Jesús y/3 La muerte del Nazoreo
He retomado ese motivo comentando un libro de J. L. Suárez sobre "Jesús nezereo" (es decir, nazoreo), como sabrá quien haya seguido las dos postales anteriores sobre el tema (del 26 y el 30 del mes pasado). En esa línea avanza el nuevo libro de Benedicto XVI, que interpreta también a Jesús como Nazoreo, aunque de un modo quizá más "espiritualista", presentándole como una especie de "rey de las almas", más que como rey mesiánico,social, buscando una absoluta "conversión" (revolución), no una simple transformación interna. Éstas son las palabras del Papa:
"La denominación de Jesús como Nazoreo una referencia al cumplimiento de la promesa, según la cual Dios daría un nuevo brote del tronco muerto de Isaías, sobre el cual se posaría el Espíritu de Dios. Si a esto añadimos que, en la inscripción de la cruz, Jesús es denominado Nazoreo (ho Nazoraios), el título adquiere su pleno significado: lo que inicialmente debía indicar solamente su proveniencia, alude sin embargo al mismo tiempo a su naturaleza: él es el ‘retoño’, el que está totalmente consagrado a Dios, desde el seno materno hasta la muerte”.Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús. Barcelona 2012,122-123
A diferencia del Papa, pienso que el título de "nazoreo" no alude en principio a la naturaleza de Jesús (en línea de dignidad personal, como título), sino a su misión mesiánica (de implantación del Reino). A Jesús no le mataron simplemente por "ser" nazoreo, sino por actuar como nazoreo, representando así un peligro para las autoridades del templo y del imperio.
Desde ese fondo, admitiendo con agrado lo que dice el Papa, quiero seguir indicando los rasgos principales de la actividad y muerte de Jesús como nazoreo, como dije en el prólogo del libro de J. L. Suárez.
Juan Bautista y Jesús
Ha venido el hijo del hombre, que come y bebe, y decís es un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores» (Lc 7, 33-35; Mt 11, 18-19).
Juan aparece aquí y en otros textos como asceta (nazireo) y profeta de conversión (cf. Mc 2, 18 par). Jesús en cambio aparece como nazoreo del Reino. En esta línea pienso que se puede completar (o matizar) la visión de J. L. Suárez.
Jesús no es nazireo como Juan (como aquellos que se abstenían de vino, dejaban el cabello largo y defendían la causa de Dios como soldados: cf. Num 6, 1-21), sino profeta y nazoreo mesiánico (5) . Según Lc 1, 15 Juan fuer nazireo, consagrado a Dios por un voto especial (cf. Num 6), en austeridad y ayuno, para preparar la llegada de uno Más Fuerte. Jesús fue nazoreo (o nezereo) de Nazaret del nezer de Jesé, retoño davídico (Is 11, 1), vinculado a las tradiciones del Emmanuel (¡una muchacha/virgen concebirá!: Is 7, 14), aunque algunos de sus herederos cristianos asumieran después elementos ascéticos.
He supuesto (en contra de J. L. Suárez) que Nazaret existía en tiempo de Jesús y que fue su patria, un asentamiento nazoreo, de manera que las dos palabras (nazareno y nazoreo) se encuentran vinculadas y, en algún momento, pueden ser intercambiables. De todas formas, Jesús actuó como nazoreo (de un grupo mesiánico), más que como nazareno (de un pueblo llamado Nazaret). Marcos (opuesto a los judeo-cristianos) no presentó a Jesús como nazoreo, sino como nazareno. Mateo y Juan (y Lucas) han retomado ese título de la tradición primitiva del movimiento de Jesús (6).
