Juan y María, primeros testigos Juan Bautista, el amigo del Novio (R. Martínez)

Caminar con Juan, preparar las "bodas" (nueva humanidad)

El amigo del novio
 R. Martínez Rivera, El amigo del novio. Juan Bautista, historia y teología,  Estudios bíblicos, Verbo Divino, Estella 2019, 384 págs. 

Entre los libros publicados en castellano sobre la  historia y mensaje de Juan Bautista no hay que yo sepa ninguno que pueda compararse con éste, por su hondura y enfoque, por su rigor científico y su apertura pastoral.

 Por eso, quiero felicitar a R. Martínez por haberlo escrito, y a la Editorial Verbo Divino por haberlo publicado. Por fin, los lectores de lengua castellana tenemos un libro fiable y completo sobre Juan Bautista, "amigo" del Novio, es decir, precursor de Jesús, animador y compañero en el despliegue de la Nueva Evangelización, entendida como voz y presencia del Dios-Novio en los hombres y mujeres de la Iglesia

Introducción

    Conforme a la tradición constante de la Iglesia, Juan Bautista ofrece, con María su madre, el mensaje y testimonio más importante de Jesús, de tal forma que aparece, con ella, a los lados de Jesús, como puerta de la nueva humanidad (imagen 3, una puerta del Monte Athos, imagen) y como testimonio definitivo del juicio de la historia (imagen 4, ábside de la Catedral Vieja de Salamanca).

Autor: Roberto Martínez Rivera (Nueva York, EE.UU., 1963), de la Orden de los Franciscanos Capuchinos, doctor en Teología Bíblica con especialización en Nuevo Testamento de la Catholic University of America en Washington, DC (2010), ha sido formador y provincial de los Capuchinos en el Cariba  (2014-2017) y actualmente ejerce como catedrático auxiliar y director del Departamento de Teología y Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico.

Martínez Rivera, Roberto

Tema y problemática.  Jesús dedica  a Juan Bautista el mayor halago que persona alguna haya recibido: "Les aseguro que, entre los nacidos de mujer, no ha aparecido uno mayor que Juan el Bautista..." (Mt 11,11); y el historiador Flavio Josefo emplea más espacio en el Bautista que en el propio Jesús. Pero, ¿quién fue verdaderamente Juan? ¿Fueron él y Jesús primos, como popularmente se dice, o solo parientes, como expresamente indica el evangelio de Lucas (1,36)? ¿Por qué se dejó bautizar Jesús por Juan con "un bautismo para el perdón de los pecados" (Mc 1,4) si él no tenía pecado? ¿Por que se define el Bautista como el Amigo del Novio (Jn 3,29).

 Juan Bautista, el “amigo” del Novio. Animada por Francisco, la iglesia actual está volviendo a sus orígenes y entre ellos (con la Madre de Jesús y con los Doce, con María Magdalena y Pablo) destaca Juan, a quien el Nuevo Testamento ha presentado como Bautista y Profeta del juicio, como reformador moral y como mártir…, pero sobre todo como amigo de Jesús (Imagen: Puerta de un Monasterio de Athos, con Jesús, y a sus lados, como testigos y promotores de su obra, María, su Madre y Juan, su amigo

La imagen puede contener: una persona, exterior e interior

 No un amigo, sino "el amigo". Muchos los que hemos dedicado tiempo y esfuerzo al estudio de Juan, pero hemos destacado menos el título que este libro ha puesto de relieve: Juan es ante todo el “amigo del novio” (ho philos tou nymphiu, Jn 3, 29), aquel que le anima y acompaña en el camino de las “bodas”, esto es, del amor de la nueva humanidad.

     El "amigo del novio" no es un amigo sin más, sino que aquel que prepara, dispone y organiza sus bodas, como el "architriclino" de Jn 2, el "mayordomo" de la celebración, vinculado de manera muy significativa con la madre (así aparecen ambos en la puerta que lleva a las bodas).

La función de preparar las bodas del amigo es fundamental, como  indica una famosa parábola del Evangelio de Tomas, 64).  Ella define como ninguna otra la importancia y actualidad de Juan y de su la tarea en la Iglesia, llamada a proclamar el juicio de Dios y su justicia, pero, sobre todo, a preparar las “bodas de Jesús”, es decir, el amor de la nueva humanidad, como ha puesto de relieve la Iglesia ortodoxa y la antigua iglesia de occidente, que coloca a Juan, con María, a los lados de Jesús, al fin de todo, definiendo y matizando el sentido de su juicio, desde la perspectiva (genial y sesgada) de Mt 25, 31-46, como en este ábside de la Catedral vieja de Salamanca                  

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   En este contexto, recorriendo de nuevo con este libro de Roberto Martínez los diversos momentos de la historia y teología de Juan Bautista, al principio, a lo largo del camino y al final de la historia de Jesús, he querido ofrecer una semblanza más breve de su vida y actualidad.

   Retomo para ello algunas de las cosas que ha publicado en la Historia de Jesús, que nos sitúa también ante una puerta misteriosa, llena de códigos y letras de  nueva  humanidad, .

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   Juan sigue siendo el amigo de Jesús, al lado de María su madre... Un amigo al que de nuevo tenemos que evocar,  para recorrer el camino del novio, y compartir sus bodas..

Pues bien, en esa línea, quien quiera situarse mejor ante los nuevos retos y esperanzas del evangelio, deberá acoger las palabras luminosas de este libro de R. Martínez, un libro que nos sitúa  ante el reto y tarea del Bautista. Las reflexiones que siguen (elaboradas de nuevo a partir de este libro,  nos dejarán al final ante su reto y tarea. Ser amigos del novio, desde nuestra experiencia pascual, retomando las palabras de Jn 15, 15: Ya no os llamo siervos, sino amigos...  

  Juan, el primer "amigo de Jesús", podrá ayudarnos a ser también "amigos de Jesús", en este momento duro (convulso) pero esperanzado de la Iglesia. Gracias, Roberto, por habérnoslo enseñado. 

VISION DE CONJUNTO DE LA FIGURA Y TAREA DE JUAN BAUTISTA

 1. Marcos. Juan y su gente (Mc 1, 1-8).

             Del origen de Juan Bautista no sabemos mucho, pues los datos sobre su familia y nacimiento que ofrece Lucas (Lc 1), que le presenta en paralelo con Jesús, son más teológicos que históricos, aunque al fondo puede haber algunos elementos fiables. Según ellos, Juan pertenecía a una familia levítica del entorno de Jerusalén y se educó en el “desierto”, como los esenios de Qumrán (aunque quizá no con ellos).

