ¿Es justo el patrono que paga al jornalero de la hora undécima lo mismo que al primero? ¿Puede el comerciante astuto quedarse sin dinero por comprar la perla hermosa, sin pensar en si tendrá después comida?

− Las parábolas revelan, nos abren a la lógica de Dios que es gratuidad, don abundante de la vida, por encima del talión del mundo. Frente a la ciencia que demuestra las cosas por buen razonamiento, ellas superan y rompen el nivel del razonamiento normal, de las leyes ordinarias, diciendo su palabra en un nivel de gratuidad originaria, creadora. Por eso, ellas no dicen algo que ya había, sino que hacen que exista, haciendo a los hombres capaces de crearlo.

− Las parábolas incitan, es decir, invitan a comprometerse, de forma que sólo se comprenden allí donde nosotros mismos nos volvemos por ellas creadores, como ha destacado de forma muy fuerte Mc 4, 10-12 par. Generaciones de doctores han pasado ante estas y otras parábolas sin hallar una respuesta, pues quieren saber sin comprometerse, de manera que acaban mirando y no ven. Por el contrario, aquellos que deciden entrar en su dinámica saben que ellas son verdaderas.

No se puede entender la poesía de las parábolas desde una actitud de espectador indiferente y curioso. Por eso, todas las hermenéuticas teóricas (propias de intérpretes que quieren ser neutrales) resultan incapaces de penetrar en su sentido, pues Jesús, como poeta excelso, sólo cuenta su secreto al que se deja interpelar y enriquecer por su palabra, dialogando con él. De esa forma nos sitúa en el nivel de la confianza fundante y de la gracia: no demuestra nada en nivel racionalista, pero abre (revela) un campo de realidad y una tarea para aquellos que quieren ver y participar en su tarea. Por eso, sus parábolas son siembra.

Jesús no ha querido imponer su verdad, montarse a caballo y conquistar Jerusalén por armas (como quieren o queremos hacer otros), pues una verdad impuesta no es verdad y una razón montada con fuerza a caballo (como dijo Hegel de Napoleón) nunca es razonable. Las parábolas suscitan y necesitan la respuesta del lector, como ha destacado la reader response theory (teoría de la respuesta del lector), según la cual sólo comprende de verdad una poesía aquel que la escucha y responde de manera personal. Por eso, más que literatura ya hecha, las parábolas palabra directa de conversación, que sólo se entiende en un contexto personal de escucha y respuesta, de acogida y compromiso, como sabía la mujer del romancero: 'sólo cuento mi secreto a quien conmigo va'

Un esquema.

Jesús es un artista de la palabra hablada y comentada, de la poesía hecha camino compartido. Sólo así, en un contexto creatividad compartida, la pesca se vuelve experiencia de llamada personal, lugar de una respuesta para los primeros convocados (cf. Mc 1, 16-20); la siembra expresa la tarea de una vida que sólo entendemos si nosotros mismos respondemos (Mc 4); las bodas son invitación a la abundancia, banquete de gracia, que nos pone ante la miseria de los expulsados de la tierra (cf. Lc 14, 15-25); la viña que los agricultores entendían como propiedad privada se vuelve como fuente de generosidad con riesgo de perder la vida (cf. Mc 12, 1-12).

Jesús cuenta las parábolas por belleze..., pero, al mismo tiempo, para comprometer a los hombres y mujeres en la vida, caminando juntos, de tal forma que sólo en ese camino y compromiso se despliega su belleza. Por eso, él no puede escribir libros y acabarlos, dejándolos ya hechos, sino que inicia relatos para que los oyentes los asuman, interpreten y culminen. Es como si ofreciera los primeros versos de una trama vital que otros (sus oyentes o lectores) han de interpretar y culminarlos con su vida. Jesús nunca ocupa nuestra lugar para hacer las cosas por nosotros, sino que nos hace capaces de que las hagamos.

Una conclusión teórica. Diversos tipos de palabras.

(1) La palabra mítica nos sitúa ante aquello que siempre ha sido, ante la fuente suprema de la vida, que reside en el poder más alto de los dioses o, quizá mejor, de lo divino que siempre se repite, en círculos de eterno retorno.
(2) La palabra filosófica es propia de sabios elitistas, que contemplan las ideas eternas, como Platón, y así pueden gobernar la República, elevándose sobre los otros estamentos de la sociedad (custodios o guerreros y trabajadores), ocupados en las cosas materiales.
(3) La palabra legal traza aquello que los hombres han de realizar, situando a cada uno en su lugar y dividiendo la sociedad de un modo sacral y social (sacerdotes y reyes, profetas y simples israelitas...).
(4) La palabra de Jesús aparece, en cambio, como experiencia original de gracia y libertad, que supera lo que existe, creando algo nuevo (lo que ella dice). Las parábolas no necesitan una casta mejor de sacerdotes (mito), de filósofos (como en Platón) o de letrados (judaísmo), ni han fundado un sistema escolar o legal que ratifica el poder superior de unos expertos sobre el resto de la sociedad, sino que se dirigen de manera directa a cada uno de los hombres, desde el espacio de opresión donde habitan los artesanos y oprimidos de Galilea. Ciertamente, las parábolas enseñan a entender y cambiar la realidad, pero sólo en la medida en que nos dejamos trasformar por ellas, estando así dispuestos a cambiarlo todo (y a cambiarnos) desde el Reino. Ellas expresan la urgencia del momento, pues Dios está sembrando su Reino, precisamente ahora, en la tierra de los campesinos y artesanos galileos, de manera que ellos (los más pobres) pueden y deben trasformarlo todo. Dios siembra su Reino como un grano de mostaza en un campo de cultivo (Lc 13, 18-19; Mt 13,31-32), como un árbol pequeño que crece y crecerá hasta llenar todo el jardín del mundo
Volver arriba