Tema abierto, varias perspectivas
Tras dejar a Juan (con quien pudo actuar como nazir), Jesús no aparece ya como consagrado-asceta, que no come/bebe, sino como nazoreo (descendiente mesiánico), anunciando la llegada del Reino entre los marginados y enfermos. Sea como fuere, éste es un tema difícil de concretar, pues Jesús ha podido situarse en el cruce de varias tendencias profético-mesiánicas, y así, cuando Mt 2, 23 le llama nazoreo, y dice que se educó en Nazaret, deja abierto un camino que puede interpretarse y recorrerse de diversas formas, entre las que puede y debe situarse la de J. L. Suárez:
a. Mateo ha visto a Jesús como nazoreo, del nezer mesiánico, heredero de las promesas de David, que anunció y anticipó la llegada del Reino mesiánico. En esa línea ha querido mostrar que Jesús no era nazoreo en la clave del judeocristianismo nacional, sino abriendo un mesianismo universal, que se explicita en Mt 28, 16-20.
b. Los evangelios judeo-cristianos (de los Ebionitas y/o Hebreos) parecen presentar a Jesús como nazoreo davídico en el tiempo de su vida y en la primera etapa Iglesia. En esa línea su nazoreato puede haberse mezclado a un tipo de nazireato ascético, con rasgos que parecen más propios de Juan Bautista (y de Santiago, hermano del Señor). Evidentemente, ese nacionalismo mesiánico no excluye la universalidad, aunque la sitúa al final del tiempo.
c. Jn 19, 19 (cf. Jn 18, 5. 7) parece haber recogido el fondo histórico del juicio de Jesús, a quien Pilato condenó como “nazoreo, rey de Israel”, en una línea vinculada a las esperanzas mesiánica de la familia de David. Ésta sería la paradoja cristiana: A Jesús le condenaron por ser mesías davídico, siendo como era Logos de Dios. Esa misma dualidad de planos aparecería en Rom 1, 3-4 (hijo de David según la carne, Hijo de Dios por la resurrección) (7).
5. Título de la Cruz: Jesús nazoreo Rey de los judíos.
Este título con la causa de la condena es históricamente fiable y expresa la razón de la muerte de Jesús. La tradición ha conservado dos versiones: La de Marcos («El rey de los judíos»; Mc 15, 26), ligeramente modificada por Mt 27, 27 y Lc 23, 38; y la de Juan, quien afirma que el título estaba escrito en hebreo (arameo), latín y griego y decía: «Jesús el Nazoreo el Rey de los judíos» (Jn 19, 19). Es muy posible que Juan conserve aquí, como en otros casos, un recuerdo histórico más preciso que Marcos (quien, como he dicho, parecía evitar el término nazoreo). J. L. Suárez no concede valor histórico a este “título”, pues piensa que Jesús no fue condenado a la cruz por Poncio Pilato. Sea como fuere, me parece un dato muy interesante, que nos conduce al principio de su movimiento mesiánico:
– Marcos: El Rey de los judíos (15, 26). Este pasaje, más breve y conciso, recoge la acusación que los sacerdotes presentaron a Pilato contra Jesús, y que sirvió como causa y razón de su condena. Jesús había actuado como profeta del Reino de Dios en Galilea, pero se había presentado en Jerusalén como Mesías, término que, en lenguaje jurídico y político, podía traducirse como Rey de los judíos.
Es poco probable que Jesús se llamara sí mismo Rey (y menos “rey de los judíos”), pues el Reino era de Dios. Él se tomaba más bien como Mesías de o, quizá mejor, como pretendiente mesiánico, y en esa línea se entiende su respuesta al Sumo Sacerdote cuando le preguntaba si es el “Cristo, el Hijo del Altísimo”, y él responde: «yo soy» (Mc 14, 62). Es evidente que a Pilato no le importa el término “mesías”, pues no entra en cuestiones intrajudías, pero sí que Jesús pueda presentarse como Rey de los Judíos (pues hacerse rey contra o al margen de Roma es un crimen digno de muerte).
–Juan: Jesús el Nazoreo el Rey de los judíos (19, 19). El Cuarto Evangelio afirma que el letrero estaba escrito en tres lenguas y que presentaba a Jesús como el Nazoreo. Pero esos dos motivos pueden y deben distinguirse con cuidado.
(a) La escritura en tres lenguas resulta probablemente una ampliación del mismo evangelista, que quiere presentar a Jesús como mesías universal, no sólo en hebreo/arameo (la lengua de la zona), sino en latín y griego (las lenguas del imperio). Pero es difícil que Pilato estuviera interesado en ese tema, y que los soldados, que habrían escrito el letrero, pudieran hacerlo en tres lenguas.