De todas formas, parece que, por su origen, era un sacerdote, preocupado por el pecado y la pureza, no un “hijo de David” como Jesús, pero abandonó su posible función laboral y/o cultual para hacerse profeta. No aceptó el dominio de la ciudad sagrada (Jerusalén) sobre el campo, ni admitió la autoridad del templo; por eso volvió a los principios de la historia de Israel, en el desierto, para anunciar el juicio[1]. En esa se sitúa el texto básico Marcos:

Comienzo del evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. Según está escrito en el profeta Isaías, “mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino, voz del que grita en el desierto: (Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos!” surgió en el desierto Juan el Bautista, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él y, después de reconocer sus pecados, Juan los bautizaba en el río Jordán… Esto era lo que proclamaba: “Detrás de mí viene el que es Más Fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo (Mc 1, 1.5.7-8).

Marcos mira a Juan desde una perspectiva cristiana y le interpreta como principio del evangelio. Eso significa que, a su juicio, el mensaje deJesús no proviene de los sacerdotes levitas, encargados de mantener la sacralidad del templo; por eso, él no irá a Jerusalén para recibir instrucciones. Jesús tampoco se sitúa en la línea de los escribas oficiales, que frecuentan las escuelas más o menos oficiales y definen lo puro y lo manchado (cf. Mc 6, 1-6; Mc 7, 1-3), ni se apoya en las tradiciones de heroísmo nacional guerrero, simbolizadas por los antiguos macabeos o los nuevos celosos. Su mensaje y proyecto viene del Bautista.

            El JuanBautista de Marcos está al servicio de Jesús, pero muestra unos rasgos que son específicamente suyos y que le definen como uno de los profetas apocalípticos que abundaron en su tiempo. Éstos son sus rasgos básicos, que no han sido ni pueden ser cristianizados en la línea posterior de la Iglesia.

  1. La alternativa del desierto. Jesús iniciará su camino en Galilea (Mc 1, 14), para culminarlo en Jerusalén. Juan, en cambio, ha quedado en el desiertohasta el final (hasta que le prenda el rey Herodes Antipas; cf. Mc 1, 14), sin cruzar el Jordán ni entrar en la tierra prometida, en la situación de los israelitas anteriores a Josué. Desde ese fondo rechaza las estructuras sociales y las instituciones sacrales de los judíos instalados ya en la tierra. Su estilo de vida es signo de condena para los sacerdotes y los ricos. Por eso vuelve al principio de la historia israelita (trazada en los libros que van del Éxodo al Deuteronomio), reuniendo a unos discípulos en el desierto y preparar la llegada del juicio de Dios, que les permitirá entrar en la tierra prometida. 
  1. Un río de frontera. Allí donde acaba el desierto discurre el Jordán y aquellos que lo crucen de verdad (como hicieron antaño Josué y los suyos; cf. Jos 1-4) recibirán la herencia de la tierra prometida. A la vera del río habita Juan, preparándose para pasar a la tierra y recibir el don de Dios (Mc 1, 5). En su entorno se forma una “iglesia” de entusiastas escatológicos, atentos al primer “movimiento” del agua (cf. Jn 5, 3-4) para atravesar el río y entrar en la tierra prometida. Juan no lo hará, pues le matarán antes de cruzarlo. Jesús lo cruzará para iniciar la tarea del Reino en Galilea. 
  1. Vestido de profeta. Juan y sus discípulos se cubren con pelo de camello y cinturón de cuero (Mc 1, 6). Así recuerdan a Elías, profeta ejemplar (a quien seguirá recordando Jesús), anunciador del juicio de Dios sobre el Carmelo (cf. 1 Rey 18). Estas vestiduras son signo de austeridad profética y de vida de desierto (antes de entrar en la tierra cultivada). Pero el camello no es sólo señal de austeridad sino de impureza (cf. Lev 11, 4). Así cubierto, Juan protesta contra las normas de los "miembros puros" de Qumrán o del farisaísmo. Jesús seguirá en esa línea de protesta, pero en Galilea, acogiendo y ayudando de un modo especial a los impuros. 
  1. Comida: saltamontes y miel silvestre (Mc 1, 6). Parece evocar un ideal de vuelta a la naturaleza, antes que los hebreos entraran en la tierra prometida(alimentos sin preparar, no sujetos a las leyes del mercado). Juan y sus discípulos forman, por su comida y vestido, una comunidad contra-cultural y anti-cultual (no compran en el mercado; no acuden al templo, ni acatan las normas de pureza de puro y/o de qumranitas). Ellos son unos “transgresores” (la miel silvestre era impura, por contener restos de mosquitos e insectos. En esa línea avanzará Jesús, pero no comiendo de desierto, sino compartiendo la comida con impuros y expulsados. 
  1. Conversión y bautismo. El Más Fuerte. La vida penitencial, que culmina y se expresa en el bautismo, ofrece a los discípulos de Juan la mayor esperanza: pasarán el Jordán y entrarán, de manera liberada, en la tierra prometida. El texto acentúa la función de Juan (¡yo os bautizo...!: Mc 1, 8),el contexto destaca su personalidad: ha convocado un grupo de seguidores, llevándoles al desierto y bautizándoles en el río de las promesas, con la certeza de que viene el Más Fuerte, es decir, el mismo Dios (o su delegado final, en línea mesiánica). 
  1. El río‒frontera y lo que está más allá. Juan es profeta del río. Permanece al otro lado, llega hasta el agua e introduce a los creyentes (convertidos) en sus aguas de juicio y esperanza. Pero no se atreve a forzar el río e ir más allá, porque sólo Dios puede “dividir de verdad las aguas”, a fin de que los liberados pasen al otro lado, con la colaboración del Más Fuerte. En el fondo de su gesto hallamos la “esperanza de Josué”: cuando las aguas se abrieron y los israelitas pasaron a la tierra prometida (cf. Jos 5. Esa esperanza de que las aguas del río se mueran está al fondo. Jn 5, 1-15). Sólo Dios o su delegado mesiánico puede “abrir el agua”, para que crucemos de la orilla del desierto a la tierra prometida. Pues bien, Jesús dirá que Dios ya ha llegado, y pasará el Jordán para realizar los signos del Reino en Galilea[2].

Juan eleva así protesta contra el judaísmo más oficial de su tiempo, esperando el signo de Dios para cruzar el Jordán e iniciar una vida nueva en la tierra prometida. Ciertamente, el Bautista aguarda el juicio de Dios, pero ése no es un juicio final/final de destrucción del mundo, sino un juicio histórico/escatológico. Los discípulos de Juan no fueron penitentes puros, sino hombres y mujeres de esperanza, animados por la exigencia de conversión y la certeza de que Dios les abrirá las puertas de la tierra prometida. Así se situaron, a la orilla del Jordán, en la orilla del desierto de las promesas y los nuevos comienzos, dispuestos a escuchar la voz de Dios y ponerse en pie para cruzar el río y llegar a la orilla de la libertad. No necesitan programar lo que vendrá después: será Dios quien hablará, actuará el Más Fuerte. Entre los que esperaron que se abriera el río y llegara el Más Fuerte estuvo por un tiempo Jesús Galileo.

