Jesús 7. Otros que vinieron. Alternativas judías en tiempo de Jesús

1. Celosos y líderes militares. De Judas Macabeo a Judas Galileo.
Entre los líderes del tiempo de Jesús o de los decenios anteriores no contamos ninguno que pueda igualarse a David, al menos desde la restauración fallida de Zorobabel, hacia el año 515 a.C. (cf. Ag 1, 1.12-14; 2, 2-4; Zac 4, 6-10), pero hubo algunos significativos.
(1) Judas Macabeo fue líder de la revuelta sacerdotal y militar contraria a los intentos de helenización de los seléucidas de Siria, que habían querido imponer sobre Judea un tipo de cultura y religión griega, partiendo de Jerusalén, con la ayuda de algunos sacerdotes de la alta nobleza. Murió en el campo de batalla (el año 160 a.C.), pero su memoria siguió siendo venerada por el pueblo, como muestran los libros que narran su historia (1 Mac, en plano más militar; 2 Mac, en plano más espiritual).
(2) Judas Galileo. Gamaliel le presenta junto a Teudas, como líder de un movimiento paralelo al de Jesús, que fracasó porque Dios no lo apoyaba (cf. Hech 5, 37), fue uno de los fundadores del movimiento de los celosos de Dios. Se alzó con fuerza (quizá en un plano doctrinal más que militar), el año 6 d.C., tras la deposición de Arquelao (cuando Jesús era un muchacho), en contra del censo que Quirino, gobernador de Siria, había impuesto sobre Judea y Samaría, que pasaban a quedar bajo el control directo de Roma (cf. F. Josefo, Ant 18.1. 1-8; Bell 2.8.1).
Desde la perspectiva de nuestro Jesús resulta más importante el segundo Judas, que era también galileo. Al tomar el mando directo sobre Judea/Samaría, Roma necesitaba un censo para fijar la administración y organizar los impuestos (regulados antes por los herodianos). El Sumo Sacerdote aceptó la propuesta, distinguiendo el plano religioso (culto sacral, impuesto del templo) y el civil (tributo del Cesar), pero Judas Galileo y otros, como el sacerdote Sadoc, se opusieron, mostrándose dispuestos a morir (quizá lo hicieron) en defensa de la libertad e identidad de los judíos, que sólo reconocen a Dios como rey o dueño (despotês) de Israel. La familia de ese Judas mantuvo el ideal de la rebelión armada: uno de sus hijos (Menahem) dirigió la guerra contra Roma en torno al 66-70 d.C. y otros dos (Santiago y Simón) fueron crucificados tras ella (cf. Josefo, Bell 2.17.8-9 y Ant 20. 5.2). Parece que un nieto suyo, Eleazar, dirigió la defensa final de Masada (74 d. C; cf. Bell 7.8.1).
No sabemos cómo murió Judas Galileo, pero el Macabeo murió como un héroe de la resistencia. En contra de eso, Jesús Galileo morirá como un traidor, condenado por las autoridades de Israel y Roma, sin haber luchado porque, a su entender, el Reino de Dios era más que un proceso de liberación militar (aunque tenia un carácter político/ social). No fue un guerrero, como Judas Macabeo, ni un teórico de la rebelión, como Judas Galileo, pero su proyecto iba en contra del orden social y así le mataron como a un bandido.
2.El Maestro de Justicia. Esenios.
Formaban un grupo de israelitas piadosos, que pudieron surgir en tiempo del levantamiento macabeo (en torno al 175-160 a.C.). El más conocido es el Maestro de Justicia, un sacerdote, pero se opuso a la tendencia de los sacerdotes helenistas, que había dominado entre los sadoquitas (de la dinastía antigua de Sadoc: cf. 2 Sam 8, 17; 1 Rey 1, 8; Ez 40, 46; 1 Cron 6, 8) en la primera mitad del siglo II, hasta la muerte de Alcimo (159 a.C.) y también a la nueva dinastía asmonea, que se impuso con Jonatán (hermano de Judas Macabeo) y con sus sucesores, tras el (152 a. C), teniendo que salir de Jerusalén. Era de tendencia esenia, rigorista en su visión de la ley, apocalíptico en su visión de la historia. Esperaba una intervención fuerte de Dios, que renovaría el orden religioso de Israel y la estructura política y social de su territorio.
Ciertamente, hay semejanzas entre Jesús y los esenios de Qumrán, pero sobre todo por contraste. Debió existir más cercanía entre Qumrán y Juan Bautista y, en esa línea, podríamos decir que en un primer momento (cuando fue discípulo de Juan) Jesús pudo haber tenido un proyecto de tipo más esenio. Sea como fuere, al iniciar su mensaje en Galilea, Jesús se distanció poderosamente del modelo del Maestro de Justicia. De todas formas, el movimiento esenio puede ayudarnos para situar el mensaje de Jesús, pues, aunque en líneas diferentes, ambos son radicales y escatológicos.