(b) Por el contrario, la presentación de Jesús como Nazoreo resulta a mi juicio histórica, como seguiré diciendo (8) .
El evangelio de Juan interpreta ese letrero (rey de los judíos) como una venganza irónica de Pilato sobre los sacerdotes: Ellos han acusado a Jesús de presentarse como “rey de los judíos” sin serlo en realidad; pero no quieren que aparezca como rey en el letrero de la condena. Más importante y difícil de valorar es el sentido histórico del otro término (Nazoreo…). Según Marcos, el letrero decía simplemente “Jesús”. Según Juan diría: “Jesús, el Nazoreo”.
(a) Sin duda, esa palabra (nazoreo) puede haber sido “creada” por el mismo Juan, para presentar el “nombre completo” de Jesús, siguiendo el estilo solemne de los emperadores, que tenían tres nombres, como “Tiberio César Emperador” (de manera que siguiendo ese ejemplo algunos cristianos dirían: “Jesús Nazoreo Rey”).
(b) Pero esa razón no explica el uso concreto del nombre (Nazoreo, no Nazareno), que tiene un sentido regio y mesiánico (del nezer de David).
La cuestión es saber si Marcos suprimió ese título (Nazoreo), porque no quería presentar a Jesús en la línea mesiánica davídica, o si Juan lo inventó (como algo propio de él) o si encontró en su fuente, transmitiendo así una tradición antigua, que presentaba a Jesús como nazoreo, vinculado a la promesa de David. A mi juicio, las cosas se explican mejor suponiendo que Marcos (para desvincular a Jesús del mesianismo davídico/nazoreo) abrevió el texto anterior, que Juan encontró en la tradición, donde el título originario, escrito en una sola lengua (griego, quizá latín), sería Jesús Nazoreo Rey de los Judíos (palabras que, por sus iniciales, aparecen como INRI en las imágenes de la crucifixión). En ese fondo es también más verosímil la protesta de los sacerdotes de Jn 19, 19-24, que pueden reconocer a Jesús como nazoreo (pues lo es, por familia), pero que no quieren aceptarle como rey de los judíos (9) .
De un modo significativo, en el momento clave del prendimiento, los agentes de la autoridad presentan a Jesús como “nazoreo”, suponiendo que ese título tiene algo que ver con lo que está sucediendo (Jn 18, 5. 7; cf. también Mt 26, 71, que introduce ese título en el proceso de Jesús). Ciertamente, como vengo diciendo (y a pesar del ingente esfuerzo de J. L. Suárez) es difícil precisar hoy el sentido de ese título, pero todo nos permite afirmar que el prendimiento y muerte de Jesús está relacionado con su condición de nazoreo o pretendiente mesiánico (10) .
Pilato condenó a Jesús por ser (querer hacerse) “rey de los judíos”, es decir, porque pretendería tomar el poder contra Roma. Para Pilato, Jesús es un rey fracasado, uno más en la lista de pretendientes políticos vencidos. Para los sacerdotes será un falso rey, un profeta de mentiras. Para los seguidores de Jesús, ese título está en la base de su mesianismo, pero sólo se puede entender desde la Cruz, y tras la experiencia pascual; antes (o fuera) de ella es un título de escándalo. La tradición sinóptica (partiendo de Marcos) sabe que sólo tras la muerte de Jesús se ha podido publicar el gran secreto que él quiso velar a lo largo de su vida, para que nadie pudiera coronarle con métodos de mando y de violencia armada (cf. Mc 8, 27-9, 1). Ahora, en la Cruz, ya no hay peligro: Jesús es Rey (Mesías) desde la Cruz, por su resurrección (11) .