2. Bautismo de Juan y juicio del más fuerte (Marcos y el Q)

            Tanto Marcos como el documento Q. hablan del mensaje de Juan (vinculada a la llegada del Mas fuerte) y lo vinculan a su gesto de bautizar. El bautismo de Juan está vinculado a la promesa de la llegada de uno que es Más Fuerte (que en su origen parece ser Dios, aunque los cristianos lo identifican después con Jesucristo). De todas formas, la cuestión no es del todo clara, pues la mención de las “sandalias” no parece que se pueda aplicar a Dios. Éstos son los textos básicos, no sólo del Marcos y el Q (que aquí se vuelven de algún modo paralelos), sino del mismo evangelio de Juan, que aquí recoge tradiciones antiguas, entre las que se sitúan Marcos y el documento Q:

‒‒ Mc 1, 7-8 (Detrás de mí está viniendo uno que es más poderoso que yo, del cual yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias. Yo mismo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo) 

‒‒ Q, Lc   3, 16  (Yo mismo os bautizo en agua. Pero está viniendo uno  más poderoso que yo de uien no soy digno (ikanos) de   desatar la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego).   

  1. Juan bautista anuncia la llegada de uno que es más poderoso que él (Ischyroteros). Este dicho de Juan no se refiere originalmente a Jesús, pero puede referirse a un tipo de figura mesiánica. Ciertamente, el mismo documento Q (Mt 11, 2-6//Lc 7, 8-23) presenta a Juan pensando en la posibilidad de que Jesús sea el Mesías, pero no le presenta como convencido de ella. Además, Josefo no traza ninguna línea de Juan a Jesús, aunque menciona a los dos[3]. Hay textos de la era cristiana antigua que hablan de gente que ha recibido el bautismo de Jesús, pero que no son cristianos (Hech 19, 3; cf. 18, 2) y de una secta de bautistas no cristianos que han continuado existiendo durante varios siglos, después de la muerte de su fundador[4].           
  2. ¿Quién es el Más Poderoso de Juan? ¿El Mesías Jesús, el mismo Dios? Algunos estudiosos como E. Lohmeyer[5] piensan que el “más fuerte” cuya venida espera Juan era Dios. En Is 40, 10 LXX el Señor viene con poder (ischys), y en Ap 18, 8 se le describe como Fuerte (ischyros; cf. Ecl 6, 10)[6]. Pero este interpretación supondría que Juan se colocaba a sí mismo casi en paralelo con Dios (“uno que es más fuerte que yo”) y habla de sí mismo como alguien que puedepodría “desatar la correa de las sandalias de Dios”. Ambas cosas parecen improbables. En contra de eso, para Juan, el “más fuerte” era probablemente el Mesías[7].      
  3. Desatar la correa de sus sandalios. Griego lysai ton imanta tōn hypodēmatōn autou. La correa (himanta) era la cinta de cuero que sujetaba las sandalias a los pies[8]. En las fuentes rabínicas, la tarea de desatar el calzado del maestro es propia de los esclavos, y resulta indigna de un discípulos; en b. Ketub 96a, R. Joshua b. Levi dice que “un discípulo hace por su maestro todas las tareas que un esclavo hace por su dueño, excepto la de desatarle el calzado”. Pues bien, Juan afirma que él es indigno de realizar incluso el más humilde de estos servicios, que es propio de los esclavos. La versión de Marcos, al añadir la referencia a “inclinarse delante de él” ha destacado aún con más fuerza esta inferioridad.     
  4. Yo os he bautizado, él os bautizará con Espíritu Santo… El Bautismo de Juan está vinculado a otro bautismo…: él os bautizará con Espíritu Santo. hablan del Espíritu Santo que descansa, se posa (šrh/šr’) sobre las personas. La misma raíz pues significar “disolver, empapar o impregnar”[9] y esta variación en el significado puede ayudarnos a entender el sentido del concepto del bautismo en el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. En en griego de nuestro pasaje (“con”) podría ser instrumental[10], haciendo que el sentido de en pneumati fuera paralelo al de en hydati (“con agua”), pero ese “en” puede tomarse también literalmente, para sugerir la inmersión en el Espíritu, concebido como una sustancia sobrenatural de tipo líquido.Como ha destacado E. Sjöberg[11], el Espíritu aparece poseído por un ungido o Mesías en el Antiguo Testamento (2 Sam 23, 1-2; Is 11, 1-2; 61, 1), en los apócrifos (Sal Sal 17, 37; 1 Henoc 49, 3; 62, 2) y en el Tárgum (Tg. Is 42, 1-4). La idea se encuentra presente también en la literatura rabínica (cf. por ejemplo y. Šabb  78a y las referencia frecuentes a Lam 4, 20). Parece haber un paso pequeño entre un Mesías dotado con el Espíritu y un Mesías que concede el Espíritu. 
  5. Y con fuego. La forma Q del dicho habla no sólo de un bautismo en el Espíritu Santo sino también de un bautismo de fuego. Algunos estudiosos[12] conoció esta versión del Q, pero dejó fuera la referencia al bautismo por fuego, porque no le gustaba la idea de que Jesús juzgara a través del juego. Sin embargo, Marcos retiene bastantes referencias al juicio realizado por Jesús y por Dios (cf. 8, 35-38; 9, 42-50; 12, 9) y el carácter primitivo de la forma marcana de este dicho está apoyada en el testimonio independiente de Jn 1, 33. Evidentemente, el bautismo con fuego está aludiendo al juicio de Dios. El Mesías (y el Dios) de Juan es un Dios de juicio destructor.  

Mensaje de Juan en el documento Q

Conforme a la visión de Marcos, el mensaje de Juan aparece vinculado expresa y casi exclusivamente a Jesús. Juan no es más que un precursor, alguien que está ahí al servicio de Jesús. Sin embargo, el documento Q conserva un mensaje autónomo de Juan, que resulta muy significativo. 

7 Juan, pues, decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: --¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? 8 Producid, pues, frutos digno de arrepentimiento y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: "A Abraham tenemos por padre." Porque os digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham (Lcc 3, 7‒17:

9 También el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.16. Ése bautizará con Espíritu Santo y fuego.17 Tiene el bieldo está en su mano para limpiar su era y juntar el trigo en su granero, pero quemará la paja en el fuego que nunca se apagará (Mt 3,7‒12).