(1) El Maestro de Justicia estaba más interesado por la limpieza moral y sacral de su comunidad, que debía separarse de otros grupos manchados, para expresar de una manera fuerte la exigencia de la Ley.
(2) Jesús en cambio ofrece el Reino de Dios a los pobres y expulsados del sistema sacral (a quienes Qumrán rechazaba): no quiere un grupo de puros, sino un movimiento de Reino. Ambos comparten ciertos rasgos de fondo, pero ofrecen respuestas diferentes.
3. Hilel. Los fariseos antiguos.
Hilel el Grande puede situarse en el principio de la historia de los fariseos que, que surgieron, igual que los esenios, en tiempo de la crisis macabea. Fue más influyente de los sabios y escribas que están en la base de la trasformación que llevará al triunfo del judaísmo nacional, representado por la Misná (codificada hacia 200 d.C.). Vivió algo antes de Jesús (entre el 30 a.C. y el 10 d.C.) y había venido de Babilonia. No era partidario de la guerra, como los celotas; no buscaba una separación radical (de grupo y vida), como muchos esenios, sino un judaísmo de pureza personal, que pudiera vivirse en las familias y en las sinagogas, más que en el servicio del templo.
Hilel aparece como fundador de una de las dos escuelas rabínicas (el otro es Samay) y a él se le atribuyen diversas normas económicas y sociales, que permitieron mejorar las relaciones familiares y sociales de los judíos de su tiempo. No se sabe el influjo que tenía en tiempos de Jesús, pero ha contribuido al despliegue del rabinismo posterior, que le recuerda como hace autor de grandes sentencias: «Hilel solía decir: Sé un discípulo de Aarón, ama y busca la paz, ama a los otros hombres y acércalos a la Torá… No te separes de la comunidad, no confías en ti mismo hasta el día de tu muerte, no juzgues a tu prójimo hasta que no estés en sus mismas circunstancias… El inculto no teme al pecado, la gente ignorante no es piadosa, el tímido no aprende, el colérico no es adecuado para enseñar, quien hace mucho comercio no se hace sabio y donde no hay hombre esfuérzate tú por ser hombre (Misná, Abot, 1, 12; 2, 4).
A Hilel se le atribuye también un famoso dicho que el evangelio ha puesto en boca de Jesús: «No hagas a otro aquello que no quisieras que otro hiciera contigo. Ésta es toda la Ley, el resto es comentario» (Talmud B., Schebiit 31a; cf. Mt 7, 12). No es imposible que Hilel y Jesús, hayan tomado ese dicho de una fuente anterior. Es evidente que ambos pueden compararse .
4. Sabios: Filón de Alejandría.
Había muchos sabios en tiempos de Jesús, pero quizá el más significativo desde una perspectiva de diálogo con la cultura del entorno ha sido Filón de Alejandría (vivió entre el 20 a.C. y el 50 d.C.), que tradujo y formuló la experiencia israelita en moldes helenistas. Influyó de manera decisiva en muchos cristianos alejandrinos de los siglos II-III d.C. (Clemente, Orígenes), no sólo por su exégesis sino por su visión de Dios, a quien concibe como creador y padre universal. Influyó en la vida social de su comunidad, pero fue ante todo un teórico y así quiso resolver problemas especulativos sobre el origen y sentido del mundo. Su Dios era el mismo Yahvé de Ex 3, 14 (Soy el que Soy, el ser originario). Pero, al mismo tiempo, aparecía como un Padre que suscita, unifica y sostiene todo lo que existe por medio su Logos, Palabra preexistente, Primogénito de toda creación.
Filón hablaba de un Dios que se expresa de un modo especial en la historia israelita, para engendrar en ella sus virtudes, a través del Logos. Desde ese fondo interpretaba las narraciones patriarcales, entendiendo a las matriarcas de Israel (Sara, Rebeca, Lía, Raquel...) como signo del pueblo (humanidad), que Dios fecunda por su Logos, para que conciban y engendren las virtudes e ideas más profundas. En esa línea, algunos teólogos cristianos dirán que Dios no engendra virtudes, sino que él ha engendrado a Jesús como su Hijo, por medio de Maria. Este pensamiento de Filón ha podido servir de puente entre el mesianismo de Jesús y cierta filosofía posterior de la Iglesia cristiana. Pero en línea de principio había una gran diferencia. Filón era un pensador y quiso interpretar el judaísmo desde un helenismo sapiencial, para abrirlo de esa forma al pensamiento culto de su tiempo, sin cambiar de una manera radical las estructuras sociales del mundo griego. Jesús, en cambio, fue un hombre de acción y quiso proclamar e iniciar el Reino de Dios desde los pobres (en el fondo daba igual que fueran hebreos o helenistas; cf. Hech 6, 1). No especuló sobre el Logos universal de Dios, sino que encarnó su Palabra salvadora en la vida de los hombres. En ese sentido, Jesús fue más judío que Filón, pues siguió siendo fiel a la historia, a la materia de la vida humana .