3. Reflexión final
Ésta es una introducción abierta, porque abierto queda el libro de J. L. Suárez, en toda su riqueza, y porque así quiero dejar yo su lectura, para que los mismos lectores la completen. Su obra se inscribe no sólo en el gran proyecto de la búsqueda del Jesús histórico (importante en un plano académico), sino dentro de un proyecto mucho más ambicioso e importante de recuperación socio-religiosa de la figura y obra de Jesús el Nezereo (o Nazoreo), recogiendo en ella no sólo las tradiciones de Jerusalén, sino, y sobre todo, las de Galilea y Samaría.
Lo mejor que puede decirse de este libro es que deja una gran puerta abierta, obligándonos a replantear muchas cosas, quizá en su línea, quizá en una línea convergente. Su libro me ha importado mucho, no por lo que dice sin más, sino por lo insinúa, por lo que abre:
1. Nos invita a pensar mejor en el entorno geográfico y social, con Samaría y Galilea. El mejor conocimiento de la problemática social y de la identidad judía de la Baja Galilea y de la cercana Samaría (en su aspecto teológico, mesiánico y cultural), constituye un elemento esencial para el conocimiento de su historia. Éste es un tema que ha sido muy estudiado en los últimos años, pero que sigue abierto y puede ofrecernos aún sorpresas. Para ello tendremos que conocer mejor los procesos de comercialización y degradación de gran parte del campesinado, que había perdido las tierras, cayendo en marginación e incluso en mendicidad, en unión con los movimientos mesiánicos y de renovación israelita… Y deberemos estudiar también mejor las diversas visiones religiosas de samaritanos y judaítas de Jerusalén (12) .
2. Este libro nos obliga a pensar mejor en los esenios, con posible influjo de Qumrán. Otro tema abierto tras este libro la relación de Jesús con grupos religiosos del judaísmo y, en especial, con los esenios (como los de Qumrán). Mi postura en este campo es de reserva y así prefiero situar a Jesús en la dinámica del judaísmo más social (como tekton o artesano). Pero, al mismo tiempo, desde su origen davídico y su contacto con Juan Bautista, le he definido como nazoreo, aun sabiendo que no es mucho más lo que podemos decir por ahora sobre ese título, presentándole como profeta laico (y social), y no como miembro de un grupo sacerdotal. En esa línea habrá que estudiar mejor el posible carácter “nazoreo/nezereo” de otros líderes religiosos de Israel, en especial de Juan Bautista (13) .
3. Jesús y la política. ¿Un galileo armado? El tema fue muy discutido a mediados del siglo XX, aunque a comienzos del XXI parece interesar menos. La caída del marxismo, el mejor conocimiento del ambiente social y el estudio más preciso de la estrategia de Jesús han obligado a matizar muchas posturas, de manera que muchos investigadores piensan que Jesús fue aspirante mesiánico, representante de Dios, pero no quiso tomar el poder, por la vía militar o política directa; esa ha sido la opción que he tomado libro, mirándole como nazoreo no violento. En esa línea se sitúa este libro de J. L. Suárez, ofreciendo aportaciones sorprendentes, que nos seguirán dando mucho que pensar. Por todo ello le quiero dar gracias, al terminar esta introducción .
Xabier Pikaza
Universidad Pontificia de Salamanca (1973-2003)
NOTAS
(5) Los nazireos no parecían tener un proyecto mesiánico, ni actuaban como portadores del Reino, sino como ascetas consagrados (abstemios) y guerreros (como en el caso ejemplar de Sansón: cf. Jc 13, 5.17; 16, 17). En esa línea, utilizando quizá una fuente judeocristiana, Lucas ha interpretado al Bautista como nazireo y precursor mesiánico, como Samuel: «No tomará vino ni bebida fermentada y la navaja no pasará por su cabeza» (LXX 1 Sam 1, 11)
(6) En ese contexto se plantea la grafía del pueblo de Jesús. La más usada es Nazaret (diez veces). Pero en dos lugares (Mt 4, 13 y Lc 4, 16) se dice Nazara, nombre más vinculado a un tipo de nazoreos, con los que Jesús habría roto al enfrentarse con la tradición de su padre (cf. Lc 4, 22). Las relaciones entre «nazareno» (de Nazaret) y «nazoreo/nazoraios» (de Nezer) parecen haberse cruzado (y confundido) pronto en la tradición cristiana, pero en el fondo del proyecto de Jesús hay un «compromiso nazoreo», vinculado a la «observancia» o vigilancia (del hebreo natzar/nazar) y, sobre todo, a la «descendencia» davídica (del hebreo netzer/nezer, cf. Is 11, 1). Cf. H. Kuhli, Nazarenos, en Diccionario Exegético NT 2, Sígueme, Salamanca 1998, 367-371; S. Goranson, Nazarenes, ABD IV, 1049-150.