  1. Hijos de ira, portadores de veneno. Juan aparece aquí como testigo y portador de la Ira Venidera, vinculada al juicio de Dios (Mt 3, 7; Lc 3, 7). Conforme a una extensa experiencia israelita, la humanidad se hallaba envuelta en pecado; por eso, muchos sacrificios expiatorios del templo tenían como fin el aplacar a Dios. Para Juan, eso es inútil: va a estallar la Ira de Dios, pues la humanidad (el pueblo de Israel) está envenenado, es portador de muerte, como hijos de víbora, portadores de veneno[13].
  2. Frutos dignos de arrepentimiento. (Mt 3, 8; Lc 3, 8). De la imagen de la víbora, que no puede cambiar, pasamos a la imagen del árbol, que debe fruto. La tradición del Antiguo Testamento y del judaísmo ha comparado a Israel con un árbol o planta (higuera, viña, olivo…). El árbol de Israel debe dar frutos, a través del arrepentimiento.
  3. Hijos de Abraham las piedras… (Mt 3, 9; Lc 3, 8) Hay una confianza genealógica d Israel que se funda en la pura descendencia (hijos de Abraham). Juan, profeta escatológico tiene que ir en contra de esa confianza… La filiación de Abraham no es un seguro inmediato, sino que ella está vinculada a las buenas obras…
  4. Trae en su mano el Hacha, para cortar los árboles que no produzcan fruto (Mt 3, 10; Lc 3, 9). No es Sembrador, sino recolector y Leñador, vigilante que mira y distingue, árbol tras árbol, para separar a los buenos de los malos. No es mensajero del amor de Dios, ni de su Paternidad, sino de su justicia destructora.
  5. Bautizará a los suyos en Espíritu Santo… y fuego (3, 11: evn pneu,mati a`gi,w|,), realizando así el juicio divino. Espíritu significa aquí viento: es huracán que sopla con fuerza aterradora, desgajando y destruyendo aquello que se encuentra poco cimentado sobre el mundo; es santo (a`gi,w), en línea de separación, para destruir aquello que se opone a la pureza de Dios. Les bautizará con Fuego (3, 11: evn,... puri). Al Viento de Dios sigue su Incendio. Ambos unidos, huracán y fuego, expresan la fuerza judicial y destructora (escatológica) de Dios y se vinculan mutuamente, como indica la tradición del AT (falta el terremoto de 1 Rey 19, 11-13).
  6. Tiene en su mano el Bieldo y limpiará su era... (3, 12; Lc 17). Así culminan las imágenes anteriores: el Espíritu/Viento sirve para separar la paja del trigo, el Fuego para quemarla.  El Venidero, antes Leñador (tenía en su mano el hacha para cortar y quemar los árboles sin fruto), se vuelve así Trillador o Aventador (con la horquilla o bieldo separador en su mano).

¿Quién es ese Leñador, Aventador? ¿Directamente Dios? ¿Un Delegado suyo? El texto no responde, aunque probablemente aluda a Dios.  Según eso, el Bautista habría preparado una teología judicial, más que una cristología salvadora. Pero los cristianos han recreado ese mensaje y palabra de Juan, aplicándolo a Jesús, el Venidero, verdadera presencia de Dios: Emmanuel (Dios con nosotros).

A la luz de lo anterior, Jesús debería haber surgido (y realizado  su acción) como Leña­dor/Aventador del huerto y trigal de Dios, mensajero de su destrucción purificadora, abierta sólo de manera implícita y velada a la esperanza escatológica: el texto supone que quedan (se salvan de la quema) los árboles que producen fruto bueno (3, 10); el texto afirma expresamente que el Venidero reunirá su trigo en el granero (3, 12: eivj th.n avpoqh,khn). Pues bien, asumiendo  y cumpliendo (de algún modo) el mensaje de Juan, Jesús ha invertido su proyecto escatológico, en gesto que define su visión teológica y su cristología.  

            Con su gesto (bautismo) y su mensaje, Juan eleva su amenaza final, anunciando el juicio de Dios, que viene como Hacha que corta (derriba los árboles sin fruto), Huracán barre (limpia la era) y Fuego que destruye (la madera corta, la paja). Ciertamente, llegará el tiempo nuevo de la salvación (con la tierra prometida), pero ella implica juicio y destrucción para todo lo perverso. El mismo anuncio del juicio y la espera del nuevo bautismo abre un tiempo de conversión para aquellos que se arrepienten y quieren superar la ira que se acerca, cruzando el umbral de la muerte (simbolizada por el fuego y huracán) para entrar en la Tierra Prometida, como Josué en otro tiempo (cf. Jos 1-3).

 Juan descorre así un resquicio, que puede interpretarse como tiempo de respiro, un espacio rescatado a la muerte que se acerca. En ese resquicio se sitúa la llegada del Más Fuerte que bautiza en Espíritu Santo, realizando la purificación definitiva, que implica destrucción de todo lo perverso. Juan se encuentra todavía al otro lado, en el espacio de los saltamontes y la miel silvestre; un margen estrecho, al borde del desierto, junto al río de la conversión. Pero ese espacio reducido debe abrirse con la llegada del Más Fuerte, que “recoge el trigo en la era”, abriendo así un tipo de vida distinta, de pan, de justicia y banquete. Eso significa que el grueso del mundo camina a la ruina, con su templo y sus sacerdotes, con sus reyes y sus gobiernos. En ese mundo nuevo que ha de venir con el Más Fuerte no hay lugar para Herodes y su reino

 Ésta es la última oportunidad, el paso final del río, pues la justicia de Dios exigiría la destrucción de esta humanidad concreta (con el rey Herodes y los sacerdotes del templo). Con esa certeza, Juan se ha elevado como profeta del fin de los tiempos, pregonero de la ira de Dios, en las riberas del Jordán, vestido de piel de camello (como Elías) y comiendo alimentos silvestres (Mc 1, 6), para indicar que la cultura dominante de los que se visten y alimentan según los principios de este mundo injusto está ya condenada (resulta inviable).

Juan, predicador moralista. Lucas y Flavio Josefo

La tradición posterior ha convertido a Juan en un predicador moralista, dejando un poco al margen los aspectos apocalípticos. En esa línea se sitúan Juan Bautista y Lucas, uno dentro del Nuevo Testamento, otro fuera, pero los dos bastante cercanos en su planteamiento de la realidad social y de los conflictos básicos de Israel.  

  1. Lucas 3, 10-14

            En el desarrollo propio de su evangelio, Lucas presenta a Juan Bautista como un prudente moralista, que no anuncia el juicio final, sino que quiere mantener el mundo que ahora existe. De esa manera ofrece una especie de principio de moralidad universal, que se expresa primera en las multitudes y que después se concreta en dos grupos muy especiales de personas, los publicanos y los soldados: 

  1. a) Las multitudes le preguntaban diciendo: Pues, ¿qué haremos? Respondiendo les decía: --El que tiene dos túnicas dé al que no tiene, y el que tiene comida haga lo mismo.
  2. b) También fueron unos publicanos para ser bautizados y le preguntaron: --Maestro, ¿qué haremos? Y les decía: --No cobréis más de lo que os está ordenado.
  3. c) También unos soldados le preguntaban diciendo Y nosotros, ¿qué haremos? Él les dijo: --No hagáis extorsión ni denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con vuestros salarios (Lc 3, 10-14).