Jesús puede y debe situarse en ese contexto de celosos militares y esenios (como Judas Galileo y el Maestro de Justicia), de rabinos prefariseos y de sabios (como Hilel y Filón). Ellos enmarcan de alguna forma el paisaje social y religioso en el vendrá a moverse la historia de Jesús. De todas formas, esos personajes no han de entenderse en forma pura, como si pudieran distinguirse unos de otros de manera nítida, pues (quizá con la excepción de Filón) todos ellos se mezclan y fecundan mutuamente.
5. Profetas apocalípticos y escatológicos. Teudas, el Egipcio.
Hay, además, en ese tiempo, otras figuras de carácter profético que pueden situarse incluso más cerca de Jesús. Así podemos hablar, antes de Jesús, de profetas apocalípticos, expertos en visiones, que anuncian la llegada de los tiempos finales y la vinculan con algunos de los personajes ya citados (como el Hijo del Hombre), en la línea de algunos esenios de Qumrán; en ese contexto se entienden algunas de las palabras de Jesús, como indicaremos al hablar del Hijo del Hombre (cap. 13). Más cerca de Jesús parecen encontrarse aún los profetas escatológicos, que alientan la insurrección del pueblo y prometen signos específicos que indican el cumplimiento de las profecías y la llegada de la salvación para Israel. Ellos, de un modo especial algunos años después de la muerte de Jesús y parecen vinculados con los celotas y con los apocalípticos, aunque, en sentido estricto, parece que no han promovido un alzamiento militar.
Entre esos profetas, que se extienden por todo Israel, tanto en Judea-Galilea como en Samaría, suelen citarse los siguientes, según Flavio Josefo.
(a) El año 36, a los pocos años de la muerte de Jesús, surgió un samaritano cuyo nombre no ha sido recordado; reunió al pueblo sobre el monte Garizim, prometiendo que Dios los mostraría el lugar donde estaban escondidos los vasos sagrados del antiguo templo. Pero Pilatos, gobernador romano, mandó al ejército y mató a muchos de ellos (Ant XVIII 4,1-3).
(b) Tres la muerte del rey Agripa, el año 45, un tal Teudas llamó a la gente junto al río Jordán, prometiendo dividir las aguas, para abrir un paso, como en tiempos de Josué, de manera que podrían conquistar la tierra prometida. Pero Fado, nuevo gobernador romano, mató a muchos del grupo, incluso a Teudas (Ant XX 5, 1). (c). El año 56, un judío del origen egipcio y nombre desconocido, subió con mucha gente hasta el Monte de los Olivos, prometiendo la caída de las murallas de Jerusalén. Pero Félix, gobernador romano, mató a muchos y apresó a otros, aunque el egipcio logró escapar (Ant XX 8, 6).
(d) El año 60, surgió otro profeta que prometía libertad y liberación de las miserias a los que lo siguieran al desierto. Pero el gobernador Festo, mandó a su tropa y destruyo el movimiento (Ant XX 8,10). (e) Finalmente, el año 67, el movimiento de los profetas escatológicos de signos, unido a las esperanzas apocalípticas y al movimiento de los celosos y líderes militares, culminó en la rebelión directa y a la guerra contra Roma, que terminó en el desastre del año 70, con la destrucción del templo de Jerusalén.
Tanto los rabinos judíos como los cristianos posteriores tendieron a condenar a estos profetas, que se presentan también como «cristos», es decir, como figuras mesiánicas (cf. Mc 13, 21; Mt 24, 5. 23), porque estarían vinculados de algún modo con la rebelión armada contra Roma. En este sentido habría que distinguir dos casos.
(a) Jesús y Juan Bautista no habrían promovido una rebelión armada y, por tanto, fueron ejecutados ellos solos por el rey galileo Antipas o por el gobernador romano Pilato, de un modo judicial, no militar.
(b) En contra de eso, los profetas escatológicos de signos arriba señalados habrían promovido algún tipo de guerra y fueron perseguidos y/o matados, de un modo militar, no sólo ellos, sino también sus seguidores .
De todas formas, a pesar de las diferencias, será bueno mantener la conexión entre Jesús (Juan Bautista) y estos profetas escatológicos. Lo que estaba en juego, tanto en uno caso con el otros, no era un tema de simple moralidad personal, ni de conversión interna, sino una transformación de la vida social. Estos profetas escatológicos (con rasgos mesiánicos) estaban convencidos de la llegada de un cambio trascendental, de tipo político/social. También Jesús tenía que estar convencido de ello. Él no sube a Jerusalén para derrocar el poder de los romanos de un modo militar; pero tampoco viene a pactar políticamente con Roma, como hará (o querrá hacer) al fin Flavio Josefo, en contra de los profetas de la guerra a quienes Josefo ha criticado, creyéndose también profeta, pero en sentido no militar, profeta que quiere un pacto con los invasores romanos, como Jeremías había querido un pacto con los invasores babilonios.