Jesús aparece como nazareno seis veces. Cuatro en Marcos (1, 24; 10, 47; 14, 67; 16, 6), en lugares donde podemos sospechar que la tradición anterior decía nazoreo. Las otras dos en Lucas: Una (Lc 4, 34) depende de Mc 1, 24; otra (Lc 24, 19) es críticamente insegura (muchos manuscritos ponen nazoreo) y puede haber sido creada por el mismo Lucas. A Jesús se le llama nazoreo trece veces, en textos antiguos, que recogen una experiencia primitiva. a. Mateo 2, 23 y 26, 71, al comienzo y fin del evangelio, recogiendo una tradición judeo-cristiana que él no ha desarrollado.
Juan, en un contexto de juicio (Jn 18, 5. 7 y 19, 19). c. Lucas pone nazoreo en un caso donde el paralelo de Marcos dice nazareno (cf. Lc 18, 37; Mc 10, 47), quizá para vincular a Jesús con David, de quien derivan los nazoreos (cosa que Marcos habría querido ocultar). Pero utiliza el término con más frecuencia en Hechos (cf. 2, 22; 3, 6; 4; 4, 10; 22, 8; 26, 9), donde habla incluso de una haíresis o secta de los nazoreos, con la que vinculan a Pablo (Hech 24, 5), aunque parece que él se distancia implícitamente de ella en su discurso (cf. Hech 24, 11-21). Estos datos (aún más complejos por las variantes de los manuscritos) permiten suponer que Jesús fue nazoreo (no sólo nazareno), igual que sus primeros seguidores.
8 Normalmente, podemos suponer que lo escribieron en griego, la lengua más utilizada en la parte oriental del imperio (aunque pudieron hacerlo también en Latín), pero el evangelista quiso resaltar el carácter universal de la condena, añadiendo que estaba escrita también en latín y hebreo (o arameo), como algunas inscripciones imperiales, redactadas en varias lenguas. Cf. R. E. Brown, La muerte del Mesías II, Verbo Divino, Estella 2006, 1144-1151.
(9) Como el lector habrá observado, he insistido aquí en la importancia de este tema y he valorado mucho las aportaciones de J. L. Suárez, que prefiere poner nezereo y no nazoreo (lo cual me parece coherente con todo su proyecto), pero he querido dejar esta cuestión básicamente abierta, aunque inclinándome a pensar que Jesús ha sido un nazoreo mesiánico (vinculado a la herencia de David, reinterpretada desde tradiciones galileas y quizá samaritanas) y que el título de la condena de Pilato según Jn 19, 19, es adecuado. Para seguir pensando en el tema, cf. E. Bammel, “The Titulus”, en E. Bammel y C. F. D. Moule, Jesus and the politics of his day, Cambridge Universiy Press, 1984, 353-364; R. Schnackenburg, Evangelio según Juan III, Herder, Barcelona 1980, 275. 334; P. Winter, Proceso a Jesús, Muchnick, Madrid 1995; “Marginal Notes on the Trial of Jesus, II”: ZNW 50 (1959): 221-251.
(10) A pesar de las sabias razones de J. L. Suárez, me parece difícil admitir la existencia de los dos juicios que propone J. L. Suárez, uno en Cesárea (con la absolución de Jesús Bar-Abba) y otro en Jerusalén (con la condena de Jesús Rey de los Judíos), aunque los motivos de fondo de su distinción me parecen muy valiosos. En contra del mismo J. L. Suárez, y de J. Montserrat, El galileo armado. Historia laica de Jesús, Edaf, Madrid, 2007, pienso que Nazaret ya existía en tiempo de Jesús (a pesar de que no aparezca citada en F. Josefo). Jesús no era una nazireo armado (en la línea de Sansón) y no subió a la ciudad para conquistarla, siendo ejecutado por ello (como opina Montserrat), sino que era un nazoreo no violento, aunque algunos de sus discípulos (quizá el conjunto de los Doce) tuvieran otros intereses.