             Ésta es una moral general (multitudes) que se concreta en dos grupos especiales de poder económico y político (publicanos y soldados…). Sería interesante que le hubiera preguntado otros grupos que son importantes en el evangelio (prostitutas, pobres etc.). Este Juan no es mensajero apocalíptico del juicio de Dios, sino un buen defensor del orden social, en el que entran publicanos y soldados.

Flavio Josefo.

 En la misma línea de Lucas se sitúa Flavio Josefo, que convierte a Juan Bautista en un predicador de las virtudes 

Juan, de sobrenombre Bautista... era un hombre bueno que recomendaba incluso a los judíos que practicaran las virtudes y se comportaran justamente en las relaciones entre ellos y piadosamente con Dios y que, cumplidas esas condicione, acudieran a bautizarse..., dando por sentado que su alma estaba ya purificada de antemano con la práctica de la justicia. Y como el resto de las gentes se unieran a él (pues sentían un placer exultante al escuchar sus palabras), Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular (puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía), optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión... Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella» (Antigüedades, XVIII, 116-119; Trad. J. Vara, Akal, Madrid 2002).

Josefo ha querido presentar a Juan como un moralista, parecido a los estoicos y cínicos de su entorno, un predicador de la virtud (cumplir la ley, contentarse con lo suyo), como supone de manera convergente Lc 3, 13-14. Pero así no explica su muerte: Herodes no habría asesinado a un simple moralista. Además, el mismo Josefo sabe que Juan murió ajusticiado y que su muerte está vinculada, de algún modo, a los «problemas matrimoniales» de Herodes, que había tomado la mujer de su hermano Filipo, haciendo que Aretas, rey nabateo y padre de su mujer anterior, le combatiera  (Antigüedades, XVIII, 106-124).

La muerte de Juan Bautista

            El texto antes citado de Flavio Josefo internamente incoherente, pues no logra explicar la muerte de Juan. Herodes Antipas no solía matar a predicadores moralista… pero podía matar a los profetas apocalípticos. Fijémonos en las últimas palabras del texto citado:

Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular [puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía], optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión... Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella (Antigüedades, XVIII, 106-124).

 Estas palabras suponen que Herodes vio a Juan como un hombre peligroso, que ha suscitado la reacción de Herodes, que le condena a muerte. Juan no ha podido anticipar lo que vendrá después (el nuevo día, tras el juicio), pues eso lo decidirá al Más Fuerte. Pero ha estado convencido de la llegada de ese día de juicio. Herodes Antipas le ha entendido bien al condenarle a muerte, pus este Juan era un hombre peligroso, un crítico de su política de pactos y opresiones. En este contexto se ha de entender la hermosísima novela del evangelio de Marcos, que introduce en el tema de la muerte de Juan el motivo de las relaciones familiares de Herodes, a quien Juan quien condena por haber “tomado la mujer de su hermano”, como muestra el relato novelado pero ejemplar de Marcos:

Herodes había enviado a prender a Juan… porque le decía: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Por eso, Herodías lo acechaba y deseaba matarlo; pero no podía, porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía… Llegó el día oportuno cuando Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los altos dignatarios de Galilea. Entró la hija de Herodías y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa. El rey entonces dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y yo te lo daré». Y le juró: «Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino». Saliendo ella, dijo a su madre: «¿Qué pediré?» Y esta le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista»… Enseguida, el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que trajeran la cabeza de Juan. El guarda fue y lo decapitó en la cárcel, trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre. Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro (Mc 6, 17-29).

 Parece evidente que los detalles del relato han sido creados por la tradición, utilizando elementos de la historia bíblica de Ester, donde, en medio del banquete, el Gran Rey promete a una bella mujer (su favorita) todo lo que pida, “incluso la mitad de mi reino” (Est 5, 3.6; 7, 2). Sea como fuere, es evidente que Herodes mandó matar a Juan, profeta escatológico del juicio de Dios, porque tuvo miedo de su mensaje. De un modo semejante, Pilato mandará matar a Jesús.

Juan había anunciado la llegada del juicio de Dios, vinculado a la llegada del Más Fuerte, con el paso de Jordán y la entrada en la tierra prometida; Herodes tuvo miedo de las repercusiones sociales de ese juicio y le mandará matar. Avanzando en esa línea, Jesús de Nazaret anunciará y preparará la llegada del Reino de Dios, suponiendo de algún modo que el juicio y promesa del Bautista ya se había cumplido. Por eso empezará a curar a los enfermos, a llamar a los excluidos, a ofrecer la esperanza a los más pobres (cf. Mt 11, 2-7). Juan era profeta de justicia y muerte, al otro lado del Jordán. Jesús asumió esa muerte y, pasando el río (en la misma tierra prometida), vendrá a presentarse como promotor de una mutación humana, esto es, de un nuevo nacimiento.

Apéndice. Ayuno y comidas. Bautistas, nazireos y nazoreos

Desde tiempos antiguos, las comidas han tenido y tienen un carácter sagrado. En esa línea, muchos israelitas han desarrollado una ley especial de comidas, suponiendo que sólo es verdadero judío aquel que come alimentos puros con otros judíos puros. (a) Sólo alimentos puros (kosher), nunca impuros (como el cerdo), ni mezclados (como leche y carne; cf. Dt 14, 1-21; Lev 11), pues ellos constituyen una amenaza contra la santidad y separación del pueblo. (b) Siempre con otros comensales puros, pues los impuros podrían mancharles. En ese contexto se sitúa lo que hemos indicado sobre el Bautista, a quien Jesús siguió al principio, de manera que, en aquel tiempo (estando con Juan), “no comía ni bebía” (cf. Mt 11, 18). Pero, como iremos viendo, en un momento posterior, Jesús se ha separado del Bautista, reinterpretando el “no comer” en clave de reino, como un “comer con los publicanos y los pecadores[14].

             Esa continuidad y diferencia entre Juan y Jesus ha sido destacada por el mismo Jesús: «Ha venido Juan Bautista, que no comía pan, ni bebía vino [Mt: no comía ni bebía] y decís: tiene un demonio. Ha venido el Hijo del Hombre, que come y que bebe, y decís es un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores» (Lc 7, 33-35; Mt 11, 18-19). Ciertamente, le acusan y pretenden condenarle. Pero, al mismo tiempo y sin quererlo, le presentan, de un modo indirecto, como experto en crear conexiones con los excluidos (publicanos y pecadores), en torno a la comida, al pan y al vino, alimentos culturales, cultivados con arte sobre el suelo madre, y bien elaborados, de manera que producen placer a quien los come. Entre el “no comer” y el “comer con” de Jesús hay un camino que marca y define la identidad del evangelio. Desde una perspectiva más tardía, el evangelio de Marcos ha distinguido a Jesús de Juan (y de los fariseos): «Los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban. Y se acercaros (a Jesús) y le dijeron: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, mientras tus discípulos no ayunan?» (Mc 2, 18 par). Teniendo en cuenta esos datos, de puede trazar un esquema en tres grupos: 

  1. Los fariseos (¿y los esenios?): (a) Ayunan: Guardan ciertos días de penitencia, es decir, de expiación (Lev 16, 29-31) o duelo nacional y/o familiar. (b) Comen: Toman alimentos cultivados y sus comidas comunitarias, con pan y vino, son signo sagrado de Dios y esperanza de salvación. (c) Rechazan las comidas impuras (cerdo, sangre, animales ofrecidos a los ídolos...). De esa forma se separan de los “no observantes” (judíos impuros y todos los gentiles).
  2. Juan (y otros bautistas. (a) Ayunan siempre, no en tiempos especiales, oponiéndose al pecado del pueblo y de la humanidad, concebida como impura. Así pueden vincularse con los que pasan hambre, por razón de la injusticia social. (b) Comen sóloalimentos silvestres, en actitud de protesta contra-cultural. ¿Los toman juntos en gesto de solidaridad en la protesta y en el retorno a la naturaleza? Sea como fuere, compartir los alimentos injustos no es para ellos sacramento de Dios (c) Rechazan los alimentos culturalmente contaminados, como el pan y vino. Por eso, anuncian el juicio, no expresan el Reino. No podrían celebrar la eucaristía.
  3. Jesús (y los cristianos o mesiánicos). (a) No ayunan: Rechazan la visión penitencial de la existencia. Entienden y celebran las comidas como signo de Dios, pero han de ser comidas abiertas a los pobres, sin distinciones de pureza-impureza, como en las multiplicaciones (cf. Mc 6, 34-46; 8, 1-2 par). (b) Comen y beben, en medio de un mundo injusto, no para avalar la injusticia, sino para iniciar un camino de revelaciòn de Dios (de Reino), compartiendo el pan y los peces (multiplicaciones) y el pan y el vino con los necesitados, por alegría y por solidaridad. En ese contexto ellos pueden afirmar que está presente el novio: el amor es más fuerte que la injusticia; la creación de Dios supera a la injusticia de los hombres (cf. Mc 2, 19). (3) No rechazan nada.En principio, comen de todo, superando así, como había hecho ya Juan, un tipo de leyes de pureza que ratificará (cf. Mc 7, 19). En esa línea, la Iglesia de Jesús superará pronto el régimen de comidas puras e impuras (cf. Hech 15), aunque quedará en el fondo el tema del ayuno “por la ausencia del novio” (cf. Mc 2, 20), que puede vincularse al ayuno por solidaridad con aquellos que sufren (o no pueden comer).

             Este esquema (comparando a Jesús con fariseos y bautistas) nos recuerda que la historia de Jesús  no desemboca en un sistema de creencias, sino en un proyecto y programa de comidas, como seguiremos viendo en este libro. Por eso le seguimos situando en la línea de los nazireos (cf. Num 6, 1-21) que, según la tradición, eran personas consagradas: se abstenían de vino, dejaban el cabello largo y asumían la causa de Dios, como soldados de la guerra santa (cf. Sansón Jc 13, 5.17; 16, 17). El hecho de que fueran abstemios tenía quizá un sentido mesiánico: no ha llegado la hora del Mesías, que ofrecerá a los suyos el «vino nuevo» del Reino (cf. Mt 14, 25). En esa línea, ellos pueden entenderse como “precursores” de Jesús (como Juan Bautista). Así lo ha visto Lucas que, utilizando quizá una fuente judeocristiana, ha interpretado a Juan como nazireo, en la línea Samuel, de quien dice su madre: «lo dedicaré ante ti (el Señor) hasta el día de su muerte; no beberá vino ni bebida fermentada y la navaja no pasará por su cabeza” (LXX 1 Sam 1, 11). 

  1. Juan, bautista nazireo (¿y también Santiago?). El ángel dice a Zacarías, padre de Juan: «Tu esposa Isabel concebirá un hijo... Y será grande ante el Señor y no beberá vino ni bebida fermentada» (Lc 1, 13-15). Juan aparece así como nuevo Samuel, prometido (dedicado) a Dios, recorriendo un camino de austeridad y ayuno (nazireato), para preparar la llegado de uno más grande (Samuel precede a de David; Juan precede a Jesús). El Bautista fue según Lucas un nazir o nazareo de Dios, hombre austero, que rechaza y niega los valores de esta sociedad, condensados en el vino festivo de la comunión (¡ligado a la injusticia!), para hacerse testigo de un Dios del juicio (guerra santa). Es posible que haya sido más que nazir y que su rechazo del vino deba entenderse en la línea del juicio de Dios. Pero eso no quita que sea nazireo, como fue también Santiago, el hermano de Jesús, según una tradición posterior, que puede ser fiable[15]. 
  1. Jesús, Cristo nazoreo. No es nazir/nazireo, como Juan, sino nazoreo de Nazaret. Así le presenta Mateo, diciendo que, al volver de Egipto, tras la muerte de Herodes, «José tuvo miedo [de Arquelao] y, habiendo recibido en sueños una revelación, fue a vivir a la región de Galilea, a una ciudad llamada Nazaret, a fin de que se cumpliera lo que dicen los profetas: «será llamado nazoreo (nadsôraios)» (Mt 2, 22-23). Ésta es una cita enigmática, pero muy importante.

 (1) Jesús no es nazireo/asceta (de nazir, como Juan), sino nazoreo (de nezer, descendiente de David), siendo nazareno (de Nazaret), como he señalado ya en cap. 2. Ciertamente, se pueden buscar conexiones entre Jesús y el Sansón con Jc 13, 5; 16, 17; Jesús aparecería así como un guerrero asceta, al servicio de la liberación de Israel; pero el evangelio ha rechazado expresamente esa visión, al decir que Jesús comy bebe (cf. Mt 11, 19) y al presentarle como portador de un mesianismo no-violento (cf. Mt 26, 2-54).

(2). Mateo define a Jesús indirectamente como nazoreo, presentándole así como el nezer de Dios, es decir, como el “retoño davídico” (Is 11, 1), vinculado a las tradiciones del Emmanuel (¡una virgen concebirá!: Is 7, 14); pero no lo dice de un modo directo, sino que vincula ese nombre (nazoreo) con Nazaret, convirtiendo el título mesiánico (nazoreo de Isaías) en referencia geográfica (nazoreo sería lo mismo que nazareno).