En ese contexto se pueden valorar las aportaciones de J. L. Suárez sobre el fondo galileo y samaritano de Jesús, aunque me parece exagerada su forma de valorar el “paganismo” (sincretismo de fondo) de los samaritanos y los galileos. Pienso que Jesús era no solamente judaíta (de la gran tierra de Judá-Israel), sino judío (vinculado a las tradiciones de Jerusalén). Pero el judaísmo de su tiempo era muy amplio, de forma que podían darse en su interior tendencias como la de Jesús.
(11) Desde ese fondo debe rechazarse la visión de aquellos que quieren ver en las iniciales hebreas de ese título (que en latín es INRI: Jesus Nazoreos/Nazarenos Rex Iudeorum) el tetragrama divino: Yeshua HaNotzri W'Melej HaYehudim" (YHWH); cf. S. Ben Chorim, Bruder Jesus, D. Taschenbuch, München 1977, 180. Esa referencia es simbólicamente hermosa (el mismo Jesús crucificado es el Señor Yahvé del Antiguo Testamento), pero no puede fundarse en los textos.
(12) Cf. M. Chancey, The Cultural Milieu of Ancient Sephoris: NTS, 47 (2001) 120-145; The Myth of a Gentile Galilee, Cambridge U. Press 2002; J. D. Crossan y J. L. Reed, Jesús desenterrado, Crítica, Barcelona 2003 (original 2001); J. L. Reed, El Jesús de Galilea. Aportaciones desde la arqueología, Sígueme, Salamanca 2006; S. Freyne, Jesús, un galileo judío. Una lectura nueva de la historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2007.
(13) Sobre la temática de fondo, cf. G. J. Brooke, Qumran and the Jewish Jesus: Reading the New Testament in the Light of the Scrolls, Grove Books, Cambridge 2005; J. H. Charlesworth (ed.), Jesus and the Dead Sea Scrolls, Doubleday, New York 1993; C Chilton, A. Evans y J. Neusner, The Missing Jesus. Rabbinic Judaism and the New Testament, Brill, Bos¬ton-Leiden 2002; John J. Collins and Craig A. Evans (eds.), Christian Beginnings and the Dead Sea Scrolls, Baker, Grand Rapids 2006; A. J. Tomasino, Judaism Before Jesus: The Ideas and Events that Shaped the New Testament World, Intervarsity, Downers Grove, IL 2003; J. Trebolle, Paganos, judíos y cristianos en los textos de Qumrán, Trotta, Madrid 1999); Id. (ed), The Madrid Qumran Congress: actas del Congreso Internacional sobre los Manuscritos del Mar Muerto, Madrid 1991, Univ. Complutense, Madrid 1993; J. Vázquez (ed.), Para comprender los manuscritos del Mar Muerto, Verbo Divino, Estella 2004.
(14) El problema no es saber si Jesús fue guerrillero, sino precisar la revolución (de mutación) que él quiso iniciar. Cf. S. G. F. Brandon, Jesus and the Zealots, Manchester U. Press 1967; R. A. Horsley, Jesus and the Spiral of Violence, Harper, San Francisco 1987; Jesús y el Imperio. El Reino de Dios y el Nuevo desorden mundial, Verbo Divino, Estella 2003; R. A. Horsley y N. A. Silberman, La revolución del Reino. Cómo Jesús y Pablo transformaron el mundo antiguo, Sal Terrae, Santander 2005; H. Moxnes, Poner a Jesús en su lugar. Una visión radical del grupo familiar y el Reino de Dios, Verbo Divino, Estella 2005; A. Storkey, Jesus and the Politics. Confronting the Powers, Baker, Grand Rapids 2005.