Desde esta perspectiva hay que entender la vinculación y diferencia entre nazareno (de Nazaret) y nazoreo (de un grupo mesiánico). Como vengo suponiendo, es posible que Nazaret haya sido un asentamiento de nazoreos, de manera que los términos de nazareno y nazoreo se encuentren vinculados y, en algún momento, puedan ser intercambiables. De todas maneras, pienso que Jesús se presentó como “nazoreo” (perteneciente a un grupo mesiánico), más que como nazareno (de un pueblo llamado Nazaret). El evangelio de Marcos (muy crítico con los judeo-cristianos, que podrían apelar a la visión de Jesús como nazoreo) no le ha presentado nunca de esa forma, sino que le llama siempre “nazareno”. Por el contrario, Mateo y Juan (y de alguna forma Lucas) recogen el título de “nazoreo” en unos lugares fundamentales de sus evangelios, retomando, a nuestro juicio, una tradición primitiva del movimiento de Jesús, que fue movimiento de nazoreos mesiánicos[16]. 

 Todo nos permite suponer que Jesús ha superado el nivel de consagrado-asceta o nazir, que no come ni bebe (como Juan Bautista y quizá como su hermano Santiago), presentándose más bien como descendiente mesiánico (nazoreo), pero como un nazoreo especial que anuncia la llegada del Reino de Dios entre los marginados y enfermos de su pueblo. De esa forma, Jesús ha podido situarse en el lugar de cruce de las diversas tendencias profético-mesiánicas de su pueblo. En esa línea, cuando Mt 2, 23 presenta a Jesús como “nazoreo” (desde Nazaret, aldea de los nazoreos de Galilea) está abriendo un camino que puede interpretarse y recorrerse de diversas maneras.

Para Mateo, con la tradición que él recoge de Marcos, que evita esa palabra (en una línea que se abre a la Gran Iglesia), Jesús será nezer mesiánico, heredero de las promesas de David, y de esa manera anunciará y anticipará la llegada del Reino (pero no en la línea de los nazoreos judeocristianos, sino en apertura universal). Según los evangelios estrictamente judeo-cristianos (de los Ebionitas y/o de los Hebreos), Jesús será nazoreo nacional, en una línea en la que su nazoreato puede y debe vincularse a un tipo de nazireato ascético, de manera que se recuperan así rasgos más propios de Juan Bautista (y a la de Santiago, su hermano)[17].

Conclusión: de Juan, que era amigo del Novio (el que prepara las bodas…) a Jesús, que es el Novio, el Dios encarnado de la nueva humanidad.

Aquí nos deja y aquí empieza de verdad el libro de R. Martínez, de la mano de Juan (amigo del Novio) a Jesús que es el Novio, que es ya el Dios presente, la verdadera humanidad, un misterio de “bodas”, es decir, de amor iluminado, de transformación personal de la vida, por encima de todo juicio.

            Desde esta perspectiva, es normal que la Iglesia ha colocado a los lados de Jesús a María su Madre y a Juan su amigo, como testigos (precursores y signo) de la nueva humanidad,

NOTAS

[1] Abandonó la ciudad o la cultura urbana, pensó que el orden actual está acabando y que llega el juicio de Dios y que los verdaderos israelitas cruzarán el Jordán, como en tiempos de Josué (cf. Jos 1-6) y podrán vivir en la Tierra Prometida, según las promesas. Sería importante poder estudiar con detalle el mensaje teológico de Juan y su relación con los esenios de Qumrán o con otros movimientos. Para un primer acercamiento, cf. J. Ernst, Johannes der Täufer. Interpretation – Geschichte – Wirkungsgeschichte, BZNW 53, Berlin 1989; L. Guyénot, Jésus et Jean Baptiste. Enquête historique sur une rencontre légendaire, Imago, Chambéry 1999; E. Lupieri, Giovanni Battista nelle tradizioni sinottiche, Paideia, Brescia 1988; J. Taylor, The Immerser: John the Baptist within Second Temple Judaism, Eerdmans, Grand Rapids 1997: W. B. Tatum, John the Baptist and Jesus. A report of the Jesus Seminar, Polebridge, Sonoma 1994; S. Vidal, Los tres proyectos de Jesús, Sígueme, Salamanca 2003; W. Wink, John the Baptist in the Gospel Tradition, Cambridge UP 1968. 

[2] Unos años más tarde, hacia el 44-45 d. C., según F. Josefo, se situó también junto al río “un impostor”, es decir, un profeta apocalíptico: “Siendo Fado procurador de Judea, un impostor de nombre Teudas persuadió a un gran número de personas que, llevando consigo sus bienes, lo siguieran hasta el río Jordán. Afirmaba que era profeta y que a su mando se abrirían las aguas del río y el tránsito les resultaría fácil. Con estas palabras engañó a muchos. Pero Fado no permitió que se llevara a cabo esta insensatez; envió una tropa de a caballo que los atacó de improvisto, mató a muchos y a otros muchos hizo prisioneros. Teudas fue también capturado y, habiéndole cortado la cabeza, la llevaron a Jerusalén” (F. Josefo, Ant XX, 97-98; cf. Hech 5, 35-36).

[3] Sobre la autenticidad sustancial del testimonio de Josefo sobre Jesús, cf. J. P. Meier, A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus, ABRL, New York 1991/1994, 1, 56-68.

[4] Pseudo  Clemente,  Recogniciones  1, 54, 60; W. Wink, John the Baptist in the Gospel Tradition, SNTSMS 7 Cambridge 1968, 98-105.

[5] Das Evangelium des Markus, MeyerK, Göttingen 1951, 18, nota 1.

[6] Cf. R. Schneck, Isaiahin the Gospel of Mark, I-VIII, Bibal Dissertation Series 1, Vallejo Calif. 1994, 38.

[7] Como han mostrado W. D. Davies  y D. C. Allison, Sal Sal 17, 37 (cf. A Critical and Exegetical Commentary on the Gospel according to Saint Matthew,   Edinburgh 1988-1997, 1, 314-315) . apoyándose en el lenguaje de Is 11, 2, habla del Mesías como de alguien que es “poderoso (dynatos) en el Espíritu Santo” y le atribuye el poder (ischys) (cf. 1 Henoc 49, 3); según ellos, esta combinación de motivos de poder y de Espíritu Santo es muy semejante a la que aparece en Mc 1, 7-8. Además, si el término “más fuerte” estaba en circulación como un epíteto para el Mesías, es fácil ver cómo la Iglesia pudo haber venido a pensar que Juan se estaba refiriendo a Jesús cuando él hablaba de esta figura del más fuerte.

[8] Cf. W. Bauer, W. F.  Arndt, F. W. y F. W.  Gingrich y W.  Danker, A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature,  376.

[9] Cf. M. Jastrow,  A Dictionary of the Targumim, the Talmud Babli and Yerushalmi, and the Midrashic Literature, New York 1982, 1629-1630.. 

[10] Cf. E. Blass y otros, A Greek Grammar o f the New Testament and Other Early Christian Litera­ture, Chicago- London 1961, & 195.

[11] En E. Schweizer y otros, Pneuma, pneumatikos, TDNT6, 1968, 384.

[12] Cf.  R. Guelich, Mark 1-8, 26 WBC 34, Dallas 1989, 26.

[13]El Bautista apela la ira venidera (3, 7 mellou,shj ovrgh/j). Al principio de Rom (cf. 1,18; 2, 5.; 3, 5; 4, 15 etc), Pablo asume el mismo tema, pero lo recrea desde la experiencia del perdón de Dios en Cristo.

[14] «Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él (de Leví), muchos publicanos y pecadores…» (Mc 2, 15-17; cf. Mt 9, 11; 11, 19). También Juan acogía a publicanos y prostitutas (cf. Mt 21, 32), pero no para comer con ellos, sino para ofrecerles un camino de conversión. Jesús, en cambio, come con ellos y con ellas, en señal de Reino (cf. también Lc 19, 2-8).

[15] Una famosa cita de Hegesipo, recogida por Eusebio de Cesarea, presenta a Santiago, hermano de Jesús, como nazareo ascético: 4. «Santiago, el hermano del Señor, es el sucesor, con los apóstoles, del gobierno de la iglesia. A éste todos le llaman "Justo" ya desde el tiempo del Señor y hasta nosotros, porque muchos se llamaban Santiago. 5. No obstante, sólo él fue santo desde el vientre de su madre; no bebió vino ni bebida fermentada; ni tocó carne; no pasó navaja alguna sobre su cabeza ni fue ungido con aceite; y tampoco usó del baño. 6. Sólo él tenía permitido introducirse en el santuario, porque su atuendo no era de lana, sino de lino. Asimismo, únicamente él entraba en el templo, donde se hallaba arrodillado y rogando por el perdón de su pueblo, de manera que se encallecían sus rodillas como las de un camello, porque siempre estaba prosternado sobre sus rodillas humillándose ante Dios y rogando por el perdón de su pueblo. 7. Por la exageración de su justicia le llamaban Justo y Oblías, que en griego significa protección del pueblo y justicia, del mismo modo que los profetas dan a entender acerca de él» (Historia Eclesiástica II, 23, 4-7). Esta información sobre Santiago debe ser matizada y comparada con la que ofrece el Ev.Tomás 12, donde él aparece también como justo, pero en línea más gnóstica que ascética. Sea como fuera, es muy posible que en la familia de Jesús hubiera personas  que interpretaban de otra manera el nazireato (y el nazoreato).

[16] Desde este fondo habría que estudiar las variantes del nombre de la aldea: Nazaret/Nazaret, que es la más corriente (diez veces) y Nazara, que está atestiguadas en dos lugares fundamentales, Mt 4, 13 y Lc 4, 16, en los que parece hallarse al fondo la vinculación de Nazara (ciudad) con los nazoreos (grupo), con los que Jesús parece romper, en algún sentido (sale de Nazara, se enfrenta con la tradición de su padre José).

Jesús aparece como nazareno sólo seis veces, especialmente en Marcos, en cuatro lugares  (Mc 1, 24; 10, 47; 14, 67; 16, 6), en los que uno tiene la sospecha de que la tradición anterior decía “nazoreo” (no nazareno). Es como si Marcos quisiera ocultar  la visión de un Jesús nazoreo, por el uso que los judeocristianos hacían de ese término. Las otras dos veces en que Jesús aparece como nazareno están en Lucas. La primera (Lc 4, 34) depende de Mc 1, 24. La segunda (Lc 24, 19) es críticamente insegura (muchos manuscritos ponen nazoreo) y puede haber sido creada por el mismo Lucas. 

              Más que como nazareno, Jesús aparece como nazoreo (trece veces), en textos que son básicos dentro de la tradición, en los que se recoge, a nuestro juicio, una experiencia antigua de las comunidades cristianas, que le han recordado como “nazoreo”, es decir, como perteneciente a un grupo de tipo mesiánico. Según lo indicado, Marcos evita este título. Lo conserva, en cambio, Mateo (Mt 2, 23 y 26, 71), en el contexto del comienzo y fin del mensaje de Jesús, recogiendo, sin duda, una tradición judeo-cristiana que él no ha desarrollado. En esa misma línea se entienden los textos del cuarto evangelio (cf. Jn 18, 5. 7 y 19, 19), que presentan a Jesús como nazoreo precisamente en el contexto del juicio, de tal manera que se tiene la impresión de que a Jesús le condenaran precisamente por ser nazoreo, como veremos en cap. 22, al tratar del título de la cruz. Significativamente, el evangelio de Lucas pone nazoreo en un caso donde el paralelo de Marcos dice nazareno (cf. Lc 18, 37; Mc 10, 47), quizá para vincular mejor a Jesús con David, de quien derivan los “nazoreos” (cosa que Marcos habría querido ocultar). Pero donde Lucas utiliza con más frecuencia el término nazoreo es en Hechos (cf. Hech 2, 22; 3, 6; 4; 4, 10; 22, 8; 26, 9), donde habla incluso de una “aíresis” o secta de los nazoreos, a la que pertenecería Pablo (Hech 24, 5), de la que implícitamente se distancia el mismo Pablo en el discurso que sigue (cf. Hech 24, 11-21).  A su juicio, es evidente que, en principio, los cristianos estuvieron vinculados a un Jesús “nazoreo” (no simplemente nazarano)

              Estos datos (que aparecen complicados por las variantes de los manuscritos) nos permiten suponer que Jesús fue nazoreo (no solamente nazareno) y que sus seguidores (al menos un grupo) se llamaban “nazoreos”. En esa línea, podemos añadir que el grupo de los cristianos “nazoreos” siguió vinculado a un tipo de judeo-cristianismo rechazado por Pablo (y después por la Gran Iglesia). Por eso, Marcos no presenta nunca a Jesús como nazoreo y los demás evangelistas (especialmente Mateo y Juan) lo hacen con ciertas reticencias, vinculando ese título, especialmente, a la condena de Jesús. Lucas puede evocar ese título desde una perspectiva histórica, situándolo en los orígenes (ya superados) de la Iglesia judeo-cristiana.  Dicho esto, queremos añadir que la interpretación que ofrecemos no es compartida por gran parte de los investigadores. Cf. U. Luz,  Mateo  , Sígueme, Salamanca  1993, 181-183

[17]  Pero con esto abrimos un tema y camino que no está resuelto entre los exegetas y que no  podemos desarrollar en este libro, aunque lo hemos planteado ya en cap. 2   y volveremos a encontrarlo en cap 22, al tratar del letrero de la cruz. Visión sugestiva del tema en É. Nodet y J. Taylor, The origins of Christianity, Glazier, Collegeville MN 1998, 205-284, aunque quizá debe ser matizada.

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